En la Plaza de la
Revolución que soñó para Santiago de Cuba
Alberto Lescay, uno de los autores fundamentales del
recinto, revela la especial prioridad que el líder de la Revolución le
concediera al emblemático proyecto santiaguero Autor: Eduardo Palomares
Calderón |
Preparativos en la Plaza de la Revolución Mayor General
Antonio Maceo para el acto de homenaje póstumo del Comandante en Jefe. Foto:
Roberto Cabrera Catasus
SANTIAGO DE CUBA.—De visita en los Estados Unidos para
acompañar a su hijo y joven pintor, Alejandro, en la apertura de su exposición
personal de denuncia al bloqueo titulada Vuelo directo, en el Centro de
Estudios de Cuba, en Nueva York; así como para participar en la muestra
colectiva de una galería de Miami dedicada a exponer el arte de la Isla, un
mensaje paralizó a Alberto Lezcay Merencio.
Había fallecido el Comandante en Jefe, y de inmediato
vinieron los cambios de planes para el destacado pintor y escultor. Mientras se
gestionaba el regreso a Cuba lo antes posible, sacó tiempo para hacer mediante
un periodista amigo una firme declaración sobre ese símbolo para nuestro país
llamado Fidel, así como para pintar un cuadro que tituló: Se va, pero no se va.
«Realmente —señala—, quería estar en la Patria, y en
especial en mi Santiago de Cuba en estos duros días para todos los cubanos,
porque estuve junto a él en muchos momentos que me llenan de amor y de orgullo,
porque también siento como muchos una profunda deuda con su especial
sensibilidad, y el apoyo que supo brindarle al arte y la cultura en general».
Por ello, ahora en que se ha conocido que las cenizas del
Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz tendrán su última vigilia en la Plaza de
la Revolución Mayor General Antonio Maceo, Lezcay ha accedido, como uno de los
autores fundamentales del recinto, a revelar la especial prioridad que el líder
de la Revolución le concediera al emblemático proyecto santiaguero.
«Fueron muchas las ocasiones—refiere—, en que durante los
nueve años de ejecución Fidel visitó esta obra colectiva, para conocer cada
detalle y su marcha constructiva, porque sin dudas era un objetivo supremo para
la dirección del país, ya que igualmente especial atención le concedieron el
General de Ejército Raúl Castro, el Comandante de la Revolución Juan Almeida, y
otros compañeros.
Alberto Lezcay, artista de la plástica santiaguero. Foto:
del autor
«Pero hay un momento —añade—, que por aleccionador quisiera
compartir, pues fue en circunstancias muy tensas y muy difíciles para mí.
Resulta que un día se nos señaló que la fecha de un evento tan significativo
como el 4to. Congreso del Partido ya estaba decidida, y la plaza de acuerdo con
el cronograma de ejecución estaba un poquito atrasada por múltiples razones.
«Seguimos trabajando, pero en esos días aprovecho que viene
por acá y le digo “Comandante tengo una queja”, y me pregunta “cuál es la
queja”. Yo le respondo que me están apurando por la fecha y que estoy muy
preocupado, pues ha habido muchos problemas que pueden conspirar contra el
proyecto, sobre todo en la calidad de la plaza.
«Recuerdo que lo acompañaban varios dirigentes de aquí y
nacionales de La Habana, y rápidamente se viró y les dijo, “señores, el
Congreso se hará cuando esté la plaza Antonio Maceo”. Imagínese, qué lección
para todos nosotros, porque tomó esa decisión automáticamente, pero con una
precisa valoración de que sin la calidad máxima no podía inaugurarse la plaza.
«Yo creo que esas palabras dieron un mayor realce al trabajo
que estábamos haciendo, no era una obra solo para el Congreso, era un monumento
para la historia, que es en lo que se ha convertido, y lo será mucho más de
ahora en adelante. Pero además, expresaba el respeto por los artistas,
proyectistas y ejecutores, pues de nada valdría forzar una obra cuyos autores
no estuviesen satisfechos con ella.
«Pongo este ejemplo —precisa Lezcay Merencio—, porque en
nuestro proceso de hacer cosas, y de tantas cosas que tenemos que hacer, muchas
veces el apuro nos hace cometer chapucerías, y creo que es bueno que todos
conozcan esa lección, porque la mejor forma de ser fieles al legado de Fidel es
socializándolo y llevándolo a la práctica.
«Así —enfatiza—, como hemos asumido todos estos días
luctuosos pero de reflexión, se impone un proceso de interiorización de la
muerte física de Fidel, porque siento que su muerte nos está uniendo más,
siento eso que una vez él dijo, “que en Cuba no se trata de una entrega de
antorcha de una generación a otra”, sino de estar todos unidos en función de
seguir adelante con nuestra Revolución». TOMADOD E LA GRANMA DE CUBA
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