Basura digital:
Agbogbloshie, la otra cara del desarrollo tecnológico
En un barrio de Accra, la capital de Ghana, está uno de los
vertederos de desechos electrónicos más grandes del mundo, adonde llegan
toneladas de desperdicios desde países desarrollados; para la nación africana,
el negocio del reciclado genera millones de dólares Por Jerónimo Giorgi y
Angelo Attanasio En el cementerio electrónico de Agbogbloshie
trabajan unas 3000 personas, como estos dos jóvenes que buscan piezas valiosas
en los desechos. Foto: Jerónimo Giorgi y Angelo Attanasio ACCRA, GHANA.-El
chico de la boina se seca con una mano las gotas de sudor que le corren por la
cara, mientras con la otra agita una barra metálica con la que remueve una
enfurecida bola de fuego. De las llamas nace un denso humo negro. No el humo
putrefacto de la quema de los residuos de la ciudad, sino un humo espeso,
químico, que emana de una maraña de cables abrazados por las llamas. Por detrás
de la cortina gris se asoma la figura de dos, cinco, doce jóvenes camuflados.
Unos intentan encender los restos de algo que alguna vez se pareció a una
computadora, otros remueven alguna que otra tímida fogata y el resto mira
cautivado el serpenteo de las llamas. "Me dedico a quemar cables para
obtener cobre", cuenta Abdurahim, mientras se acomoda la boina desteñida
por el humo. De 25 años, se pasó los últimos diez derritiendo cables en
Agbogbloshie, un barrio de Accra, la capital de Ghana, que en los últimos años
se convirtió en el vertedero de desechos electrónicos más grande de África. Aquí,
en este cementerio electrónico que cubre un área del tamaño de 11 canchas de
fútbol, además de quemarse cables, se amontonan pilas de monitores,
computadoras, teclados, impresoras, televisores, reproductores VHS y los restos
de un sinfín de artilugios irreconocibles. Chatarra proveniente en su mayoría
de países desarrollados que es clasificada para luego ser descuartizada para la
extracción de metales valiosos, como cobre, aluminio, hierro y oro. Según la
ONU, anualmente se generan unos 50 millones de toneladas de basura electrónica,
y la producción sigue en aumento
"Nos dedicamos a comprar desechos para desmantelarlos y
quitarles las piezas valiosas", dice Yussif Mahama, el vicepresidente de
la Asociación de Distribuidores de Chatarra de Gran Accra. Y es que, para
hacerse una idea, el 10% del metal dorado de todo el mundo se usa en la
fabricación de aparatos electrónicos. En 2013 se vendieron en el mundo casi 50
millones de televisores planos, 300 millones de computadoras y 2000 millones de
celulares. Una producción que acerca el desarrollo a cada vez más personas
alrededor del planeta, pero que también responde a un consumo exacerbado que
implica consecuencias tan tangibles como el problema de la basura digital.
