Columna publicada en el diario EL PAIS de Montevideo el 19.10.2011
Hernán Sorhuet Gelós
MOSTRAR MADUREZ
No exageramos si decimos que nunca antes la humanidad enfrentó desafíos tan
grandes. Es que se conjugan varios factores para potenciar la realidad hacia
incertidumbres mayores.
La población mundial está muy próxima a los 7 mil millones de personas,
y sigue creciendo a un ritmo sostenido.
La globalización, la revolución de las comunicaciones, los avances
tecnológicos han “achicado” el mundo al punto de relativizar la importancia
de las fronteras políticas, dentro de una dinámica que no parece tener
techo.
Mientras tanto, la realidad material sí impone límites establecidos por
la diversidad biológica. Hablamos de la estructura y el funcionamiento de
los ecosistemas, de los ciclos naturales, del comportamiento del clima. Son
factores determinantes de las condiciones en la cuales se desenvuelve
nuestras vidas.
Pero las atractivas posibilidades que nos ofrecen la vida moderna y el
deslumbrante brillo de la realidad virtual, parecen agudizar la miopía que
nos impide percibir esos límites.
Por eso resulta tan molesto considerar las exigencias de cambio en los
estilos de vida, hábitos de consumo, sistemas de producción, usos de las
energías y gestión de los recursos naturales que nos impone la propuesta tan
promocionada del Desarrollo Sustentable.
El mundo se achica a medida que la población aumenta. En ese sentido,
Uruguay disfruta de una situación privilegiada. Nos referimos a que dispone
de mucho territorio para sus habitantes, presenta un estado ambiental en
general bueno, tiene abundancia de recursos naturales y un enorme potencial
de producción alimentaria.
Sin embargo, se percibe claramente la tentadora tendencia a caer en los
viejos errores, pues no es nada fácil cambiar el statu quo, aunque ello
significa no seguir los dictados del sentido común.
Estamos en un momento clave, seguramente en un punto de inflexión.
Debemos decidir sí estamos a la altura de las circunstancias que nos impone
el destino. Señalarlo no significa ser agorero sino asumir la cuota de
responsabilidad que nos toca.
Más que nunca nuestro futuro -y el de nuestros descendientes- dependerá
a las decisiones que tomemos aquí y ahora. El margen de error se redujo
enormemente y el tiempo se agota.
Se necesitan soluciones globales de aplicación local. Por eso, aunque
últimamente las cumbres de las naciones están bastante devaluadas (por
inoperancia y falta de resultados) igualmente es en esos ámbitos dónde se
deben librar las grandes batallas para armar los cimientos de una sociedad
más justa, equitativa y sustentable.
En diciembre de este año se realizará en Durban (Sudáfrica) la COP-17
de Cambio Climático, en procura de lograr compromisos sin precedentes en la
materia. En junio de 2012 las naciones del mundo se reunirán en Rio de
Janeiro para celebrar la Cumbre sobre Desarrollo Sostenible RIO+20. Los
temas excluyentes serán la economía verde y la erradicación de la pobreza.
No debemos subestimar su importancia, ni dejar pasar las oportunidades que
llevan implícitas sus realizaciones.
Hernán Sorhuet Gelós
MOSTRAR MADUREZ
No exageramos si decimos que nunca antes la humanidad enfrentó desafíos tan
grandes. Es que se conjugan varios factores para potenciar la realidad hacia
incertidumbres mayores.
La población mundial está muy próxima a los 7 mil millones de personas,
y sigue creciendo a un ritmo sostenido.
La globalización, la revolución de las comunicaciones, los avances
tecnológicos han “achicado” el mundo al punto de relativizar la importancia
de las fronteras políticas, dentro de una dinámica que no parece tener
techo.
Mientras tanto, la realidad material sí impone límites establecidos por
la diversidad biológica. Hablamos de la estructura y el funcionamiento de
los ecosistemas, de los ciclos naturales, del comportamiento del clima. Son
factores determinantes de las condiciones en la cuales se desenvuelve
nuestras vidas.
Pero las atractivas posibilidades que nos ofrecen la vida moderna y el
deslumbrante brillo de la realidad virtual, parecen agudizar la miopía que
nos impide percibir esos límites.
Por eso resulta tan molesto considerar las exigencias de cambio en los
estilos de vida, hábitos de consumo, sistemas de producción, usos de las
energías y gestión de los recursos naturales que nos impone la propuesta tan
promocionada del Desarrollo Sustentable.
El mundo se achica a medida que la población aumenta. En ese sentido,
Uruguay disfruta de una situación privilegiada. Nos referimos a que dispone
de mucho territorio para sus habitantes, presenta un estado ambiental en
general bueno, tiene abundancia de recursos naturales y un enorme potencial
de producción alimentaria.
Sin embargo, se percibe claramente la tentadora tendencia a caer en los
viejos errores, pues no es nada fácil cambiar el statu quo, aunque ello
significa no seguir los dictados del sentido común.
Estamos en un momento clave, seguramente en un punto de inflexión.
Debemos decidir sí estamos a la altura de las circunstancias que nos impone
el destino. Señalarlo no significa ser agorero sino asumir la cuota de
responsabilidad que nos toca.
Más que nunca nuestro futuro -y el de nuestros descendientes- dependerá
a las decisiones que tomemos aquí y ahora. El margen de error se redujo
enormemente y el tiempo se agota.
Se necesitan soluciones globales de aplicación local. Por eso, aunque
últimamente las cumbres de las naciones están bastante devaluadas (por
inoperancia y falta de resultados) igualmente es en esos ámbitos dónde se
deben librar las grandes batallas para armar los cimientos de una sociedad
más justa, equitativa y sustentable.
En diciembre de este año se realizará en Durban (Sudáfrica) la COP-17
de Cambio Climático, en procura de lograr compromisos sin precedentes en la
materia. En junio de 2012 las naciones del mundo se reunirán en Rio de
Janeiro para celebrar la Cumbre sobre Desarrollo Sostenible RIO+20. Los
temas excluyentes serán la economía verde y la erradicación de la pobreza.
No debemos subestimar su importancia, ni dejar pasar las oportunidades que
llevan implícitas sus realizaciones.
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