Meteorólogo y reconocido ambientalista, califica de
"fracaso" a la Cumbre de Lima y advierte que, más que cambio
climático, hoy hay un "cambio ambiental global" Por Lorena Oliva
Foto: Emiliano Lasalvia Osvaldo Canziani es categórico a la
hora de calificar la última Cumbre Mundial de Cambio Climático -la número 20-,
realizada a principios de este mes en la capital de Perú: "Fue un
fracaso", sentencia el especialista. Y agrega que, a menos que todos los
países tomen medidas concretas para mitigar el calentamiento del planeta, no habrá
acuerdo mundial que lo logre.
Este doctor en Meteorología y profesor en Física sabe de lo
que habla. Fue copresidente del Grupo de Trabajo II, que se focalizó en
Vulnerabilidad, Impactos y Adaptación al Cambio Climático del Panel
Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), organismo que recibió el
Premio Nobel en 2007. A lo largo de su extensa carrera -tiene 92 años-,
Canziani también desempeñó numerosas tareas de asistencia técnica, tanto a
nivel local como internacional, presidió organismos, redactó numerosos
artículos de investigación y se hizo tiempo, incluso, para la docencia, labor
que continúa en la actualidad. Sin embargo, a la hora de señalar el único
camino posible para que los seres humanos no acaben en su propia
autodestrucción, Canziani no habla de ingeniería meteorológica ni se enreda en
tecnicismos de ningún tipo. Por el contrario, elige palabras simples pero
potentes, como ética, responsabilidad social, solidaridad, adaptación,
austeridad y resiliencia. Y urge a tomar medidas concretas para revertir el
calentamiento del planeta, que, a medida que avanza, torna más improductivo el
ambiente que nos rodea.
"Tenemos que empezar a mirar a la naturaleza como
sujeto de derecho porque nadie la respeta", exhorta Canziani, quien
prefiere definirse, por sobre todas las cosas, como ambientalista.
-¿Qué balance hace de
la reciente Cumbre Mundial de Cambio Climático en Lima?
-Yo estuve en varias cumbres, pero ya no voy más. Porque es
una lucha? En el año 2004 organizamos una Cumbre en Buenos Aires, la COP 10. Y
la Argentina hizo una propuesta muy buena, que ahora se discutió en Lima
también, sobre la necesidad de tomar medidas de adaptación al cambio climático
que evidentemente nunca se implementaron. La misma historia se discute diez
años después, donde nadie quiere poner un centavo. Cuando se iniciaron estas
reuniones era gracioso porque se proponía que se pusiera un determinado
porcentaje del producto bruto mundial: era todo un cuento? y el panorama sigue
igual.
-¿A qué atribuye esta
inacción? ¿Es falta de interés?
-El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, está
preocupado. Fue él quien dijo: "No hay otra alternativa porque no hay un
planeta igual al planeta Tierra". Y se lo tomó en serio... Desde la Cumbre
de Sudáfrica, en Durban, ocurrida en 2011, se sabía que el Protocolo de Kyoto
estaba fenecido. Entonces, se acordó trabajar en otro protocolo, que tenía que
ser implementado en el año 2020.
-¿Qué fue lo que hizo
que el Protocolo de Kyoto fuera inviable?
-El Protocolo de Kyoto fue una falacia, porque dividió a los
países en dos grupos, una mentira de los diplomáticos. En la conferencia de
1990, en Ginebra, se definió que la responsabilidad por el cambio climático era
común, pero diferenciada y eso es lo que dice el artículo 3 de la convención.
De esta manera, se dividió a los países entre los que tienen plata y el resto.
Pero al pasar el tiempo resultó que los que no tenemos plata contaminamos más
que los que tienen plata. China, la India, Brasil, México y Corea del Sur
contaminan mucho más que la Comunidad Europea. Pero a pesar de las evidencias,
nunca se pudo rever ese punto.
-¿En qué medida Lima
sirvió para avanzar de cara al nuevo protocolo?