Según la ONU, anualmente se generan unos 50 millones de toneladas de basura
electrónica, y la producción sigue en aumento. Con el fin de asegurar el
adecuado reciclaje de estos aparatos, en Europa cada producto incluye en su
precio una tasa de reciclaje por el que se recaudan unos 4000 millones de euros
al año. Sin embargo, se calcula que por lo menos dos tercios de los residuos
nunca llegan a una planta de reciclaje homologada. Esto se debe a que el costo
de hacerlo en Europa es mucho mayor que el de exportarlos. Mientras que
reciclar una computadora en Alemania cuesta 3,5 euros y un monitor en Francia,
5, enviar una pieza en un contenedor en Ghana no cuesta más de 1,5 euros. Por
ese motivo, con el fin de proteger a los países subdesarrollados, desde 1989 la
exportación de desechos peligrosos está prohibida. Todos los países menos
Estados Unidos -responsable de la producción de 9,5 millones de toneladas
anuales-, Afganistán y Haití ratificaron el Convenio de Basilea sobre el
control de los movimientos transfronterizos de los desechos peligrosos. Pero, a
pesar de la prohibición, los países desarrollados recurren a las donaciones y a
la excusa de la reducción de la brecha digital para deshacerse de sus viejas
computadoras. De esta manera, basura proveniente de Estados Unidos, Gran
Bretaña, Bélgica, Holanda y España, entre otros países, llena cada mes unos 600
contenedores que llegan al puerto de Tema, el más grande de Ghana. Con el fin
de proteger a los países subdesarrollados, desde 1989 la exportación de
desechos peligrosos está prohibida "A los países europeos, a Estados
Unidos o a Japón no les importa enviar sus residuos afuera con tal de que estén
lejos", denuncia Cosima Dannoritzer, la directora de cine alemana y autora
de La tragedia electrónica, un documental estrenado el año pasado con el que trata
de cerrar el círculo iniciado en Comprar, tirar, comprar, que aborda los
efectos de la obsolescencia programada. "Es como barrer y esconder el
polvo debajo la alfombra. Con la diferencia de que esta alfombra está en
nuestra casa: es nuestro planeta." En su nuevo documental, Dannoritzer
muestra los residuos electrónicos que se generan, su reciclaje ilegal y su
tráfico desde Europa y Estados Unidos hasta vertederos de Ghana y China a
través del rastreo de los dispositivos electrónicos encontrados en Agbogbloshie,
un lugar que define como "apocalíptico". La cantidad de residuos que
llegan a África se duplicó en los últimos tiempos, dice la documentalista, que
calcula que el tráfico ilegal de la basura mueve ya más dinero que el de la
droga. Además, la propia basura se convirtió en una metáfora de la humanidad,
según ella. "Somos lo que tiramos. La basura es el retrato más fiel de las
personas. De aquí a unos siglos, los arqueólogos del futuro se toparán con
montañas de basura, mucha de ella electrónica", dice. Por el momento, el
enorme volumen de basura que llega al puerto de Accra supera ampliamente la
capacidad de las autoridades aduaneras y termina inundando los vertederos
locales. Según una estimación, entre el 25% y el 75% de los bienes exportados a
África como productos de segunda mano no son reutilizables. Y, como
consecuencia, "alrededor del año 2000, cuando el material inutilizable
empezó a acumularse, se creó el basural de Agbogbloshie", recuerda Yussif.
Pero para que el negocio de la basura digital fuera viable hacía falta otro
componente: la mano de obra barata. Según la Organización Internacional del
Trabajo (OIT), hacia 2002 más de la mitad de la fuerza laboral urbana en el
África subsahariana se dedicaba al sector informal. Esto se debió, según un informe
de Martin Oteen-Ababio para el African Studies Quarterly, a las políticas
adoptadas por Ghana desde 1983, luego de años de declive económico que
culminaron con la liberalización del comercio. La privatización de las empresas
estatales, la eliminación de los subsidios y la austeridad fomentaron aún más
el desempleo formal y la sociedad pasó a depender de las "industrias de
supervivencia". La cantidad de residuos que llegan a África se duplicó en
los últimos tiempos, dice Cosima Dannoritzer, que calcula que el tráfico ilegal
de la basura mueve ya más dinero que el de la droga Según el estudio de
Oteng-Ababio, en Ghana la recuperación de metales valiosos genera a los
trabajadores ingresos de unos 3,5 dólares por día, casi dos veces y medio el
ingreso de un trabajador informal medio. Éste es el motivo por el que miles de
personas se vieron atraídas por el negocio de la basura electrónica. Y si bien
es difícil determinar el número exacto debido a la falta de registros, según
Yussif, ahora unas 3000 personas trabajan en Agbogbloshie. Lo que sí se sabe es
que el 90% de los recicladores llegan a Accra (en el sur del país, donde la
población es mayoritariamente cristiana) provenientes del norte musulmán, la
parte más subdesarrollada y azotada desde hace años por la violencia étnica.
