jueves, 7 de julio de 2011

VERDAD Y DUDAS SOBRE MINERIA A CIELO ABIERTO

CERTEZAS E INCERTIDUMBRES EN LA MINERÍA A CIELO ABIERTO
Publicado el 09/02/2011 Por Juan Eduardo Barrera
“La ironía del riesgo es que la racionalidad, es decir, la experiencia del pasado, provoca la anticipación del riesgo equivocado: el conocido. El que creemos que podemos calcular y controlar, mientras que el desastre surge de lo que no conocemos y no podemos calcular”. Daniel Innerarity.
La minería a Cielo Abierto en gran escala y en alta montaña entraña un riesgo potencial para el medioambiente y la salud de las poblaciones ubicadas aguas abajo de una magnitud indefinida pero en ningún caso desechable. Un principio elemental de precaución dice que…“cuando elementos suficientemente matizados sugieren que una actividad es fundamentadamente sospechosa de poder causar un desastre (daños irreversibles, sea al medio ambiente o a la salud) deben tomarse medidas, independientemente de que la prueba científica o el lazo causal no haya sido formalmente establecido con certidumbre “. No podemos asumir, por tanto, que porque aún no haya pasado algo grave esto no vaya a ocurrir en el futuro, ni tampoco podemos esperar a que algo pase para luego actuar.
Asumida entonces la necesidad de hacer algo, el problema que se nos presenta es qué hacer exactamente teniendo en cuenta que el riesgo potencial a que nos enfrentamos se caracteriza precisamente por su gran incertidumbre. El problema, precisamente, es que no sabemos que es lo que no sabemos. Por tanto, todos los escenarios posibles merecen ser considerados.
Si bien siempre será mejor prevenir que curar, al principio de precaución hay que matizarlo con el de proporcionalidad. Es decir, las medidas que se tomen deben ser proporcionadas al riesgo analizado. Y, por otra parte, tampoco es realista la búsqueda de la certidumbre total para actuar ya que iría contra del propio principio de precaución, pues supondría la no acción.
Por otra parte, estos riesgos ambientales son muy difíciles de evaluar dada su: 1) Imprevisibilidad (el desastre surge de lo que no conocemos), 2) Incalculabilidad (son riesgos no asegurables), 3) No Compensabilidad (irreversibilidad de los daños), 4) Atemporabilidad (daños con larguísimos periodos de latencia); 5) Deslocalización (su origen puede estar un sitio y su impacto en otro) y 6) Anonimidad/Ininputabilidad (compleja asignación de responsabilidades, concluyéndose usualmente en el consabido “fallo humano”)
En este entorno de gran incertidumbre, la experiencia histórica muestra una única certeza. En la mayoría de los desastres ecológicos recientes, ha sido el Estado o la Sociedad en su conjunto quien ha tenido que asumir el mayor coste resultante una vez producido el siniestro. La Sociedad por tanto se enfrenta a riesgos potencialmente muy importantes, con casi una única certeza, si algo malo ocurre será la única que quede en pie para pagar la factura. Desde el punto de vista de la Política Minera, este complejo escenario demanda: 1) la no ignorancia del principio de precaución; 2) una abierta y sincera actitud de aprendizaje para ir despejando incertidumbres; 3) un nivel de preparación adecuado al reto tecnológico que se plantea tanto en términos institucionales como de recursos materiales y humanos y 4) una transparencia total en la gestión que inspire suficiente confianza en la Sociedad. Ninguno de estos atributos está presente en la actual Política Minera Nacional.
I. Análisis de un (reciente) Caso Real
4 de Octubre de 2010: la mayor catástrofe ecológica de la historia de Hungría.

