ENTREVISTA / RENÉ
RAMÍREZ / TITULAR DE LA SECRETARÍA NACIONAL DE
EDUCACIÓN SUPERIOR, CIENCIA,
TECNOLOGÍA E INNOVACIÓN
“Ecuador no se modernizará si no elimina la cultura
rentista”
Thomas Piketty ha dado la vuelta al mundo con su libro El
capital en el siglo XXI. El diagnóstico que hace del capitalismo es polémico y
sorprendente. Un alto dirigente del gobierno analiza en esta entrevista cómo
esta obra se puede interpretar a la luz de los cambios producidos por la
Revolución Ciudadana.
Orlando Pérez, Director
¿Cuáles son las principales conclusiones que se
desprenden del libro de Piketty sobre “El capital en el siglo XXI”?
A mi modo de ver, tres. La primera, que las desigualdades de
riqueza y de ingreso son consecuencia de decisiones políticas y no de leyes
naturales sometidas a un falso determinismo económico. Tal conclusión lapida la
mirada utópica de derecha que defiende la mano invisible del mercado suponiendo
que esta llevará inexorablemente a la reducción de la desigualdad. En economía,
se suele denominar a tal “ley” la curva de Kuznets. De hecho, Piketty demuestra
que esta ley no se cumple revisando la trayectoria de la desigualdad económica
a lo largo del siglo XX en algunos países del centro capitalista (como Francia,
Inglaterra y EEUU), y mostrando que solo durante el período 1930-1975 hubo
reducción de la desigualdad debido a la intervención de los Estados que
impulsaron el crecimiento.
La segunda lección tiene que ver con la evidencia histórica
que se desprende de su investigación: si analizamos el largo plazo, el mundo
atraviesa mayores niveles de desigualdad en los ingresos en el presente que
hace un siglo. Asimismo, se evidencia una altísima concentración de la riqueza
acumulada principalmente en el 10% más rico de la población (e
híper-concentrada en el 1% más rico), y con una tendencia al alza. Dicha
concentración, concluye Piketty, atenta contra la democracia y fortalece el
establecimiento de sociedades rentistas en donde el peso de la herencia
adquiere mayor importancia en detrimento del trabajo y el mérito. Pero a pesar
de dicha concentración, la investigación también concluye que la mayor
innovación del siglo XX es el incremento de una clase media patrimonial.
La tercera lección es que tales desigualdades solo pueden
revertirse endógenamente con una “mano bien visible”: ya sea a través de
impuestos progresivos al capital privado, pero sobre todo, y a mi modo de ver
es la conclusión más importante, por medio de la inversión en educación pública
inclusiva de calidad y la difusión de conocimiento.
¿Por qué Piketty habla de “desigualdad” y no de
“pobreza”?
Hay una diferencia importante entre ambos términos; voy a
explicarla con un ejemplo. En el año 2007 publiqué un artículo, junto a la Dra.
Minteguiaga, en el que demostraba por qué la equidad no produce igualdad; es
decir, por qué las políticas focalizadas hacia los pobres jamás iban a producir
convergencia social. La mayor victoria ideológica de la derecha frente a
las políticas de izquierda ha sido instalar en el imaginario social que para
superar la pobreza hay que hacer políticas pro-pobres. Mientras creamos que las
políticas pro-pobres son las que permitirán la superación de la pobreza, jamás
saldremos de la pobreza. Hay que atacar las causas estructurales de la pobreza,
y en este caso es la desigualdad producida por sistemas excluyentes de
educación, de salud, y por la alta concentración de la propiedad que existe en
nuestros países, así como por prejuicios de raza, género, edad, etc. La
distribución de ingresos producen una igualdad frágil, razón por lo cual es
necesario distribuir capacidades y conocimiento.
