Comunidades luchan por sobrevivir pese a contaminación en
el lago Titicaca
Lorena Amurrio Montes
El sector del lago menor del Titicaca no es el que era hace
varios años. El poblado de Bahía Cohana, en el municipio de Puerto Pérez, es
víctima de todas las aguas residuales que descienden desde El Alto y contaminan
el cuerpo de agua más alto del mundo. Las comunidades cercanas luchan por
sobrevivir con turismo comunitario y proyectos pequeños de mitigación.
La zona de Cohana se ha convertido en una pampa, pero debajo
de lo que aparenta ser tierra hay lodo inestable. El lago tiene tres
principales fuentes de contaminación: por las aguas residuales de El Alto,
desechos industriales y el exceso de heces de vacas.
Es imposible caminar por las orillas durante mucho tiempo,
pues el olor es fétido y genera malestar en el estómago y la cabeza. En el paso
hay grandes cantidades de animales muertos, principalmente
patos.
Mucha gente de la zona hizo pozos para consumir agua, pero
el grave riesgo al que se exponían generó que el Ministerio de Medio Ambiente y
Agua fomentara la construcción de cosechadores de lluvias. La siguiente fase es
hacer plantas de tratamiento de aguas residuales, pues los pobladores también
desechan sus aguas domiciliarias al lago.
La situación provocó que el turismo descendiera en gran
medida. La gente empezó a irse a El Alto, Oruro, La Paz o Perú. Los que quedan
son adultos que sobreviven como pueden, comiendo los pocos peces que quedan
luego de la sobreexplotación de pesca para turismo y para abastecer al mercado
próximo, explicó la encargada de la unidad de
recuperación del lago y la cuenca
Takari, Elva Vargas.
Óscar Limachi encontró en la navegación y la artesanía su
forma de vida para evitar ser parte del 70 por ciento de personas que dejan las
comunidades. Es padre de siete hijos, pero todos viven en La Paz y El Alto,
pues buscan mejores oportunidades.
Él se quedó en Quehuaya, un poblado al borde del lago menor.
Cada día espera que algún turista visite la zona. Sin embargo, cada vez son
menos, pues la mayoría de las agencias promocionan Copacabana y no así otros
lugares.
Limachi cobra entre 20 y 30 bolivianos la ida y vuelta en
lancha hasta la isla Suriqui donde lleva a los turistas a conocer a Luis Quispe
quien pasó de hacer balsas de totora a hacer lanchas de madera. Se cobra mucho
más y son más seguras para viajar por el lago.
Otros pobladores de Suriqui, como Rubén Bautista, se dedican
a las artesanías en totora. Genera impresión ingresar a su taller y observar
llamas de tamaño real, balsas y otro tipo de seres de la mitología andina que
esperan ser adquiridos.
Bautista vive de llevar sus productos a ferias, pero espera
poder volver a abrir el museo de artesanía que antes existía.
En el retorno a Quehuaya se puede ver que en el camino hay
islas de totoras. El objetivo es la fitoremediación, es decir, la purificación
natural del agua a través de estas plantas. Aún es un proyecto piloto, el
problema es más grande.
El científico Xavier Lázaro explicó que una de las
principales soluciones pasa por cerrar el acceso de las aguas contaminadas.
Esto significa, ampliar la planta de aguas residuales de El Alto para evitar
que se conduzcan al lago Titicaca.
El lago Titicaca es considerado Patrimonio de la Humanidad
por la Unesco, pero se hace poco por preservarlo. TOMADO DE LOS TIEMPOS DE BOLIVIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario