Persona y científico
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El Lobo Ese señor que andaba en una bicicleta cansina por
las calles de Madryn era muy pero muy importante para mucha gente. Ese señor
que parecía una mezcla de Marx y Papá Noel en bicicleta fue un investigador
principal del CONICET que puso su enorme conocimiento académico a disposición
de todos y cada uno que lo dispusiera. Fue quien formó a decenas y decenas de
investigadores de nuestro país y del exterior. Fue un referente y un pionero en
muchos sentidos.
Para Rolando González-José, director del CENPAT, el Lobo fue
la persona que le enseñó con su trabajo y sin haber leído la definición del
término, lo que era hacer vinculación tecnológica y social en su sentido más
genuino. “Lobo generó con los pescadores artesanales una relación de intercambio
de saberes muy intensa y de igual a igual con resultados y productos concretos.
Impactó positivamente en la economía y en su vida”, explica. Ese señor de barba
copiosa y de gesto bonachón fue además de vital trascendencia para el CENPAT.
Su prestigio y renombre internacional funcionaron como un faro que permitió la
llegada de investigadores jóvenes de todo el mundo. Para la científica Ana
Cinti, el Lobo fue un maestro. Lo conoció en el año 2000 y 15 años después
cuenta que fue el mejor profesor que un estudiante pudiera tener. “En todo
momento te respetaba y te guiaba de una manera muy amorosa, valorándote como
persona, escuchando lo que tenías
que decir y tratando de guiarte hacia el
camino correcto”. “Solía organizar lo que él llamaba los cordero workshops,
cenas informales en las que juntaba a gente muy diversa del mundo académico, a
pescadores, administradores, para que se conozcan, mejoren y entablen
relaciones. Estas reuniones tenían una intencionalidad oculta y clara. Lobo se
regocijaba, las disfrutaba mucho. Tuvieron un impacto concreto, palpable en las
decisiones tomadas a lo largo de las últimas dos décadas en las pesquerías
artesanales del Golfo San José.”, comenta Ana. “En una ocasión tuvo la idea de
convocar a pescadores, técnicos de la administración pesquera provincial y
estudiantes de biología a unirse a una travesía por Chile en dos minivans del
CENPAT. Los metió a todos juntos, más juntos de lo que ellos hubieran querido,
para convivir durante 10 días en una caravana, recorriendo de sur a norte
distintas caletas de Chile. Conocieron otras experiencias de organización
social, de administración de los recursos, observándolas de manera directa.
Lobo valoraba genuinamente el conocimiento de los pescadores“.
En 1974 asesoró a la Provincia de Chubut para prohibir el
sistema de rastra para la pesca de vieiras que dañaba el fondo marino y
finalmente, modificarla por la recolección por buceo, un método mucho más
selectivo. Néstor Ciocco, investigador independiente del CONICET y ex –
Director del CENPAT, lo conoció hace 30 años y explica que el Lobo siempre
buscó desde su trabajo propender a sistemas de manejo de las pesquerías que
procuraran la sustentabilidad. “Él combinaba excelencia académica y rigor
científico pero a la vez tenía una sensibilidad especial con los actores
sociales. Genuinamente lo que más le preocupaba era que los pescadores y sobre
todo los de pequeña escala, los que operan sin un capital importante, pudieran
sostenerse. Mantenía con ellos una relación de pares basada en el respeto e
involucrándose en los sistemas de organización”.
Ese señor de personalidad curiosa e inquieta también sabía
de cocina, música, cine del mundo, economía, política. Al historiador Julio
Vezub lo sorprendió la capacidad que tenía el Lobo para vincular y atar lo que
a primera vista no tenía punto de contacto entre sí. Pone como ejemplo uno de
los últimos aportes, que fue la generación de las “Charlas Sin Rumbo Fijo”, un
espacio desestructurado, informal, cómodo, de confraternización, donde gente
proveniente de diferentes disciplinas hablaba de ciencia y de relaciones
sociales.
“Tenía un espíritu de navegante, democrático y
descentralizado. Era un científico con una visión transdisciplinar. Entablaba
relaciones con diferentes personas y siempre de ida y vuelta y eso le permitía
producir saberes completamente novedosos. La popularidad del Lobo en distintos
estratos, esferas, niveles e instancias de la sociedad civil, era notable. Es
muy difícil que exista alguien tan querido por gente tan diferente entre sí”,
asegura Julio. Ese señor era un especialista no solo en pesquerías, sino
también en cangrejos y en el estudio y en la clasificación de poliquetos,
pequeños invertebrados marinos. A los biólogos del CENPAT Silvina Van Der Molen
y Leo Venerus los impactó su generosidad. “Se sentaba a trabajar con vos de
igual a igual. Más de una vez nos ayudaba a clasificar poliquetos, siendo un
investigador de prestigio superlativo. Nunca se puso en un pedestal y siempre
estuvo presente para los científicos más jóvenes, los recién llegados. Desde el
punto de vista ético, desde lo laboral es una referencia a seguir. Una
coherencia entre su ser y su andar y su trabajar”, describen. A David Galván,
investigador en el CENPAT, lo fascinó su forma de aplicar y combinar el
profesionalismo y la rigurosidad académica con un ambiente ameno y
desestructurado. “Tenía un respeto por el conocimiento del otro. No separaba su
vida y el trabajo. Todo era parte de lo mismo. En la casa, compartiendo un
vino, enseñaba, aprendía y escuchaba”, asegura. Ana Cinti dice que “el Lobo era
una persona de una calidad humana excepcional con una ética profesional y
humana intachable, con sentido del humor. Vivía intensamente. Era pícaro y
encantador. La humildad que tenía y que nos enseñó en cada uno de sus gestos es
un valor que no debe perderse para que viva en todos nosotros y es una forma de
darle gracias infinitas”.
El Lobo, Papa Noël, Marx, Lobito, el viejito pascuero,
Lobison, el hombre de la bicicleta; Ese señor y muchos otros era José María
Orensanz; falleció el 5 de enero pasado.
Por Alejandro Cannizzaro TOMADO DEL FACE DE GUSTAVO
DARRIGRAN
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