viernes, 26 de junio de 2015

A SALVAR EL PLANETA

 A salvar el planeta Ilitch Verduga Vélez La encíclica Laudato si, (Alabado seas), la primera, del papa Francisco, está conmoviendo a todos en el mundo, no solo por su defensa del medio ambiente, sustentada en el peligro real y sostenido con perspectiva de permanente de la contaminación despiadada de la naturaleza, el calentamiento global culpable del cambio climático y de la polución espantosa que agobia a los hemisferios y sus habitantes, además por la denuncia de las causas que las provocan que la propia pastoral señala y generada por pequeños grupos de la sociedad para los que el leitmotiv de vida es tener antes que ser. La propia supervivencia de la especie humana será dudosa si se continúa pervirtiendo al medio natural por ambiciones protervas como sucede en la actualidad y como dice el testimonio papal al señalar el dominio del líquido vital: “Es previsible que el control del agua por parte de grandes empresas mundiales se convierta en una de las principales fuentes de conflicto de este siglo”. Pero, además, la esencia social del documento plantea sin ambages la injusticia del mundo dividido entre los que les sobra todo y quienes requieren de lo más elemental y constituye el carácter fundamental del mensaje vaticano, generando un hecho histórico muy relevante en relación a la propiedad -cuerpo y espíritu del capitalismo-, al afirmar:  “La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada”. Y es que los tiempos de cambio que vive y requiere la humanidad tienen ahora en el santo padre un valiente e inteligente protagonista con palabra sabia y generosa que resume su vida personal y eclesiástica, en el paradigma inmortal de Jesucristo, el reino de justicia e igualdad donde los desposeídos son los invitados a la cena del Señor. La respuesta ultramontana no se ha hecho esperar, una diócesis norteamericana lo ha condenado llamándolo ‘comunista’, acción encubierta de jerarcas de dentro y fuera de la Iglesia católica empecinados en viejos dogmas y reos en hechos de concupiscencia vil que consideran a la doctrina cristiana como usufructo de pocos, los poderosos dueños del dinero.     La situación del clima en el orbe hace décadas y en la actualidad es realmente catastrófica, como lo es también la de pueblos, despojados del goce de dotes civilizatorios básicos, acceso a servicios intrínsecamente humanos: agua, drenaje, salud, educación, vivienda, trabajo. El desastre ambiental que amenaza con destruir el globo no proviene de la necesidad sentida de aprovechar los dones de la tierra para que sean utilizados para comunidades rurales  y urbanas sin futuro. En verdad el agravio  es engendrado por la industria que envenena aire y agua. Empero, las ganancias de esos negocios extraviados que con alevosía  comprometen la vida de las gentes intoxicadas por publicidad sediciosa de empresas emisoras de bienes para la muerte o para el consumismo banal.  Los compromisos de ese seguro daño universal corresponden a la estructura de sistema económico y político que genera cultura ruin e impúdica; actividad que maniata a la civilización y la transforma en desbocada consumista de ambición bicéfala, que crea bienes suntuarios y fútiles para deleite de los ricos -seres humanos o países- y de vitrina inalcanzable para los pobres, junto a  máquinas de guerra y destrucción cuyo costo anual es de miles de millones de dólares que condenan -además- a las naciones a sostenidos despojos y debacle ecológica, como sucedió en nuestra  Amazonía con la empresa Chevron, contaminadora, corrupta, que pagará su crimen en los tribunales y la historia. TOMADO DE EL TELEGRAFO DE ECUADOR 

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