sábado, 14 de enero de 2017

FALLECIÓ HORACIO GUARANY canta-autor argentino

 Adiós a Horacio Guarany, el gran referente del folclore argentino
El creador de "si se calla el cantor" falleció a los 91 años. cantante, actor y escritor, el santafesino deja una huella eterna en el cancionero nacional.
El cantante y compositor folclórico Horacio Guarany falleció ayer a la madrugada a los 91 años a causa de un paro cardiorrespiratorio, en su casa de la localidad bonaerense de Luján, tras 70 años de una reconocida actividad artística que lo transformó, para muchos, en el más exitoso de los cantores de la historia del folclore argentino.
Con más de 60 discos editados, muchos de repercusión masiva, 308 canciones propias registradas oficialmente en Sadaic, algunos que fueron himnos engalanados por el éxito como "Si se calla el cantor", "Amar amando", y "Caballo que no galopa", Guarany fue figura excluyente del Festival de Folclore de Cosquín, memoria de su primer evento en 1961 y, entre muchas otras cosas que pasaron en las sierras de Córdoba, el encargado también de anunciar el retiro de las tropas de Estados Unidos de Vietnam en la plaza Próspero Molina.
Además sufrió exilio durante la última dictadura militar y su cuerpo fue alcanzado por una granada.
Como señaló a Télam, el periodista Marcelo Simón, "fue un tipo que pagó con el cuerpo lo que predicaba con su canto".
Nacido en 1925 en la localidad santafesina de Las Garzas como Eraclio Catalín Rodríguez, Guarany fue reconocido como cantor, escritor y decidor; todas actividades en las que daba rienda suelta al imaginario popular gaucho, con interpretaciones sobre el amor, los trabajadores y sobre todo las injusticias y la lucha contra el autoritarismo, lo que lo convirtió en la figura más carismática del folclore argentino.
Se inició desde muy chico con la Orquesta de Herminio Giménez interpretando música paraguaya y en idioma guaraní y en 1957 cuando debutó en Buenos Aires en la histórica Radio Belgrano con el tema de Ramón Ayala y Vicente Cidade, "El Mensú".
Antes cantó boleros, tangos y otro tipo de canciones populares en un boliche del barrio de La Boca para sobrevivir, a la espera de que la suerte estuviera de su lado.
Apodado por sus amigos como "el Cabezón", Guarany fue un artista con una vida ajetreada y reconocido por muchos como un hombre de inmenso éxito también con las mujeres, con infinidad de romances, entre los que se contó el que tuvo, cuando ambos despuntaban a la fama, con la cantante Gina María Hidalgo, que popularizó y convirtió en éxito absoluto su canción "Amar amando".
Amante del vino, aunque menos bebedor de lo que propagandizaba de sí mismo, su historia personal conoció el éxito de los escenarios del país y el mundo, siendo el primer folclorista en tocar en la Unión Soviética con una gira de dos meses que compartió con César Isella y Los Fronterizos, además de vender millones de discos, escribir y publicar libros propios y participar de películas.
En diciembre de 1974 debió abandonar el país a consecuencia de las amenazas de muerte y atentados que recibió por parte de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), refugiándose primero en Venezuela, luego en México y finalmente en España, donde vivió cuatro años.
Durante la última dictadura cívico-militar fue censurada la difusión de algunas de sus canciones como "La guerrillera" o "Coplera del carcelero", no obstante lo cual retornó al país en diciembre de 1978.
En enero de 1979 sufrió un nuevo atentado por medio de un explosivo, esta vez en su casa de la calle Manuel Ugarte, en la ciudad de Buenos Aires, aunque decidió quedarse en el país y circunscribió su actividad solamente a presentaciones en pequeñas localidades del interior.
Fue pionero del primer Festival Nacional Mayor de Folclore de Cosquín, en 1961, y su figura arrastró verdaderas multitudes por las calles de esa ciudad serrana, adonde no volvió en las últimas ediciones del festival por desacuerdos con la Comisión Organizadora.
Setenta años de trayectoria hablan de más de 60 discos entre originales y compilados, además de trabajos en colaboración con César Isella, Mercedes Sosa y Soledad Pastorutti, entre muchos otros.
El rock también reivindicó la figura de Guarany y los principales homenajes partieron de bandas de rock duro y heavy metal como Hermética que versionó "Si se calla el cantor" en un disco en vivo, también lo hizo Malón en otro álbum. Mientras que La Renga suele tocar en vivo "Bebe vino", además de que en 2014 Gabo Ferro versionó "Coplera del Prisionero" de Armando Tejada Gómez y Guarany para un disco de canciones prohibidas por las dictaduras militares de los 70.