-Lima fue un fracaso. Y lo mismo fue en la reunión previa,
la Cumbre de México. La conferencia duró 32 horas más de lo debido: terminaba
el viernes 12 de diciembre y terminó el domingo 14, con una declaración que el
representante de Perú que presidía la conferencia trató de sacar como un
salvavidas, tal como se había hecho en México tres años antes. No está nada
resuelto ni se resolverá en la medida en que todos los países expliquen, con
cierto grado de ética y honestidad, qué es lo que van a hacer en materia de
mitigación. Mitigación es disminuir la emanación de gases de efecto
invernadero. Y aquí está otro de los problemas del Protocolo de Kyoto: no
hablar de adaptación para hacer frente a los efectos del calentamiento del
planeta.
-Efectos que, por
otra parte, se han vuelto parte de nuestra cotidianeidad?
-A mí se me inundó el departamento porque llovieron 100.000
mm por hora y el balcón no dio abasto, y va a llover peor; hubo granizo por acá
nomás, y seguirán sucediendo estos fenómenos porque se ha calentado tanto el
océano que, por ejemplo, está afectando a la población de los pingüinos Empire
de la Antártida. Todos estos procesos se irán exacerbando. Cuando ocurrió el
tsunami en el sur de Chile yo dije que probablemente eso se debía a un efecto
coadyuvante no definitivo del cambio climático. La Antártida se está
levantando? Hay quienes sostienen que los tsunamis van a ser cada vez más
recurrentes, especialmente en las zonas vecinas a los polos...
-Sin embargo, durante
mucho tiempo, este tipo de asuntos generaban, por lo menos, escepticismo...
-Nadie daba un céntimo por el problema del ozono porque el
agujero estaba en la Antártida, pero a mediados de los ochenta se hizo un
agujero en Suecia y ahí se pegaron un susto... Ahí se comenzó a trabajar y lo
que se planteó ya desde los inicios fue que la temperatura media de la Tierra
no debía exceder a fin de este siglo los dos grados centígrados. A medida que
sube la temperatura se calienta el mar y vienen los problemas. Por eso tenemos
esas lluvias impresionantes
-Más allá de los
eventos extremos, ¿hay impactos concretos en la vida cotidiana del ser humano?
-La Organización Meteorológica Mundial, de la que yo fui
funcionario durante catorce años, ha creado junto a la Organización Mundial de
la Salud una oficina de salud y ambiente porque somos peces de aire contaminado
y ese tipo de impactos hay que evaluarlos. Aquí mismo, junto a una ONG,
empezamos hace unos diez años a entrenar a algunos médicos en los problemas del
calentamiento terrestre y sus impactos en la sociedad. El médico, como
cualquier profesional, tiene el cariño por su actividad y su ciencia y la
considera la primigenia pero hoy ya no hay ciencia monodisciplinaria: todo es
multidisciplina.
-¿Y por qué, a pesar
de toda esta evidencia acerca de los múltiples efectos negativos que tiene
vivir en un planeta cada vez más caliente, los acuerdos internacionales se
traban?
-Por dinero. Cuando usted analiza la posición de los
productores de petróleo: Venezuela, Arabia Saudita, Nigeria, ellos quieren
vender petróleo. Poco antes de Lima salió una película que niega la calidad de
las energías renovables.
-¿Usted me dice que
todos los sectores que niegan el cambio climático lo hacen impulsados por
motivos económicos?
-Absolutamente.
-Algunas personas y organismos, como el Consorcio de
Copenhague, no niegan la realidad del cambio climático, pero creen que es
desproporcionado gastar tanto dinero para mitigarlo habiendo otras necesidades
en el mundo?
-María Julia Alsogaray, con quien me peleé mucho en su
momento, decía: "Contaminador, pagador". El tema es que ya llegamos a
valores de temperatura que afectan la productividad de animales y vegetales, la
hacen caer. Hay una caída del rendimiento de la productividad de alrededor del
15 al 20 por ciento en trigo, maíz, avena, cebada y arroz. El que no falla es
el "yuyito", como le dice la Presidenta, aunque ahora la soja empezó
a fallar, si bien tiene gran resiliencia en lo que se refiere a humedad. Pero a
medida que aumenta la temperatura eso se irá acabando. También la calidad
láctea y cárnica de los animales cambia con la temperatura. En Bosnia llueve
tanto que las ratas están invadiendo todo y hay leptospirosis por todos lados.
