Vivir sin generar basura: una familia se convierte en un
símbolo para los alemanes
Una pareja logró reducir a sólo un frasco los deshechos de
los últimos dos años
Pablo
Sanguinetti Shia Su, con los desechos de dos años. Foto: LA NACION /
Shia Su
BERLÍN. - Meter castañas en el lavarropas o lavarse el pelo
con harina pueden parecer ideas estrafalarias, pero para Shia Su son
herramientas que la ayudan a conquistar un objetivo de enorme impacto político,
social y económico: vivir sin generar basura.
Esta alemana de 32 años lleva desde 2014 estudiando y
poniendo en práctica formas de reducir los desperdicios que genera junto con su
marido en su casa de la ciudad de Bochum. La experiencia queda registrada en su
blog, un diario de hallazgos, tropiezos y consejos en la carrera hacia una vida
libre de desechos.
"No tiene sentido que sigamos usando cosas que se
producen para ser usadas una sola vez y luego van a parar a la basura, como los
envases", explica la bloguera a LA NACION.
Shia comenzó por eso a comprar en supermercados especiales
que venden mercadería a granel y sin envases, mientras iba descubriendo recetas
caseras para reemplazar artículos cotidianos.
Así llegó a saber que la harina de centeno no sólo lava el
pelo, sino que también reduce la dependencia de productos más agresivos como el
shampoo. "El pelo se engrasa menos y por lo tanto no hace falta lavarlo
tanto", asegura.
También probó el poder limpiador de las castañas, que
molidas y secadas al sol le sirven como un jabón de ropa ecológico.
"¡Funciona!", dice con una carcajada. Su blog y un libro que publicará
en junio ofrecen más alternativas verdes y diversos recursos como los que le
permitieron reducir casi un 100% los desperdicios que produce con su marido.
"Toda la basura que reunimos entre los dos durante un
año cabe en un frasco de un litro de capacidad", detalla. Se trata sobre
todo de plásticos inevitables como las ventanitas transparentes de los sobres,
el blister de un remedio o el envoltorio de un regalo. A eso se suman otros
desechos reciclables como 84 gramos de metal, dos kilos de papel, algunas
botellas y basura orgánica, que la pareja convierte en compost.
Para comparar: incluso en Alemania, un país de fuerte
espíritu ecologista pero muy industrializado, se generaron 611 kilos de basura
por persona en 2012, unos 1,7 kilos por día. El promedio europeo, algo
inferior, es de 422 kilos.
Pero el experimento de Shia tiene repercusiones que van más
allá del guiño al medio ambiente. "No se trata sólo de evitar la basura,
sino también de quebrar esta locura consumista". Es el concepto detrás de
Zero Waste (Basura cero), un movimiento internacional con seguidores en todo el
mundo que postula un consumo responsable para reducir la llamada huella
ecológica y aumentar la sensación de plenitud.
Sólo en Alemania hay una decena de experimentos similares a los
de Shia. En Estados Unidos, la joven neoyorquina Lauren Singer es otra estrella
del movimiento y la francesa asentada en California Bea Johnson escribe también
un blog sobre el estilo de vida sin basura que sigue desde 2008 con toda su
familia.
En todos los casos, se trata de apostar por un consumo más
consciente, escapar de las compras compulsivas de bienes que se vuelven
obsoletos rápidamente, recurrir a mercaderías ecológicas y aplicar recetas
alternativas para reemplazar productos contaminantes. Tomado de la nación de ar
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