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Por Ricardo Luis Mascheroni*
Cuando todavía no se han acallado los ecos, voces y los
discursos de la Cumbre de Cambio Climático, el mundo sigue sin entender qué fue
lo que pasó o cuáles fueron sus logros, si es que existieron. En esta nota de
opinión, un análisis crítico de esta conferencia internacional.
La Cumbre que se realizó en Madrid,
España.
Por Ricardo Luis Mascheroni*
“No es verde todo lo que se pinta de verde” Eduardo
Galeano
Del 3 al 15 de Diciembre, se desarrolló en Madrid,
la “Cumbre sobre Cambio Climático”, que en principio tenía fecha de
finalización el día 13 de este mes, pero ante la falta de acuerdos se prorrogó
por dos días más, con el cada vez más inalcanzable objetivo de lograr
reducir los gases de efecto invernadero que provocan el peligroso
cambio climático, que impida la elevación de la temperatura media en más
de 1,5 º C.
Cuando todavía no se han acallado los ecos, voces y los
discursos de la Cumbre de Cambio Climático, el mundo sigue sin
entender qué fue lo que pasó o cuáles fueron sus logros, si es que existieron.
Las noticias, sesgadas, intencionadas, contradictorias en
muchos casos y casi siempre dependiendo del color del cristal con que se la
mire, no han ayudado al esclarecimiento de cuál fue el resultado de dos semanas
de debates, búsquedas de consensos y protestas variopintas.
Muchos afirman que no es bueno hacer análisis o balances
sobre caliente, por cuanto se pierde perspectiva, no obstante intentaré desde
mi óptica o mi subjetividad, volcar algunos aportes a la confusión general.
Las últimas informaciones que se conocen dicen más o menos
lo siguiente: La Conferencia no logró colmar las expectativas;
Sólo se alcanzó un frágil acuerdo climático; La Declaración final
sólo fijó metas generales, no vinculantes.
A la luz de esas noticias, podemos afirmar que las
frustraciones, el sabor amargo y la impotencia han marcado la regla y que todas
las esperanzas y los esfuerzos puestos por distintos sectores para intentar
hacer un mundo un poco más vivible, se han ido por la borda.
Quienes como muchos, creyeron ingenua o esperanzadamente que
los ideales, los principios, las urgencias y la racionalidad, en este mundo
pragmático y utilitarista, podrían pesar o valer más que los egoísmos,
mezquindades y la avidez de los señores feudales del Planeta.
Indudablemente que se equivocaron.
Se engañaron también, los que creyeron que podían esperar
las soluciones a los problemas del Planeta, de los mismos que lo
han llevado a esta situación de crisis terminal.
En similar error han caído los que pensaban, que la
corrección del planteo, el voluntarismo o las declamaciones inflamadas, eran
suficientes para torcer el brazo de los que tienen poder de vida y de
muerte en el mundo.
Las cosas que muchos se negaban a aceptar se empiezan a
poner en blanco sobre negro, se terminó la hipocresía y los discursos
vacíos.
Ahora todo depende de los sectores que tradicionalmente han
sido excluidos del banquete global y fundamentalmente de su capacidad de
organización e inteligencia.
Debemos aprender que nada se puede esperar de las
promesas de migajas de fondos o tecnologías, que casi nunca llegan y si
llegan son productos de condicionamientos políticos, productivos e
invariablemente de ajustes económicos en beneficio de aquellos, que por otra
parte nunca se ajustan el cinturón.
El maquillaje y la pintura verde sólo alcanzan para teñir un
poco, cambiar algunas cosas, para que nada nada cambie y a la par que resuenan
los ecos de discursos encendidos, apelando a la responsabilidad de todos para
salvar el futuro común, el armamentismo aumenta sus presupuestos a niveles
astronómicos para matar con mayor eficiencia, y las mineras, petroleras, bancos
y casinos globales se derraman por toda la geografía planetaria, en una danza
de billones que nos arrastra en su torbellino devastador.
En las anteriores, al igual que en ésta, ha sobrado
la falta de voluntad política para lograr acuerdos que impidan que millones de
personas marchen al abismo, más allá de las altisonantes declaraciones en
pos de la responsabilidad común en la salvaguarda del planeta.
Lo único que se ha afianzado en estos tiempos, es el
fabuloso turismo verde en torno a estas cumbres, que de conformidad a informes
se calcula que a Madrid asistieron decenas de miles de
personas, a un costo de miles de millones de euros.
Todos los apelativos a la racionalidad cayeron en saco roto
y la mezquindad de los países de poderosos y responsables del descalabro,
asombrosa, ya que los fondos comprometidos para instrumentar medidas de
adaptación y mitigación del fenómeno, brillaron por su ausencia y los aportes,
no muy claros, nunca aparecen.
Finalizada la Cumbre y su gran escenario
circense, más allá de la frustración de muchos, sin dudas que entre bambalinas,
los encargados y directores del montaje, champaña en mano, podrán decir con un
dejo de satisfacción: “el objetivo está cumplido”.
No comulgo con los que afirman que la actitud de los
poderosos es suicida, lejos de ello, nada indica que esa sea su conducta o su
intención. Todo indicaría por el contrario, que sí están dispuestos a eliminar
una gran parte de los seres humanos que por justicia tienen derecho propio a la
vida, su calidad, el ambiente y el futuro, aunque aquellos sectores no lo
entiendan así.
Pese a todo soy optimista en la medida que la sociedad
planetaria se anime al cambio, la valentía y sobre todo al heroísmo de
construir un mundo distinto, con racionalidad, cooperación, solidaridad y justicia
global.
*Ricardo Luis Mascheroni - Docente Universitario /
Columnista de HoraCero
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