"Coteros trabajamos como animales”
Foto : El popular Chita dentro de la mula acomodando los bultos
Lo primero que golpea son los olores nauseabundos, además de la sórdida panorámica de la calle recubierta de fango, agua estancada, basura y residuos orgánicos por doquier. Este es el ambiente laboral en el que día de por medio, los coteros del sector de Barranquillita exponen el cuero para ganarse un pan sufrido entre extenuantes jornadas, que muchas veces van de 6 de la tarde hasta el medio día siguiente.
6:30 de la tarde. La primera tropilla, compuesta por 7 guerreros del mercado, estaba apostada en la calle 43B con carrera 9, en pleno corazón de Barranquillita, bajo un cielo descapotado y limpio. Se conversaba sobre las hazañas del Junior y el alto costo de la vida, mientras aparecía la primera tractomula con la carga para arrancar en pleno con la jornada. Los coteros nos recibieron con calidez y en cuestión de minutos nos integramos a la conversación que comenzó a fluir sin mayores tropiezos.
“Vale, nosotros trabajamos de domingo pa' amanece' lunes, martes pa' miércoles y jueves pa' viernes, que son los días de plaza”, explica José del Carmen Padilla, un ex boxeador con 35 años de experiencia en el duro oficio de tirar bultos, mientras remataba con cierta sorna que, “esto se hace por necesidad, aunque sea duro, matón, uno se termina acostumbrando a esta vaina”.
Un cotero gana un promedio de 35 a 40 mil pesos por día de trabajo. Sus jornadas suelen ser de 6 de la tarde hasta las 6 de la mañana y en ocasiones de 4 de la tarde a 12 del medio día. Metiendo el hombro como mulas de carga, estos supervivientes de esta, nuestra escala social antropófaga, tiran bultos en sus hombros y caminotean, muchos descalzados, unas calles que despiden olor a podrido y contaminación. “¡Esta es la otra cara de la vida, mi hermanito!”, se escucha el grito al otro lado de la acera.
A las 7:30 de la noche arribó, algo tarde, la primera tractomula y el movimiento arrancó en pleno. Se abrieron las apuestas sobre quién puede cargar más bultos de un solo tirón y comienza mi propio viacrucis “¡15 de criollas!”, se escucha el grito.
Entre 5 comenzamos el descargo de los bultos de papa. El saco que se acomoda en el hombro, una arena malsana que cae en los ojos, el oído izquierdo y se esparce por la ropa, las burlas y los chistes a costillas del redactor atrevido que se metió en este universo, un submundo lleno de códigos y pequeños secretos que solo el curtido y experimentado cotero conoce para evitar la arena en las orejas y en los ojos, y ahí arrancamos a sacrificar el pellejo.
Diez bultos de papa después y ya la ropa era una ruina por la mugre, los hombros rojos y un ardor en el cuello indicaron que la corrida era más brava de lo que se pudo haber supuesto.
“¡Tíralo ahí! ¡Vamos a salir de esto es rapidito, mi hermanito!, me gritan.
El bulto de papa pesa 50 kilos, la caja de ajo 20, el de zanahoria 70, el de repollo 75 y el de auyama 80, por eso le llaman ‘el campeón’.
Entre el fragor del ajetreo se pudo sacar en blanco que estos compañeros de cuadrilla no poseen seguridad social, seguro, pensión o cesantías, a duras penas algunos están afiliados al Sisben, viven en barrios marginales, tienen varias bocas que mantener, muchos son analfabetas, otros no terminaron el bachillerato y comenzaron a trabajar duro desde niños por la necesidad imperiosa de subsistencia.
“Aquí uno no tiene protección, no tiene nada. Aquí se han jodido la columna como 7 y no pasa nada, a nosotros nos gustaría que se nos diera un mejor trato, mi vale”, aseguró Israel Sandoval, veterano de las mil guerras con más de 30 años de experiencia en el mercado.
Dementes y drogadictos de todo tipo se pasean por la calle rebuscando un poco de papa entre el barrizal, vacas desorientadas esquivando los camiones y las tractomulas, en medio de los apodos, la mamadera de gallo y las bromas pesadas con connotaciones sexuales explícitas.
12 de la noche. Los carretilleos en pleno auge transportan su carga de manera frenética. A estas alturas del partido, la cuenta de los bultos que habían pasado por los hombros ya estaba perdida y la fuerza y la energía del arranque menguada, cada que se aparecía un bulto de repollo, este servidor se lo pensaba dos veces, aunque haya prometido seguirle el ritmo a los compañeros a pie juntillas.
Hombros magullados, cuello irritado, dolor en las piernas, cansancio y la espalda solicitando auxilio.
6 de la mañana. La actividad no cesaba, pero para mí, ya era hora de saltar del barco, con la mugre hasta el alma, magullado y doliéndome hasta las pestañas, me despedí de esos héroes anónimos.
Para tener en cuenta
La fisoterapeuta Sandra Margarita Ariza considera que sin lugar a dudas un oficio como este trae desgaste a nivel articular e incluso podría generar padecimientos como hernia discal, deformación en la columna (escoliosis), desgaste articular de las rodillas o problemas en los meniscos, compresión a nivel lumbar que puede generar una ciática. Creando incapacidad y limitación. Recomienda una higiene postular, relajantes musculares, fajas especiales, terapia física, reposo y el apoyo de un terapeuta ocupacional.
