EL DESARROLLO DE LA ENERGIA NUCLEAR
En los poco más de sesenta años de existencia de la tecnología para la generación de energía por fisión, no se ha conseguido dar una solución satisfactoria al problema de los riesgos que comportan los materiales radiactivos en los posibles accidentes, mala manipulación, vertidos y fugas a lo largo de todo el ciclo nuclear y de los descomunales residuos radiactivos producidos en él, que son el talón de Aquiles de esta tecnología [i].
El movimiento antinuclear, cuna del movimiento ecologista en el planeta, reconoce los residuos nucleares ya existentes como un grave problema al que hay que buscar solución, y propone que la mejor forma de comenzar a actuar, es dejando de producirlos.
Las distintas justificaciones que se han ofrecido para la construcción de plantas nucleares han caído en el descrédito. El argumento que afirma que esta energía no produce gases de efecto invernadero, resulta paradójico frente a la enormidad de los argumentos adversos que esta tecnología comporta. Y llaman poderosamente la atención con su esencia falaz, en boca de teóricos y políticos.
Es, además, el método más costoso para la producción de electricidad.
UN POCO DE HISTORIA
La nucleoelectricidad nació de la mano y como vehículo de la era atómica. El gigantesco y diversificado operativo montado por los Estados Unidos en pos del desarrollo de la primera bomba y de la carrera misilística que le siguió, requería de una gran cantidad de plutonio. El plutonio no existe en la naturaleza, sino que se obtiene como subproducto, en pequeñísimas cantidades. Para obtener isótopos de plutonio se tiene que bombardear con neutrones el Uranio-235, que los absorbe transformándose en Uranio-236, mucho más radiactivo, y además, un bajo porcentaje de plutonio.
En 1942 se construyeron enormes plantas en Oak Ridge, Tennessee, Hanford y Washington para obtenerlo. El proyecto Manhattan produjo su resultado (la primera bomba atómica) en 2 años y 3 meses, detonándose en la llamada Prueba Trinity el 16 de julio de 1945 cerca de Alamogordo, Nuevo México. Luego, “Little Boy” y “Fat Man” detonaron en Hiroshima el 6 de agosto de 1945 y en Nagasaki el 9 de agosto respectivamente.
EEUU necesitaba justificar el desmesurado proyecto secreto y la cantidad de centrales e instalaciones que velozmente se erigieron, así como electroductos, las tres ciudades secretas (Oak Ridge, Hanford y Los Álamos) cuyos habitantes vivieron sometidos a una cuidadosa vigilancia y las 150.000 personas involucradas. La producción que generó el proyecto fue abrumadora, miles de inventos y de patentes fueron registrados. Se invirtieron miles de millones de dólares.
En la década de los años `50 Estados Unidos lanzó desde la IAEA (Agencia Internacional de Energía Atómica), una obra maestra de la resemantización el discurso: la campaña “Atomos para la paz”(2) [ii], que derramó sobre las poblaciones la idea de un “átomo bueno” (resaltemos esta vinculación de criterios morales con la menor partícula de la materia).
La situación de los años sesenta agregó justificaciones a la nucleoelectricidad, con el fantasma del inminente agotamiento de las reservas petroleras, que se habían calculado entonces, para apenas 20 años más.
La política internacional fomentó entonces en dos décadas siguientes, un incansable aliento a que los países en desarrollo instalaran sus centrales nucleares de potencia. Argentina no fue la excepción, y puso en marcha Atucha I aguas arriba del Río Paraná, a 7 km de la ciudad de Lima, Partido de Zárate[iii], en 1974, y Embalse Rio III, en la provincia de Córdoba en 1984.
Las ultimas dos décadas, sin embargo, conllevan la disminución sensible de licencias y de construcción de centrales en todo el mundo, asi como el surgimiento y la participación masiva en el ecologismo no nuclear. Italia definió el cierre de sus cuatro centrales tras un referéndum popular en 1987; en el mismo año Austria reconvirtió su única central nuclear a gas. Dinamarca prohibió por ley el uso de energía nuclear como recurso energético. Suecia decidió también por referéndum el cierre de sus 12 centrales para el año 2010. Frecuentemente se instalan moratorias en la construcción de centrales nucleares, tal el caso de Alemania, UK, Bélgica o Finlandia. Suiza y Canadá también las tienen.
Existen unos 30 proyectos de construcción de centrales de energía nuclear en el mundo, la mayor parte de ellos en Asia, y ninguno en Europa, adonde la energía nuclear provoca problemas debido a la inquietud y el rechazo de la población, cada vez mayor. Hay episodios trágicos protagonizados por activistas que perdieron la vida oponiéndose al traslado por tren, a través de Europa, de los residuos radiactivos[iv] desde su sitio de generación hasta el de reprocesamiento.