Hace dos años publiqué un artículo titulado “Good
bye pobretología, bienvenida ricatología” en donde en vez de calcular
la incidencia de la pobreza, calculé la incidencia de riqueza; que no es otra
cosa que analizar con qué porcentaje de la riqueza de la población más rica se
podría redistribuir para sacar a todos los pobres de la pobreza. Los resultados
fueron reveladores: en el 2006, aproximadamente con el 1,6% de la riqueza de
los ecuatorianos más ricos se podría superar la pobreza de todo el país. El
libro de Piketty claramente estudia los factores estructurales de la
desigualdad. Esto no significa que no le interesa la pobreza, sino que sabe que
la base estructural de la misma es la opulencia. De hecho, podríamos decir que
es un libro que estudia la concentración del ingreso y de la riqueza del 1% más
rico de los países ricos. Si bien los pobres han sido estudiados a escala
“nano”, es tiempo de poner la mirada en el otro extremo de la distribución, si
queremos entender cuál es el círculo vicioso estructurante de la reproducción
de la pobreza.
¿Por qué se da el crecimiento de la desigualdad según
Piketty?
El principal argumento de Piketty se basa en lo que denomina
la “fuerza de divergencia fundamental”, que está vinculada al hecho de un mundo
caracterizado por una mayor velocidad de crecimiento de la tasa de rendimiento
del capital (r = incremento de ganancias, dividendos, beneficios, rentas y
otras utilidades del capital) que la tasa de crecimiento económico (g =
incremento del ingreso económico y población): r>g. El incremento de la
desigualdad y la concentración de la riqueza se deben justamente al
estancamiento global en un bajo crecimiento y una alta tasa de rendimiento del
capital.
En sociedades de bajo crecimiento, la riqueza originada en
el pasado adquiere una relevancia desmesurada, y con ello se eleva la tasa de
rendimiento del capital que conduce a sociedades híper-patrimonialistas que se
asientan en la herencia.
¿A qué se debe este aumento desproporcionado de la tasa
de rendimiento del capital?
Entre otras razones, al proceso de globalización en el cual
se ha incrementado el poder de negociación del capital en detrimento del
trabajo, con el declive en tal negociación de las organizaciones laborales
(sindicatos, etc.). Este poder de negociación del capital ha permitido que
aumente la participación del capital en el ingreso nacional. A la par, ha
emergido un nuevo estrato social de híper-ejecutivos que determinan sus propios
salarios, sin ninguna autolimitación ética.
Por otra parte, a través de la evidencia histórica Piketty
también rebate la profecía marxista de que en el largo plazo la tasa de
rendimiento del capital disminuiría sistemáticamente, lo que conduciría
inexorablemente a la muerte del capitalismo. En estricto rigor, Marx sostiene
que a medida que el capital se acumula en forma de medios de producción, la
masa de plusvalor extraída del trabajo se reduce, y la tasa de rendimiento del
capital también se reduce. Esto tendría como consecuencia la incapacidad del
sistema económico de reabsorber las mercancías producidas por la caída de los
salarios y, a la larga, la crisis de la reproducción del capitalismo. En este
sentido, se puede señalar que el sistema capitalista es intrínsecamente
desequilibrado y de forma natural conduce a su propia destrucción.
Pero Piketty nos muestra que, a lo largo de la historia (200
años), esto no se cumple. El crecimiento tiene un aumento autónomo debido al
crecimiento poblacional y a que la productividad puede aumentar ad
infinitum si consideramos, entre otras circunstancias, que el
conocimiento no tiene límites; es decir, que la capacidad inventiva del ser
humano es ilimitada y puede impulsar el crecimiento.
En este sentido se da una contradicción fundamental en las
sociedades modernas: como consecuencia de la voluntad política de impulsar el
incremento sistemático de la tasa de rendimiento del capital por sobre el
crecimiento económico, se generan extremas desigualdades que atentan contra los
valores propios de la democracia.
En este marco, dos conclusiones históricas dignas de
mencionar son: los momentos de reducción de la desigualdad no han sido
consecuencia de procesos intrínsecos al desenvolvimiento del mercado (la mano
invisible) sino a políticas concretas y shocks externos como las guerras. Por
otra parte, Piketty demuestra que, en términos económicos, ni la revolución
francesa ni la revolución industrial produjeron cambios radicales en la
estructura de la desigualdad y la propiedad; es decir, no fueron tan
“revolucionarias” como se piensa.
Piketty habla de modernizar el Estado social, no
desmantelarlo, ¿qué implica esta propuesta?
