Aceite de palma, un
peligroso desconocido
Por Laura Villadiego Pocos son conscientes de hasta qué
punto el azúcar está presente en su alimentación, pero todos saben que forma
parte de su vida diaria. No se puede decir lo mismo del aceite de palma, una de
las grasas que se ha impuesto en los procesos productivos, pero que muchos no
saben que ingieren con frecuencia. A menudo las etiquetas lo esconden bajo el
apelativo “aceite vegetal”. Sin embargo, según datos de la OCDE, en la Unión
Europea cada persona consume de media unos 59 kilos anuales de aceite de palma.
El aceite de palma
procede de un árbol originario de África que en la actualidad se ha extendido a
través de toda la franja tropical. Es el aceite que más se consume en el mundo,
según la FAO, la Organización para la Comida y Agricultura de las Naciones
Unidas. También es el que más se comercia a nivel internacional, su producción
se concentra sobre todo en Malasia e Indonesia. Se puede encontrar en productos
de consumo diario, de higiene y belleza. Su consumo está relacionado con el
aumento de enfermedades cardiovasculares, por su alto contenido en grasas
saturadas que aumentan el índice de colesterol. Está asociado a beneficios para
la salud, por la concentración de vitamina A y E. Sin embargo, una vez
refinado, puede tener efectos negativos en el cuerpo humano como reconoció la
Organización Mundial de la Salud en 2003. Existe controversia sobre sus efectos
y también hay expertos que aseguran que no hay riesgos asociados a su consumo.
Algunos países ya han comenzado a controlarlo. El cultivo de la palma aceitera
tiene un impacto notable sobre el medio ambiente. Gran parte del Sudeste
asiático está bajo una densa bruma de humo procedente de los incendios que en
Indonesia cada año deforestan cientos de hectáreas para plantar la palma. La
deforestación en la zona ha avanzado a pasos agigantados, amenazando a algunas
especies únicas, como el orangután. Los defensores de la palma de aceite
aseguran que es mucho más productiva y
que con mucha menos superficie se puede obtener mayor rendimiento que con la
colza o la soja. Esto se traduce en tener que plantar menos para obtener lo
mismo. Por ello, se pretende conseguir una palma de aceite certificada, cuyo
cultivo no suponga una amenaza para el medio ambiente. Las extensiones del
cultivo de palma influyen en la destrucción del hábitat de las comunidades
locales tanto en Asia, como en África y Sudamérica. En países como Liberia o
Colombia, se ha relacionado con la expropiación de tierras a campesinos pobres
que ahora tienen que trabajar por salarios míseros para las compañías que han
ocupado sus parcelas. Sus defensores aseguran que gracias al aceite de palma
muchas familias han salido de la pobreza y han mejorado su nivel de vida debido
a su alto rendimiento. Demasiados interrogantes sobre un producto clave en la
alimentación de medio mundo.
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