Un país de boludos:
La Argentina no llega a cubrir su consumo de tomate para industria
Matias Longoni por Matias Longoni
Es así: pese a sus ventajas más que evidentes para producir
alimentos, la Argentina no llega actualmente a cubrir su demanda de tomates
para industria, y tiene entonces que importar latas desde China. Somos un país
de boludos. Deberíamos poner a nuestros dirigentes en fila y reprobarlos a
tomatazo limpio. Lo haríamos si sobraran, pero nos faltan.
Me enteré que somos deficitarios en la producción de tomates
para industria la semana pasada, al conocer en Chilecito, La Rioja, la planta
de AgroAndina, una industria que funciona como empresa privada pero que en
realidad pertenece desde 2009 al Estado riojano, que evitó así que la empresa
Alco dejara unas 200 personas en la calle, sin trabajo. Allí se especializan en
tomate para industria en todas sus variantes, aunque también hacen muchas otras
cosas. Contó su gerente, Juan Pizzo, que hay un déficit de 3.000 hectáreas de
tomate para industria. Ellos implantan unas 450 hectáreas y podrían crecer a
1.000 si tuvieran claro que va a ser negocio a largo plazo. Pero en este país
de atraso cambiario y supermercados traicioneros, nunca se sabe…
No podía creer lo que me había dicho Pizzo sencillamente
porque me cuesta aceptar algunos absurdos: a mi juicio, no puede suceder que la
Argentina no sea capaz de autoabastecerse de tomate para lata, botella o
tetra-pack. Incrédulo recurrí al último informe sobre ese sector elaborado por
la Dirección Nacional de Alimentos, que data de mayo de 2018 y contiene datos
hasta 2017. Confirmado. Oficialmente confirmado. Somos un país de boludos.
Me precisó el informe de Agroindustria: “La producción
argentina alcanzó en 2017 a cubrir el 68% de su demanda, de alrededor de
700.000 toneladas”. Es lo que me decía con justeza el productor riojano. Por
ahora más del 30% del tomate industrializado que se consume en el país (ya sea
como extractos, salsas, aderezos o puré) llega desde afuera. Sobre todo de
China, pero también de Italia.
¿Sabía usted que su tuco puede
llegar a estar elaborado con un tomate chino? ¿Y la salsa para pizza?
En
2017, según datos aduaneros, la Argentina importó 44 mil toneladas de
preparaciones de tomate, por más de 37 millones de dólares. El 62% eran tomates
chinos y otro 20% italianos. Chile, que talla fuerte como principal productor
en esta región, también puede colocarnos algunas latas. Como consuelo, la
Argentina exporta estos productos por 4 millones de dólares (el 10% de sus
importaciones), la mitad a Paraguay.
¿Puede ser posible que con la disponibilidad de sol, agua y
tierra que tiene la Argentina sea deficitaria de tomate para industria? Y sí,
es posible porque además el país está lleno de argentinos. Me dice el informe
oficial que “la producción de tomates con destino industrial en Argentina en la
temporada 2016/17 alcanzó las 488.000 toneladas”, con 6.195 hectáreas
cultivadas (este tipo de tomate es un cultivo extensivo, al aire libre, que
incluso se cosecha mecánicamente, cortando toda la planta). Si nuestro consumo
llega a las 700 mil toneladas, faltan cubrir más de 200 mil. Son las 3.000
hectáreas que dice Pizzo podrían sumarse.
En aquel informe de Agroindustria se habla de una producción
local en crecimiento, ya que la de 2017 había sido la segunda mayor cosecha de
la historia y la producción argentina había crecido 20% respecto del año
anterior. Pero falta. Mucho falta.
Pero la otra clave del desarrollo del tomate en la
Argentina, y esto lo escribo a título personal, debería ser una macroeconomía
estable, que no someta a sus productores a los caprichos de un dólar bajo
cuando esto les convenga a los intereses electorales de nuestros mediocres
políticos. Un dólar muy bajo abarata la importación. Y en esos momentos, los
parásitos supermercados se transforman en verdugos de los productores locales.
La Argentina tiene capacidad de sobra para autoabastecerse
de tomates para industria. Es un pecado que no lo haga. El 33% de la superficie
implantada en 2016/17 se ubicó en Mendoza, el 26% en San Juan, el 19% en el
NOA, el 12% en Río Negro y el 10% restante en La Rioja. Allí, según me dijo
Pizzo, tienen chances para crecer rápido. Pero necesitan un proyecto,
estabilidad y financiamiento.
Como el procesamiento del tomate recién cosechado debe ser
rápido, la mayoría de las industrias también se encuentra localizada en esas
regiones productoras. Según el informe de Agroindustria, unas 35 plantas
industriales procesan el tomate. “La capacidad instalada total es de 717.000
toneladas”, agrega el documento.
Es decir -país de boludos-, excede el consumo local. Hay
mucha capacidad ociosa por los desmanejos de la economía y la política. Y los
abusos de los supermercados.
Dentro de unos años, nadie podrá decir que no estaba
enterado de esta situación. O hacerse el boludo, que es lo mismo. El informe
oficial dice con claridad que “la producción de tomate para industria presenta
margen para incrementarse en Argentina, debido a que no existen restricciones de
tierra y agua, además de un mercado interno desabastecido de materia prima
local”.
Sofia Benedetti, responsable de seguir esa cadena en
Agroindustria, agrega en dicho trabajo que “se estima que en 10 años se
necesitarían 10.000 hectáreas para autoabastecernos”, ya que el consumo debería
llegar a las 800.000 toneladas anuales.
Pero también puede suceder que Coto o Carrefour importen
latas desde China, y santo remedio… tomado de envio de bicho de campo
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