domingo, 4 de diciembre de 2016

475 AÑOS DE HISTORIA DE SANTA FE DE ANTIOQUIA COLOMBIA

La historia de Santa Fe de Antioquia debería ser materia obligada para todos los antioqueños.
Defender su patrimonio es tarea central.
 POR JOSÉ GUILLERMO PALACIO Y VÍCTOR ÁLVAREZ FOTOS DONALDO ZULUAGA Y JULIO CÉSAR HERRERA |
Ante la grandeza de Santa Fe de Antioquia, Ciudad Madre, de Antioquia toda, solo queda bajar la mirada. Pulir esta joya histórica y arquitectónica fue una gesta de sometimientos y esclavitud; cruces e iglesias; oro y destrucción; sueños colectivos y ambiciones personales; sueños de libertad y cadenas rotas; reyes e independencia.
La Ciudad Madre fue testigo de la desaparición de una civilización que llegó a dominar en estas tierras por más de diez mil años, para dar paso a la creación de una nueva sociedad, un hombre nuevo, una nueva aristocracia, una visión de construcción de riqueza desde la dignidad y el trabajo. Vecina del río Cauca y el Tonusco la ciudad dio vida a una raza pujante y trabajadora, que cuando dijo ¡Basta! expulsó no solo a los emisarios del Rey sino también al Rey mismo.
Es acuerdo común entre historiadores que el acto bautismal de la ciudad sucedió el 4 de diciembre de 1541, hace hoy 475 años, en el paraje de Santa Agueda, al sur de lo que hoy es el casco urbano de Peque y que fue su padre el conquistador español Jorge Robledo. Este llegó a Antioquia luego de múltiples combates con los nativos, las montañas, sus selvas, riscos y ríos ancestrales en busca del Eldorado. Perdido en la nada y dispuesto a crear su propia historia, avanzó en busca de una zona gris, que no perteneciera a ningún poder conquistador. Tras cruzar el Cauca halló ese paraíso, le puso por nombre Antiochía, en homenaje a una ciudad siria “A esta tampoco le faltarán las guerras como la antigua Antiochía”, sentenció su escribano Pedro Cezia de León al escuchar el nombre que se le pondría a la ciudad.
Remontando imposibles
Antes de llegar a Santa Agueda, Robledo, quien nació en el año de 1500, en Ubeda, Jaen, España, ya había hundido su espada victoriosa en las batallas de Pavia, Italia, 1541, donde fue derrotado el ejercito francés del Rey Francisco Primero por parte del emperador Carlos V. También fue guerrero en las batallas que llevaron a las conquistas de México, Guatemala y Perú. En este último país actuó bajo el mando de Francisco Pizarro, en las batallas de Cajamarca y Cusco donde borraron el imperio del dios inca Atahualpa, a quien humillaron y montaron en una mula para llevarlo al cadalso.
El “hombre dios” Atahualpa no tenía par en sus dominios, fue tan grande que su juez supremo, Pizarro, vistió de luto para ver rodar su cabeza luego que el verdugo bajara el hacha. La noche descendió sobre el Perú, su oro, sus hombres y sus dominios pasaron a ser de los Reyes Católicos y sus conquistadores.
Al norte hay dos tesoros
Sometido el imperio Inca, la empresa conquistadora profundizó en la búsqueda de nuevos tesoros y Pizarro envía a Belalcázar por el tesoro de Eldorado.
En las filas de Belalcázar viajaba Robledo. Con él participó en la fundaciones de Quito, Santiago de Cali y Popayán. Luego Robledo, en 1539, avanzó y da vida a la Villa de Santiago de los Caballeros, (hoy Anserma) y San Jorge de Cartago, en 1540.
Un año después (1541), también a nombre del Rey y Belalcázar, fundó la ciudad de Antiochía. El caserío no resistió el asedio indígena y nueve meses después de su fundación fue trasladado al valle del Nore, actual Frontino.
En ese año (1542) Robledo se mueve hacia San Sebastián de Urabá y en su viaje es apresado por Pedro de Heredia, quien domina la gobernación de Cartagena, lo encadena, lleva a una mazmorra y de allí lo envía a España para que sea juzgado como “usurpador”, pues nada tenía que hacer en sus dominios. Ante las cortes reales Robledo se defiende y es exonerado de los cargos en su contra.