“La rotura de una balsa de acumulación de lodos (dique de colas), propiedad de la empresa fabricante de aluminio MAL Zrt, provocó el lunes 4 de Octubre en Kolontar, Hungría, el derrame de un millón de metros cúbicos de lodos con metales pesados altamente tóxicos.
Cuatro personas, entre ellas un niño, fallecieron en el accidente y otras seis se encuentran desaparecidas. Más de 120 personas fueron hospitalizadas y unas 400 viviendas fueron afectadas por la ola de barro rojo. Todo el pueblo de Kolontar fue evacuado”. BBC. 6/10/2010. Imprevisivilidad.
Nadie pudo prever lo que iba a pasar. «La empresa había pasado todos los controles ambientales, solo 2 semanas antes de la catástrofe», dijo el primer ministro húngaro, Viktor Orban.
«Por su parte, la empresa propietaria dijo en un comunicado que no había habido signos de un desastre inminente y había precisado que la última inspección se había realizado el lunes sin que se detectara nada anómalo».
“Si la empresa me hubiese pedido que me hiciera una casa para vivir al pie de la presa, yo lo hubiese hecho”, dijo el Jefe de Seguridad, con 20 años en la Empresa.
Incalculabilidad
Los daños humanos y materiales son de tal magnitud que se tardará años para poder determinarlos a través de interminables procesos judiciales. La empresa no contaba con un seguro que cubriese este tipo de eventualidad (en general no existen seguros para catástrofes medioambientales) y ha ofrecido al Gobierno una compensación de 200.000 Euros. Pero ha pedido al mismo tiempo y al mismo Gobierno por una parte, auxilio financiero, ya que el accidente ha afectado sensiblemente a su flujo de caja y por otra, autorización para continuar con las operaciones ya que no puede mantener parada una fábrica con más de 1.000 trabajadores.
No Compensabilidad
Los daños humanos (4 muertos) y a la biodiversidad (perdida de flora y fauna) de la zona afectada son obviamente irreversibles (irreversibilidad de los daños). La contaminación de la tierra y el daño a las infraestructuras sin ser completamente irreversible, en la práctica si lo es en gran medida.
Atemporabilidad
La contaminación de los suelos por metales pesados en la zona afectada se extenderá por larguísimos periodos de latencia. Algunos expertos han comentado que se necesitaran no menos de 100 años para que los suelos afectados puedan volver a considerarse libres de metales pesados.
Deslocalización
«El ministro del Interior, Sandor Pinter, aseguro que había opciones reales de evitar que el vertido llegue al Danubio, a poco más de 100 kilómetros del lugar del accidente». Tres días después los vertidos ya habían llegado al Danubio, emblema de la Europa verde.
Anonimidad/Ininputabilidad
“Luego de 3 semanas de investigación, las autoridades Húngaras han concluido que, aparentemente, se habría tratado de un fallo humano”. Que significa exactamente un fallo humano? Algo que alguien hizo sin querer, sin saber, sin intención alguna de dañar? La propia calificación de “fallo humano” de alguna manera certifica, en los hechos, la inimputabilidad de los hechos, ya que consagra el atenuante de la no intencionalidad y por otra parte, la relativa insolvencia del causante respecto a la magnitud del daño causado.
Un accidente similar ocurrió en España el 25 de abril de 1998. Una balsa de residuos de metales pesados muy contaminantes de 8 hm³, de la mina de Aznalcóllar (Andalucia), se rompió por dos de sus lados contaminando la cuenca del Guadalquivir. Pasaron varios años, sin que se supiera de quién era la responsabilidad (…Wikipedia).
«En España hay tres normativas que regulan este ámbito de minería extractiva, pero ninguna compañía aseguradora cubre este tipo de desastres, por lo que el mayor peso recae siempre en las arcas públicas», dijo la Ministra de Medioambiente de España.
¿De verdad sabemos lo que puede pasar aquí?


Y, tan o más importante, ¿nos estamos preparando adecuadamente para ello?
No hay nada en la actualidad que nos lleve a pensar que sí.
II. Nuestra mayor dificultad para evaluar hoy radica en la complicación que supone que el laboratorio sea todo el planeta.