"Con el conflicto llegó mucha gente, y nosotros fuimos quienes empezamos a
organizarlos", cuenta Joseph Odartey Lamptey, delegado de la Autoridad
Nacional de Jóvenes de Accra. Al principio, los jóvenes se dedicaban a comprar
metales, pero no entraban al vertedero; en cambio, con el tiempo empezaron a
dedicarse a la recuperación de metales, explica. Éste es el caso de Sam Sandow
(32), que se pasa el día en su taller de chapa desarmando todo tipo de
electrodomésticos. Sentado sobre la carcasa de un monitor, hora tras hora
repite el mismo movimiento. Elige la pieza entre una montaña de chatarra, la
afirma sobre el suelo de tierra y la aprieta con las piernas, para luego, con
una maza, golpearla hasta separar la pieza valiosa. "Me dedico a
desmantelar aparatos. Lo que saco de aluminio y cobre, o a veces si recupero
alguna tarjeta madre, se lo vendo a los comerciantes de basura", explica
Sam desde el alero de su taller, uno de los cientos que conforman el complejo
entramado de pasadizos de Agbogbloshie. Según el estudio de Oteng-Ababio, en
Ghana la recuperación de metales valiosos genera a los trabajadores ingresos de
unos 3,5 dólares por día, casi dos veces y medio el ingreso de un trabajador
informal medio
Si bien Sam sobrevive gracias a su trabajo, también se queja
de las malas condiciones del lugar. "Aquí está todo sucio, hay chatarra
por todas partes y la basura bloqueó la corriente de agua de la laguna",
dice. Sin embargo, lo más grave son las quemas en el descampado que comienza donde
terminan las casetas de chapa. "Allí están todo el día quemando cables, y
eso no es bueno para la gente", agrega.
JÓVENES Aunque
gran parte de los trabajadores que se ocupan del desmantelamiento son hombres
adultos, quienes se dedican a la quema de cables son adolescentes y chicos. De
hecho, un 40% de los trabajadores son chicos de hasta cinco años enviados por
sus padres para que los ayuden económicamente. Viven en Agbogbloshie, que tiene
unos 40.000 habitantes. En su mayoría van a la escuela por la mañana y por la
tarde trabajan recolectando trozos de metal o arrastrando carros repletos de
basura digital por 1,5 dólares por día, con lo que ayudan a sus familias. Los
metales recuperados los venden a intermediarios, que, a su vez, los revenden a
empresas que los exportan a países asiáticos, como China. Y es que la basura
digital, una industria global de siete billones de dólares, juega en Ghana un
papel fundamental al dar empleo indirectamente a unas 30.000 personas, y aporta
por año entre 105 y 268 millones de dólares al país. Este
negocio, sin embargo,
también llevó a la aparición de entidades dinámicas con vínculos entre la
economía formal e informal. Un negocio que beneficia a unos 200.000 ghaneses,
pero que, sin embargo, tiene graves consecuencias para los trabajadores y para
el medio ambiente. En algunas zonas de Agbogbloshie la concentración de plomo
en el suelo llega a superar 1000 veces la tolerada y la contaminación de aguas
subterráneas y del aire provocaron la desaparición de la biodiversidad.
"Estamos arruinando el medio ambiente. Por eso pedimos al gobierno y a las
organizaciones que nos ayuden para no seguir contaminando", pide Sam. Sin
embargo, su mayor preocupación se centra en las incineraciones. A la
destrucción del medio ambiente se suma la continua exposición de los
trabajadores a sustancias tóxicas como el mercurio, los retardantes de llama
bromados o el cadmio, mediante la inhalación de humos. La acumulación de estas
sustancias en el cuerpo puede producir a mediano y largo plazo enfermedades que
a menudo son irreversibles. Desde dolores de cabeza, tos, erupciones y
quemaduras hasta enfermedades respiratorias, abortos involuntarios, problemas
reproductivos y diferentes tipos de cáncer. La basura digital, una industria
global de siete billones de dólares, juega en Ghana un papel fundamental al dar
empleo indirectamente a unas 30.000 personas, y aporta por año entre 105 y 268
millones de dólares al país
Con el fin de mejorar las condiciones de trabajo en
Agbogbloshie, un grupo de jóvenes creó el proyecto Plataforma de Creadores del
Espacio de Agbogbloshie (QAMP, por sus siglas en inglés). "Buscamos
transformar el terreno en una especie de comunidad de jóvenes
emprendedores", dice DK Osseo-Asare, uno de los fundadores de la organización.