Sobre esta temática Piketty nos deja algunos mensajes
importantes. Es necesario construir un Estado social moderno. En primer lugar,
la construcción de un Estado social viene de la mano de la edificación de un
Estado fiscal que garantice los recursos suficientes para financiar servicios
públicos e ingresos de reposición más o menos iguales para todos, sobre todo en
el ámbito de la educación, salud y las jubilaciones. Es decir, el Estado social
es el que garantiza una redistribución moderna basada en una lógica de derechos
y en un principio de igualdad que permita el acceso de bienes considerados como
fundamentales.
Este Estado fiscal no va en contra de la eficiencia
económica...
Por el contrario, Piketty muestra que en Europa los países
más ricos y productivos son los que tienen los impuestos más elevados (50% y
60% del ingreso nacional en Suecia y Dinamarca), y los países más pobres y
menos desarrollados son los que tienen los impuestos más bajos (apenas más del
30% del ingreso nacional en Bulgaria y Rumanía). Por otra parte, la modernidad
del Estado está ligada a generar instituciones que permitan la deliberación
democrática sobre asuntos de interés público.
Este Estado social moderno debe tener la capacidad de
responder a los cambios sociales que surgen en las sociedades tales como las
reformas necesarias en el sistema de seguridad social frente al incremento en
la esperanza de vida o al crecimiento del desempleo juvenil que se da a escala
global.
¿Y en el campo de la educación superior que es su área?
Piketty sostiene que un desafío central para el Estado
social en el siglo XXI es lograr una verdadera igualdad de oportunidades. El
diseño institucional de acceso a la educación superior marca la diferencia
entre construir “sociedades meritocráticas” u “oligárquicas hereditarias”.
Empero, hay que tener cuidado con aquellas instituciones que inventan el mérito
como justificación de su accionar excluyente. Me llamó la atención la denuncia
explícita que hace Piketty sobre la falta de transparencia en los
procedimientos de selección de Harvard. Piketty señala que el ingreso promedio
de los padres de los estudiantes de Harvard es hoy del orden de USD 450.000, es
decir aproximadamente el ingreso promedio del 2% de los hogares de
estadounidenses más ricos, lo que parece poco compatible con una selección
basada solo en el mérito.
En el otro extremo, Piketty pone el ejemplo de Europa, en
donde las colegiaturas son bajas o nulas. No es una sorpresa que a principios
del 2013, Baviera y la Baja Sajonia decidieran suprimir el cobro de la
matrícula universitaria que era de 500 euros por semestre y aplicar, como en
toda Alemania, la gratuidad absoluta. Vale señalar que de acuerdo al Ranking de
Shangai de las 500 mejores universidades, 300 son europeas y 200 de Estados
Unidos. Claramente, el Estado de bienestar y la garantía de derechos están
mucho más consolidados en Europa que en Estados Unidos, en donde el acceso a servicios
sociales se hace mayoritariamente vía mercado. La pregunta que debemos hacernos
es qué tipo de sociedad queremos edificar. En este marco, hablar de
transformación educativa es hablar de transformación social.
Tomando en cuenta la comparabilidad histórica y geográfica, podría señalar que las transformaciones en el campo de la educación superior que hemos realizado en Ecuador apuntan a la construcción de sociedades más igualitarias, que fomenten la productividad económica. El elevado financiamiento público, que en este momento llega al 2,12% del PIB (superior al promedio del 1% del PIB europeo y del 0,8% latinoamericano), la recuperación de la gratuidad de la educación superior, la ayuda económica para aquellos ecuatorianos de escasos recursos, el acceso meritocrático a través de un examen transparente en función de la capacidad ofertada por las universidades, los procesos sistemáticos de evaluación y acreditación de universidades, y el respeto absoluto de la autonomía responsable de las instituciones de educación superior son la fórmula que produce no solo sociedades más cohesionadas sino economías con altos niveles de productividad; en esto coincidimos con Piketty.
Así como Piketty demuestra en su libro que el trade
off que la economía ortodoxa suponía entre crecimiento y desigualdad
es falso, nosotros hemos demostrado al mundo que se pueden producir cambios
radicales en los sistemas de educación superior, que combinen calidad con
igualdad, calidad con democratización. No es fortuito que desde 2006 la
matrícula universitaria del 20% más pobre se haya multiplicado por ocho y la de
los indígenas por tres.
