La participación de los pequeños productores en la
exportación agrícola es limitada y los beneficios a su participación en los
mercados internacionales de alto valor se ha concentrado en unos pocos
La inversión pública en la agricultura no pasa del 5% Una persona cosecha cebolla en la localidad
de Gasto público En una reciente
publicación del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (Cipca),
Arandia hacer notar que haciendo un análisis del patrón del gasto público en la
región, en las últimas décadas, el apoyo al agro ha supuesto un crecimiento
económico del sector de 3 por ciento anual entre los años 1995 y 2010. Pero el
beneficio no ha llegado por igual a todos los actores del sector ya que algunos
efectos de ese crecimiento han contribuido a la inseguridad alimentaria, la
pobreza rural y el uso no sostenible de los recursos naturales. Uno de los
actores menos beneficiados, a pesar de su importancia, es el de la agricultura
familiar. Según Conchi Quintana, del Foro Rural Mundial, “la agricultura
familiar alimenta al mundo” ya que produce el 70 por ciento de los alimentos
consumidos a nivel global. En el caso de Bolivia, los datos del Ministerio de
Desarrollo Rural y Tierras señalan que hay unas 775 mil unidades productivas de
las que 94 por ciento corresponden a la agricultura familiar, que proveen al
mercado interno de alimentos sanos y diversos. Arandia destaca que, a pesar de
ser la forma de producción predominante en Sudamérica, la agricultura familiar
ha sido prácticamente olvidada por las políticas agrarias nacionales, así como
desfavorecida por el gasto público agropecuario, persistiendo la pobreza
enquistada especialmente en la población campesina e indígena. Advierten la falta de políticas más
efectivas Como reflejo del desinterés del sector público, el Índice de
Transparencia Presupuestaria para la Agricultura Familiar y Campesina señala
que Bolivia tiene 34 puntos sobre 100 en cuanto al manejo de una política
efectiva en favor de la agricultura familiar. Para justificar la necesidad de
mejor y mayor inversión en la agricultura familiar campesina, Arandia señala
que la mayoría de los países de Latinoamérica han dejado de ser economías
basadas en la agricultura; pero a pesar de eso sigue siendo un sector estratégico
en la generación de empleo, la balanza comercial, la generación de alimentos y
el equilibrio territorial. Las políticas públicas en la región deben garantizar
que la agricultura familiar y campesina participe y se beneficie de las
iniciativas del gasto público de la misma manera que lo hacen otros productores. Sobre todo en Sudamérica, la
inversión pública ha priorizado rubros relacionados con la agroexportación,
fomentando la producción ganadera, de oleaginosas (sobre todo soya), frutas y
hortalizas. Tomado d e los tiempos de Bolivia
Capinota. - Ana Flores Entre el 1 y el 5 por ciento del gasto total nacional
se destina a la agricultura. Como proporción del Producto Interno Bruto (PIB)
nacional, esa cifra representa apenas entre el 0,1 y el 1 por ciento. Sin
embargo, la participación de la agricultura en el PIB supera el 10 por ciento
para varios países de la región, entre ellos Bolivia, El Salvador, Nicaragua y
Paraguay. El promedio es de 5 por ciento para América Latina y el Caribe, según
datos de la Agencia de Cooperación Oxfam. El economista Marcelo Arandia,
responsable del programa Medios de Vida de Oxfam, señala que estas cifras
revelan que la agricultura recibe menos recursos de los que aporta a la
economía, razón por la que apoyar a este sector de forma proporcional a su
contribución económica es el desafío.
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