domingo, 26 de mayo de 2013

TRABAJAR EN LA ANTÁRTIDA

 Trabajar en la Antártida, una aventura bajo cero
La Dirección Nacional del Antártico selecciona candidatos para pasar 13 meses en el continente
Por Marina Esquivel  | Para LA NACION
Una vista de las instalaciones de la Base Carlini en la Antartida, desde la Caleta Potter. Foto: Gentileza Juan Manuel Pereda
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Temperaturas bajo cero, desiertos de nieve, veranos prácticamente inexistentes y muchísimo trabajo para hacer en comunidad. Aunque la vida en Antártida argentina es ardua, cada año un puñado de civiles se postula para pasar allí un año de labores. En general, los motiva el desafío, pero vuelven con más que una aventura: traen una experiencia de vida y laboral imposible de adquirir en otro ámbito.
Es que, además de los miembros de las Fuerzas Armas destinados a las bases argentinas, la Dirección General del Antártico (DNA), mediante el Instituto Antártico Argentino (IAA), también convoca a técnicos y profesionales que no son militares.
A pesar de las complicaciones de la campaña antártica actual (sobre la que LA NACION estuvo informando en los últimos días) que afectan el abastecimiento de las bases, la convocatoria laboral para el próximo año sigue su curso.
El trabajo científico y civil en Antártida funciona así: los investigadores del IAA viajan al continente para hacer sus estudios entre septiembre y marzo. Se trata de campañas que duran entre 15 días y tres meses y cuyos objetivos son variados: desde estudiar la vida de los pingüinos hasta la capa de ozono. Recogidos los datos, vuelven al continente para seguir trabajando. En las bases antárticas permanentes Orcadas, Belgrano II, San Martín, Marambio y Carlini (ex Jubany) queda un grupo de personas para mantener los laboratorios científicos, cuidar del instrumental y controlar el registro de datos y computadoras: son los invernantes que pasan alrededor de 13 meses aislados del continente.
El enlace de datos de Arsat en la base Carlini. La convocatoria para la próxima campaña ya se inició y está en curso la selección de candidatos. Se buscan físicos, ingenieros y técnicos electrónicos y profesionales de informática de por lo menos 22 años.
Según la DNA se presentaron alrededor de 50 personas (tres mujeres, una más que el año pasado), de las cuales 14 rindieron exámenes técnicos y al cierre de esta nota seguían a la espera de los resultados psicológicos. Suelen postularse hombres jóvenes. "Hubo épocas, cuando no había tanto trabajo, en que teníamos muchos postulantes de la mejor calidad. Ahora, que hay más trabajo afortunadamente, llegamos a cubrir las vacantes pero es más difícil", explica Sergio Marenssi, director del instituto. Es por eso que la convocatoria está virtualmente abierta todo el tiempo aunque haya períodos en que formalmente deba cerrarse para seleccionar al personal que viajará al Sur.
La DNA depende de Cancillería, pero la logística del traslado está articulada mediante las Fuerzas Armadas. El recambio de dotación en Base Marambio, por ejemplo, se hace a fines de octubre. Usualmente, la planificación del viaje es menos estricta que en otras bases porque hay un avión mensual que comunica la base con el continente. La logística se complica para quienes van a bases a las que sólo se llega por buques, como la Belgrano II, Orcadas y San Martín. Los transportes se realizan entre noviembre y diciembre, una sola vez en el año.
"Pibes, ¿quieren ir a la Antártida?" Marenssi y Sergio Santillana, actual coordinador científico del IAA, escucharon la pregunta hace casi 30 años de la boca de Carlos Rinaldi, su entonces profesor de Geología en la UBA y (quien luego fue titular del IAA durante algunos años). No hubo duda, ambos aceptaron el desafío. Buscaban una aventura.
Ésa es una de las principales motivaciones de aquellos civiles que viajan a la Antártida. Y fue el de Juan Manuel Pereda, un técnico electromecánico y estudiante de ingeniería en Sistemas de la Universidad de La Plata de 29 años, que ya va por su segunda campaña. En 2011 estuvo asignado a la base Belgrano II, la más austral, a 1200 kilómetros del Polo Sur. Tras quedarse un año en el continente (la recomendación del IAA es no pasar dos períodos seguidos invernando) este año fue destinado a Carlini, donde hoy hay 25 hombres y una mujer.
Trabajo científico
