21/2/2010 19:36 h
LAS MUERTES POR CÁNCER HAN AUMENTADO EL 20% EN UN AÑO
Contaminación salvaje en China
- • "Antes moríamos de hambre. Ahora de contaminación. No tenemos dinero para huir", dice una anciana
Dos nietas de Yun Yaoshun, de 82 años, han muerto de cáncer. Foto: ADRIÁN FONCILLAS
Primero murieron los peces. Después las gallinas y los cerdos. Y más tarde los hombres. Esto quedo del Comunismo salvaje y a ello se ha sumado un libremercado salvaje protegido por el autoritarismo subyasente del Regimen que aun subsiste.
Shangba es el pueblo del cáncer, quizá el más célebre, pero el título lo comparte con decenas, cientos de pueblos sacrificados en el altar del desarrollo en la nueva China
Lo combaten con calmantes, corolario de un sistema sanitario ruinoso. Una monumental reforma se propone cubrir de seguro médico a todos los chinos en tres años.
Nada desde la lejanía justifica su reputación, ni los verdes arrozales ni las frondosas colinas. Hay en Shangba casas de adobe y corrales, críos semidesnudos y gallinas en calles embarradas, y carnicerías ambulantes con las piezas en ganchos y ventiladores afanados en espantar a las moscas del calor del trópico. No hay más pobreza que la habitual de la China rural. Es necesario acudir al río Hengshi, sobre cuyo puente grita Yun Yaoshun a los niños que dejen de chapotear, y ver sus aguas turbias y viscosas avanzando morosamente sobre un lecho de barniz anaranjado y metálico.
Yun, de 82 años, perdió a dos de sus nietas por cáncer de estómago y riñón, con 12 y 18 años. Sus padres no podían pagar las medicinas y demoraron demasiado las pruebas para detectarlo.
Nada desde la lejanía justifica su reputación, ni los verdes arrozales ni las frondosas colinas. Hay en Shangba casas de adobe y corrales, críos semidesnudos y gallinas en calles embarradas, y carnicerías ambulantes con las piezas en ganchos y ventiladores afanados en espantar a las moscas del calor del trópico. No hay más pobreza que la habitual de la China rural. Es necesario acudir al río Hengshi, sobre cuyo puente grita Yun Yaoshun a los niños que dejen de chapotear, y ver sus aguas turbias y viscosas avanzando morosamente sobre un lecho de barniz anaranjado y metálico.
Yun, de 82 años, perdió a dos de sus nietas por cáncer de estómago y riñón, con 12 y 18 años. Sus padres no podían pagar las medicinas y demoraron demasiado las pruebas para detectarlo.
Murieron sin haber pisado el hospital. Una tercera está siendo examinada por un dolor en el hígado. "Venían a jugar cada día al río. Yo vengo ahora para pedir a los chavales que salgan del río, pero son muy traviesos. Llegué aquí en 1940. El caudal a veces causaba inundaciones. Mira ahora, apenas hay un palmo. El agua era transparente y las cosechas eran abundantes. Hace décadas moríamos de hambre. Hoy, por la contaminación. Ese es el cambio de China. Me gustaría irme, pero nadie en el pueblo tiene dinero para ello".
En las últimas cifras oficiales, las muertes de cáncer aumentaron un 19% en las ciudades y un 23% en las zonas rurales en el 2006 respecto al año anterior. No hay datos actualizados sobre Shangba. El jefe local del partido nos echa tras preguntárselo. Pocas familias no han sido mordidas por el cáncer aquí. Se muere muy joven de cánceres . Cualquier pequeño dolor persistente conduce al pánico.
En las últimas cifras oficiales, las muertes de cáncer aumentaron un 19% en las ciudades y un 23% en las zonas rurales en el 2006 respecto al año anterior. No hay datos actualizados sobre Shangba. El jefe local del partido nos echa tras preguntárselo. Pocas familias no han sido mordidas por el cáncer aquí. Se muere muy joven de cánceres . Cualquier pequeño dolor persistente conduce al pánico.
