El muro de los silencios
Arte degenerado. Exactamente ese fue el rótulo que los nazis endilgaron en 1938 a las obras de arte que, consideraban, atentaban contra la esencia aria. En la clasificación cayeron, entre otros, Marc Chagall, Paul Klee y Edvard Munch. Claro que la confrontación del nazismo con el arte y la cultura no nació allí: cinco años antes, en 1933, los esbirros de Hitler se dedicaron a quemar alegremente miles de libros en la Bebelplatz, con la misma justificación de falta de respeto a la moral aria. Idéntico camino elegirían los sucesivos gobiernos de facto que debimos padecer en esta castigada Argentina. En la madrugada del 3 de noviembre, un grupo de idiotas que seguramente ignoran todo sobre el espíritu ario, el nazismo, la historia y hasta las normas básicas de respeto al patrimonio se metieron, amparados por la oscuridad y la impunidad, al local que la Asamblea Ciudadana posee en la avenida Vera 1497, y en un audaz golpe comando robaron una parrilla, colocaron candados por doquier y cubrieron con una blanca mano de pintura el mural que decoraba una de las paredes de acceso al predio, ejerciendo una de las formas más abyectas de las críticas de arte: la destrucción del mismo. Estos idiotas- amparados por otros idiotas que operan desde una oscuridad mucho más profunda que la de la noche en la que se dedican a jugar a los asaltantes-, pese a sus limitaciones intelectuales y políticas, sin embargo tomaron buena nota de las maniobras de los totalitarismos de todos los signos que supieron asolar, en distintos períodos de tiempo, al mundo y a nuestro país; estos totalitarismos sabían que destruir la cultura es destruir la columna vertebral de una sociedad, que el espíritu de lucha se anula cuando se mata el espíritu a secas. El local de Asamblea Ciudadana se encuentra, tiempo ha, en medio de una disputa por la propiedad que involucra como contraparte a la Dirección Nacional de Construcciones Portuarias y Vías Navegables. Casualmente, el mural (realizado por un artista latinoamericano en un encuentro internacional este año), reflejaba la historia de los trabajadores de la institución, el profundo simbolismo del río como metáfora de la vida, el ser compenetrado con la naturaleza, su naturaleza, que contiene pero también desafía. Como hombre ligado a la cultura y miembro de una organización sindical que propugna por la defensa de los derechos del trabajador soy- a veces ingenuamente-, un convencido de los valores que hacen a la naturaleza humana. Es por ello que no me permito pensar que los perpetradores de un acto tan imbécil, criminal y atentatorio contra lo trascendente puedan ser referentes del organismo que se encuentra litigando con la Asamblea Ciudadana. Me niego a creer que personas capaces de acción tan baja como la destrucción de una obra que pertenecía a Corrientes puedan ejercer algún tipo de función pública, que puedan ser actores sociales con poder de decisión sobre otras personas. Sin embargo, las líneas de asociación son casi directas, y la duda está plantada. Es casi universalmente conocido que en Israel existe un muro en el que los judíos de todos los países, cuando tienen la oportunidad de hacerlo, lloran por la caída y destrucción del Templo; el muro es la única ruina que permanece en pie de aquel, y se conoce como el Muro de los Lamentos. Creo que, como sociedad, debemos reaccionar para que a partir de ahora nuestra ciudad no se convierta en una triste referencia: ser la poseedora del Muro de los Silencios. Nicolás Toledo Secretario de Comunicación ATE Corrientes |
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