Nuestras mayores inquietudes globales relacionadas con la naturaleza están generadas actualmente por las emisiones de gases de efecto invernadero, el cambio climático y/o la manipulación genética. Los daños al medio ambiente, la globalización de una cultura por medio de la técnica, los límites éticos a la tecnificación del cuerpo humano son problemas que no sólo se le plantean a la ciencia sino a muchos otros ámbitos de acción en la sociedad que van desde la economía a la política pasando por la ética y la filosofía, y que tienen al mundo por laboratorio.
Estamos experimentando con nosotros mismos, en escala 1 a 1 y en tiempo real.
Veamos a modo de ejemplo, el problema del cambio climático. Es algo que está ocurriendo hoy, en tiempo real y en escala uno a uno. La situación cambia instante a instante. Podemos imaginarnos un cierto límite o frontera medioambiental como una especie de membrana elástica invisible que recubre y protege el globo terráqueo. Prácticamente cada acción del hombre impacta a la membrana y esta cede elásticamente. Y así día tras día. Pero nadie sabe a ciencia cierta cuanto más resistirá esta membrana? Cuanto más dará de si? Qué pasa si se rompe? Podrá volver a su condición anterior una vez removidas las causas que llevaron a su ruptura?. Nadie lo sabe.
La última década ha sido la más caliente que se registra. Aunque hay pequeñas fluctuaciones anuales la tendencia subyacente es muy clara.





