Bienvenidos al tren A toda máquina, el mítico Tren a las Nubes retoma sus
salidas regulares por 219 kilómetros de vías, túneles, puentes, viaductos y un
paisaje inolvidable
Por Aníbal Mendoza El
viaducto La Polvorilla, uno de los puntos altos del viaje, literalmente, a 4200
metros sobre el nivel del mar. Foto: Ministerio de Cultura y Turismo de la
Provincia de Salta Cuenta la leyenda que Josip Broz, quien años más tarde se
convertiría en el mariscal Tito, líder de los partisanos que combatieron a los
nazis en la Segunda Guerra Mundial y constructor de la república de Yugoslavia,
merodeó por Salta durante la década del 20 como trabajador de la construcción.
El Komintern, la Internacional Comunista, le habría
encomendado la tarea de propagar las ideas bolcheviques entre los cientos de
inmigrantes de Europa del Este que edificaban una obra de infraestructura que
permitiera los suministros al personal de las explotaciones mineras de la zona
de Antofagasta.
La revolución, al cierre de esta edición, no sedujo a las
masas como él hubiera deseado, pero la obra se convirtió en uno de los
atractivos turísticos más importantes de la Argentina, el Tren a las Nubes, que
engalana las alturas como prodigio de la ingeniería moderna: una vía férrea que
se levanta en la cordillera andina, se introduce por el valle de Lerma, barrena
la quebrada del Toro y hace punta en la Puna luego de levantar una pendiente de
tres mil metros.
EXPRESO DE MADRUGADA
Para una de las primeras salidas de la nueva temporada (el
servicio se interrumpe de diciembre a fines de marzo), la cita es a las 7 en la
estación General Belgrano, en la ciudad de Salta, a 1187 metros sobre el nivel
del mar. A los trescientos turistas sólo les falta el guardapolvo blanco,
aunque sus rostros intuyen que la providencia premiará el sacrificio.
El principiante espera encontrar un tren turístico con los
oropeles del pasado, alguna seña entrevista en películas, pero se topa con ocho
convoys, a primera vista, de los tradicionales. Aquí, la procesión va por
dentro: fueron reforzados con vigas de acero traídas desde Italia por sus
actuales concesionarios.
Para colmo, las persianas metálicas se mantienen bajas en
previsión de algún incidente. Cuando se levantan, veinte minutos después, Salta
es apenas una evocación. Las pupilas se acostumbran al paso del blanco y negro
a un cinerama a todo color.
Lo primero que devuelven las ventanillas son los tabacales,
difuminados por el sol. Luego sobrevienen los piletones de bórax y el primer
ascenso por Campo Quijano, el llamado portal de los Andes, en pleno valle de
Lerma. No importa si uno se llevó geografía a marzo. En cada vagón hay un guía
local, que reseña las virtudes del paisaje. Antes de su presentación, un video
relata la historia de la formación, que también es un homenaje al factótum de
la obra, el ingeniero Richard Maury, el Da Vinci ferroviario.
Cómo este hombre resolvió ecuaciones en relieve con una
oferta de 29 puentes, 21 túneles, 13 viaductos, 2 rulos y 2 zigzags aún es
materia de estudio. Al comando de una tropa de miles de obreros de pico y pala,
tanto criollos como europeos. Sin la ayuda de Internet, GPS ni muchas de las
proezas de la civilización, el estadounidense se las ingenió para diseñar la
traza con la asistencia de un equipo de técnicos y el estudio de la fauna. El
experto cotejó los ascensos de las aves en relación con los cambios de viento y
los movimientos del ganado en la montaña. Los rulos del trayecto los calcó de
los vuelos de los cóndores y así. De los pobladores locales tomó el sentido
común devenido en saber empírico. Entre los libros y las tertulias, ninguna
información deslizada en su trabajo de campo le fue indiferente.
Los antecedentes de la obra se remontan a fines del siglo
XIX y su suerte estuvo marcada por disputas políticas, enmiendas, repliegues y
vuelta a empezar. De Yrigoyen a Perón, todas las gestiones quisieron asentar su
firma al pie de plano. En 1948 se completó el tejido que une Salta con Chile a
través del paso de Socompa. Recién en 1972, el ferrocarril General Belgrano, en
su mítico ramal C14, adoptó la forma de un tren turístico.
El paisaje, mientras tanto, continúa su performance, desde
el valle pasa a la yunga. De la yunga a la quebrada. De la quebrada a la Puna.
Cada viaducto es un punto de giro de la trama y la mayoría de los viajeros se
apoltrona a uno u otro lado del vagón para retratarlos. Otros, sólo los
contemplan. El guía se divierte: "No se pongan todos de un lado, por las
dudas". Pasada la quebrada del Toro, el campo se brota de cardones, los
mismos que el general Manuel Belgrano vistió de soldados para intimidar a los
realistas en las guerras patrias. Para amenizar el traqueteo, la tele ofrece
música funcional de zambas y chacareras mainstream, cursis hasta la irritación.
El servicio ofrece café y galletitas, al principio, y dos
empanadas para engañar el estómago, después. Los viajeros prevenidos llevan la
vianda del mate, otros mascan hojas de coca. Un vagón está especialmente
acondicionado como bar y comedor. Todos los pasajeros están advertidos de los
males que se adjudica a la altura y los cambios de presión atmosférica. Ya se
sabe: la pelota no dobla, se puede perder 6 a 1 y cualquier hijo de vecino se
expone a un repertorio de malestares, falta de oxígeno, resaca. En la vida real
nunca pasa nada, pero el tren está preparado para las contingencias, con
asistencia y personal médico. Los que saben recomiendan evitar los atracones y
el agite, y hacer buena letra la noche previa.
