Nuestra pésima red de
alcantarillado
Los trabajadores están tan conscientes como los empresarios
de que toda erogación extraordinaria trae como efecto indeseable pero
inevitable la adopción de otras medidas
El colapso, el pasado sábado, del sistema de alcantarillado
de las zonas centro y sur de la ciudad ha vuelto a recordarnos a los
cochabambinos que estamos dejando pasar los años sin afrontar uno de los
problemas más importantes de nuestra ciudad.
Nos referimos a la falta de correspondencia entre el
vertiginoso ritmo al que crece nuestra urbe y la inexistencia de una red de
agua potable y alcantarillado proporcional a los crecientes requerimientos.
En efecto, la frecuencia con que revientan las tuberías de
alcantarillado en diferentes puntos de la ciudad, gran parte de ellas con más
de 50 años de antigüedad es prueba más que suficiente para que de una buena vez
la necesidad de hacer algo al respecto pase a ocupar un lugar prioritario en la
lista de tareas pendientes.
Lamentablemente, por lo visto hasta ahora, de nada sirve que
a diario se conozcan los efectos negativos de vivir en una urbe que carece de
algo tan elemental como una red de alcantarillado a medida de sus
requerimientos, ni conmueve ya saber que, como consecuencia de lo anterior,
gran parte del saldo que deja la satisfacción de las necesidades de la gente
retorna al organismo de sus habitantes a través del aire, el agua y los
alimentos abonados con las materias orgánicas provenientes de la micción y
defecación de cientos de miles de personas. Desgraciadamente, tarda mucho el
proceso que va de las advertencias sobre los peligros de esta situación, a las
acciones que vayan más allá de las inspecciones, estudios y declaraciones de
buenas intenciones. Tomado de los tiempos de bolivia
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