El crecimiento de la leptospirosis [N. de la R.: enfermedad que ha recrudecido
como consecuencia del avance de la deforestación] es tan preocupante que entre
la Organización Meteorológica Mundial y la Organización Mundial de la Salud
poseen un proyecto conjunto para monitorear el avance de la leptospirosis en el
mundo. Aquí mismo, en Santa Fe, donde trabajan el tema muy bien y hay muchas
ratas, el agua se contamina y transmite la enfermedad a nivel cutáneo. Y la
enfermedad es muy simple, pero cuando se pone como el dengue, muy virulenta,
mata. Por todo esto es que yo insisto en que ya no es el cambio climático: es
el cambio ambiental global. No se puede aislar una cosa de la otra.
-¿Qué otros
paradigmas han cambiado?
-Hay un nuevo movimiento que se llama "La ética del
cambio climático", que lo inicia la Universidad de Oxford, que denuncia
que si uno inicia una acción que, se sabe, va a perjudicar a las generaciones
futuras y aun a uno mismo, tendría que detenerse. Pero la gente no quiere? Aquí
hay algo que se descuidó: cuando Colón descubre América, el mundo tenía 400 millones
de habitantes aproximadamente. Ahora somos 7000 millones y más. El informe del
Club de Roma de 1972 hablaba de los límites del crecimiento, un término que
entonces se discutió mucho. Pero con el tiempo uno ve que es cierto, que la
Tierra tiene límites y que crecimiento no es desarrollo. El desarrollo es un
proceso ordenado por el cual se defiende al ecosistema. El crecimiento es
cualquier cosa. Es cierto: no puedo reemplazar toda la electricidad con una
fotovoltaica, tampoco puedo tener aviones con fotovoltaicas para llevar
pasajeros. Entonces, el desafío es encontrar el equilibrio, un mix de energías
para evitar que esto siga aumentando. A los que usan el petróleo como
herramienta para su ganancia les importa un rábano, porque se ve que ellos, llegado
el caso, se irán a vivir a otro planeta? El límite del crecimiento es la
biosfera.
-¿Y se puede pensar
en un tipo de crecimiento amigable con el ambiente?
-Sí. Hay que ser austero. No hay que pensar cuántos hijos le
voy a dejar al ambiente, sino cuántos hijos míos puede mantener el ambiente.
Pero somos una raza que vive pensando en el dinero. Yo no reniego de eso, pero
no hay que pasarse para el otro lado. Hoy en día existe el concepto de agua
virtual. Un kilo de carne, acá son diez mil litros de agua. En Paraguay, quince
mil, porque el animal come pasto, toma agua y demás. Amartya Sen dice una cosa
muy simple: hay que empezar a incorporar las externalidades. Si yo produzco,
debería considerar el agua que uso. En Lima se precisó que para el año 2050 habría
que reducir las emisiones entre el 30 y el 70 por ciento porque si la cosa
sigue así, se para el mundo.
Mientras se siguen retrasando los acuerdos globales en
materia de clima, es cada vez más frecuente la ocurrencia de eventos climáticos
tan extremos como impredecibles, como maremotos, huracanes, olas de frío o
sequías extensas. Todos ellos con un impacto humano y económico que suele ser
inversamente proporcional al nivel de recursos de las zonas que los padecen.
Así, por ejemplo, el huracán Mitch se cobró la vida de 11.000 nicaragüenses y
hondureños, mientras que 8000 habitantes de la región desaparecieron, con una
pérdida de 5000 millones de dólares. El Katrina, en los Estados Unidos, dejó
3000 muertos.
Por todo esto es que, desde hace varios años, comenzaron a
proliferar las organizaciones internacionales que promueven la importancia de
conceptos como la adaptación y la resiliencia, a fin de que las ciudades puedan
enfrentar mejor preparadas cualquier inclemencia climática.
-¿Y en esas cumbres
se habla lo suficiente de la necesidad de adaptación o de hacer a las ciudades
más resilientes?
-No lo suficiente, pero ya se han organizado grupos para
empezar a discutir. La clave pasa por educar a la gente. Uno lo ve todo el
tiempo: el portero que barre con el chorro de agua cuando en ciertas
localidades no hay agua. Pero sólo cuando uno está inmerso en el problema,
empieza a pensar soluciones. Los argentinos hasta ahora hemos tenido relativa
suerte, pero vaya usted al norte de Chile, donde hay que capturar la niebla
para regar... En Machu Picchu se cosechaba el agua. El agua recolectada se
lanzaba en épocas de sequía... Si lo hacían ellos, ¿por qué no nosotros?