Su música estuvo relacionada frecuentemente con la denuncia social, ya sea de causas en las que daba voz a aquellos que no podían expresarse como de las propias, entre las que destacan los temas en los que daba cuerpo al dolor del exilio.
En el aspecto político, Roy Stahli, quien en 2016 presentó su biografía "Horacio Guarany: toda una vida", afirmaba por entonces que el cantor separaba "la ideología política de los valores", lo que le permitió tanto estar afiliado al Partido Comunista tras el derrocamiento de Juan Domingo Perón en la década del 50 como expresar en la década del 90 que Carlos Menem era "el mejor presidente de los argentinos" y apoyar las leyes del indulto a los militares condenados por los crímenes de lesa humanidad.
" l separa la ideología política de los valores, y sus valores esenciales no cambiaron nunca: honradez, honestidad, vergüenza. Pero en la política no se fija. Fue amigo de Cámpora, de Alfonsín, de Duhalde, de Menem. Quizás no supo diferenciar entre esa 'amistad de asados' y lo referente a apoyar una política, o no supo diferenciarlo a tiempo", afirmaba en abril pasado Stahli en charla con Télam.
A lo largo de su carrera recibió distinciones por su trayectoria y labor cultural, como el premio Konex de 1985 y 1995 o el nombramiento como Ciudadano Ilustre de Buenos Aires y de otras ciudades del interior del país.
Más allá de incontables romances, Guarany estuvo casado en dos oportunidades, primero con Juana "la Colorada", con quien tuvo su hijo Horacito, guitarrista del que luego se distanció, y con su actual esposa, Griselda, con quien tuvo a Francisco ("Panchito", como le decía), y con quienes vivía desde hace años en la quinta "Plumas Verdes", cerca de la Basílica de Luján, a la que le compuso la canción "Romance de plumas verdes".
Generoso, pasional y sensible
La crónica de una charla revela la singular personalidad del músico, quizás el último patriarca del folclore argentino. por Por Marcelo Menichetti / Escenario
Desde 1957, cuando apareció su primer disco con títulos como "No sé por qué piensas tú", con versos de Nicolás Guillén y música de Horacio Guarany, o "La litoreña", zamba de su autoría, al igual que "Guitarra de medianoche", muchos de sus temas se convertirían en inmortales porque se los escucharía más allá de la reproducción de sus discos y de las versiones de escenario: los comenzarían a tararear los hombres y las mujeres del pueblo argentino mientras desarrollaban sus tareas diarias, o sonarían en sus cabezas mientras miraban un cielo estrellado o añoraban algún amor lejano. En realidad, se fueron incorporando a la cultura popular y comenzaron el proceso que las sumaría al folclore argentino aunque se tratara de obras con autor conocido.
Ayer Horacio Guarany se fue como ya estaba previsto en el gran misterio de la vida que tiene un comienzo, un recorrido y un inevitable final. Pero Guarany no le temía a la muerte. Quizá haya temido más a dejar de sentir y de expresar sus sensaciones. Y la presunción no es una elucubración temeraria sino una deducción que se desprende de su vida y de su obra. Por cuestiones profesionales tuve la oportunidad de conocerlo primero y luego mantener una forma especial de amistad con él. Creo que vale la pena relatar la anécdota que dio inicio a esa relación cuando Horacio ya era un patriarca —el último, quizá— del folclore argentino.
El primer contacto directo que tuve con Guarany no pudo ser más traumático. Se produjo por vía telefónica y apenas me presenté él contestó: "Vos me hiciste una nota?". En realidad nunca habíamos hablado, por lo que le contesté que quizá me estuviera confundiendo con algún compañero del diario en el que estaba trabajando. "¿Vos te llamás Marcelo Menichetti?", me preguntó. Luego de obtener mi confirmación afirmó: "Vos me hiciste una nota en Cosquín".
El silencio que se produjo fue pesado, ancho, espeso, casi insoportable porque, tras unos segundo de zozobra, entendí qué intentaba decirme. Se refería a la edición 39ª del Festival de Folclore de Cosquín que lo tuvo como una de sus figuras más convocantes. Yo había cubierto para "La Capital" la noche de presentación de Guarany, cuando lo homenajearon y le regalaron un caballo que recibió en el mismo escenario del festival. En esa crónica había expresado mi asombro por la convocatoria que lograba un cantor veterano y la pintura que hice del momento fue —debo admitirlo— un poco dura. Decía algo así como: "Resulta inexplicable la masiva convocatoria de un cantor que no canta, de un guitarrero que no toca y que apela a la cosmética. Aún así, consigue un nivel de convocatoria impresionante y logra enardecer a su público".
