OCULTAMIENTO DE DATOS
OFICIALES - Pobreza, la gran deuda en democracia
Los gobiernos elegidos desde 1983 se dedicaron a administrar
una coyuntura muchas veces adversa, pero nunca percibieron la presión de una
demanda ciudadana para que la inclusión social fuera una prioridad en la
agenda. Los salarios promedio de la década kirchnerista entre 2004 y 2014 son
aproximadamente la mitad de lo que eran en 1975 en términos de su poder
adquisitivo.
Por Juan Gasalla (*)
Aún cuando el PBI argentino se expandió en las últimas tres
décadas, con un avance más consistente en los últimos 12 años, todavía uno de
cada cuatro argentinos es pobre, si se comprende en este grupo a aquellos que
tienen necesidades básicas insatisfechas en cuanto a vivienda, servicios
sanitarios, educación e ingreso mínimo.
Según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, la
pobreza subió el año pasado al 27,5% de la población, casi un punto más que en
2012. Un estudio del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP)
señala que en el segundo trimestre de 2013, “la pobreza afectó a 15,4 millones
de personas, es decir al 36,5% de la población total”, mientras que “la
indigencia indica que al menos cinco millones de personas están pasando hambre,
es decir un 12,1% de la población”. Estos análisis refieren que en el país
viven entre 11 y 13,5 millones de pobres.
Es necesario ver más allá de la mezquindad política de
ocultar las cifras oficiales para entender que estamos frente a un deterioro de
los indicadores sociales que lleva muchos años, pero del que como sociedad
tenemos una responsabilidad ineludible desde la recuperación democrática en
1983. Los gobiernos elegidos desde entonces se dedicaron a administrar una
coyuntura muchas veces adversa, pero nunca percibieron la presión de una
demanda ciudadana para que la inclusión social fuera una prioridad en la agenda.
La última gran crisis en 2001-2002 provocó una caída del 10,9% del PBI, un
desempleo del 21,5% y un incremento de la pobreza que se extendió prácticamente
a la mitad de la población argentina, su nivel más alto en la historia. Sobre
esa base se respalda el kirchnerismo para decir que los índices sociales
durante su administración tuvieron una sensible mejora, lo cual es cierto. Sin
embargo, al observar las cifras anteriores al estallido de la convertibilidad,
es difícil establecer que haya habido una evolución, aun cuando la economía
creció y el país es más rico que una década atrás.
Cada gran crisis -el “Rodrigazo”, la debacle post Malvinas
durante la dictadura, la hiperinflación, el 2001- fue sucedida por un período
de notable rebote de la actividad económica, aunque en términos de pobreza
nunca llegaron a recuperarse los niveles previos a cada colapso del ciclo
económico. Ante esa tendencia reiterada y que no distingue signos políticos,
mejor que fijar una posición es compartir la visión de los especialistas y su
contribución a un debate que sigue postergado.
Guillermo Cruces, del Centro de Estudios Distributivos
Laborales y Sociales (Cedlas), apunta que “en los últimos 40 años tenemos un
grupo social que ha visto caer sus ingresos sistemáticamente: cuando el resto
de la población gana, ellos pierden; cuando el resto pierde, ellos pierden
más”. Cruces detalla que “en el período de la dictadura, el 20% más pobre de la
población vio caer sus ingresos. Durante el primer período democrático, todo el
mundo perdió ingresos, pero perdió más el 20% más pobre. Con el menemismo, el
90% más rico de la población vio aumentar sus ingresos y el 10% más pobre vio
caer sus ingresos. Y con la última crisis, los ingresos de todo el mundo
cayeron, pero los del 20% más pobre aún más”. Daniel Arroyo, ex ministro de
Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires, considera que “en el país
existen tres grandes problemas: el primero, vinculado a la pobreza estructural,
el segundo a la informalidad económica, en tanto el 40% de la población que
trabaja lo hace de manera informal; y el tercero, que tiene que ver con los
adolescentes y jóvenes que tienen privaciones serias”.
