El presidente José Mujica recorrió zonas inundadas y fue
recibido con afecto; demanda por vivienda fue unánime El cielo seguía tan gris
a las 16.30, cuando abandonó Paysandú como a las 13, cuando llegó. La
inundación estaba igual o algo peor. La cantidad de inundados crecía, aunque
muy lentamente, como el propio río. Pero entre medio, una bocanada de
esperanza, de regocijo, recorrió el corazón de los inundados, del “pobrerío”,
que pudo sacarse fotos, abrazarlo, saludarlo.
El presidente José Mujica llegó a Paysandú para ver de
primera mano la situación de los inundados, recorriendo el estadio “8 de
Junio”, Soriano y Ledesma y Entre Ríos y Washington. También estuvo en el
Palacio Municipal y en el grupo de viviendas del Plan Juntos, que se construye
en barrio Norte.
Acompañado por el prosecretario de la Presidencia y
representante del Poder Ejecutivo en el Sistema Nacional de Emergencias
(Sinae), Diego Cánepa, y por el director del Área Operativa del Sinae, coronel
Gustavo Gil. Aquí en Paysandú se le unieron el intendente Bertil Bentos, el
presidente del Comité Departamental de Emergencias, Emilio Roque Pérez, otros
integrantes del mismo comité, el diputado Gustavo Rombys, ediles
departamentales, el exintendente Julio Pintos y dirigentes políticos. EL CLAMOR
POR UNA VIVIENDA En todos los lugares visitados, además de despertar alegría
entre los evacuados (“lo estábamos esperando presidente” fue una frase que se
repitió), y más allá de las fotos tomadas con teléfonos celulares, la principal
demanda fue por viviendas. “Queremos un terreno que no esté en zona inundable y
que nos ayuden. Nosotros podemos construir, pero nunca pudimos acceder a una
vivienda porque no podemos pagar la cuota”, le dijeron al mandatario.
Con rostro de preocupación, escuchando con atención, Mujica
aseguró que “no es fácil” y recordó que “el Plan Juntos es una idea que me
surgió durante la campaña pasada (de la cual emergió presidente) para poderle
darle viviendas al pobrerío. Porque a estas mujeres ¿cómo le voy a pedir
cuotas? Tenemos que darles (vivienda). No va a faltar quien diga ‘Ummmmm....
abren las patas y después...’. No hermano, nacieron. Son del país. Tenemos que
luchar para que vivan un poco mejor. Tener un país mejor solamente se logra
teniendo ciudadanos mejores. Cuesta hacer entender eso, porque sale de adentro
el egoísta. Eso está bien porque así la gente lucha, pero siempre hay que poner
algo por los demás”.
Recordó que él dona “casi 200.000 pesos todos los meses -y
se lo puedo probar- para hacer ranchos para la gente. Si hubiera otros que me
dieran una mano (que tienen mucho más plata que yo), este problema lo
tendríamos arreglado. La guita no la vamos a llevar (después de la muerte)”.
“Hay mucha injusticia, tenemos mucho progreso, mucho autito
nuevo, pero también mucha injusticia. Y eso duele. Tiene que doler”, agregó
mientras caminaba entre los inundados, devolvía abrazos y besos y posaba para
fotos. LA MIRADA PROPIETARISTA En las carpas ubicadas en Entre Ríos y Washington, un
residente de la zona portuaria le planteó al presidente Mujica buscar un
mecanismo legal que reduzca las exigencias para acceder a alquileres. “¿Puede
hacer algo señor presidente?”, dijo el hombre. Mirándolo a los ojos, la
respuesta no se hizo esperar. “No, no podemos porque estamos en un país que
tiene una Constitución propietarista. Al presidente la alta corte de Justicia
le para el carro, como me paso con el ICIR hermano, que quise poner un impuesto
así (de chiquito, señala con su mano) a los que tenían mucha tierra”.
“Ahora volvemos al puerto inundado”, volvió a la carga el
vecino portuario. “Porque se inundó hermano. Las desgracias son así. No le
podemos decir al de arriba que no llueva. Siempre ha pasado eso hermano,
tenemos que organizarnos”, agregó Mujica antes de reiniciar el camino entre las
carpas.
“En el fondo tienen razón porque la necesidad la tienen”,
dijo después, pero subrayó que no es fácil acceder a soluciones habitacionales
“porque cuestan”. Contó una experiencia vivida en su niñez de una familia
japonesa que comenzó viviendo precariamente para luego progresar, pero aseguró
que hoy no se puede repetir una experiencia similar porque “ya cambiamos”.