Por Carlos Polo
Tomado de El Heraldo de Colombia
Foto : El popular Chita dentro de la mula acomodando los bultos
Lo primero que golpea son los olores nauseabundos, además de la sórdida panorámica de la calle recubierta de fango, agua estancada, basura y residuos orgánicos por doquier. Este es el ambiente laboral en el que día de por medio, los coteros del sector de Barranquillita exponen el cuero para ganarse un pan sufrido entre extenuantes jornadas, que muchas veces van de 6 de la tarde hasta el medio día siguiente.
6:30 de la tarde. La primera tropilla, compuesta por 7 guerreros del mercado, estaba apostada en la calle 43B con carrera 9, en pleno corazón de Barranquillita, bajo un cielo descapotado y limpio. Se conversaba sobre las hazañas del Junior y el alto costo de la vida, mientras aparecía la primera tractomula con la carga para arrancar en pleno con la jornada. Los coteros nos recibieron con calidez y en cuestión de minutos nos integramos a la conversación que comenzó a fluir sin mayores tropiezos.
“Vale, nosotros trabajamos de domingo pa' amanece' lunes, martes pa' miércoles y jueves pa' viernes, que son los días de plaza”, explica José del Carmen Padilla, un ex boxeador con 35 años de experiencia en el duro oficio de tirar bultos, mientras remataba con cierta sorna que, “esto se hace por necesidad, aunque sea duro, matón, uno se termina acostumbrando a esta vaina”.
Un cotero gana un promedio de 35 a 40 mil pesos por día de trabajo. Sus jornadas suelen ser de 6 de la tarde hasta las 6 de la mañana y en ocasiones de 4 de la tarde a 12 del medio día. Metiendo el hombro como mulas de carga, estos supervivientes de esta, nuestra escala social antropófaga, tiran bultos en sus hombros y caminotean, muchos descalzados, unas calles que despiden olor a podrido y contaminación. “¡Esta es la otra cara de la vida, mi hermanito!”, se escucha el grito al otro lado de la acera.
A las 7:30 de la noche arribó, algo tarde, la primera tractomula y el movimiento arrancó en pleno. Se abrieron las apuestas sobre quién puede cargar más bultos de un solo tirón y comienza mi propio viacrucis “¡15 de criollas!”, se escucha el grito.
Entre 5 comenzamos el descargo de los bultos de papa. El saco que se acomoda en el hombro, una arena malsana que cae en los ojos, el oído izquierdo y se esparce por la ropa, las burlas y los chistes a costillas del redactor atrevido que se metió en este universo, un submundo lleno de códigos y pequeños secretos que solo el curtido y experimentado cotero conoce para evitar la arena en las orejas y en los ojos, y ahí arrancamos a sacrificar el pellejo.
Diez bultos de papa después y ya la ropa era una ruina por la mugre, los hombros rojos y un ardor en el cuello indicaron que la corrida era más brava de lo que se pudo haber supuesto.
“¡Tíralo ahí! ¡Vamos a salir de esto es rapidito, mi hermanito!, me gritan.
El bulto de papa pesa 50 kilos, la caja de ajo 20, el de zanahoria 70, el de repollo 75 y el de auyama 80, por eso le llaman ‘el campeón’.
Entre el fragor del ajetreo se pudo sacar en blanco que estos compañeros de cuadrilla no poseen seguridad social, seguro, pensión o cesantías, a duras penas algunos están afiliados al Sisben, viven en barrios marginales, tienen varias bocas que mantener, muchos son analfabetas, otros no terminaron el bachillerato y comenzaron a trabajar duro desde niños por la necesidad imperiosa de subsistencia.
“Aquí uno no tiene protección, no tiene nada. Aquí se han jodido la columna como 7 y no pasa nada, a nosotros nos gustaría que se nos diera un mejor trato, mi vale”, aseguró Israel Sandoval, veterano de las mil guerras con más de 30 años de experiencia en el mercado.
Dementes y drogadictos de todo tipo se pasean por la calle rebuscando un poco de papa entre el barrizal, vacas desorientadas esquivando los camiones y las tractomulas, en medio de los apodos, la mamadera de gallo y las bromas pesadas con connotaciones sexuales explícitas.
12 de la noche. Los carretilleos en pleno auge transportan su carga de manera frenética. A estas alturas del partido, la cuenta de los bultos que habían pasado por los hombros ya estaba perdida y la fuerza y la energía del arranque menguada, cada que se aparecía un bulto de repollo, este servidor se lo pensaba dos veces, aunque haya prometido seguirle el ritmo a los compañeros a pie juntillas.
Hombros magullados, cuello irritado, dolor en las piernas, cansancio y la espalda solicitando auxilio.
6 de la mañana. La actividad no cesaba, pero para mí, ya era hora de saltar del barco, con la mugre hasta el alma, magullado y doliéndome hasta las pestañas, me despedí de esos héroes anónimos.
Para tener en cuenta
La fisoterapeuta Sandra Margarita Ariza considera que sin lugar a dudas un oficio como este trae desgaste a nivel articular e incluso podría generar padecimientos como hernia discal, deformación en la columna (escoliosis), desgaste articular de las rodillas o problemas en los meniscos, compresión a nivel lumbar que puede generar una ciática. Creando incapacidad y limitación. Recomienda una higiene postular, relajantes musculares, fajas especiales, terapia física, reposo y el apoyo de un terapeuta ocupacional.
Por Carlos Polo
Tomado de El Heraldo de Colombia
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