viernes, 11 de abril de 2014

GENOCIDIO AL PUEBLO CHARRUA

Genocidio del glorioso pueblo Charrúa – 
El largo genocidio charrúa en el 1800 en la Banda Oriental.
En la hermana República Oriental del Uruguay el 11 de abril por Ley Nº 18.589 de 2009 es el “Día de la Nación Charrúa y de la Identidad Indígena” en recuerdo de la Matanza del Salsipuedes.
Los charrúas son los héroes olvidados de nuestro proceso histórico. Actor fundamental en la Redota o Éxodo Oriental asentado en nuestra zona, episodio sin el cual nuestra historia seria otra. El propio adversario, el Imperio Portugués, reconoce su valor.
El territorio de la Banda Oriental estaba poblado por los naturales, los charrúas, los minuanes y los guaraníes. La tierra y los animales vacunos y caballares que se habían reproducido eran de todos: “comunes”.
Finalizando el siglo XVIII la colonización se realizó mediantes grandes latifundios desde Montevideo hacia el Norte. Los que se adueñan de los campos y marcan el ganado comienzan a desplazar y conformar una relación agresiva con sus dueños naturales y también enfrentan a contrabandistas, indios de las misiones y al “gauderio” o gaucho.
Los enormes campos repletos de ganados llamados en el siglo XVIII “del común”, estaban disminuidos por la guerra contra el Brasil, afectando a los charrúas que en ellos se sustentaban naturalmente “condenados al exilio en su propio reino”. Para los otros es riqueza y acumulación., Pronto el poder decidió su exterminio.
Los nuevos hacendados trasplantados de otras latitudes claman al gobierno contra los charrúas que aman la libertad y defienden los suyo. La Corona Española pone en marcha el Plan cuyo objetivo es el “arreglo de los campos”, su control y su “pacificación”. El Virrey Marqués Gabriel de Avilés y del Fierro en 1801 ordena una campaña de exterminio al charrúa encabezada por el Capitán Jorge Pacheco, y tras tres sangrientos encuentros reducen la población charrúa por muertes o cautivos que son trasladados a Buenos Aires para ser repartidos a familias acomodadas. Pero se suspende la campaña por el estado de guerra entre España y Portugal y el latente peligro de invasiones. Luego viene el gran aporte charrúa a la independencia oriental.
Para 1830, ya terminadas las guerras de la independencia, la propiedad privada de los campos comienza a revalorizarse. No es más escenario de batallas. Aparecen los nuevos dueños y los viejos tratando de recuperar los suyos. En ese esquema el natural, el charrúa en particular “molesta”. Se quejan de los “excesos”, “robos” e “insultos” de los charrúas a los ganados y propiedades. Los hacendados empiezan nuevamente a pedir mano dura. Primero los corren más allá de las fronteras hacia el desierto. Partidas volantes integradas por los propios hacendados y regulares llevaban la orden de ‘requiéranlos de paz y pasen a cuchillo a todos los que se resistan’. Son considerados un problema económico.
En 1831 ya independiente la Rca. Oriental del Uruguay, su gobierno toma una de las primeras medidas: el exterminio de los charrúas (de por sí ya menguados). “La desaparición temprana del ‘Charrúa’ -casi al mismo tiempo que surge el Uruguay como país independiente-, lo ubica a éste, en el primer país de América en “superar el problema indígena”. Este acontecimiento ha sido tomado como el punto de partida para autoconsiderarse, muchas veces hasta con orgullo, pensarse y sentirse como un país “europeo”, un “país trasplantado” en América (Ribeiro, 1975), ignorando casi por completo, el importante mestizaje implícito, en particular en su población rural.
Salsipuedes y Mataojo
El presidente Fructuoso Rivera envía a su sobrino Bernabé Rivera y al general Julián Laguna a “terminar” con los “infieles”. Los saben bravos, han combatido con y contra ellos. Los citan a un encuentro en las puntas del Queguay, en el Potrero de Salsipuedes, para parlamentar prometiéndoles atacar a los brasileños para recuperar la zona perdida riograndense. Acampan unos 400 charrúas y más de mil soldados. Los distraen, emborrachan con agua ardiente y con un ataque fulminante, matan a los caciques y los guerreros jóvenes. En esa zona los campos son distribuidos a familiares de Rivera. Fue un 11 de abril de 1831. Pero no todos los caciques creyeron en el embuste. Otros muy pocos escaparon
En la persecución se encuentran con las tolderías del Cacique Venado al que le prometen devolver a sus familias y darles un lugar para vivir si pactan la paz con el gobierno, lo que aceptan. Al Cacique Venado le entregan un salvoconducto y el Capitán Fortunato Silva los lleva a “la estancia del viejo Bonifacio Penda” en el Queguay. Una vez adentro de la cocina y desarmados, los soldados los masacran disparándoles desde afuera. Otros, los Caciques El Adivino y Juan Pedro con su gente son emboscados en la barra del Mataojos Grande con el Arapey el 17 de agosto de 1831. Bernabé Rivera los mata y toma cautivos los viejos, las mujeres y los niños.
El después de Salsipuedes y Mataojos es la continuación olvidada. Si el genocidio y asesinato en masa, a mansalva y traición fue un acto espantoso lo mismo o peor es lo que siguió. Los naturales dueños de la tierra son llevados presos en una lenta y espantosa marcha a pie de más de 20 días hasta Montevideo para su “educación y adiestramiento en la prestación de servicios domésticos”.
