Segun Jaime Acuña Martínez , que escribe en el diario El Potosi, la erosion se esta volviendo un problema grave.
A la agricultura boliviana no le faltan los problemas. Muchos de estos son problemas desconocidos para el común de las personas y también al parecer para quienes están encargados de enfrentar los procesos productivos agrícolas.
Existen varios informes que afirman que aproximadamente el 41% del territorio nacional se encuentra en franco proceso de degradación a raíz de la erosión y desertificación de los suelos, una noticia que en un país con criterio técnico y sentido de valoración de sus autoridades podría ser una noticia fatal porque las consecuencias de la desertización de los suelos equivalen a la muerte.
Alrededor de 45 millones de hectáreas ubicadas en los departamentos de Tarija, Potosí, Chuquisaca, Oruro, Cochabamba, La Paz y Santa Cruz, se hallan en proceso de degradación; este proceso franco de pérdida de suelos constituye un duro y muy grande obstáculo para alcanzar la seguridad alimentaria, que se ha convertido en un demagógico último discurso; el peligro de la pérdida definitiva de suelos, se hace mas grave, ante la pasividad con la que se ve el problema.
Para mayor detalle, habrá que decir que se erosión al desgaste que sufre la capa superficial de la tierra, que es el depósito donde se encuentran los sustratos que fertilizan el suelo; ocurre cuando se quita la cobertura natural del suelo; la erosión puede ocurrir por efectos naturales como el viento, las lluvias fuertes y sobre todo por la acción del hombre en su afán de deforestación, mal manejo del suelo, exceso de explotación y absoluto descuido del tema; este acontecimiento, ayuda al proceso de desertificación del suelo que se expresa en su pérdida total de capacidad productiva.
En los últimos 50 años, la erosión avanzo en un 85%, lo que hace de este fenómeno un peligro en constante crecimiento.
Este tema, como un problema individual, nunca ha sido encarado en Bolivia, particularmente en departamentos con mayor nivel de afectación como son Potosí, Chuquisaca, Tarija, Cochabamba, donde la erosión de suelos no tiene control de naturaleza alguna, ni jamás se han llevado a cabo proyectos importantes que enfrenten a este fenómeno con cierto éxito.
El Estado, que supuestamente tiene una nueva visión que ya no es neoliberal, no muestra que estos problemas internos que atañen a la producción agrícola tomen alternativas de solución en los ya varios años de “cambio” pero, de contrario, habla tanto de la comunión con la “Pachamama” cuando el suelo, elemento básico para la producción agrícola, está herido de muerte debido al altísimo porcentaje del mismo en proceso de erosión y para detener dicho proceso se hace nada.
Las regiones áridas y semiáridas de los departamentos nombrados son una muestra evidente de que estos procesos van más acelerados que en zonas de cultivares siendo lo evidente que la erosión es un proceso que se presenta en todas las regiones porque elementalmente los pobladores rurales no evalúan la importancia que tiene la cobertura vegetal que ellos mismos destruyen con acciones permanentes de deforestación, sin plantar a cambio un solo árbol, como debiera ser su deber.
Parece ser que el criterio de respuesta ante este proceso franco de erosión y desertificación de la tierra en Bolivia es el ataque a los bosques con métodos rudimentarios como el incendio, para lograr nuevas tierras productivas, sin importar los efectos que la deforestación trae consigo para el país.
La lógica induce a que en lugar de deforestar miles de hectáreas, sin considerar la importancia de los bosques en el equilibrio de la naturaleza, se realicen programas de recuperación de tierras, con impacto importante, bajo un plan departamental, destinado a la recuperación de suelos para evitar la migración.
A la agricultura boliviana no le faltan los problemas. Muchos de estos son problemas desconocidos para el común de las personas y también al parecer para quienes están encargados de enfrentar los procesos productivos agrícolas.
Existen varios informes que afirman que aproximadamente el 41% del territorio nacional se encuentra en franco proceso de degradación a raíz de la erosión y desertificación de los suelos, una noticia que en un país con criterio técnico y sentido de valoración de sus autoridades podría ser una noticia fatal porque las consecuencias de la desertización de los suelos equivalen a la muerte.
Alrededor de 45 millones de hectáreas ubicadas en los departamentos de Tarija, Potosí, Chuquisaca, Oruro, Cochabamba, La Paz y Santa Cruz, se hallan en proceso de degradación; este proceso franco de pérdida de suelos constituye un duro y muy grande obstáculo para alcanzar la seguridad alimentaria, que se ha convertido en un demagógico último discurso; el peligro de la pérdida definitiva de suelos, se hace mas grave, ante la pasividad con la que se ve el problema.
Para mayor detalle, habrá que decir que se erosión al desgaste que sufre la capa superficial de la tierra, que es el depósito donde se encuentran los sustratos que fertilizan el suelo; ocurre cuando se quita la cobertura natural del suelo; la erosión puede ocurrir por efectos naturales como el viento, las lluvias fuertes y sobre todo por la acción del hombre en su afán de deforestación, mal manejo del suelo, exceso de explotación y absoluto descuido del tema; este acontecimiento, ayuda al proceso de desertificación del suelo que se expresa en su pérdida total de capacidad productiva.
En los últimos 50 años, la erosión avanzo en un 85%, lo que hace de este fenómeno un peligro en constante crecimiento.
Este tema, como un problema individual, nunca ha sido encarado en Bolivia, particularmente en departamentos con mayor nivel de afectación como son Potosí, Chuquisaca, Tarija, Cochabamba, donde la erosión de suelos no tiene control de naturaleza alguna, ni jamás se han llevado a cabo proyectos importantes que enfrenten a este fenómeno con cierto éxito.
El Estado, que supuestamente tiene una nueva visión que ya no es neoliberal, no muestra que estos problemas internos que atañen a la producción agrícola tomen alternativas de solución en los ya varios años de “cambio” pero, de contrario, habla tanto de la comunión con la “Pachamama” cuando el suelo, elemento básico para la producción agrícola, está herido de muerte debido al altísimo porcentaje del mismo en proceso de erosión y para detener dicho proceso se hace nada.
Las regiones áridas y semiáridas de los departamentos nombrados son una muestra evidente de que estos procesos van más acelerados que en zonas de cultivares siendo lo evidente que la erosión es un proceso que se presenta en todas las regiones porque elementalmente los pobladores rurales no evalúan la importancia que tiene la cobertura vegetal que ellos mismos destruyen con acciones permanentes de deforestación, sin plantar a cambio un solo árbol, como debiera ser su deber.
Parece ser que el criterio de respuesta ante este proceso franco de erosión y desertificación de la tierra en Bolivia es el ataque a los bosques con métodos rudimentarios como el incendio, para lograr nuevas tierras productivas, sin importar los efectos que la deforestación trae consigo para el país.
La lógica induce a que en lugar de deforestar miles de hectáreas, sin considerar la importancia de los bosques en el equilibrio de la naturaleza, se realicen programas de recuperación de tierras, con impacto importante, bajo un plan departamental, destinado a la recuperación de suelos para evitar la migración.
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