Para ello, QAMP hace talleres para hablar con los jóvenes sobre su trabajo y
sus aspiraciones con el fin de conectarlos como comunidad, ayudarlos a crear
una estrategia a futuro y colaborar en los aspectos técnicos. "La realidad es que sí hay problemas de polución, y de
hecho los jóvenes están muriendo -afirma este arquitecto
norteamericano-ghanés-. Pero a la vez estas personas están ayudando a sus
familias." De hecho hay aldeas enteras en el norte del país que viven
gracias a Agbogbloshie, y se está llevando el desarrollo a zonas remotas de
Ghana. "Por lo tanto, el problema tiene una doble lectura, su lado bueno y
su lado malo", añade DK Osseo-Asare. A pesar del enorme impacto del
negocio de la basura digital en la sociedad ghanesa, hasta el momento el
Parlamento no aprobó una ley que regule su importación. Pero para Atiemo
Sampson Manukure, investigador del Centro de Investigación de Química Nuclear y
Medio Ambiente, no es sólo un problema de Ghana. "Si la Unión Europea
aplicara sus protocolos, el problema no existiría, pero los países
desarrollados no tienen interés en resolverlo debido a los altos costos. Por lo
tanto, Ghana sola no podrá hacer mucho", advierte. A la destrucción del
medio ambiente se suma la continua exposición de los trabajadores a sustancias
tóxicas como el mercurio, los retardantes de llama bromados o el cadmio,
mediante la inhalación de humos Mientras tanto, la tierra cubierta de restos
plásticos y metálicos en el descampado de Agbogbloshie está cada vez más negra,
más contaminada, más inerte. Sólo sobreviven las vacas solitarias que aparecen
y desaparecen entre las nubes de humo en busca de una bocanada de oxígeno y los
chicos que cargan carcasas de monitores repletas de cables para encender la
siguiente hoguera. Las llamas que Abdurahim domaba con su barra metálica hasta
hace un momento se extinguieron y la nube negra se convirtió en una serena
neblina. El recubrimiento plástico de los cables se consumió y detrás de una
capa de hollín se asoma ahora el rojizo metálico del cobre, el metal por el
cual Abdurahim y tantos otros jóvenes dejan la vida día a día. "Cada
mañana cuando me levanto me duele el pecho", dice, mientras se acomoda la
boina desteñida. Y tras tomarle el peso al metal, agrega: "Es peligroso
estar aquí. En el futuro me gustaría cambiar de trabajo". Luego junta la
maraña de hilos de cobre, los acomoda dentro de una mochila y se pierde entre
la niebla. GHANA, DESTINO DE LA BASURA ELECTRÓNICA
50 Millones de toneladas Fue la cantidad de basura
electrónica que se produjo en 2013 en todo el mundo, equivalente a unos siete
kilos por habitante
11 Canchas de fútbol Es
el área aproximada que cubre el vertedero de desechos electrónicos de
Agbogbloshie, en Accra
3,5 Dólares Es lo que gana por día un trabajador en
Agbogbloshie, casi dos veces y medio el ingreso de un empleado informal medio
en Ghana
Población: 25.900.000
Superficie: 238.535 km2
PBI: US$ 48.100 millones
Pobreza: 24,2%
Ghana se convirtió en uno de los países que reciben más
desechos electrónicos de naciones desarrolladas; la industria de la basura
digital le aporta por año entre US$ 105 y 268 millones TOMADO DE LA NACION DE
AR
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