Para estos experimentos que hacemos con nosotros mismos no hay protocolos. Lo más interesante se encuentra ahora en el ensamblaje de la política con las ciencias y la tecnología.
Hasta ahora hemos vivido con una distinción neta entre la ciencia y la política. Lo inédito de nuestra situación actual consiste en que se han mezclado ahora los criterios de precisión y exactitud que rigen el trabajo de la ciencia con el espacio de la política en el que se trata de gestionar la incertidumbre, generar confianza y elegir entre caminos alternativos mutuamente excluyentes. La Sociedad no avanza a ciegas, pero si a tientas, y por tanto demanda ser conducida por los más confiables, los más serios, los más honestos intelectualmente, los más transparentes, los mejor preparados técnicamente.
En este entorno, la ciencia ya no proporciona un saber fiable, mayores certezas y una mayor seguridad.
Las políticas de la naturaleza en general, y en particular de sectores claves como la minería, tienen que gestionar con prudencia y transparencia el riesgo medioambiental, con definiciones claras de los conceptos de sustentabilidad y con la obligación de mediar entre un medio ambientalismo trascendental y un desarrollismo a ultranza, en un contexto de escasa certidumbre.
Las cuestiones de la naturaleza han pasado a ser un asunto central de la política, una de cuyas preocupaciones fundamentales consiste ahora en definir precisamente lo que ya viene denominándose política de la naturaleza o biopolítica. La naturaleza ya no es algo unitario e indiscutible, sobre la que se aplica una ciencia unificada y una tecnología no controvertida. La discusión está abierta.
Estamos inmersos en unos experimentos colectivos poco manejables. La ciencia es un principio que requiere una nueva legitimación.
El científico tradicional trabajaba con modelos y simulaciones que podían ser repetidos, probados y asegurados. El experimento clásico basaba su éxito en la posibilidad de normativizar la naturaleza, es decir, en reducirla y simplificarla en unas dimensiones que eran controlables en el laboratorio.
La ciencia era hasta el momento de su aplicación un asunto privado. La responsabilidad del científico era delimitable mientras funcionaba la distinción entre investigación y aplicación, entre lo que Graham ha denominado «contextos de justificación del saber y contextos de relevancia», actualmente interrelacionados en una medida tal que obliga a replantearse el esquema tradicional.
La separación entre investigación básica y aplicación técnica ya no es válida (Schmoch, 1996).
El experimento y la aplicación práctica tienden a identificarse, de modo tal que se vuelve obligatorio anticipar las condiciones de aplicación.
La ciencia está bajo una mayor presión de justificación debido a que la determinación de los riesgos sólo puede ser probada en la práctica. El experimento y la aplicación práctica tienden a identificarse.
La política se sitúa entonces, entre una ciencia que está alcanzando sus límites competenciales y una Sociedad que demanda seguridad, como una instancia de mediación clave en el laberinto de las controversias técnicas, los intereses económicos y la necesidad de hacer un aprovechamiento racional de un recurso natural escaso y agotable.
A diferencia de lo que ocurre en una sociedad cerrada y autoritaria que entiende la reflexión crítica como una deslealtad política, en una sociedad democrática todas las decisiones tiene que ser legitimadas por la discusión abierta y validadas socialmente desde el conocimiento pleno de las opciones reales. Los peligros son ciertos y la seguridad total no existe, pero los riesgos pueden y deben ser gestionados con profesionalidad y transparencia. A la Sociedad civil solo le cabe definir que nivel de riesgo considera como aceptable.
III. La política tiene que internalizar el medio ambiente. Si existe algo así como el deber de salvar la naturaleza, esto es una tarea propiamente política.
La ecología no tiene un acceso inmediato, indiscutible y privilegiado a la naturaleza. Qué naturaleza merece ser conservada o cuánta naturaleza es compatible con el bienestar y el progreso social resultan ahora asuntos sobre los que se debe discutir y negociar atendiendo a otras múltiples consideraciones políticas, económicas y sociales.
El libro de la naturaleza que Galileo creyó estaba escrito en caracteres matemáticos es, en realidad, un cuaderno de protocolo que ha de escribirse en una mezcla de lenguajes jurídicos, morales, políticos y matemáticos.
“Los objetivos de protección del medio ambiente son proyectos políticos de la configuración de las relaciones entre la naturaleza y la sociedad”, Daele y Neidhardt. Pueden definirse de distinta manera y dependen de la evolución social y los valores culturales de cada sociedad en cada momento de su historia. Las ciencias naturales nunca han tenido ni pueden aspirar a tener el monopolio de la definición de límites absolutos. Estos límites tienen que ser necesariamente negociados con otras instancias políticas de la sociedad que tiene que velar por el bienestar de todos los ciudadanos y respetar sus aspiraciones de progreso. Si discutimos es porque ambas instancias representan magnitudes variables, indeterminadas y negociables.
La política tiene que internalizar el medio ambiente. No hay mina que no contamine, pero si hay desarrollo minero sostenible.
Por su parte, la ecología no debería pretender poner a la naturaleza por encima de la política sino velar para que se respeten sus límites y se asegure que cualquier desarrollo posible se plantee desde el inicio como un desarrollo sustentable.
Vivimos en un mundo en el que opiniones, juicios y valoraciones técnicas, así como informaciones y divulgaciones periodísticas, determinaciones de hechos, prescripciones políticas y jurídicas forman un concierto más o menos caótico de versiones. Ninguna de estas versiones, sin embargo, tiene garantizada una evidencia que pueda considerarse indiscutible, de tal modo que haga ilegítima la crítica y la sospecha o anule por principio la legitimidad de otras versiones igualmente creíbles o no.
En una sociedad abierta fluyen con pleno derecho opiniones poco fiables, autoridades contestadas, datos discutibles, miedos y esperanzas difícilmente objetivables. La sociedad está formada por versiones que pugnan entre sí por movilizar, llamar la atención, inquietar, tranquilizar. Todo esto es legítimo. Nada de esto nos debe inquietar. Todo esto nos llama a actuar políticamente.
La política es el contenedor natural para todas estas discusiones y el instrumento mediador natural con la sociedad. Vivimos en un mundo que nos exige ser algo así como «especialistas en contextos»…, capaces de poner en relación distintas disciplinas, comparar lógicas, atender a causalidades inesperadas, ponderar riesgos y oportunidades. El desarrollo minero sustentable es posible en nuestro País con una nueva Política Minera basada en el conocimiento y la transparencia. Pero aun así, deberá ser legitimada con la crítica permanente de una sociedad abierta. Una Política Minera sustentable no puede ser solo objeto de atención para unos técnicos especialistas sino que tiene que ser de interés para la sociedad en su conjunto, porque es esta y solo esta la que podrá validar las políticas que se implementen y definir en cada momento cuales son los riesgos que considera aceptables o no.
Tomado de Escenarios Alternativos

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