La IX marcha espera diálogo
El Gobierno espera respuesta a una carta enviada para especificar qué y con quiénes se negociará en La Paz
Siete kilómetros de escudo humano no alcanzaron para llevar a la IX marcha indígena hasta la plaza Murillo. La columna en La Paz fue cobijada por el pueblo, pero chocó con un cerco policial al centro del poder del Estado Plurinacional que los repelió a punta de gas pimienta y los hizo avanzar hasta la plaza San Francisco, donde esperarán el tiempo que sea necesario para que el Gobierno acepte dialogar.
La columna comenzó a moverse con calma. Esperó que el sol calentara un poco sus cuerpos en Urujara antes de volver a la carretera. A las 8:30, Fernando Vargas, presidente de la subcentral TIPNIS, le dijo a la columna que otra marcha se dirigía a la plaza San Francisco, que venían con dinamitas y chicotes y que no había que responder a ninguna agresión. Los sacerdotes católicos y antropólogos Enrique Jordá y Xavier Albó fueron los encargados de levantarles el ánimo. Jordá fue párroco en San Ignacio de Moxos y dijo que aún se sentía bien moxeño, yuracaré y tsimane, mientras recibía muestras de cariño de los que fueron sus feligreses.
Albó llevó consigo dos ejemplares de Oraciones a Quemarropa, el libro de Luis Espinal, y leyó “El despertar del gigante dormido”, una reflexión del sacerdote, asesinado durante la dictadura de García Meza, sobre la masacre de indígenas durante el Gobierno de Bánzer.
“Más de 400 años de Gobiernos populares, democráticos, fascistas y capitalistas los califican de indios, brutos, salvajes y hasta enemigos de la democracia”, recordaba Albó.
A las 10:00 la columna comenzó a subir a la carretera y tardó 50 minutos en acomodarse. De Urujara salieron unos 2.000, entre indígenas, universitarios y ciudadanos que decidieron acompañar a la marcha. No era un buen dato. Para la octava marcha, en Urujara había una multitud de vehículos y gente que apoyaba a “los Tipnis” y ayer eran solo unos cientos. La columna comenzó a avanzar con el miedo a flor de piel. La guardia indígena rodeó la columna y una tamborita tocó una chobena para marcar un paso tranquilo, sin prisa.
Mientras avanzaban, la radio iba cantando noticias peores: la contramarcha ya se encuentra en la plaza San Francisco y no se le ve la cola. Se cree que son 3.000.
APOYO EN AUMENTO
Tuvieron que pasar tres kilómetros para que el apoyo de la población a la columna comience a notarse. Fue en Chuquiaguillo, un barrio de casas desnudas y frías que se animó a salir a la calle, a mirar por la ventana para aplaudir despacito a “los Tipnis”. El ritmo de la tambora cambió a carnaval.
Un kilómetro más abajo, en la calle tres de Chuquiaguillo, aparecieron niños con carteles gritando “El Tipnis no se toca” y regalándole bolsitas con refrescos a los pequeños marchistas. A partir de ahí, comenzó el escudo humano. Dos, tres, hasta diez filas de personas en cada acera aplaudían a rabiar al paso de la marcha. “Si Evo quiere coca, que siembre en Orinoca”, gritaba un grupo, mientras unos estudiantes de la UMSA, disfrazados de animales, sostenían un cartel de Morales cortando árboles del TIPNIS.
Para ese momento, la tensión había aumentado. Se escucharon testimonios desde la San Francisco de que la contramarcha había agredido a los indígenas que estaban en la vigilia y que a los campesinos y alteños se les había unido un grupo de mineros asalariados que manejaban dinamita.
El paso de la columna comenzó a aumentar. El choque era inminente. La contramarcha había decidido avanzar hacia la plaza Villarroel, por el mismo camino por donde la columna indígena debía bajar hacia San Francisco. La gente en las calles iba en aumento y se escucharon gritos de jóvenes que decían: “Ni soya, ni coca, el Tipnis no se toca”, mientras otro grupo cantaba: “Evo incapaz, fuera de La Paz, con el Tipnis no juegues más”.
Ahí hizo su aparición la Policía. Un coronel, un capitán y varios “clases” se dieron a la tarea de retrasar el paso de la marcha cuando ésta ingresó a Villa Fátima. El objetivo era darle tiempo a la contramarcha a que se instale en la Villarroel y convencer a “los Tipnis” de que cambien su ruta. Los dirigentes se dieron cuenta rápido y el enfado creció más cuando escucharon testimonios de funcionarios públicos a los que se les había exigido Bs 50 para financiar la estadía de la contramarcha. Minutos más tarde se supo que esa era la cuota de los que ganaban poco.
Un intento frustrado
Eran las 15:07 cuando la marcha dobló por la calle Ayacucho hacia Palacio Quemado, pero una cuadra antes fue detenida por una barricada policial. Fue en vano que les explicaran que tenían derecho, que la plaza era del pueblo, no sólo de los masistas, que no pretendían quedarse en la Murillo, sólo pasar.
Los policías les respondieron que ayer ya no les eran útiles, que si hubiesen llegado el martes, cuando estaban en motín, iban a poder entrar.