En su mayoría mujeres y niños. Faltaban los hombres de 15 a 25 años muertos en las guerras o en estas emboscadas. Los iban “regalando”, “obsequiando” en el camino a gusto de los militares. Se abre en Montevideo, en el Ministerio de Gobierno, una “lista de solicitantes”, publicándose un aviso oficial donde se establece que están “obligados a tratarlos bien, educarlos y cristianarlos”
La primera remesa llega el 30 de abril y la segunda (acción de Mataojo), el 8 de setiembre de 1831. Ingresaron a la ciudad “Los hombres tenían las manos atadas a la espalda, y las mujeres llevaban los hijos pequeños en brazos y a los mayores de la mano. Los indios cubrían su cuerpo con pieles, las indias tenían una especie de falda de pieles y algunas, una camisa vieja. Los niños iban desnudos. Se notaba en ellos una gran falta de higiene, y cuando avanzaban por las calles, éstas se llenaban de un hedor muy fuerte. Después de su llegada todos fueron encerrados en un corral, bajo custodia. Se les entregó leña y carne y se hizo fuego, formándose grupos de 10 a 12 personas alrededor de varios fogones. Apenas asada la carne y aún en buena parte cruda, fue consumida con avidez (Bladh, 1970:726).” El corral era parte del Cuartel de Dragones, sede del Primero de Caballería. Luego se reparten, regalan para mano de obra doméstica. Los pocos hombres eran embarcados a otros puertos (si los hombres libres del campo, a los barcos). Madres e hijos son repartidos por separado (incluso los niños de pecho). Proceso inhumano si los hubo.
Establecieron un reglamento para darlos. Fueron muchos los que se anotaron y concurrieron. Pero pronto se desinteresaron por los adultos a tal punto que el gobierno decretó que no se los recibiría en devolución. En el reparto posterior a Mataojo el interés es en los niños.
Los niños sobreviven, pero las mujeres sometidas a trabajos en las casas que nunca habían hecho y en un medio totalmente ajeno y hasta hostil, morían. O la viruela o bien abandonadas por sus “dueños” en la calle, en estado de miseria extrema, terminaban en el hospital de Caridad o en la cárcel. Las que podían huían al campo, donde eran nuevamente apresadas y devueltas. El alcohol hizo estragos. La muerte horrenda era el destino común desintegrados étnica y familiarmente y trasladados de un medio agreste ancestral a un medio urbano violento y desconocido
También está los conocidos casos de Vaymaca Pirú, Tacuabé, Guyunusa y Senaque llevados a Francia por François de Curel donde son exhibidos como ejemplares exóticos. El primer charrúa llevado a Francia por el teniente de navío Louis Maruis Barral se llamaba Manuel Mataojo. Fue en enero de 1832 por el Decreto de Rivera que donaba a Capitanes de Barcos de ultramar a los Charrúas prisioneros. Del monte al barco navegando tres meses… También están los enviados a Malvinas que lucharon con el gaucho Rivero.
Así se pagaron los servicios a la patria a la “nación charrúa”. Nosotros, en esta parte del río, en esta parte de la Patria Grande deberíamos recordar también estos episodios. Que mucho tienen que ver con el otro genocidio aborigen de quienes displicentemente aun honramos con calles.
Algunos autores interpretan que estos episodios, estas emboscadas y matanzas fueron una afirmación de los valores nacionales o de civilización. Siguen las polémicas. Un respetado ex presidente oriental Luis María Sanguinetti escribió: “No hemos heredado de este pueblo primitivo ni una palabra de su precario idioma… …ni un recuerdo benévolo de nuestros mayores, españoles, criollos, jesuitas o militares, que invariablemente describieron como sus enemigos, en un choque que duró más de dos siglos y los enfrentó a la sociedad hispano criolla que sacrificadamente intentan asentar familias y modos de producción para incorporarse a la civilización occidental a la que pertenecemos”. Artigas escribió lo contrario y destacó la fidelidad y servicios prestados por los charrúas a su empresa que hoy honramos.
Bartolomé Mitre en el diario Los Debates preanuncia la matanza de mapuches y pampas en la Argentina, justo después de Salsipuedes: “Jamás el corazón del [indio] pampa se ha ablandado con el agua del bautismo, que constantemente ha rechazado lejos de sí con la sangrienta pica del combatiente en la mano… El argumento acerado de la espada tiene más fuerza para ellos, y éste se ha de emplear al fin para exterminarlos o arrancarlos en el Desierto”. San Martìn y Belgrano escribieron todo lo contrario.
En esta semana conmemoramos la Shoa, el holocausto nazi. Se promete nunca más, pero también se destaca esa macabra costumbre de justificar las matanzas, genocidios y etnocidios. Unos llegan temprano para matar y otros tarde para justificar. Nos corresponde no olvidar, pedir Memoria y Justicia.
Finalizo con palabras de José Artigas que repudian ese 11 de abril:
“Yo deseo que los indios en sus pueblos se gobiernen por sí, para que cuiden de sus intereses como nosotros de los nuestros. Así experimentarán la felicidad práctica y saldrán de aquel estado de aniquilamiento a que los sujetó la desgracia. Cuando sostenemos la Patria, recordemos que ellos tienen el principal derecho, y que sería una degradación para nosotros mantenerlos en aquella exclusión vergonzosa que hasta hoy han padecido por ser indianos. Acordémonos de su pasada infelicidad y si ésta los agobió tanto que han degenerado de su carácter noble y generoso, enseñemosle nosotros a ser hombres y y señores de sí mismos.”
CARTA DE JOSÉ ARTIGAS AL GOBERNADOR DE CORRIENTES JOSÉ DE SILVA (Paraná, mayo 9 de 1815):
Todo dicho y claro. DEL FACE DE ALEJANDRO JORGE CASAÑAS

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