-¿Y qué explicación
le encuentra? ¿Por qué, pese a toda la difusión de gobiernos y organismos, el
portero sigue barriendo con el chorrito de agua?
-Porque nadie cobra multas. Porque nadie hace nada. Todo es
cuestión de educación. ¿Por qué en un mundo en donde hasta los perros tienen
celular circulan los taxis vacíos quemando combustible, contaminando el aire y
complicando el tráfico? Todo se basa en una estructura falsamente construida,
donde el interés está en otra parte. Cada uno quiere su ganancia. Tenemos que
empezar a mirar a la naturaleza como sujeto de derecho porque nadie la respeta.
Si uno ve a los chicos rompiendo los árboles... Es un problema básicamente de
falta de educación.
-Pero los sectores
económicos que contaminan o los gobiernos que no toman buenas decisiones en
esta materia no parecerían padecer falta de educación?
-El grave problema de nuestra sociedad es que no tiene
memoria. En el país no se miden lo suficiente todas estas cosas. Y lo que no se
mide no se conoce. Yo no me puedo operar si antes no me hago un chequeo. He
peleado mucho por eso y seguiré peleando. La Argentina tendría que hacer once
radiosondeos por día, dos veces por día en ciudades del interior. Hacemos uno
por día y no en todas las ciudades. Yo le decía a un meteorólogo que está en la
radio: "¿Cómo sabés que va a ser inestable?". "Porque no hay
datos. Es el macaneo... total la gente no tiene memoria."
UN FUTURO POSIBLE, SEGÚN CANZIANI
¿QUÉ POSIBILIDADES DE
ÉXITO TIENE LA PRÓXIMA CUMBRE DE PARÍS EN 2015?
El objetivo que persigue la Cumbre de París, que será la
número 21, es hacer un nuevo protocolo que reemplace al de Kyoto. Pero yo lo
veo muy difícil. ¿De qué manera sentarse a dialogar con una potencia que vende
petróleo? Por otra parte, otro de los desafíos que se deben resolver es cómo
poner a todos los gatos en la misma bolsa, porque la responsabilidad en materia
de calentamiento planetario es común pero a la vez diferenciada. Para el
protocolo de Kyoto se inventó este asunto de los anexos que hoy genera todo
tipo de cuestionamientos. India, China o México contaminan más que otros
países. Entonces la posición de los que tienen mayor cantidad de recursos es
que, en la medida en que el resto no afloje posiciones, ellos tampoco van a
aflojar. Y ellos son conscientes de que, ante un evento climático extremo,
tienen mayores posibilidades que ninguno para recuperarse con rapidez. Mientras
que no se logre encontrar una salida superadora a la cuestión de las
responsabilidades comunes pero diferenciadas, la posibilidad de otro protocolo
se dificulta. Lo que es claro es que la responsabilidad es de todos.
MANO A MANO UN METEORÓLOGO "ENFERMO DE AMBIENTE"
A sus 92 años, Osvaldo Canziani se sonríe cuando recuerda
los tiempos en los que nadaba y pescaba anguilas en el mismísimo Riachuelo.
Pero lejos de quedarse en los anchos territorios de la memoria, su discurso es
puro presente. Y futuro. Extremadamente activo -tal vez demasiado, para el
gusto de quienes lo rodean-, Canziani continúa dando clases, dictando
conferencias y divulgando su conocimiento a través de diferentes medios de
comunicación. Es más: esta entrevista debió reprogramarse ya que la cita
original coincidía con el turno que había obtenido para renovar su licencia de
conducir. Convencido de la necesidad de cruzar las disciplinas que ha
frecuentado toda su vida con la medicina o la responsabilidad social, está al
tanto de las últimas tendencias en materia de meteorología y ambientalismo y
las enriquece con su propia trayectoria de vida. Casado y padre de tres hijos
que, según dice, están "enfermos de ambiente" como él, conserva una
memoria privilegiada: refuerza todo lo que dice con anécdotas, fechas y títulos
de trabajos científicos y libros que, incluso, ofrece en préstamo en caso de
que uno esté interesado tomado de la nación de ar
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