En muchos países (como México con Laguna Verde [v] o Argentina con Atucha II[vi]) se recurrió a una fundamentación interna para iniciar la culminación de las obras. Se ha gastado tanto, dicen, que sería irracional abandonar el proyecto. Sin embargo, lo adecuado, en costos económicos y ambientales, es la conversión a gasoeléctrica. En realidad, la planta proyectada para la Argentina ya es un fracaso económico, aún sin haber sido concluída[vii].
PAISES DEL TERCER MUNDO Y ENERGIA NUCLEAR
En ninguno de los países pobres en los que se implantó la energía nuclear, se justificó desde el punto de vista energético o ambiental, pero sí desde el político-ideológico. Era una búsqueda de una mejor posición dentro de una jerarquía internacional de poder, independientemente de si la implantación de la energía nuclear iba o no acompañada por una decisión de construir armas nuclear. En los casos de Argentina y Brasil la fuerza social que impulsó el proyecto de nuclearización era la burocracia armada, sin apoyo de sectores sociales significativos independientes[viii].
ARGENTINA Y LA ENERGIA NUCLEAR
Para justificar el programa nuclear argentino se elaboraron proyecciones “para la ocasión” de las demandas de energía, ignorando precedentes históricos y tasas de crecimiento. El gobierno militar impidió cualquier discusión. El Plan generó serios conflictos con el gobierno de los Estados Unidos y llevó a concreciones técnicas como la planta de enriquecimiento de uranio (homóloga a la que se accidentó en Japón [ix]) en Pilcaniyeu, provincia de Río Negro, que se justificó como supuesta tecnología clave para el desarrollo, o el LPR (Laboratorio de Procesos Radioquímicos), en el Centro Atómico Ezeiza, que costó 400 millones de dólares pero que jamás reprocesó combustible alguno, o el mentado y abortado Proyecto misilístico Cóndor[x].
La derrota de la Junta militar en Malvinas y los tribunales de denuncia de crímenes organizado por el gobierno democrático llevaron a un desprestigio sin precedentes a las Fuerzas Armadas, y a la desarticulación del plan nuclear argentino.
La catástrofe del reactor de Chernobyl[xi] ha demostrado que los intentos de controlar la potencia de la división del átomo pueden fallar y pueden ocasionar consecuencias sociales y ambientales muy graves. Numerosos, grandes y pequeños accidentes han sido ocultados con celo [xii]. Hoy mismo, a veinte años de Chernobyl, la cúpula de la Autoridad Regulatoria Nuclear Argentina, afirmó que en aquélla catástrofe murieron solamente 30 personas y que no hubo ni hay allí, contaminación. [xiii]
A esta larga lista hay que sumar los riesgos y accidentes acaecidos en todo el ciclo, incluyendo el transporte, la manipulación, la mineración y la protección de áreas contaminadas, al cierre de minas y reactores.
En cada etapa del ciclo del combustible nuclear son posibles derivaciones a la producción y/o tecnología de las armas nucleares. El uso pacífico de la energía nuclear, madrina encubridora de la carrera armamentista mundial, colabora estrechamente con el riesgo de la proliferación mundial de armas atómicas. Con el desarrollo de la energía nucleoeléctrica, es imposible recorrer el camino hacia un mundo libre de armas nucleares. Como riesgo adicional tenemos los accidentes, ataques durante guerras o por parte de terroristas, ocultamiento y vertidos clandestinos.
En todas las fases del ciclo del combustible nuclear se liberan o se acumulan materiales radiactivos, hecho que se ha desatendido y ocultado durante mucho tiempo así como el efecto letal de la radiación de bajos niveles[xiv]. La minería del uranio ha producido conflictos con poblaciones locales que no se benefician con la extracción y que deben soportar los riesgos de la misma, como las poblaciones de Carlos Paz (Mina Los Gigantes, Córdoba), Malargüe (Mina Huemul, Mendoza) o proyectos tales como el de Gastre, en la provincia del Chubut [xv]. La CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica) lleva años de desmanejo ambiental.
EL EJEMPLO DEL VALLE DE PUNILLA - CORDOBA
En 1978 se iniciaba la explotación de las reservas uraníferas en el Valle de Punilla, en un área de 100 kilómetros cuadrados: Los Gigantes. Cosquín se había descartado por estar urbanizado, aunque durante 1992 y 1993 se removieron tierras del barrio La Mandinga , hasta que la Secretaría de Minería de la Provincia obligó detener el trabajo. El 12 de julio de 1979 la CNEA firmó un convenio con la empresa SANCHEZ GRANEL otorgando la explotación hasta 1995, violando la Ley 24472 (Art.5º) que prohibía conceder a particulares las minas nucleares, y bajo la ley de Obras Públicas, por la que se eliminaba el riesgo empresarial.