A la democratización señalada debemos añadir el incremento
de la matrícula: de acuerdo a los censos de población y vivienda, de 1982 a
1990 decreció 0,5 puntos porcentuales la tasa neta en la educación superior; y
de 1990 al 2000 incrementó 6,4 puntos; en la última década (del 2000 al 2010)
dicha matricula aumentó 12,4 puntos porcentuales.
Estructuralmente podemos decir que la sociedad ecuatoriana
se está volviendo más igualitaria (y por ende, más cohesionada), más
democrática y más productiva. Claro está que existen otras fuerzas que apuntan
todavía a la divergencia social y económica, y que principalmente tienen que
ver con todo lo que implica las fuerzas económicas que empujan una estrategia
de desarrollo primario-exportadora y, sobre todo, secundario-importadora.
Al poner en el centro del debate de la transformación social
a la educación pública de calidad y a la democratización del conocimiento,
nosotros estamos proponiendo pasar de la sociedad de la plutocracia hacia una
democracia real; estamos proponiendo pasar de una sociedad dependiente a una
sociedad autónoma; estamos proponiendo pasar de una oligarquía hereditaria y
rentista a una sociedad meritocrática; y que antepone el trabajo sobre el
capital.
Usted señala que uno de los temas importantes en la
propuesta de Piketty para revertir la desigualdad tiene que ver con el rol que
juega la educación, ¿podría profundizar en esto?
Efectivamente. Sobre este punto es necesario señalar algunos
temas importantes, incluso para entender la propuesta desde el Gobierno de
basar la transformación social en la educación, ciencia, tecnología e
innovación. En primer lugar, Piketty evidencia a lo largo de su libro que la
política más eficaz para incrementar los salarios más bajos y medios y para
disminuir la concentración de la riqueza en el 10% de la población (tanto en la
masa salarial como en el ingreso nacional) es la inversión fuerte y masiva en
la educación superior y formación profesional de calidad.
En otras palabras, el mecanismo más eficaz para reducir
desigualdad es la inversión en educación y la difusión de los conocimientos y
las competencias. Asimismo, queda claro que el crecimiento económico global se
basa en el incremento de la productividad de la mano de obra, y que sin lugar a
duda la inversión en educación es la política pública que mayor impacto tiene
aumentar el crecimiento de un país, incrementar la productividad del trabajo y
reducir la desigualdad económica.
Por otra parte, en una mirada esperanzadora, si bien los
límites biofísicos podrían frenar el crecimiento, Piketty sostiene que la
capacidad inventiva y la racionalidad del ser humano pueden generar nuevos
mecanismos de producir energía renovable y permitir la sostenibilidad
ambiental, razón por la cual el crecimiento inmaterial del conocimiento puede
continuar todavía al menos por un par de siglos adicionales. No existen razones
para pensar que el progreso tecnológico y la capacidad inventiva se detendrán
en la humanidad.
¿Qué lecciones se pueden extraer del libro de Piketty
para nuestra situación en América Latina?
Algo importante que evidencia Piketty tiene que ver con la
historia de la acumulación de la riqueza de Europa y Estados Unidos, sobre lo
que es pertinente reflexionar hoy. Existe mucho debate en la bibliografía
especializada sobre las razones por las que se ha producido un rezago entre
Estados Unidos y América Latina. Más allá de explicaciones culturales que
suelen dar ciertos autores, Piketty muestra evidencia histórica contundente de
la que se desprenden dos argumentos importantes.
El primero alude a que mientras Europa colonizó buena parte
de África, Asia y Latinoamérica, Estados Unidos se enfocó en su propio
territorio; es decir, el colonizador europeo tenía activos en el extranjero y
los trabajadores de esos países trabajaban para el consumo del colonizador,
situación que se prolongó incluso después de los procesos de independencia.