Actualmente, “si le damos los bloques y las chapas y le decimos que las aten
con alambre y vivan allí hasta que progresen, me sacan un titular así en los
diarios”. Por tanto, “cuando la querés entregar llave en mano, ahí tenes que
pagar los salarios del Sunca, todas las cosas y la cuenta se te va así para
arriba. Entonces lo que se podía haber hecho con 5.000 (dólares) te sale 20.000
(dólares). Y es justo porque el que trabaja tiene que cobrar y tener licencia y
todos los derechos. Pero hemos perdido aquella capacidad que tenían los
antiguos de solucionar los problemas”. “PEDIRLES DISCULPAS, EN NOMBRE DE LA
NACIÓN” En el Palacio Municipal, después de firmar el Libro de Honor, junto al
intendente Bertil Bentos, Mujica -con el mismo tono preocupado con el que había
descendido horas antes del helicóptero- dijo que “tenemos que pedirles perdón,
en nombre de la nación, a los pobres damnificados, porque hayamos sido tan
incapaces de haber podido solucionar a lo largo de los años, como nación, este
problema. Y es un asunto de todos los pelos (partidos políticos)”.
“Tenemos que darnos cuenta que tenemos que hacernos cargos
de ellos, porque en este país se reproducen los más pobres. Eso quiere decir
que en la futura fuerza laboral del país van a tener una gravitación enorme el
hecho de cómo se críen. Eso les va a importar mucho a los que van a venir”,
agregó.
Sostuvo que “no es sólo una cuestión de solidaridad. A las
plantas hay que cuidarlas en el almácigo, a cualquier bichito hay que cuidarlo
de pichón. A los seres humanos también. Por encima de cualquier otra
consideración. Quiere decir que tenemos una deuda, la tenemos todos, no le echo
la culpa a nadie, pero tal vez tenemos una cuota de egoísmo que cuando tenemos
el problema solucionado nosotros, nos cuesta mirar a los que no los tienen tan
bien”.
Expresó que para poder solucionar la angustiante falta de
vivienda en los sectores menos protegidos y a su vez más castigados por los
fenómenos naturales, como inundaciones, “tenemos que entender que hay que
rascarle la espalda al que puede dar alguna astilla, porque si no ese problema
no se arregla, y que no se enojen” y aseguró que será “una lección que
aprenderemos, porque no se puede siempre hacerse el
distraído y el indiferente
y el que no ve. La pobreza te muerde y te lastima”.
“Los gurises no saben de estas cosas cuando vienen al mundo,
y hay que hacer cosas por los gurises pobres. Se están criando muchos
orientales en el pobrerío, que van a tener en el futuro más importancia de lo
que parece”.
MUCHOS NIÑOS “¡Y tienen gurises!” dijo Mujica sonriendo
mientras una mujer le contaba que en una carpa de Entre Ríos y Washington había
14 niños. También comentaron esas desplazadas su agradecimiento “porque nos
traen la comida, vinieron médicos pediatras para los niños y ginecólogos para
las embarazadas. Nos atienden y mucho lo agradecemos”. No obstante, en el mismo
lugar, Diego Cánepa notó la falta de colchones por lo que -en privado pero a
oídos de EL TELEGRAFO- demandó la entrega de los mismos al coronel Gil, quien
aseguró ya habían sido enviados a Paysandú.
Y de nuevo Mujica subrayó que “la manera de conseguir el
dinero para darle vivienda a esta gente es multiplicar la riqueza. Pero si
quiero hacer (mega)minería no me dejan. Todos piden, piden y piden, pero hay
que hacer cosas, hay que producir, producir y producir”.
Su línea de argumentación fue -como tantas otras veces-
interrumpida por mujeres que querían besarlo, hombres que buscaban un abrazo y
niños que querían una foto. “La última Pepe”, dijo una mujer refiriéndose a una
foto más. “La última en el cajón”, respondió Mujica.
CORTÓ CON LA DULZURA
La visita de Mujica no trajo soluciones concretas para los
inundados, pero sí mostró la cara del gobernante frente al drama que éstos
viven, quienes encontraron compasión en su mirada, en sus gestos. No prometió porque,
como lo dijo varias veces “ni Mandrake soluciona esto”. No obstante, estuvo,
caminó junto a esos sanduceros hoy desplazados, entró a alguna improvisada
carpa en avenida Soriano, subió a una caja de camión a la que una familia le
había colocado el techo de su vivienda inundada para vivir allí. Antes de irse
del Palacio Municipal, donde había un refrigerio del que no pudo disfrutar
porque no había terminado con la visita, dijo: “No soy muy afecto a la Coca
Cola, pero si me dan un traguito”. Y con el vaso en la mano aclaró: “No es que
le tenga bronca a la Coca Cola, es mucha dulzura como decía aquel reclame”, el
del futbolista Diego “Ruso” Pérez. Quizás eso fue lo que hizo Mujica en
Paysandú. Cortó con la dulzura, con las noticia de asistencia total a los
desplazados por la inundación. Porque dejó al descubierto que cuando baje el
agua y retornen a los lugares donde viven, los problemas serán los mismos, la
falta de una vivienda lejos del río, habitable y propia. Queda mucho camino por
recorrer para cumplir esa demanda. Mucha solidaridad. Porque la pobreza muerde.
Y lastima. TOMADO DE EL TELEGRAFO DE URUGUAY
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