"En Belgrano todo el trabajo era científico. Allí se estudia la atmósfera y el deterioro de la capa de ozono. Estábamos a cargo de 12 equipos y de hacer mantenimiento y calibraciones para que los datos generados fuesen fiables", dice Pereda, vía Skype desde Carlini. En la nueva base es uno de los invernantes a cargo de tres equipos, de mantener los enlaces satelitales de la base y de administrar la red de comunicaciones.
Pereda se enamoró de la Antártida por documentales y videos. La primera vez que lo llamaron estaba en Estados Unidos, en viaje laboral para la empresa argentina de software Globant. "El contraste con el mundo corporativo es llamativo. Acá tenés libertad para manejar tus tiempos, evaluar tus prioridades, planificar el año de trabajo para cumplir con todo", señala el invernante. Es que allí la descripción del trabajo es amplia: implica realizar tareas que no están en la descripción del puesto técnico desde descongelar cañerías hasta picar hielo para hacer agua y colaborar con la cocina y la limpieza.
Un trabajador con un globo que hace ozonosondeo. "Es como en una tribu. Hay que colaborar y trabajar en común para todos", dice Pereda, y destaca el sentido de comunidad que se genera entre los invernantes. En un lugar tan extremo, donde debido a la rigurosidad del tiempo y los materiales disponibles cada tarea toma mucho más tiempo que en el continente, el trabajo en equipo se vuelve esencial. Hay mucho conocimiento y experiencias que se transmiten oralmente entre generaciones de invernantes.
Además de trabajar con profesionales de otros países (la Argentina tiene diversos convenios de cooperación), lo que implica el aprendizaje de diversas culturas, Pereda subraya el valor que tiene su trabajo de reafirmar la soberanía nacional. "Mi motivación máxima era trabajar para el país", señala. El país reclama la región delimitada por los meridianos 25º y 74º Oeste y el paralelo 60º de latitud Sur sobre la base de varios títulos de soberanía, entre ellos la continuidad geográfica y la ocupación permanente.
El contrato es por 18 meses, aunque la invernada dura alrededor de 13. Es que antes del viaje se los capacita en el uso de equipo y a la vuelta se pretende extender la cobertura para evitar que queden sin contrato si el barco se retrasa.
Hace algunas décadas hacer una campaña como invernante implicaba una diferencia económica interesante. "Te podías comprar la casa o el auto", dice Marenssi. Hoy el salario tiene una base de alrededor de $ 13.500. Consiste en un monto bruto de alrededor de 3800, más el adicional por título (que se aplica sobre el básico del contrato según el caso: 20% para el universitario, 10% para el terciario y 7,5% para el secundario) y un suplemento antártico de poco más de $ 9000. La experiencia da seguridad personal, adaptación al entorno, sentido de comunidad y desarrolla el espíritu solidario.
Hace cuatro años, Amalia Vanoli, titular de la consultora de selección Tiempo Real, seleccionó a una persona que había estado en Antártida para entrar como jefe de soporte técnico de Tecnología en una empresa del sector industrial. Las tareas de soporte de IT son particularmente estresantes, por lo que la compañía consideró que la experiencia en el Sur le daba competencias como resistencias a la presión y superación de dificultades.
"Aprendés a compartir. Hay muy pocas comodidades y lo que acá puede ser banal allá no lo es", asegura Cristian Giampieri, ingeniero electrónico cordobés de 31 años. Actual encargado de personal en la empresa de mecánica naval Intecba, Giampieri hizo una invernada en Carlini en 2006 y otra en Belgrano en 2010.
En Antártida no sólo aprendió a trabajar con grupos electrógenos y usinas, lo que es fundamental para su trabajo actual, sino a ser más reflexivo. "Hay que pensar muy bien antes de tomar una decisión o decir algo. No podés ser impulsivo. Compartís todo el año con las mismas personas", explicó.
Detalles de un empleo helado
  • Contrato
    Es por 18 meses aunque la invernada dura 13 meses en total. El resto del tiempo se dedica a capacitación.
  • Salario
    Tiene una base de $ 13.500.
  • Convocatoria
    Se buscan físicos, ingenieros y técnicos electrónicos, además de profesionales de la informática de por lo menos 22 años
  • Candidatos
    Ya se presentaron 50 personas, entre ellas 3 mujeres. Se reciben CV de postulantes durante todo el año

TOMADO DE LA NACION DE AR 

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