Había una transferencia de riqueza, en donde Europa tenía garantizado un cierto
nivel de consumo y acumulación sin trabajar. Dicha situación no sucedía en
Estados Unidos. Por otra parte, Piketty muestra que durante un siglo Estados
Unidos tuvo un 20% de su población esclava. Esto permitía la acumulación
originaria de capital a través de la explotación laboral más brutal y sin
remisiones. Esa riqueza quedaba en el propio país. En nuestra región había
explotación también, pero la riqueza se transfería al viejo continente. Estos
hechos son evidencia contundente de las causas que han provocado la divergencia
entre Estados Unidos y nuestra región. No podremos constituirnos en países
auténticamente soberanos sino nos “poseemos” a nosotros mismos y si preservamos
sociedades excluyentes que basan su acumulación en formas de explotación
laboral, y en prejuicios de raza, género, religión, etc.
El otro punto que, a mi modo de ver, está en disputa este
momento en la región es la elección política de tener sociedades meritocráticas
o rentistas.
América Latina es la región más desigual del mundo debido a
sistemas educativos y de salud excluyentes, sistemas económicos
patrimonialistas/rentistas y racismo. Esto configura sociedades poco
meritocráticas y poco democráticas, asentadas en una lógica en donde la riqueza
no se genera y se merece, sino que se hereda. Esto ha generado una plutocracia
en donde las familias con abolengo y poder económico tienen amplio poder de
negociación al momento de la distribución de la riqueza nacional.
En el campo de la educación superior, no es casual que los
países que más han privatizado los sistemas universitarios (como Brasil, Chile)
sean los países más desiguales; mientras que los países que mantuvieron sus
sistemas universitarios públicos (Uruguay, Cuba, Venezuela) sean los menos
desiguales (atención, que no estoy diciendo aún nada acerca de la calidad). La
oferta educativa (matrícula) del primer grupo de países es mayoritariamente
privada y la forma de financiamiento arancelada. Todo lo contrario sucede en el
segundo grupo de países donde existen sistemas públicos, gratuitos y masivos.
Puedo señalar que en la actualidad en Ecuador hemos
desmercantilizado la educación superior y así hemos recuperado el sentido
público de la educación superior en un 70% de las universidades. En el otro 30%
todavía la sociedad tiene el reto de democratizar el acceso. Nos referimos a
que la universidad particular todavía sigue siendo un espacio de reproducción
de clase social: del total de la matrícula en las universidades privadas, el
70% de estudiantes provienen de familias que pertenecen al 20% más rico. Esto
se ha mantenido prácticamente constante en los últimos ocho años.
En mi libro “Igualmente pobres y desigualmente ricos”
(Quito, 2008) demostré que las fuentes de ingreso donde más se concentran los
recursos monetarios son: el capital financiero, el capital físico y las
utilidades de los capitalistas/patronos. No es casual que el 70-80% del ahorro
esté concentrado en el 20% más rico. Podría señalar que no produciremos
sociedades más cohesionadas e incluyentes y no modernizaremos nuestra sociedad,
y esto no lo lograremos mientras no rompamos con la cultura rentista y
hereditaria de nuestras sociedades.
¿Podría comentarnos qué ha sucedido en Ecuador en el
período de gobierno de la Revolución Ciudadana en la relación entre
capital/trabajo?
Es importante señalar y recordar la economía política de las
estadísticas. Cuando inició nuestro gobierno habían desaparecido las
estadísticas sobre la distribución primaria del ingreso. Como Secretario de
Planificación y Desarrollo pedí entonces que se vuelva a recopilar tal
estadística. Ahora ya se está produciendo sistemáticamente en el Banco Central.
Esto no es fortuito. Esconder las estadísticas capital/trabajo significa
esconder la realidad de quién manda en una sociedad.
En el caso ecuatoriano, las estadísticas del Banco Central
evidencian que la participación de los trabajadores en el ingreso, entre 2007 y
2013, ha crecido en 4,6% y cayó la participación del capital 9,4%. Una mirada
simplista podría decir que el crecimiento de la participación proveniente del
ingreso del trabajo resulta muy bajo luego de ocho años. No obstante, si
ponemos los datos en perspectiva comparativa podemos darnos cuenta de que no es
así. En el último siglo en Europa, donde la participación del trabajo bordea el
70%, si tomamos el nivel más bajo de participación laboral y en el otro extremo
el nivel más alto del mismo, nos damos cuenta que el máximo crecimiento que se
dio en 100 años ha sido del 10%. Desde esta perspectiva los logros conseguidos
en la Revolución Ciudadana son significativos.