Las normas de seguridad eran vagas referencias, y no se establecía claramente el límite de las responsabilidades entre los Estados provinciales y la Nación. Para la obra, se construyeron 20 kilómetros de infraestructura vial, mesetas artificiales, una planta, una usina y una villa, moviendo 1.600.000 metros cúbicos de suelo. Además se construyó una presa para evaporación de efluentes con un espejo de agua de 8 hectáreas . En varias ocasiones el embalse contaminado con los líquidos acidificados se desbordó cayendo líquido al Río Cajón y a la cuenca del San Antonio, directo al Lago San Roque[xvi]. Entre 1982 y 1985 se arrojaron a su cuenca 300.000.000 litros de líquidos ácidos con trazas de uranio, radio y radón.
En 1987 DIPAS (Dir. pcial. de Agua y Saneamiento) cerró la toma de agua de la mina por contaminación. A causa de los reclamos de CNEA la empresa anunció la detención de la explotación “por razones ambientales”, llegando en 1991 a rescindir el contrato. La empresa no pudo reclamar, porque su titular, Eduardo Sánchez Granel fue varios meses a prisión por fraude al titularizar la quiebra de la empresa Condecor, financiera de su firma minera.
En Los Gigantes quedaron 2.400.000 toneladas de residuos “colas de tratamiento” y 1.600.000 toneladas de mineral marginal y estéril, expuestos a las inclemencias del clima afectando los afluentes del Río San Antonio y el Lago San Roque. Estos cursos son fuente de aguas potables para Villa Carlos Paz, Cuesta Blanca, Icho Cruz, Tala Huasi, Mayu Sumaj y San Antonio de Arredondo. Luego de décadas, la CNEA ha empezado (suponemos que por presión de los ecologistas, la prensa y el turismo) a hablar de remediación.
LA ENERGIA MÁS CARA DEL MUNDO
El argumento utilizado para la fundamentación económica del uso de centrales nucleoeléctricas, además de la aseveración de no generar gases de efecto invernadero, es el bajo costo del kilowatt hora. Es perverso y falaz el cálculo que se hace para su evaluación, ya que se dejan fuera de las estimaciones, adrede, los costos de remediación, los costos de transporte y seguros, los costos de puesta en marcha de las centrales, los costos de prospección y mineración, el cierre de minas agotadas, los valores millonarios de la desactivación de las usinas al fin de sus vidas útiles, y fundamentalmente, los costos de protección y control por miles de años, de los sitios adonde se depositen los desechos.
Todo ello hace, honestos cálculos mediante, que la energía nuclear sea la más cara que jamás haya existido. Además, esta imbricación entre poder-armas-energía nuclear, ha tenido numerosos subsidios y apoyos, que lamentablemente no han sido equitativamente destinados a las energías de fuentes renovables.
El uso responsable de la energía debe ser la meta hacia la que en primer término nos encolumnemos como civilización humana. Y ese uso debe conllevar la seguridad ambiental, el desvínculo para con la industria bélica y el reaseguro de no ser herencia nefasta.
LA MANIPULACION DEL DISCURSO Y DE LOS MEDIOS
en torno a la energia nuclear
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En pocos temas la manipulación del discurso oficial ha sido tan evidente. Quizás en el de la biotecnología, pero con la reserva de estar en las manos privadas de multinacionales.
Se ha minimizado, se ha ocultado información, se ha impedido el acceso a las investigaciones internas. Los ecologistas hemos recibido las angustiosas declaraciones de trabajadores de las áreas de operación con material radiactivo, a los que no se les permite revisar los resultados de los estudios médicos periódicos. Hemos presenciado la caída del proyecto GASTRE al desenmascarar que un informe geológico del área elegida era copiado del basamento rocoso sueco, y que el emplazamiento se hallaba sobre una falla, cuando formalmente se había declarado como “zona sismica cero”.
Podríamos aquí seguir ampliando y enumerando casos puntuales. Pero el objetivo de este trabajo es evidenciar que asi como en este caso de la energía nuclear, en tantos otros (minería, biotecnología, megarepresas, uso de químicos peligrosos, etc) el discurso que envuelve la promoción de esas prácticas y materiales, es un discurso que vela el real peligro potencial de las mismas.
Un discurso preparado por esa mitad de la biblioteca que insiste en sostener que la ciencia es independiente de sus contextos de descubrimiento y de aplicación. Una ciencia que pretende sostener ese aislamiento. Una ciencia, en fin, hija de su tiempo.
El ecologismo pugna por instalar un nuevo discurso crítico ante los procesos insustentables que han llevado a la civilización a la crisis, pero a la vez, que de cuenta de las prácticas de desarrollo que aseguren la permanencia de la especie en el planeta, y de todas las demás especies, pues la pérdida de una sola de ellas, nos empobrece como humanidad. Lic. Silvana Buján
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