Buenos Aires, 28 setiembre 2009.- Hubo una vez millones y millones de sábalos en el sur del río Paraná. Daban de comer a los pobladores costeros y a las familias de pescadores artesanales y comerciales, que los vendían para el mercado interno. Sus huevos y larvas eran el alimento de surubíes y dorados, motor de quienes viven de la pesca deportiva. Pero a mediados de los 90 comenzaron a instalarse factorías que llenaron el río de pescadores noveles, para exportar decenas de miles de toneladas. El final de esta fábula, la adivinaría un niño: no sólo se han reducido los sábalos, en cantidad y en tamaño, sino también los surubíes y dorados, que son cada vez más chicos. “Del sábalo sólo hablábamos los biólogos, y en congresos. A nadie le interesaba demasiado porque es un pez con gusto a barro”, comenta Claudio Baigún, investigador del Conicet.
“La pesquería del Paraná siempre se caracterizó por brindar importantes beneficios sociales y económicos -señala Julieta Peteán, coordinadora del Programa de Pesca y Humedales de la Fundación Proteger, con sede en Santa Fe. Miles de familias dependen de esto para vivir. Había un gran mercado interno que funcionaba en las principales ciudades de las costas de los ríos Paraguay y Paraná en el país; también se enviaba pescado de río a Córdoba, Tucumán y Buenos Aires”.
Los primeros frigoríficos se manejaron con volúmenes relativamente bajos de exportación. Pero con el fin de la convertibilidad, las cifras se dispararon. Los dueños de las factorías –hoy son 17 sumando Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires-, comenzaron a ganar casi 1.000 dólares por tonelada, mientras a los pescadores le siguieron pagando 50 y hasta 25 centavos (de pesos argentinos) por pieza de 2 a 3 kilos.
“Los pescadores se endeudaron por el bajo precio, porque el acopiador les adelantaba dinero para futuras capturas, y así fueron perdiendo sus artes de pesca y sus embarcaciones”, relata Peteán. Como los dueños necesitaban cada vez más gente, contrataron a desocupados. “Por ejemplo, los peones rurales desterrados de sus campos por el monocultivo -precisa Luis Romero, de Baqueanos del Río, en Paraná-. Otros vendieron su maquinita, compraron una lancha y pescan para las empresas”.
Así, en 2004 se llegó al récord de exportación de 35.000 toneladas de sábalo ya eviscerado y sin valor agregado. Al sumar las 12.000 toneladas para el mercado interno, y lo que sale país “por izquierda”, ese año se extrajeron unas 60.000 toneladas, estima Proteger.
Empezaron a mermar los peces, y también su tamaño: en 15 años, la talla media del sábalo comercial se redujo de 46-48 centímetros a 42, destaca el biólogo Norberto Oldani. A veces es incluso menor, “lo que indica que nos estamos quedando sin reproductores”, agrega. En consecuencia, también comenzaron a reducirse los surubíes, en cantidad y calidad: “La talla de primera reproducción del surubí es de 95 centímetros, y se los está capturando de 60. El fin del surubí está a la vuelta de la esquina”.
Si hasta hace diez años había unas mil familias que vivían de la pesca en el Paraná inferior, ahora hay una cifra muy superior, difícil de determinar, ya que el sindicato de pescadores santafesino presiona por inflar el censo, e incorporar a más beneficiarios del subsidio que reciben durante la veda.
“Estaremos llegando a 3.000, lo que no significa que sean pescadores de tiempo completo”, anticipa el secretario de Producción de Santa Fe, Ricardo Biani. Y reconoce que la mayoría no tiene el mismo comportamiento responsable de los pescadores tradicionales. En ese sentido, todos los consultados por Clarín coincidieron en que el problema de la sobrepesca es de San Javier al sur, y que hacia el norte existe una cultura de respeto por las vedas y las tallas mínimas.
En 2007, la Subsecretaría de Pesca de la Nación puso cupos a la exportación, que han ido bajando de 17.500 toneladas a las 11.000 de este año. “La evaluación biológica se hace con un equipo técnico propio, dos veces por año, y no hay un colapso del recurso. Es mentira que la talla media está bajando”, dice el director de Pesca Continental, Mauricio Remes Lenicov. Y culpa a las represas, la contaminación y los pescadores deportivos por la merma del surubí.
También sufre el turismo
Decenas de miles de entrerrianos, bonaerenses, correntinos, chaqueños y, sobre todo, santafesinos, se dedican a la pesca deportiva, hobby que creció notablemente desde hace diez años de la mano del turismo. Según Adolfo Espíndola, secretario del Concurso Argentino de Pesca del Surubí, en Reconquista la Prefectura estima que salen 35 lanchas por día, con 5 pescadores cada una. "Pero por la extracción voraz, sufrimos una gran reducción de todas las especies. A tal punto, que en 2004 la Federación de Pesca y Lanzamiento de Santa Fe decidió que todos los torneos sean con devolución. Además, la participación en los certámenes cayó en un 50% a 60% -se queja el cabañero Daniel Moretto, de la Cámara de Turismo provincial. Porque si no sale nada, los pescadores no vienen".
Un pez clave
"El sábalo es una especie clave en el sistema, ya que cumple una función ecológica: come materia orgánica particulada que está contenida en los sedimentos y, a su vez, es alimento de otros peces, ya que los juveniles de surubí y dorado se alimentan de los huevos y las larvas de sábalo. En la base de la pirámide trófica está este vertebrado, algo que no sucede en los demás ríos del continente", explica el biólogo Norberto Oldani.En primavera el sábalo remonta el Paraná para desovar; puede nadar hasta 400 kilómetros aguas arriba. Se reproduce por primera vez en el segundo año de vida, cuando alcanza entre 40 y 42 centímetros. Las hembras ponen de 400.000 a 800.000 huevos. Como la cantidad de huevos aumenta con la talla y la edad, la sobrepesca implica pérdida de diversidad genética, es decir, de los ejemplares que pueden trasmitir los genes de los peces de mayor tamaño. Los huevos miden de uno a tres milímetros.
En cifras
42 centímetros es la talla media de las piezas de sábalo que se capturan hoy. En 1989, en Victoria, Entre Ríos, la talla era de 46 a 48 cm.
11.000 toneladas de sábalo se podrán exportar este año. Ya salieron 8000 a Colombia, Brasil, Bolivia, Sudáfrica, Nigeria, Holanda y Rusia.
17 frigoríficos congelan y exportan pescado de río sin valor agregado: 11 en Santa Fe, 4 en Entre Ríos y 2 en Buenos Aires.
Fuente: Diario Clarín / por Sibila Camps
1 comentario:
Suele suceder, cuando seamos conscientes del daño que hacemos, ya no tendrá remedio
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