domingo, 6 de abril de 2014

RED DE PESCADORES


 Repisnobol, la red de los pescadores John Fredy Nagle Soto Familias pescadoras del norte de Bolívar trabajan en red a través de organizaciones que hacen de su vocación toda una estrategia para proteger los cuerpos de agua. // Entre canoas y boliches, hombres y mujeres cultivan en el agua. Sí, así es. Cultivan en el
agua, “porque en la ciénaga ya no hay peces y la tierra ya escasea”. Para hacerle el quite a esta situación, más de 80 pescadores, entre hombres y mujeres, de los municipios de Mahates y Marialabaja han complementado su tradicional papel de pescadores artesanales a la de cultivadores de peces.
Hoy conforman la Red Piscícola del Norte de Bolívar (Repisnobol), en la que no solo se dedican a la extracción primaria de peces en las ciénagas, sino también a la crianza de tilapia, cachama y sábalo, especies ya casi inexistentes en el afluente.
Repisnobol es una organización creada legalmente en 2001, de la cual hacen parte cuatro comités: La Asociación de Pescadores de Mahates (Asopema); Comité de Cooperación Cultural de Gamero (Mahates); Asociación Primero los Niños (Asoprini); en La Suprema, vereda de Marialabaja y Comité del barrio Puerto Santander en el casco urbano de este último municipio.
Su actividad la desarrollan en una región donde se encuentran un complejo de ciénagas formadas con el tiempo por el Canal del Dique, lo que le da una riqueza acuífera importante en el norte del departamento.
Mahates está rodeada por cinco ciénagas (Zarzal, Capote, Aguas Claras, Atascoso y El Tupe); mientras que Marialabaja cuenta con otra red de canales y arroyos (Corral, Munguia, Limón, Matunillas, Caño Grande de Correa) que alimentan la ciénaga de Marialabaja, una de la más fértiles y grandes de Colombia. Así también, en éste complejo se encuentra el embalse de Matuya, del cual las más de 80 familias que conforman la vereda La Suprema se han apropiado en su vida diaria de éste cuerpo de agua.
La organización de piscicultores establece que la población que sobrevive de la pesca está cercana al 90  por ciento de los pobladores, al menos de los dos municipios. “Por su posición geográfica, Mahates y Marialabaja deberían ser el centro pesquero de Bolívar, porque son de los pocos municipios que cuenta con ciénagas grandes”, expuso Fidel Torres, integrante del Comité de Pescadores de Mahates, otra de las organizaciones que articulan la Red. Para los campesinos que integran la Red, la piscicultura es el proyecto que les permitió encontrarse como comunidad, trabajando en grupo.
Pretexto para organizarse
La historia de la Red aparece mucho después de la creación en 1979 de la primera organización de pescadores en la zona: el Comité de Puerto Santander. Inicialmente, se tuvo como objetivo evitar la explotación excesiva de los cuerpos de agua. Posteriormente, sería también la puesta en marcha de estrategias de mercadeo entre los diferentes grupos que practican la piscicultura en la zona. Con el tiempo, la actividad liderada por estas organizaciones se convertiría en la forma de garantizar una proteína en el alimento diario de éstas comunidades y, de paso también, una entrada económica.
“Esta Red nace en Puerto Santander, con una de las organizaciones más antiguas: el Comité de Pescadores de Puerto Santander. En su momento, existió también la Asociación Juvenil de Pescadores y la Asociación de Mujeres Trabajadoras Sincerín, que también se dedicaban a la piscicultura. También estuvo otra organización en Mahates, la Asociación de Pescadores de Canal del Dique, que ya tampoco existe”, recordó José Luis Miranda Márquez, miembro del comité y técnico piscicultor.
Según Magali Ballesteros, mujer campesina y pescadora y quien lleva más de 30 años vinculada al Comité de Puerto Santander, la llegada del trasmallo diezmó paulatinamente la reserva de peces. “El Comité de Pescadores viene entonces de un proceso de recuperación; es decir, que no se acabaran con las especies, más que todo con el bocachico porque era lo que más pescaban en esa época, porque en los pueblos vecinos venían a pescar mucho con trasmallos”, relató. Y es allí donde se conforma la Red Piscícola gracias al incentivo de Pedro Nel Luna, fundador de la Corporación Desarrollo Solidario, quien gracias a su liderazgo permitió despertar el interés en las ventajas de que estas comunidades se organizaran.
Pocos peces, mucho trasmallo
Al principio, la gente veía el trasmallo con “buenos ojos”. Según recordó José Luis Miranda, integrante de la Red y técnico piscícola, los peces más grandes los cazaban. “Con el tiempo, se dieron cuenta que el número de peces iba disminuyendo, por lo que empezaron a reaccionar. Dijeron entonces que tenían que prohibir el uso de esas artes que se empezaron a usar desde aquella época”, argumentó José Luis. La pesca con trasmallo no es lo mismo como la pesca con atarraya. Los viejos pescadores ven con nostalgia aquellos años en los que salían en compañía de sus hijos y amigos a las frescas aguas de la ciénaga, la misma que hoy se ve amenazada por la extinción de sus peces.
“Siempre con la atarraya salíamos dos, mientras que hoy en día, el trasmallero trabaja solo. Ese, tira extensiones de nylon, mientras que yo con mi compañero embarcamos con dos o tres atarrayas. Por eso nosotros, aquí en el Comité, tenemos una lucha contra el trasmallo, pero no hemos podido”, indicó Gregorio Mendoza Ortiz, presidente del Comité de Piscicultores de Puerto Santander, de Marialababaja.
Los afectados, las nuevas generaciones que dicen no ver futuro en la pesca. Uno de ellos es Eder Rafael Prens, de Mahates, que se dedica al mototaxismo porque ya la pesca “no rinde, no da”. “Yo he sido pescador toda mi vida, pero ahora como está la situación, yo prefiero irme con la motico que me rebusco la comida. La pesca, en la actualidad, ya no da ni para el sustento diario. Tiene que salir de su casa seis o siete de la mañana por tarde y regresar al día siguiente, casi al medio día, para poder traer tristes 20 mil pesos en pesca”, aseveró Eder.
Red Piscícola, mucho más que peces
No solo es producción de peces. La Red Piscícola es sinónimo de formación ciudadana, sabiduría popular y resistencia comunitaria. Muchas de las personas que llegaron a la organización, lo hicieron atraídas por los cursos de lecto-escritura que se dictaban allí, pero terminaron quedándose en el proceso. “En la organización si cambia uno, porque uno sale, aprende, se esfuerza por saber más de lo que sabe. Las compañeras que están, ellas hacen parte de la organización, […] y se quedaron porque les ha llamado la atención el trabajo, y no quedarse en la casa”, dijo Edilma Tovar.
Para Magali Ballesteros Miranda, la Red no solo ha sido su lugar de trabajo. Hoy sabe de alevinos, de biometrías y de producción de alimentos. Para ella la Red, junto al Comité de Puerto Santander, se ha convertido en su vida. “Pensar que se acabe todo es tremendo. Si la Red y el Comité se acabara… Dios no quiera. Son muchas historias de vida, muchas personas que llevamos muchos años aquí. […] Somos una empresa de la economía solidaria, como nos lo inculcó el señor Pedro Nel Luna, y con esa idea la hemos mantenido toda la vida”, dijo.  Tomado del universal de Colombia 

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