domingo, 31 de agosto de 2014

CONSTRUCCIÓN DE VIVIENDAS EN FORMA SOLIDARIA


Techo: los secretos de la ONG que ya movilizó a más de 40.000 jóvenes - Trabaja en villas y asentamientos de varias provincias donde sus voluntarios llevan construidas 7000 viviendas de emergencia para familias
extremadamente pobres; su crecimiento explosivo que no está exento de críticas Por Teresa Sofía Buscaglia  | Para LA NACION En el barrio Agustoni, de Pilar, el último fin de semana largo jóvenes de Techo construyeron la vivienda de Andrea Pereyra (centro), que participó de la obra. Foto: Patricio Pidal / AFV
Durante el último fin de semana largo, la ONG Techo organizó lo que llamó "la construcción más grande de la Argentina". Participaron 1500 voluntarios, la mayoría estudiantes de escuelas secundarias, convocados por esta organización que moviliza a miles de jóvenes en varios países de América latina. Fueron tres días de sol radiante y de mucha energía para construir 256 viviendas de emergencia en 13 asentamientos del conurbano. Aunque lo parece, no fue una jornada excepcional: en la Argentina, más de 40.000 jóvenes ya participaron en la construcción de unos 7000 de esos módulos de madera que, aunque siguen siendo precarios, significan para las familias que los habitan la posibilidad de dormir en un lugar seco y aislado de las temperaturas extremas. ¿Cómo funciona esta ONG, que se convirtió en un imán para jóvenes de clase media y media alta? Aquel fin de semana, LA NACION participó de una construcción en el asentamiento del barrio Agustoni, en Pilar. La jornada estuvo muy organizada. Los voluntarios se instalaron en escuelas públicas. El desayuno es a las 8, después sigue una charla explicativa en el patio y de ahí, cada cuadrilla parte a su construcción, guiada por los coordinadores de Techo que conocen el barrio y tienen relación con sus referentes comunitarios. "La idea es sacarlos del piso de barro y del hacinamiento", define claramente Yamila Annacondia, de 20 años, encargada de nuestro grupo.Yamila conoció Techo cuando hacía una pasantía en la firma Cencosud y como cientos de voluntarios de la ONG visita el asentamiento los fines de semana para relevar las necesidades y abrir espacios de diálogo.  Paola Palacio vive en este barrio, tiene 33 años, trabaja como empleada doméstica y también es voluntaria de Techo. "En 2011 le construyeron la casa a mi hermana y yo no podía creer que estos chicos lo hicieran a cambio de nada. Me sumé porque pensé que si ellos podían, yo también. Hace tres años que les vengo construyendo casas a mis vecinos", contó. Cada cuadrilla está formada por diez integrantes como máximo. La nuestra le construirá su casa a Andrea Pereyra, que nos recibió con un bebe en brazos y mucha timidez. La rodean cuatro chicos más, con edades varias. "Mi casa anterior se me inundó con la subida del arroyo y perdí todo. Ahora vivimos en lo de mi mamá, pero quiero darles un mejor lugar a los chicos y que mi mamá vuelva a estar tranquila", dijo. Malena, su hija mayor, actúa como una madre más, cuidando a sus hermanitos para que no se lastimen con las herramientas. Tiene 16 años y va a la escuela. Le gustaría estudiar Letras. Se sonríe con ilusión, como si fuera un imposible. Los vecinos beneficiarios de las casas firman un contrato por el cual se comprometen a participar activamente de la construcción y a no venderla ni alquilarla por dos años. También a pagar una suma simbólica de $720 (el valor total del módulo es de $ 12.000) y usarla solamente como vivienda familiar. El plan de construcción es de dos días. Días antes, Techo dejó el material en cada terreno donde se levantarían las construcciones. Las casas miden 3 por 6 metros y constan de paneles de madera que se encastran como un Lego. El primer día de construcción se ponen los pilotes sobre los que se asentará. Medir, cavar y nivelar sin usar máquinas eléctricas por una cuestión de seguridad es la parte más dura del trabajo. Todos se arremangan, los chicos compiten, las chicas se esfuerzan, los dueños de casa ayudan, todo es un trabajo en equipo. A la tarde se deja el piso instalado. A la mañana siguiente se colocan las paredes, las ventanas y la puerta. Después del almuerzo llega la parte final: las vigas y el techo. No se construyen instalaciones sanitarias ni eléctricas. Y no pretende ser una solución sino apenas un paliativo. Pedro Imperatrice Frías tiene 27 años, es abogado y asiste como preceptor del colegio San Esteban. "En 2011 fue mi primera construcción. Con unos amigos nos reunimos para construir la casa y, además de ayudar, buscamos divertirnos así que lo tomamos como una competencia para ver quién construía más rápido. Lo primero que nos impactó fue que nos encontramos con una pareja de padres más jóvenes que nosotros, y que ya tenían tres hijos. Vivían todos juntos con la abuela", explicó. Techo nació en Chile en 1997 a partir de un grupo de estudiantes universitarios que querían ayudar a resolver la situación de emergencia tras el terremoto de aquel año. La idea fructificó y se desparramó en toda América latina. Muchas escuelas y colegios la copiaron y asisten a cada una de las invitaciones que hace Techo. En la gran construcción del último fin de semana largo participaron 13 colegios de la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires. "Confieso que tenía ganas de quedarme en mi casa. Pero ahora que vinimos, fue lo mejor y quiero seguir con esta ayuda", contó Delfina, alumna del colegio Santa Inés, de San Isidro.  Junto a ellas estaba otra cuadrilla del Colegio Goethe, de Boulogne. Uno de sus alumnos, Gerónimo Rücker, resumió así su primera experiencia en Techo: "Cuando me anoté, tenía miedo de entrar en un mundo completamente nuevo, de no saber qué hacer o decir. Pero al conocer a Mirta [la dueña de la casa que construyó] y a sus dos hijas, ese miedo desapareció. Yo entregué tres días de trabajo para construir una casa inmensamente merecida, pero siento que no aporté nada en comparación con lo que me aportaron ellas". Techo no recibe siempre halagos y hay quienes critican su actividad. Desde el extracto social medio alto de muchos de sus voluntarios hasta su forma de financiamiento, ya que recauda fondos con las construcciones y con eventos propios (cena y colecta anual), pero también reciben importantes aportes de empresas de sectores polémicos como la banca internacional o la minería. También se la ha criticado por no involucrarse con la política partidaria. Esto los hace mucho más independientes, pero, a su vez, con poca llegada a lograr políticas públicas efectivas a través del Congreso, por lo que la ayuda puede quedar en hechos aislados. Otro lado polémico en la ayuda social que brinda Techo es la "legalización" del asentamiento. Una cosa es lo que dicen los mapas catastrales que tienen los organismos estatales y otra es la realidad. "La ocupación de tierras es la única solución que encontraron miles de personas en nuestro país para hacerse un lugar en el espacio urbano. Techo busca transformar asentamientos precarios en comunidades integradas social y territorialmente, en un hábitat adecuado que les permita alcanzar su pleno desarrollo como familias", explica Julia Gabossi, directora social de Techo Argentina – tomado de la nación de ar 

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