Ahora bien, quizá algo que es importante señalar y que
Piketty omite en su análisis, pues solo lo menciona marginalmente, es lo que se
denomina “ingreso mixto”. Es mixto porque no puede diferenciarse la porción de
ese ingreso que corresponde a la retribución al trabajo de la que corresponde a
la retribución de los activos que intervienen en el proceso productivo. En
Ecuador y la región existe un grupo importante de ciudadanos que son a la vez
capitalistas y trabajadores; generalmente se trata de cuentapropistas, personas
que trabajan en la economía social y solidaria, en negocios familiares, etc. Su
proporción no es menor. Representan alrededor del 38% de la población
económicamente activa, y su salario ha tenido un incremento del 49% entre 2006
y 2013. Este grupo de la población ha visto incrementar su participación en la
distribución primaria del ingreso en 4,8%.
En suma, podríamos señalar que de la caída de la
participación del capitalista en 9,6% entre 2006-2013 la mitad se debe al
incremento de la participación de los trabajadores en relación de dependencia y
la otra mitad a aquellos trabajadores “cuentapropistas”. La participación del
Estado se ha mantenido constante en el período analizado.
Ahora bien, más allá de la propuesta concreta que realiza el
autor de gravar impuestos sobre herencias, realizar tributación progresiva e
implementar un impuesto global a la riqueza como un posible antídoto a la
creciente concentración de riqueza y poder, es fundamental articular políticas
sobre los sistemas de propiedad. Sostengo que no solo es necesario redistribuir
después de que se genera riqueza, sino que en el mismo momento del proceso
productivo es necesario distribuir. Esto únicamente es viable si se genera otro
sistema de organización, de gestión de la producción, y obviamente de
propiedad.
Los sistemas mixtos pueden romper la lógica del capitalismo
y la relación de poder asimétrica entre capitalista y trabajador. El
cooperativismo, el asociativismo, la economía social y solidaria, el
emprendimiento republicano (en el cual el trabajador es dueño del capital
accionario) son formas de organización que buscan romper con la lógica de
dominación del capital. Esto es algo que falta profundizar en la investigación
de Piketty. Siempre y cuando este tipo de economía no sea reproductora de
pobreza, de pobres y para pobres, estas diferentes formas de gestión y
organización productiva no solo que contribuyen a buscar una economía menos
desigual sino que democratizan las relaciones productivas al romper las
asimetrías de poder.
Desde mi punto de vista, es fundamental entender que un
componente estructural del cambio en la matriz productiva es diversificar las
forma de gestión, organización y propiedad hacia aquellas que tiendan a romper
con la relación capital/trabajo. Necesitamos más “Ramadas”, más
“Clementinas”. Lamentablemente, siento que existe una visión que lleva a
la inacción, de que este tipo de modos de producción son siempre ineficientes.
Existen miles de experiencias a nivel mundial que demuestran lo contrario. El
autor señala que el modelo Alemán ha tenido éxito por tomar en cuenta este tipo
de modos productivos (modelos de propiedad social o stakeholder model)
y nadie podría señalar que Alemania es un modelo de economía ineficiente; al
menos podríamos señalar que es tan eficiente –desde parámetros capitalistas-
que el modelo de mercado anglosajón (stockholder model). Debemos
auspiciar sistemas productivos que redistribuyan creciendo, pero también que
crezcan distribuyendo. Este es un reto que tenemos en el proceso de cambio en
la matriz productiva y que manda nuestra Constitución.
Así como la educación produce libertad, la democratización
de la propiedad y del capital permite romper la relación de dependencia/poder y
lograr así mayor autonomía individual; es decir, produce mayor democracia y
mayor libertad a la vez.
¿Cuál es la relación de lo que ha señalado con la
propuesta del Gobierno Nacional de construir un “ecosistema de innovación”?
La propuesta que hacemos de innovación busca fomentar nueva
riqueza a través de crear nuevo valor agregado ligado al ingenio, al
conocimiento del ser humano. A la vez, si logramos establecer un sistema en que
la riqueza del emprendimiento sea del innovador y no únicamente del financista
(como sucede en el rentismo de los usuales sistemas de propiedad intelectual)
estamos rompiendo con la forma de enajenación usual que se da entre capital y
trabajo. Esto no solo permite generar riqueza y puestos de empleo, sino que
ataca al corazón de la injusticia social y pone por delante al trabajo sobre el
capital.