Insulto y carcajada. Palabras más, palabras menos, eso era lo que yo había escrito y esa era la nota a la que se refería Guarany. Su casamiento con una mujer rosarina explicaba que los familiares de su esposa le hubieran guardado los ejemplares del diario y que él recordara esa crónica en la que lo había herido por aquello de los "cosméticos". Que Guarany se teñía el pelo y la barba no era una novedad que descubría esa nota, sin embargo eso lo molestó y no se ahorró palabras para decírmelo.
"¡Qué hijo de puta!", me dijo continuando la incipiente charla telefónica. "¡Esas cosas no se dicen!", reclamó. Aunque él no me veía, pudo percibir el creciente rubor que me pintó la cara. Quedé mudo por unos segundos mientras rebobinaba y trataba de recrear aquella crónica que ya había olvidado. Pero como se trataba de un hombre astuto, tras la dura recriminación llegó una carcajada que descomprimió el momento.
Recuerdo que ensayé algún tipo de disculpas para procurarme una salida —imposible— del aprieto en el que estaba metido. "Fíjese —le dije— que en el fondo lo que escribí es elogioso, porque destaqué la cantidad de gente que convoca a pesar de todos esos detalles?".
Y en realidad escribí eso porque Guarany ya no cantaba sino que "decía" las canciones; tampoco tocaba porque, aunque se colgaba la guitarra y con la mano izquierda marcaba un tono, con la derecha hacía un rasgueo en el aire, a diez centímetros de las cuerdas. Al instrumento lo usaba para engancharlo y desengancharlo cuando comenzaba y terminaba cada canción, y para levantarlo por sobre su cabeza cuando arreciaban los aplausos de su incondicional público.
La conversación telefónica debía seguir porque Guarany estaba a punto de presentarse en el teatro El Círculo y ése era el motivo de mi llamado. Como él también sabía que debería hablar conmigo a pesar de todo, no quemaba las naves y se disponía a responder mis preguntas. Sin embargo, a lo largo de la extensa charla que mantuvimos, no se ahorró ocasión para repetirme el "¡Qué h? de p?.!", subrayando el epíteto con una carcajada como para que yo no olvidara que el asunto le había pegado por debajo de su línea de flotación. Entonces le dije que yo le iba a demostrar que sabía mucho más de él que lo que había escrito esa noche de Cosquín y que se lo iba a demostrar.
Finalmente terminamos la nota que se publicó el día que él actuaba en Rosario. Como yo me había quedado con un gran cargo de conciencia, aunque mantenía los conceptos que había escrito porque eran estrictamente verdaderos, decidí dejarle a su histórico empresario local, Pepe Grimolizzi, un video que habíamos hecho con Atilio Ielpi para un programa de difusión de artistas santafesinos que se emitía por Canal 5.
La invitación. A los tres o cuatro días de esa actuación me llamó por teléfono a mi casa para agradecerme el trabajo, elogiarlo _lo que me hizo sentir peor de lo que me había sentido antes_ y para invitarme a cenar con mi familia y la suya en Rosario. Esas llamadas e invitaciones se fueron repitiendo cada vez que venía a la ciudad, y un día me sugirió que escribiese su biografía porque quería tener otra visión de su vida que ya había relatado en un par de libros propios.
Desde aquel día se sucedieron muchos encuentros en hoteles, hasta en casas de sus familiares y la suya de Luján, el último refugio del cantor trashumante, verdadero y singular juglar del siglo XX que fatigó todos los caminos conocidos de su patria y también de la Rusia soviética, a la que llegó a finales de la década del 50, donde cantó para aquel pueblo que enseguida lo acogió en su seno. También filmó un par de películas y en un breve lapso se convirtió en un mimado por el público ruso. Ese fenómeno se repetiría en otros lugares, como Paraguay y Uruguay, por ejemplo, donde es aún hoy un ídolo de algunas generaciones mayores.
Paisano de a pie. Pasional y sensible; conquistador y loco; generoso y prolífico, Horacio Guarany salió de la nada y fue sembrando canciones por donde pasó. La primera imagen que evocamos de su rostro es con una ancha y blanca sonrisa. No es flaco legado para un paisano de a pie que escribió y cantó sobre la lucha, la amistad, el amor y la muerte: "Cuando me pille la muerte/ quiero esperarla cantando/ convidarla vino adentro/ quién sabe la salgo amando", escribió. La única muerte es el olvido y Guarany se encargó de perdurar dejando recuerdos por todos lados. Tomado d e la capital de rosario argentina


No hay comentarios: