Cambio climático: una trayectoria rígida y peligrosa
Alejandro Nadal · · · · · Hace dos semanas se filtró a la prensa un borrador
del último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).
Se trata de un documento preliminar, pero el mensaje es claro: el riesgo de
provocar daños severos e irreversibles sobre el clima es real y urge reducir de
manera drástica las emisiones de gases invernadero. Este llamado de atención de
los científicos contrasta de manera brutal con el desinterés de los gobiernos y
grandes corporaciones que dominan la economía mundial. La versión final del
documento filtrado deberá discutirse en una conferencia en la sede de Naciones
Unidas en Nueva York el 23 de este mes. Convocada por Ban Ki-moon, esa reunión
deberá reunir a líderes de gobierno y del sector privado para discutir acciones
concretas orientadas a disminuir las emisiones en el corto plazo. Pero parece
que muy pocos jefes de Estado y gobierno asistirán. Eso no debe sorprender. El
mundo carece hoy de un marco regulatorio sobre cambio climático y el proceso de
negociaciones para alcanzar compromisos políticos vinculantes es un caos. La
cumbre de Nueva York es esencialmente una reunión para conversar. La COP20 de
Lima en diciembre sólo permitirá avanzar en un borrador para un nuevo tratado
sobre cambio climático. Habrá que esperar hasta la COP21 (París, 2015) para ver
qué clase de engendro emerge de este larguísimo proceso de componendas y
transacciones. Los resultados del quinto informe de evaluación del IPCC indican
que el calentamiento en el sistema climático es un fenómeno indiscutible y
algunos de los cambios observados en las últimas seis décadas no tienen
precedente desde hace miles de años. El calentamiento se observa en la
atmósfera y los océanos; el volumen de hielo y la cantidad de nieve se han
reducido y el nivel del océano se ha incrementado. Los estudios del IPCC
muestran que las observaciones anteriores están correlacionadas con el aumento
de las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera. El
principal GEI es el bióxido de carbono (CO2) y proviene principalmente del uso
de combustibles fósiles y procesos industriales, y en menor grado de la
deforestación y cambios de uso de suelo. El inventario de GEI incluye otros gases
más potentes en su capacidad de retener radiación infrarroja (como el metano) y
aunque es necesario reducir esas emisiones, la principal contribución al cambio
climático es la del CO2. El informe señala que las emisiones no están
reduciéndose. Es más, hay indicaciones de que están aumentando más rápidamente.
Como dicen algunos analistas, no sólo estamos caminando en la dirección
equivocada, sino que lo estamos haciendo de manera acelerada. Quizás la conclusión más llamativa del informe tiene que ver
con las reservas de hidrocarburos y su destino final. Alrededor del 80 por
ciento de los combustibles fósiles que se sabe existen bajo diversas formas en
el subsuelo tendrían que quedarse donde están para evitar rebasar el umbral de
un calentamiento de 2 grados centígrados (con respecto a la temperatura
promedio anterior a la revolución industrial). Es decir, cuatro quintas partes
de las reservas de combustibles fósiles tendrían que quedarse bajo suelo. La
economía mundial adoptó hace muchas décadas un perfil energético que depende
totalmente de los combustibles fósiles. Cambiar la infraestructura asociada a
ese perfil es un proceso costoso y lento. No sólo se necesita desarrollar
fuentes alternativas de energía. También se requieren cambios en la forma de transportar
y de consumir esa energía. Pero los grandes consorcios del sector energético se
han comprometido con ese perfil tecnológico y no están preparadas para
cambiarlo antes de haber amortizado sus inversiones. Los cambios tendrían que
introducirse también en una larga lista de bienes de consumo duradero. Pero hay
algo más. Las grandes corporaciones del sector energético mundial siguen
gastando miles de millones de dólares en exploración y extracción de
combustibles fósiles. Y si por arte de magia se adoptara la decisión de dejar
el 80 por ciento de las reservas en el subsuelo, esas compañías tendrían que
aceptar la anulación de billones de dólares de sus activos que son el valor de
esas reservas. Las ramificaciones de un cambio radical en la estructura financiera
de estas empresas son muy amplias y conllevan una profunda transformación del
sistema financiero. La resistencia al cambio proviene no sólo de una rigidez en
la infraestructura de bienes de producción y consumo, también proviene del
sector financiero. Y si alguien piensa que la cancelación de activos es una
simple operación contable, hay que recordarle que el dominio del capital
financiero es el rasgo principal de la etapa actual del capitalismo mundial. La
economía mundial permanece encerrada irremediablemente en una trayectoria de
crisis y será difícil cambiar de rumbo. Sólo una movilización ciudadana masiva
a escala planetaria podría forzar el cambio para transitar por un sendero menos
peligroso. Alejandro Nadal es miembro del Consejo Editorial - TOMADO DE ENVIO DE ROQUE POR RED FOROBA
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