En este último punto involucra a los denominados “ni-ni”,
franja de la población entre los 16 y 24 años que no trabaja ni estudia y que
se estima en unas 900 mil personas. “El problema de los jóvenes pobres no es
entender cómo hacer un trabajo, sino el hecho de ir a trabajar todos los días
ocho horas. Para entenderlo y diseñar las estrategias adecuadas para cambiarlo
es necesario ubicar esta problemática en el contexto histórico y recordar que
muchos de estos jóvenes no han visto ni a sus padres o madres, ni a su abuelo
trabajar”, explica Arroyo. Estamos en presencia de la tercera generación de
excluidos, que en muchos casos ya tiene hijos pequeños, puesto que la población
más vulnerable tiene más hijos y a edad más temprana que aquella de mayores
ingresos.
Baja calidad del empleo y menores ingresos
Por InfobaeTV, la especialista del Centro de Estudios e
Investigación en Ciencias Sociales (Ceics) Tamara Seiffer, dijo que “la
economía se sigue expandiendo, pero esa renta, aunque es más grande, no alcanza
para sostener al conjunto. Los salarios promedio de la década kirchnerista
entre 2004 y 2014 son aproximadamente la mitad de lo que eran en 1975 en
términos de su poder adquisitivo. En relación a los años ‘90 estamos más o
menos igual en términos de pobreza y de salario”.
Un mercado laboral con empleo precario, salarios bajos y una
elevada desocupación, disimulada en parte con planes sociales -que retiran a
muchas personas del mercado del trabajo- y empleo público, son condiciones que
influyen en el avance de la pobreza. “En plena crisis o incluso a mediados de
los ‘90 uno tenía una asociación entre pobreza y desempleo. En esta década se
rompe y se evidencia que no necesariamente tener empleo garantiza salir de la
pobreza. La Asignación Universal por Hijo, de alguna manera, es una
autodenuncia de esa situación. Hay una masa muy importante de la población,
unos 1.900.000 hogares que necesitan de la asistencia para vivir, pero no
porque estén totalmente desocupados”, define Seiffer.
Un informe de la consultora Idesa, que dirige Jorge Colina,
enfatiza que “la polémica sobre cuántos son los pobres reduce la visibilidad de
las regresivas consecuencias que tiene asociado el despilfarro del gasto
público”. Para Idesa, una forma alternativa de medir la marginalidad social es
considerar pobre a la gente cuyo ingreso no supera el 60% de la media de
ingresos de la población. Según este método, la pobreza en el país pasó del 31%
en 2004 al 26% de la población, o sea que bajó cinco puntos porcentuales en la
última década, aunque uno de cada cuatro argentinos persiste en esa condición.
Al examinar este período, Idesa también llegó a concluir que
por cada $100 mil millones de aumento del gasto público real, la pobreza se
redujo a razón de apenas un punto porcentual, pues “el gasto público total del
Gobierno nacional, provincial y municipal medido en términos reales pasó de
$735 mil millones a $1.200 miles de millones, o sea creció un 64% por encima de
la inflación”, mientras que la pobreza cedió 5% en diez años. Agustín Salvia, investigador de la UCA, indica que desde
2012 “ha aumentado la pobreza, pero la indigencia se ha mantenido. Hay un piso
estructural del 20 al 25 por ciento de población en situación de pobreza que ya
no se mueve mucho en los términos de los ciclos económicos. Las políticas
económicas, debido a la segmentación del mercado de trabajo, no lo logran
atravesar, más allá de los esfuerzos que se hagan desde el punto de vista de
transferencia de ingresos, porque no hay condiciones laborales para que la
gente obtenga un empleo más productivo”. (*) Nota publicada en infobae.com .
TOMADA DE EL LITORAL DE CORIENTES AR NOTA : el relato de los ultra liberales que el derrame de la copa de oro llegara a los mas pobres que ayudan a llenarla es nada mas que eso un relato, los bancos internacionales se llevan siempre de manera que la copa nunca rebalsa
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