En el capitalismo cognitivo el investigador, el innovador,
es un asalariado, y el capitalista es el financista. Es por eso que planteamos
en el nuevo “Código Orgánico de los Conocimientos” que el
investigador/innovador sea prioritariamente el mismo emprendedor o sea
co-propietario del emprendimiento. Tenemos que cambiar la jerarquía de los
valores de la sociedad: más importante es la idea que el capital (hay mayor
valor social en el “Banco de Ideas” (repositorio de proyectos creativos), que
en cualquier banco comercial corriente). Es por esto que la regulación
del sistema financiero o la banca pública de desarrollo debe jugar un rol
fundamental para romper la escasez de oferta de financiamiento para la
innovación de tecnología social. Recuperar el sentido público del conocimiento,
democratizar el acceso a ciencia y tecnología constituye un eje fundamental; es
necesario no solo incrementar productividad, sino disminuir concentración
del los ingresos y de los patrimonios, y en esto estamos de acuerdo con
Piketty.
¿Podría señalar sus críticas al libro de Piketty?
Comparto el comentario de Paul Krugman, premio Nobel de
economía, de que quizá estamos frente al libro más importante de la última
década. La investigación de dos siglos y el enfoque interdisciplinario no solo
atacan miradas dogmáticas sino que ponen en jaque a las propias ciencias
económicas. De hecho creo que es el mejor texto de economía que he leído en los
últimos años, justamente porque incluye la historia económica.
La crítica fácil que -creo yo- se haría desde cierta
izquierda es que el libro no plantea o no genera una alternativa al
capitalismo. Me queda claro que el libro es una lectura desde un marco teórico
neoclásico y desde el mismo capitalismo. No busca nunca salirse de aquel
esquema. Si bien no estoy de acuerdo con tal mirada, no podemos pedir a una
investigación algo que no pretende hacer.
Con esta advertencia, mencionaré cinco críticas que podría
hacer a esta investigación:
La primera tiene que ver con escaso o marginal análisis que
hace el autor sobre China. Sin lugar a dudas las decisiones que tome China
afectarán el desenvolvimiento del capital en las próximas décadas. Solo por
mencionar un aspecto principal en este sentido, Piketty señala la importancia
del rol que juega el crecimiento poblacional en el crecimiento económico
general. Podría pensar que la decisión tomada por el gobierno chino de permitir
más de un hijo/a a aquellas parejas que vienen de familias de “únicos hijos”,
en “algo” afectará a la demografía y al crecimiento mundial. No es
justificación que no existe información disponible. Recordemos el libro
excelente Adam Smith en Pekín en donde Giovanni
Arrighi hace un análisis extraordinario de las relaciones productivas y
económicas en el capitalismo del siglo XXI y el papel que jugará China en este.
El vacío de reflexión exhaustiva sobre China en el libro de Piketty creo que es
una falencia grande que incluso podría distorsionar la prospectiva que se
realiza en el libro. En ese marco, peca de una mirada muy occidental y
eurocéntrica del capital.
En segundo lugar, es un libro que habla sobre todo de la
macroeconomía y no de las relaciones sociales de producción. Esto lleva a una
crítica de David Harvey, que comparto, en la cual se señala que Piketty comete
el error de tratar al capital como un stock físico y no como un sistema de
relaciones productivas y de poder.
También llama la atención que al tomar la decisión de
analizar la composición del ingreso y la riqueza en función de percentiles o
deciles (esto es, dividir la población del más pobre al más rico en 100 o 10
partes iguales ordenadas ascendentemente) se deja de lado en buena medida el
análisis de clases socio-económicas. Dicha decisión impide que se analice
minuciosamente la proporción de la riqueza en función de la población
económicamente activa en su relación capital/trabajo. Si bien señala que la
riqueza se concentra en el 1% más rico, podríamos preguntarnos: ¿qué porcentaje
de ese 1% es capitalista y qué porcentaje es trabajador? Una sociedad en la que
crece la acumulación de la riqueza de los capitalistas pero se mantiene el
número de capitalistas es menos desigual que una sociedad con una menor
población capitalista (mayor concentración de la riqueza). En el análisis de
Piketty hubiera sido importante analizar la evolución de la población
económicamente activa en la relación entre número de trabajadores frente al
número de capitalistas. Si bien se analiza históricamente la relación
capital/trabajo en dólares, no se analiza la relación entre población de
capitalistas frente a población trabajadora, y la relación de esta última con
la primera.
