Brújula para
conservar la biodiversidad
Aprobada por la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) el 15 de febrero de 1985, la
Reserva de la Biosfera Sierra del Rosario fue la primera de las seis
proclamadas con esa condición hasta ahora en Cuba en virtud de sus riquezas
naturales
Autor: Orfilio Peláez | Con una extensión de 25 000
hectáreas, la Reserva de la Biosfera Sierra del Rosario resulta emblemática por
la belleza del paisaje y la participación de la comunidad en el cuidado de sus
valores ecológicos. Foto: Julio Larramendi
Ubicada en la parte más oriental de la Cordillera de
Guaniguanico, la Reserva de la Biosfera Sierra del Rosario ocupa un área de 25
000 hectáreas (250 kilómetros cuadrados), localizadas dentro de la actual
provincia de Artemisa. Lugar de asentamiento durante los años finales del siglo
XVIII y principios del XIX de colonos franceses inmigrantes que fundaron y
fomentaron decenas de haciendas cafetaleras, el promedio de lluvia anual allí
ronda los 2 000 milímetros, en tanto la temperatura media es de 24,4 grados
Celsius. Enero y febrero constituyen los meses más fríos del calendario,
mientras las mayores precipitaciones suelen ocurrir en junio. Subordinada al
Centro de Investigaciones y Servicios Ambientales Ecovida, perteneciente a la
delegación territorial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente
en Pinar del Río, dentro de su territorio figuran las reservas naturales Las
Peladas y El Mulo, y la reserva ecológica El Salón, que con 565 metros de
altura atesora la más alta elevación.
En el mundo existen hoy 610 sitios con la categoría de
Reserva de la Biosfera en 117 países, cuyas funciones principales radican en
promover la conservación de la biodiversidad y la diversidad cultural, el
desarrollo económico y social
sostenible, la investigación, la educación ambiental, y la activa
presencia de las comunidades locales en la planificación y la gestión de la
zona donde habitan. Además de esta, que fue la primera en recibir tal condición
el 15 de febrero de 1985, Cuba cuenta hoy con otras cinco Reservas de la
Biosfera declaradas por la Unesco, dado el valioso patrimonio ecológico que
contienen. Ellas son Península de Guanahacabibes, Baconao, Cuchillas del Toa,
Ciénaga de Zapata, y Buena Vista. LEGADO
FUTURO Graduado de ingeniero
forestal en 1983, desde entonces la vida laboral del actual Doctor en Ciencias
Fidel Hernández Figueroa ha estado vinculada de forma permanente a la salvaguarda
de los recursos forestales y la rica biodiversidad de la Sierra del Rosario. “Trabajé
primero como especialista durante más de dos décadas, y a finales del 2007
pasé a dirigir la Reserva en sustitución de la doctora Maritza García, quien
desempeñó esa responsabilidad a lo largo de 20 años con magníficos resultados y
fue promovida a la jefatura del Centro Nacional de Áreas Protegidas”. Conocedor palmo a palmo de cada rincón del exuberante lugar,
afirma que su más grande satisfacción es saber que trabaja “para dejarles a mis
nietos y a las futuras generaciones de cubanos un medio ambiente lo más sano y
conservado posible, con menos amenazas de extinción de especies, y donde el
desarrollo de la sociedad ocurra sobre bases realmente sostenibles”. Según
expresó a Granma el doctor Fidel Hernández, la flora de la Reserva de la
Biosfera Sierra del Rosario (RBSR) contiene un total de 889 organismos
vegetales, agrupados en 608 plantas superiores entre árboles, arbustos y
herbáceas, y 281 plantas inferiores referidas a hongos, musgos y líquenes. Las
formaciones más extendidas, enfatizó, son los bosques Siempreverdes, en los
cuales resaltan ejemplares de hasta 40 metros de altura, y la abundante
presencia de majagua, caoba, pinos, teca y otras especies. “Muchas de ellas
fueron plantadas básicamente cuando en 1968 se puso en marcha un plan especial
de desarrollo integral de la zona, que comprendió, además, el inicio de la
construcción de la comunidad Las Terrazas”. Gracias a las acciones de manejo
puestas en práctica y al aporte de los resultados de las investigaciones
desarrolladas por los especialistas de la estación ecológica radicada en el
lugar, la fauna exhibe buen estado de conservación. “De acuerdo con la
información recopilada hasta la segunda mitad del pasado año, de las 366
especies de aves registradas para Cuba, 119 se encuentran en la Reserva, y 13
son endémicas. Asimismo hay reportadas 33 de reptiles (27 endémicos), 20 de
peces, 16 de anfibios, y 13 de mamíferos, entre los que aparecen varios tipos
de jutía”. Igualmente resalta la presencia de numerosas especies de moluscos,
insectos y otros grupos de invertebrados, lo cual ratifica la riqueza de la
biodiversidad local.
En el plano investigativo, apuntó el doctor Fidel Hernández,
suman casi 20 los proyectos emprendidos en colaboración con instituciones
nacionales y foráneas, cuyos aportes han sido esenciales en la actualización
del inventario de la flora y la fauna, la conservación de la agrobiodiversidad
de la zona, el establecimiento de bancos de semilla locales, y en el rescate y
conservación de los recursos fitogenéticos para contribuir a la seguridad
alimentaria del país. “Los resultados también contribuyeron a la impartición de
programas de educación ambiental en las escuelas de la zona, así como al diseño
y aplicación de un sistema de información geográfica, herramienta esencial para
el manejo de la reserva”.
“Al mismo tiempo propiciaron implementar un programa de
turismo ecológico, hacer evaluaciones biológicas tras el paso de ciclones
tropicales, y ejecutar un grupo de acciones destinadas a mejorar la prevención
y control de especies exóticas invasoras”, subrayó. Si bien el meritorio
esfuerzo desplegado a lo largo de 30 años convirtieron a la RBSR en un
paradigma del cuidado de la naturaleza, que cuenta con el respaldo mayoritario
de sus pobladores, aún la tala ilegal de árboles, la caza furtiva, la invasión de
especies no nativas, y la incidencia de incendios forestales, son problemas que
atentan contra tan noble empeño. Presente en el intercambio con Granma, la
doctora Maritza García, directora del Centro Nacional de Áreas Protegidas, y
presidenta del Programa del Hombre y la Biosfera de Cuba, sostuvo que la
Reserva Sierra del Rosario es parte inseparable de su vida profesional y
familiar. “Allí me hice ingeniera forestal (la última opción de carrera que
pidió para entrar a la Universidad) terminé la maestría, el doctorado, pero
también me casé, y tuve a mi hija”. “Pero trabajar tantos años en el lugar me
dio también la oportunidad de aprender y compartir con personalidades
relevantes de la botánica cubana, como son los casos de la fallecida doctora Ángela Leiva, el doctor René Capote
y la doctora Leda Menéndez. Eso solo bastaría para justificar mi arraigado
sentido de pertenencia hacia ella”. Tomado de la Granma de cuba
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