Contrario al sueño de Heredia, él regresa victorioso a Cartagena en 1546. Aparece investido con el grado de Mariscal y con los títulos y honores sobre los pueblos que había fundado. De regreso a Antiochía apresó al representante de Belalcázar para apoderarse del gobierno que por decisión real le pertenecía. Belalcázar, quien no creía en reyes en estas tierras, respondió con fuego.
Ese año Robledo, en una de sus expediciones, halla un lugar fascinante de trópico seco, en el cañón del Cauca, en forma de herradura de sur a norte del río y vecina del Tonusco. Allí crea la villa de Santa Fe, donde la misma permanece hasta hoy.
Bajo la espada de Belalcázar
Convencido de su grandeza y el mandato real Robledo se dirige al sur. Cerca a Santiago de los Caballeros, una de sus ciudades, la historia lo pone frente a frente con Belalcázar, este lo somete y lo condena a “muerte a garrote vil”. Sobre su final, el escribano Pedro Cieza de León dice que además fue decapitado y su cabeza expuesta a modo de escarnio. Belalcázar fue condenado por el hecho, pero su poder era tan grande que ninguna autoridad se atrevió siquiera a mirarlo a los ojos para señalarlo.
Tras la muerte de Robledo el poder imperial correspondió en Antioquia al gobernador Andrés de Valdivia, personaje belicoso, quien murió en su ley, al igual que todos sus hombres en una expedición de sometimiento de los pueblos nutabe, en un combate que hasta hoy se conoce como “la Matanza”. A este lo sucede Gaspar de Rodas, quien recibió la gobernación de parte del Rey por dos vidas, la suya y la de uno de sus descendientes.
En 1576 se fusionan las ciudades de Antioquia y la villa de Santa Fe y pasa a llamarse Santa Fe de Antioquia.
A los pueblos indígenas que habitaban los antiguos territorios de Antioquia la historia les deparó la eternidad. De los miles o millones, los historiadores no se han puesto de acuerdo sobre la cifra real de aborígenes, solo sobrevivieron unos cuantos.
El contacto fue tan brutal que fue necesario comprar esclavos negros e indios de otras tierras para proveerse de mano de obra esclava para la minería, la agricultura y otros trabajos.
Una nueva era
Hasta más allá de la mitad del siglo XVI Santa Fe de Antioquia era un villorio de casas de bahareque y pajas de iraca. Sus construcciones eran primarias y las familias hacían varios ranchos para albergar a todos sus miembros.
En las dos últimas décadas del siglo, sin la presión indígena, con campos para ganados, minas infinitas en oro, cultivos de frutales, yuca, maíz, arroz y otros productos y una nueva sociedad soñando en establecerse para siempre, la ciudad inició una nueva etapa, consolidó su plaza central, en la que sobresalía el gran templo cristiano, la casa del obispo, el centro de gobierno y otras edificaciones majestuosas de tapia pisada, antisísmicas, con alturas promedio de cinco metros en las tapias y siete en el caballete; frentes hasta de una cuadra, 80 metros de fondo, tres patios gigantescos, corredores, zaguanes, habitaciones a la izquiera para los hijos hombre y a la derecha para padres e hijas mujeres; con puerta principal y segunda puerta donde en visitante esperaba la orden para entrar; ventanas de arrodilladera, tejas de barro, patio central en el que creía un gran árbol, espacios para caballos y ganados y todas dotadas con artículos de lujo traídos de Europa, entre ellos costosas vajillas marcadas con la firma de la familia.
Así, una a una, se fue confeccionando una gran pieza arquitectónica, conocida hoy como el Centro Histórico, que Antioquia y Colombia toda debían admirar, proteger y conocer.
El valor de esta joya es tan supremo, que difícilmente lo aprecian quienes heredaron tal esplendor, dice la guía turística y estudiosa del pasado y presente de la ciudad, María Irley Pérez Rodríguez, quien lamenta las reformas que han sufrido las casas coloniales a manos de quienes las heredaron o compraron. La Colonia se prolongó entre los años 1550 y 1810 cuando estalló la gesta de independencia.
No más Rey
En 1810 el Grito de Independencia sacudió al nuevo reino y Antioquia no fue ajena al movimiento comunero. A las voces de José Antonio Galán, Manuela Beltrán, el Socorro, San Gil, Mongotes, en Santander, se unen desde este lado del Magdalena poblaciones como Santa Fe de Antioquia, Sopetrán, Guarne y numerosos líderes populares, narran Raúl Aguilar Rodas y Alberto Velásquez Martínez, en el libro Santa Fe de Antioquia, Corazón Histórico de Occidente.