La prensa local ofrece datos deslavazados: 210 de los 250 muertos entre 1986 y 1999 se atribuyen al cáncer. También 9 de los 11 del 2005. El más joven tenía 7 años.
"A mi hermano, cuando tenía 35 años, le dolió la espalda. Dos meses después recibió el diagnóstico y murió tres después. A mí me duele ahora. Tengo el hígado destrozado. Ya veremos qué pasa". He Wengjian, 37 años, ha dejado de cultivar caña de azúcar.
"A mi hermano, cuando tenía 35 años, le dolió la espalda. Dos meses después recibió el diagnóstico y murió tres después. A mí me duele ahora. Tengo el hígado destrozado. Ya veremos qué pasa". He Wengjian, 37 años, ha dejado de cultivar caña de azúcar.
Tiene dos hijos de 5 y 8 años, y viven con los 800 yuanes (86 euros) de su mujer. Sus medicinas se llevan la mitad. A menudo piden prestado a familia y vecinos. Tras años de batalla, el Gobierno local abrió un suministro de agua purificada para beber y cocinar. Del río sigue saliendo el agua para la higiene, que causa erupciones, y la cosecha, de donde se filtra a la cadena alimentaria a través del arroz. Los que lo cultivan ocultan su origen en el mercado provincial o lo venden a precios irrisorios. El agua purificada cuesta 30 yuanes (3 euros) mensuales, y la alternativa es el veneno gratis en agua contaminada en extremo
Recóndito poblacho de la provincia de Guangdong, metaforizan el reto de toda la economía china.
Recóndito poblacho de la provincia de Guangdong, metaforizan el reto de toda la economía china.
Vender manufacturas al mundo ha sacado de la pobreza a 300 millones de chinos durante tres décadas. Pero el modelo de fábrica global da al fin síntomas de agotamiento y Pekín pretende virar hacia el consumo interno.
Ocurre que los chinos tienen la tasa de ahorro más alta del mundo, en gran parte por la ausencia de seguro médico. Una rutinaria operación quirúrgica en Occidente descabalga aquí una economía familiar y saca a los hijos de la escuela. El gasto sanitario cubrió la mitad de los ingresos familiares en el 2008, según la revista Lancet. La previsión es obligada, porque los servicios se pagan al contado y por adelantado al hospital, que suele atiborrar de medicamentos necesarios o no para financiarse.
Una carretera estriada y meandrosa permite escoltar al río Hengshi curso arriba. Es uno de los cinco más contaminados de China. Un estudio reciente concluía que ninguna forma de vida acuática podía resistir más de 24 horas. No se ha visto un pez en 30 años y tampoco hay ya mosquitos. Contiene 11 veces más plomo, 224 más hierro, 6 más cobre, 4 más estaño y 10 más cadmio que otros ríos de la región.
Dabaoshan es una montaña eviscerada en permanente frenesí de excavadoras y camiones que acuden vacíos y parten cargados. Está gestionada por la empresa estatal Guangdong Dabaoshan Mining, pero también hay explotaciones privadas menores y lugareños buscando con palas en montículos de tierra descargados en los márgenes de la carretera las piedras metálicas que han escapado de los exámenes previos.
Los metales pesados se filtran al río, que los arrastra unos 50 kilómetros, 200 si hay fuertes lluvias. Más allá de Shangba está Yanghe, Tangxin, Liangqiao, con problemas parecidos. Es la mayor mina de la provincia. Extrae 3.300.000 toneladas anuales con un beneficio de 100 millones de euros. Abrió en 1950 y 20 años después empezó a gran escala. Ya casi ha agotado el hierro y el bronce, pero los análisis son optimistas sobre la presencia de molibdeno. Serían otros 15 años de explotación. En su despacho nos recibe con las botas enfangadas Liu Renwang, vicepresidente.
