jueves, 8 de enero de 2015

ANANÁ, ABACAXI, PIÑAS - PRODUCCIÓN EN CUBA


La espera de la fortuna El programa de desarrollo de la piña, iniciado hace poco más de un lustro, rinde los primeros frutos en Ciego de Ávila: más de 6 000 toneladas producidas y unas 600 exportadas hacia Europa
Autor: Ortelio González Martínez |
La MD-2 es muy exigente en las atenciones culturales. Foto: del autor
CIEGO DE ÁVILA.— Si la recuperación de la piña hubiera dependido exclusivamente de aquellas vitroplantas famélicas que un día llegaron a las tierras rojas del sur de la provincia, hoy se hablaría más del fracaso que del éxito del programa de desarrollo encaminado al rescate de la reina de las frutas. Sin embargo, la dedicación de los hombres del campo y otras medidas organizativas, han ido convirtiendo en realidad el anhelo de recuperar un cultivo que era insignia del territorio.  ¡AL FiN!, LA RECUPERACIÓN
El rescate no hubiera sido posible sin la empresa agroindustrial Ceballos, con suficiente organización de la fuerza laboral y arcas para responder al desarrollo, porque es elevado el costo desde la preparación de las tierras hasta la primera cosecha.Poco después que la producción tocara fondo en el 2007, con solo 207 toneladas (el récord data del año 1991, con 30 231,8 toneladas), la reina de las frutas emprendió el camino de la recuperación, con crecimientos sostenidos. Para lograrlo, los productores se vieron obligados a reorganizarse, traer desde otras provincias los hijos de la variedad española roja, necesarios para iniciar el camino de la salvación, y hasta se debió importar desde Costa Rica clones de MD-2, la variedad destinada a imperar en el mundo y también en los campos avileños, por su gran aceptación entre quienes la degustan y el gran potencial productivo.
Desde este centro de beneficio fueron enviadas a Europa más de 600 toneladas de piña. Foto: Nohema Díaz Muñoz
Reynaldo de Ávila Guerra, jefe de la brigada de producción  de piña de la Empresa Ceballos, explica que la transformación forma parte del desarrollo de frutales en Ciego de Ávila y que en el caso de esa fruta, el programa se extenderá hasta el 2018, cuando deben haber plantadas unas 2 000 hectáreas (hoy existen unas 70), tanto en la parte estatal como en el sector cooperativo-campesino.
Destacó que los cosecheros superaron el compromiso anual para la exportación (500 toneladas) en el 2014, y la producción en general sobrepasó las 6 200 toneladas, la mayor cifra del último decenio, muy distante de la demanda de la población y de la capacidad de las fábricas procesadoras avileñas, pero recuperación al fin.
Varias familias campesinas se han incorporado al cultivo de esa fruta, mediante un programa liderado por la entidad de Ceballos, con el objetivo de rescatar el reinado de un símbolo frutícola, llegado a tierras avileñas en el segundo decenio del pasado siglo. Roberto Rojas Navarro, perteneciente a la Cooperativa de Crédito y Servicios (CCS) Raymundo Martínez, en la zona de Gaspar, fue uno de los que decidió redoblar los esfuerzos para que la reina sobreviviera. Hoy dispone de 24 hectáreas de española roja, incluido un campo con 14 años de edad y “todavía da buenas piñas. Esa fruta es agradecida cuando se le atiende bien”, asevera.
Más al sur de la provincia, Lázaro Rodríguez Mendoza, de la CCS El Vaquerito en el municipio de Venezuela, intenta mantener en buen estado vegetativo 175 vitroplantas de MD-2, que se encuentran en fase de campo, sometidas a pruebas para su posible introducción en el ciclo productivo.
REYES DE REINAS
En toda la zona conocida como Raúl Martínez, no hay palmo de tierra ni recodo que no conozca la brigada de sembradores, formada por tres hombres que permanecen doblados sobre los surcos de medio kilómetro de longitud; son surcos que se le pierden a la vista y que no admiten un descanso.
Julián Goris Aguilera —dicen que es el mejor sembrador de piñas de la provincia— Vicente Urquía Martínez y Eliécer Núñez Estrada son los mismos que plantaron el millón 700 000 posturas de MD-2 llegadas desde el país cen­troamericano, hecho que marcó el despegue.
“Ya tenemos nuestro propio material de siembra —dice Goris— y eso es importante, porque no hay que salir a buscarla a otro lado. Estos que estamos plantando son nietos de los primeros que llegaron”, afirma con la alegría de quien ve nacer a un hijo, mientras Reynaldo corrobora que disponen de los recursos necesarios para mantener vigorosas las plantaciones que, a la vuelta de unos 12 o 13 meses darán los primeros frutos. Pero antes de esa fecha, muchos otros trabajadores debieron preparar correctamente la tierra, hacer una buena subsolación (surcos profundos que mejoran el drenaje) y fertilizar y atender los sembrados.
Goris, Eliécer y Vicente hablan el lenguaje del trabajo, del buen hacer, y de la piocha que cada segundo encajan en la tierra. Jocosamente, se comenta allí que es tanta la rapidez del trío, que primero siembran la mata y después abren el hueco. Los observo y me da por pensar lo mismo.
“Una hectárea de española roja lleva unas 20 000 posturas y una de MD-2 anda por las 72 000, en dependencia del marco de siembra, que puede variar con la época del año. Y nosotros plantamos esa cantidad en un tiempo relativamente corto”, aclara Eliécer, quizá pensando en que la recuperación dejó de ser aquella palabra que muchos veían alejada en el tiempo. Tomado de la Granma de cuba 

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