A cuatro años de desatada la crisis del “virus ISA”, se agudizan los problemas en el puerto de Quellón con alza en los índices de pobreza, aumento de la cesantía y migración de sus habitantes.
Las fuentes de empleo productivo son mínimas en Quellón, sólo planes de mitigación gubernamental para unos 400 jefes de familia con media jornada de trabajo por una salario de $70 mil pesos mensuales.
Desde el archipiélago, la dirigente social Ana Vera asegura que “nunca como ahora se habían visto tantos ambulantes en las calles de Quellón”, mientras que el profesor Héctor Leiva agrega que “los cesantes de la ciudad han tratado también de insertarse en la actividad de la pesca artesanal, que también está en crisis”.
Gustavo Cortés, uno de los huelguistas, y quien preside la Federación de Trabajadores de la Industria del Salmón señala que “de las siete plantas de proceso de salmones que operaban en Quellón, quedan solo tres. La empresa Los Fiordos del holding Agrosuper y dos plantas pequeñas relativamente nuevas que prestan “servicios de maquila”, las cuales funcionan con cerca de 50 trabajadores, en precarias condiciones laborales”. La falta de trabajo también debilita aún más la organización de los trabajadores, ya que las industrias que siguen funcionando sacan provecho y quien tiene un empleo aunque sea con salarios miserables no quiere perderlo por ningún motivo.
Ricardo Casas, Presidente de la Federación de Trabajadores de la Industria Pesquera en Puerto Montt, opina que “las conquistas logradas en materia salarial, seguridad, y demás beneficios, se perdieron. Ya no existen trabajadores con contratos indefinidos, y por lo demás se utiliza la figura del contratista, siendo la rotación más frecuente aún”.
Por Isabel Díaz Medina
La acelerada expansión y posterior colapso del monocultivo industrial de salmónidos -salmones- ha provocado un profundo impacto ambiental, productivo, cultural y social sobre las comunidades costeras del sur de Chile.
En junio de 2007 se generó un virulento brote del virus de la Anemia Infecciosa del Salmón (conocido como Virus ISA), lo cual provocó la mayor crisis económica y social en la historia de la Región de Los Lagos y del archipiélago de Chiloé, que dejó 20 mil trabajadores cesantes.
Quellón es la comuna más golpeada. Este pequeño puerto que creció exponencialmente durante el tiempo de apogeo de esta actividad productiva, actualmente lidera la mayor alza del índice de pobreza con un 25,5%, lo que ha generado que parte de sus habitantes inicien un éxodo masivo hacia sus lugares de origen u otras zonas productivas del cultivo intensivo de salmones, como Aysén y Porvenir.
Como el hilo se corta por lo más delgado, a cuatro años de desatado el primer brote de este patógeno introducido desde Noruega, los trabajadores se han convertido en desocupados permanentes.
Los pescadores artesanales, los productores de mitílidos, las comunidades indígenas y operadores de turismo local también han sido afectados por el mal manejo sanitario y ambiental de esta industria. Hoy, las costas de la Región de Los Lagos se encuentran contaminadas e irreversiblemente infectadas por 18 enfermedades virales, bacterianas y parasitarias, incluido el virus ISA.
OLLA COMÚN Y HUELGA DE HAMBRELas fuentes de empleo productivo son mínimas en Quellón, sólo planes de mitigación gubernamental para unos 400 jefes de familia con media jornada de trabajo por una salario de $70 mil pesos mensuales.
Desde el archipiélago, la dirigente social Ana Vera asegura que “nunca como ahora se habían visto tantos ambulantes en las calles de Quellón”, mientras que el profesor Héctor Leiva agrega que “los cesantes de la ciudad han tratado también de insertarse en la actividad de la pesca artesanal, que también está en crisis”.
Ante la decisión del Gobierno de Piñera de hacer desaparecer paulatinamente los llamados “empleos de emergencia”, los trabajadores toman la decisión de instalar una olla común frente el municipio local, y luego inician una huelga de hambre. El resultado fue la promesa de 80 nuevos cupos de estos precarios empleos temporales para los cesantes movilizados.
Ricardo Casas, Presidente de la Federación de Trabajadores de la Industria Pesquera en Puerto Montt, opina que “las conquistas logradas en materia salarial, seguridad, y demás beneficios, se perdieron. Ya no existen trabajadores con contratos indefinidos, y por lo demás se utiliza la figura del contratista, siendo la rotación más frecuente aún”.
LE DAN VUELTA LA ESPALDA A LOS CESANTES
La industria del salmón ha operado bajo la lógica cortoplacista de “tipo extractivista minero”. El médico veterinario Juan Carlos Cárdenas, director de Ecocéanos, afirma que “Chile es el único país tercermundista donde se desarrolla el monocultivo industrial intensivo de salmónidos, siendo exportado el 98% de su producción. Esta industria transnacional constituye un gigante desde el punto de vista productivo-exportador en Chile, con volúmenes que llegaron a las 600 mil toneladas anuales y valores que superaron los 2,4 billones de dólares anuales, mientras es un enano en sus estándares y prácticas laborales, ambientales, sociales y sanitarias”.
“Es en nuestro país donde esta industria global tiene sus peores indicadores salariales, de extensión de jornadas, accidentabilidad y mortalidad laboral, violación a los derechos de los trabajadores y de género y empleo de químicos y antibióticos, entre otros”, denuncia.El historiador Renato Cárdenas asegura que en Chiloé “las jaulas flotan como cementerios fantasmas. Las recorrí hace poco en los canales de una comuna, desde Tenaún a Dalcahue. Dicen que las cambiarán de lugares para los nuevos cultivos que todavía no los vemos llegar masivamente”.
El docente chilote Héctor Leiva asegura que “las familias que viven en el sector rural de Quellón, particularmente en el borde costero en donde estaban instaladas las balsas jaula, han retomado algo de sus antiguas actividades económicas de auto consumo, sin embargo todo ello a un nivel muy básico que en ningún caso genera excedentes para comercializar”.
Y es que con la llegada de la industria del cultivo de salmón a Chiloé, en los años ’80, un porcentaje importante de población que antes era agricultora, pescadora o ambas cosas al mismo tiempo, artesana, dejó de ser lo que era y se convirtió en obreros asalariados que ahora se encuentran a la deriva.Por Isabel Díaz Medina
Periodista, del equipo de Ecocéanos.
Fotografía: Cristian Sotomayor Demuth
tomado de Boletin GAL
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