En 1811 se instaló en la ciudad la primera Asamblea Constituyente, a la que asistieron dirigentes de Medellín, Marinilla, Rionegro y el Nordeste. En 1813 la chispa revolucionaria se hace hoguera cuando don Juan del Corral, un monposino que había llegado a la Ciudad Madre y contaba con total apoyo popular, firmó el Acta de Independencia de Antioquia, que contrario a las demás gestas independentistas, que rechazaban el despotismo de quienes gobernaban a nombre del Rey, el acto libertario del Estado de Antioquia desconocía al rey mismo Fernando VII.
Por esos tiempos de furia contra la monárquía muchas de las familias de la ciudad se dividieron. Algunos de sus miembros se filaron con los ejércitos reales y otros llegaron incluso a ser próceres de la gesta libertaria.
Si bien en la historia queda la batalla de Boyacá como la que marcó la independencia de Colombia, fue el combate de Chorros Blancos, cerca de Yarumal, el que la selló, toda vez que cerró el avance de las tropas realistas que pretendían someter a Antioquia, dividir al país y profundizar en la reconquista. Chorros Blancos cerró todo espacio al Rey y llevó luego a la caída de Cartagena de Indias, coinciden distintos historiadores.
En esta batalla, bajo el mando de José María Córdova, los patriotas de Santa Fe de Antioquia y otros pueblos de la gobernación derramaron su sangre, probaron su valor y pusieron fin al sueño real en estas tierras.
Honor sería mencionar los nombres de todos estos próceres cuando se conmemoran los 475 años de Santa Fe de Antioquia,. Para quien desee ir más allá, don Fernando Gómez Martínez, ilustre santafereño les da su valor histórico en su escrito Los próceres de Santa Fe de Antioquia, entresacados por el historiador Luis Guisao Moreno, del Centro de Historia de Antioquia.
El 30 de octubre de 1584 la ciudad fue declarada capital de la Provincia de Antioquia. Con la independencia y el desarrollo de Medellín, el 21 de abril de 1826, la capital pasa a Medellín, luego de mantenerla con absoluta dignidad la Ciudad Madre por 242 años.
Con el acto los hombres y familias poderosas de Santa Fe de Antioquia también la abandonaron para trasladarse a Medellín, y Rionegro donde se concentraba el poder. Así la Ciudad Madre quedó acéfala, en manos de negros, criollos, algunos indígenas y zambos, quienes habían sido menospreciados siempre y no tenían la más mínima formación para mantener en alza tan gigantesca herencia histórica, arquitectónica, política y social.
Las grandes mansiones del Centro Histórico de Santa Fe de Antioquia pierden el poder de quienes les dieron vida y la ciudad pasa a convertirse en un veraneadero de sus propietarios. Si bien los viajes de veraneo se hacían varias veces al año, hoy los herederos solo parecen congregarse en Semana Santa.
Antioquia y su patrimonio necesitan dolientes, quienes la han administrado por décadas no saben siquiera lo que realmente tienen en sus manos, el gobierno departamental parece lejano y el Nacional gobierna con normas desde Bogotá, que no se aplican en la ciudad, era uno de los gritos de “atención señores” del líder y escritor Rodrigo Angulo Pizarro, cartagenero que llegó a estas tierras y amó tanto Antioquia, más que los santafereños mismos. Tal fervor lo levantan hoy el Centro de Historia,y el exalcalde cívico, Alonso Monsalve, actual administrador del hotel Mariscal Robledo, y de quien Angulo Pizarro, reclamaba “50 alonsos más”, así como otros líderes.
Hoy con los 475 años las campanas de Santa Fe de Antioquia deben sonar para que se multipliquen los defensores de su patrimonio más allá de las efemérides.

VÍCTOR ANDRÉS ÁLVAREZ CORREA La primera entrevista que hice, a los 8 años de edad y con la ayuda de mi padre, fue al futbolista Andrés Escobar. Desde ese día no he dejado de hacer preguntas, ni de amar el periodismo. Soy egresado de la Universidad de Medellín. TOMADO DE EL COLOMBIANO 

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