Eso desató la ira de los que acompañaban la marcha. “Baratos”. “Vendidos por cien pesos”. “Que vengan sus mujeres, queremos negociar”, les gritaron a los policías, que ni se movieron. La columna tardó 50 minutos en darse cuenta de que su espera iba a ser estéril y se movió por la Potosí para subir por la calle Colón hasta la esquina de la Comercio. Allí también había policías y no podían pasar. Para ese momento, la tamborita ya tocaba Lamento yuki, la chobena que homenajea al pueblo que casi fue exterminado por los cocaleros de Chapare.
En cada esquina de calle que conducía a la Murillo era la misma historia: policías y una cerca que hacía recordar a San Ignacio de Moxos, el pueblo que fue alambrado para que los indígenas no entren. La paciencia se acabó en la Ingavi esquina Yanacocha. Era la última esquina por la que podían entrar a la Murillo y Alejandro Almaraz, ex viceministro de Tierra, decidió saltarla. Lo siguió otro activista y pronto la guardia indígena comenzó a forcejear con los policías para quitar la barrera. Todo acabó con chorro de gas pimienta. Los indígenas se quedaron ahí y recordaron la absurda denuncia de que ellos venían a unirse a la Policía para derrocar al Gobierno. Ya habían decidido pernoctar en esa esquina, cuando Bertha Bejarano les recordó que en la San Francisco el pueblo paceño los estaba esperando.
La marcha siguió su paso y en pocas cuadras recobró la alegría por el cariño recibido. Entre aplausos, vítores y mate de coca caliente fueron llenando la plaza histórica de los indígenas. Los últimos en entrar fueron los macheteros del Cabildo Indigenal de Trinidad. Tres pasos adelante, uno para atrás y caravana ante el altar. La columna de la marcha había vuelto a ser un arcoíris plurinacional, el mismo que salió hace 63 días de Trinidad, el mismo que recorrió 600 kilómetros a pie, pero aún no ha sido escuchado por el Gobierno.
El diálogo sobre la consulta está lejos de instalarse en la Sede de Gobierno
Más de 600 kilómetros de caminata no le garantiza a la IX marcha indígena que su pliego de nueve puntos sea atendido pronto por el Gobierno. Ayer, la presidenta de la Cámara de Diputados, Rebeca Delgado, dijo que es muy difícil que se acepte la abrogación de la Ley 222, porque ésta se enmarca en la Constitución.
El fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional que dio como constitucional la Ley de Consulta del Tipnis ha dado al Gobierno y sus parlamentarios un arma de negociación que ya han comenzado a utilizar. Esto puede entrabar mucho el diálogo, ya que la abrogación de esta ley es el candado para resolver los otros ocho puntos de la agenda indígena. Es más, es el único punto de cumplimiento concreto que tienen, ya que para las otras ocho demandas lo más probable es que se firmen convenios, se formen comisiones de estudio y se fijen plazos difíciles de cumplir como sucedió con la octava marcha.
Para cumplir toda la agenda indígena, el Gobierno debe cambiar cuatro leyes fundamentales, modificar la estructura de los órganos Legislativo y Judicial, aprobar 13 nuevas leyes, varias de ellas sectoriales (hidrocarburos, minería) posponer proyectos considerados estratégicos hasta consultarlos con los indígenas, encarcelar a los culpables de la represión del 25 de septiembre en Chaparina y abrir las reservas internacionales para financiar proyectos de economía comunitaria. En una respuesta enviada a la columna hace un mes, el Ejecutivo mostró que no estaba dispuesto a conceder ninguna de estas demandas.
A eso se suman los aspectos de forma. La ministra de Producción, Teresa Morales, aseguró ayer que el Gobierno está dispuesto al diálogo, pero para ello deben negociar primero las comisiones y las modalidades.
A ello se suma el interés del Gobierno de incluir a los presidentes de regionales que se opusieron a la marcha y las centrales paralelas del TIPNIS. Es más, ayer 40 supuestos corregidores del TIPNIS que se han aliado al Gobierno llamaron a la columna a iniciar el diálogo. Sin embargo, las cifras no cuadran. En la marcha se encuentran 37 corregidores del Isiboro Sécure y son sólo 63 comunidades, pero como llevan más de dos meses fuera de su territorio, es probable que ya tengan a un corregidor paralelo en su lugar.
LA PALABRA DEL “VICE”
El vicepresidente Álvaro García Linera dijo que se envió una carta a la dirigencia de la marcha, que ingresó a la Sede de Gobierno, para que "aclaren" en base a qué puntos pueden iniciar el dialogo con el Gobierno.
"Hemos recibido un carta de los marchistas que invitan a un dialogo, inmediatamente el ministro (Juan Ramón Quintana envió una carta e) hizo una pregunta, si la reunión que proponen es para tratar el tema del TIPNIS, o, es para tratar el tema de toda la CIDOB, estamos esperando una respuesta, porque dependiendo del tema que quieran abordar se requiere ciertas condiciones de trabajo de los representantes (…), queremos saber qué temas y con quiénes vamos abordar", manifestó García Linera.
En ese marco, recordó que el Ejecutivo está dialogando con las 11 regionales de la CIDOB, por lo que si se instala un diálogo en el futuro será con todos los sectores. "Vamos a oír a todo el mundo", dijo el Vicepresidente.
Tomado de Correo Sur de Bolivia
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