"Nosotros cumplimos los estándares medioambientales porque nos controla Pekín. Los problemas los causan las minas privadas, que dependen de los entes locales. Son muy corruptos. Shangba debería cabrearse con ellos, no con nosotros. Todos los camiones descubiertos que has visto son suyos. Los nuestros son sellados. La mina no puede cerrar. Es la que empuja económicamente toda la región. Leí lo de las muertes en un diario. No sé si es cierto".
La compañía es intocable. Da miles de empleos y llena con sus impuestos las arcas locales. El Centro de Asistencia a Víctimas de la Contaminación practica los análisis medioambientales y presta ayuda legal, pero tras años de lucha solo ha logrado esporádicas e irrisorias compensaciones. Los litigios son largos y costosos. Jingjing Zhang preside el centro.
"La empresa sabe que la mina causa el cáncer pero lo niega. Culpar a las explotaciones privadas es una excusa porque ya había daños cuando operaba sola. Tampoco es verdad que cumpla los estándares medioambientales.
Descartados el cierre de la minería y la posibilidad de la huida, en Shangba se aferran a esa inigualable capacidad china forjada durante siglos de calamidades para relativizar la adversidad. Pregunto a He si le angustia la posibilidad de no poder conocer a sus nietos. "¿Mis nietos? alegraría ver a mis hijos acabar el colegio".
Una carretera estriada y meandrosa permite escoltar al río Hengshi curso arriba. Es uno de los cinco más contaminados de China. Un estudio reciente concluía que ninguna forma de vida acuática podía resistir más de 24 horas. No se ha visto un pez en 30 años y tampoco hay ya mosquitos. Contiene 11 veces más plomo, 224 más hierro, 6 más cobre, 4 más estaño y 10 más cadmio que otros ríos de la región.
Dabaoshan es una montaña eviscerada en permanente frenesí de excavadoras y camiones que acuden vacíos y parten cargados. Está gestionada por la empresa estatal Guangdong Dabaoshan Mining, pero también hay explotaciones privadas menores y lugareños buscando con palas en montículos de tierra descargados en los márgenes de la carretera las piedras metálicas que han escapado de los exámenes previos.
Los metales pesados se filtran al río, que los arrastra unos 50 kilómetros, 200 si hay fuertes lluvias. Más allá de Shangba está Yanghe, Tangxin, Liangqiao, con problemas parecidos. Es la mayor mina de la provincia. Extrae 3.300.000 toneladas anuales con un beneficio de 100 millones de euros. Abrió en 1950 y 20 años después empezó a gran escala. Ya casi ha agotado el hierro y el bronce, pero los análisis son optimistas sobre la presencia de molibdeno. Serían otros 15 años de explotación. En su despacho nos recibe con las botas enfangadas Liu Renwang, vicepresidente.
"Nosotros cumplimos los estándares medioambientales porque nos controla Pekín. Los problemas los causan las minas privadas, que dependen de los entes locales. Son muy corruptos. Shangba debería cabrearse con ellos, no con nosotros. Todos los camiones descubiertos que has visto son suyos. Los nuestros son sellados. La mina no puede cerrar. Es la que empuja económicamente toda la región. Leí lo de las muertes en un diario. No sé si es cierto".
La compañía es intocable. Da miles de empleos y llena con sus impuestos las arcas locales. El Centro de Asistencia a Víctimas de la Contaminación practica los análisis medioambientales y presta ayuda legal, pero tras años de lucha solo ha logrado esporádicas e irrisorias compensaciones. Los litigios son largos y costosos. Jingjing Zhang preside el centro.
"La empresa sabe que la mina causa el cáncer pero lo niega. Culpar a las explotaciones privadas es una excusa porque ya había daños cuando operaba sola. Tampoco es verdad que cumpla los estándares medioambientales.
Descartados el cierre de la minería y la posibilidad de la huida, en Shangba se aferran a esa inigualable capacidad china forjada durante siglos de calamidades para relativizar la adversidad. Pregunto a He si le angustia la posibilidad de no poder conocer a sus nietos. "¿Mis nietos? alegraría ver a mis hijos acabar el colegio".
Enviado por Tomas Strobert
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