La vegetación, a esta altura, es típicamente desértica,
achaparrada, con familias de vicuñas que se avistan a lo lejos, ningún vergel.
En este bioma, el nombre de la formación trasciende el anzuelo del marketing.
Cuando la trocha llega al altiplano, el horizonte se llena de nubes en línea
con las ventanillas y no se trata de un efecto secundario del mal de altura.
MERCHANDISING DE ALTIPLANO
El tren, luego de gastar 13 litros de combustible por
kilómetro, finalmente hace una parada del 20 minutos en el viaducto La Polvorilla,
su cumbre de 4220 metros sobre el nivel del mar. Allí la Puna impone sus
condiciones. El frío seco estruja de buenas a primeras y mejor andarse con
parsimonia de astronauta.
La obra representa otro de los clímax fotogénicos del
recorrido, con sus 224 metros en curva a 63 metros de altura. El mirador
también oficia de feria de artesanías donde los pobladores ofrecen telares,
ponchos, vasijas, suvenires de toda pezuña.
La parada final corresponde al pueblo de San Antonio de los
Cobres, donde muchos pasajeros optan por emprender el regreso a la ciudad de
Salta en bus o en movitrack. Los estudiantes y mochileros suelen completar el
recorrido de 434 kilómetros en el mismo tren, para llegar poco antes de la
medianoche. Como yapa, el paseo suma este año tres opciones para el retorno:
empalmes con Iruya, Tolar Grande o regreso en auto.
Sobreponerse al hechizo cuesta lo suyo y no hay escapatoria
posible: el llano nos espera a todos con su restitución de la realidad y su
tobogán de emociones de paso a nivel.
OTROS TRES ILUSTRES TRENES
Viejo Expreso
Patagónico La Trochita
Desde la estación de Esquel, en Chubut, La Trochita, famoso
tren antiguo y de trocha muy angosta (75 cm), realiza salidas turísticas entre
valles y estepa hasta Nahuel Pan, todos los sábados. Antes de regresar, los
viajeros pueden recorrer la Casa de las Artesanas y visitar el Museo de
Culturas Originarias. Las locomotoras son Baldwin y Henschel, y los vagones fabricados
hacia 1922.
Salidas: durante mayo y junio realizará salidas los sábados,
a las 10. Duran 2.45.
Tarifas: residentes argentinos, $ 145; jubilados y
universitarios, $ 90. Menores de 6 a 12 años, $ 60. Menores de 5 años sin
cargo.
Informes, 02945 451403; trochitaesquel@gmail.com
Tren del Fin del Mundo
El ferrocarril Austral Fueguino comienza el viaje turístico
en la estación del Fin del Mundo, a 8 kilómetros de Ushuaia, por las mismas
vías que el Tren de los Presos, hace 100 años. Atraviesa el Cañadón del Toro y
cruza el río Pipo, ingresa en el Parque Nacional Tierra del Fuego y llega a la
estación del parque. Aquí se puede bajar o regresar a Ushuaia en el tren.
Temporada promocional (del 1° de mayo al 31 de agosto),
salidas a las 10 y a las 15 desde la estación del Fin del Mundo. El recorrido
completo dura poco menos de dos horas.
Tarifa: servicio turista, mayores ida o ida y vuelta, $ 290;
menor (de 16 años), $ 80; jubilados, $ 195; menor (de 5 años) sin cargo.
Informes, 2901 431600
437696; e-mail: comercial@trendelfindelmundo.com.ar ,
www.trendelfindelmundo.com.ar
Tren Patagónico
Del Atlántico a los Andes, este servicio une las ciudades de
Viedma y San Carlos de Bariloche, en la provincia de Río Negro, con paradas en
San Antonio Oeste e Ingeniero Jacobacci. Y si bien se encontraba suspendido
desde fines de 2013 por falta de locomotoras, el Ministerio del Interior y
Transporte acaba de aprobar el envío de dos locomotoras para que pueda volver a
correr en las próximas semanas.
El legendario ferrocarril cuenta con restaurante, cochecine
y hasta cochedisco. La capacidad de los vagones es de 180 pasajeros, y la
distancia total de 821 kilómetros.
La salida de Viedma es los viernes, a las 16, llegando a
Bariloche los sábados, a las 12.50. El regreso desde Bariloche es los domingos,
a las 17, arribando a Viedma el lunes, a las 10.50.
Hasta el año último, los precios eran de $ 169 en económica,
$ 220 en pullman y $ 320 en camarote, con un plus para bandeja de auto.
Los boletos se podían comprar en Buenos Aires (Reconquista
556) y se podían reservar en ventas-tren@estepa-patagonica.com
DATOS ÚTILES
Salidas y tarifa
Tren a las Nubes. Tiene salidas regulares los sábados y se
añaden servicios según la temporada. Este año tiene previstas 41 salidas, con
hasta cuatro viajes semanales durante las vacaciones de invierno. Cuesta $ 1175
con regreso en bus. Hay descuentos para jubilados.
Más información
Ministerio de Cultura y Turismo de la Provincia de Salta: www.turismosalta.gov.ar
Tomado de la nación de ar
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