En cuarto lugar, es necesario discutir en el capital del
siglo XXI (quizá no en el del siglo XX o XIX) la unidad de análisis para
contemplar la concentración de la riqueza. Si Facebook ha producido igual
riqueza que el PIB del Perú, lo más seguro es que no necesariamente la unidad
de análisis para medir la concentración de la riqueza deben ser los países. Es
un tema debatible pero las transnacionales a nivel mundial adquieren mucha más
importancia que muchos Estados-nación en el siglo XXI.
Finalmente, podríamos señalar que si bien Piketty hace una
crítica sustancial a la economía política de las estadísticas de construcción
del PIB y menciona paradojas de la economía ortodoxa como el hecho de que si un
país privatiza la educación y la salud incrementa el PIB (o que no se
contabiliza ninguna remuneración sobre el capital público), no trata un tema
fundamental que todo economista del siglo XXI debería al menos dejar planteado
cuando aborda el tema de la riqueza: la contabilidad del patrimonio ambiental
(aunque sea desde la misma mirada capitalista). Seguro no existen datos para
contabilizarlo en el período que analiza Piketty. No obstante, no mencionar
este tema es una ausencia teórico-conceptual a mi modo de ver bastante
importante dado el objeto de su tratamiento.
No nos referimos aquí a su planteamiento de poner un
impuesto a la emisión de CO2 sino de incorporar en el análisis del capital al
patrimonio natural. ¿En qué medida la acumulación de la riqueza y su
concentración se sustenta en la dilapidación de la riqueza natural existente en
el mundo? Un análisis del capital en el siglo XXI no puede dejar de lado el
análisis del patrimonio natural y su relación con los modos de producción y
acumulación de riqueza dentro de una economía (nacional o mundial).
Si bien la entrada metodológica de Piketty es
interdisciplinaria lo cual rompe las tradicionales formas monolíticas de hacer
investigación, su marco conceptual no deja de ser ortodoxo y neoclásico. El
tema del patrimonio medio ambiental adquiere importancia a nivel mundial en el
análisis de la división internacional del trabajo. ¿Cuánto cambiaría la
distribución mundial de la riqueza si se le da valor al patrimonio ambiental de
cada país? ¿Qué sucedería en la distribución de la riqueza a nivel mundial si se
contemplase el pago a la deuda ecológica?
En este marco, así como debemos empujar más investigación y
uso de energías renovables es necesario fomentar la reducción del consumo de
hidrocarburo. A propósito del COP21 que se realizará este año en París (Conferencia
sobre el cambio climático), la mejor estrategia de poner límites biofísicos al
capital es concretar la propuesta ecuatoriana de compensación sobre Emisiones
Netas Evitadas (ENES). A más de que dicha política permite caminar en un mundo
más sostenible ambientalmente, creería yo que sería un cambio estructural en la
distribución de la riqueza mundial a favor de los países del sur.
El tema ambiental debe ser trabajado a la par de la
recuperación del sentido público del bien conocimiento. No es casual que a
nivel mundial, el bien común “conocimiento” se privatice a través del manejo de
la propiedad intelectual híper-patentizada en los ADPIC, en los TLC y los TBI;
y que el patrimonio ambiental siga siendo contemplado como un bien
público/común mundial de libre acceso. No solo debemos concretar la nueva
arquitectura financiera regional sino también la nueva arquitectura cognitiva
del sur que dispute la normativa de OMC referente a los derechos de propiedad
hiper-patentizados. Esto solo será posible si se concreta la integración en
UNASUR/CELAC y caminamos de la mano en el tratamiento del conocimiento como un
bien público y común de la humanidad. No sólo se necesitamos una
democratización del conocimiento al interior de los países sino entre
países.
Problematizar los temas ecológicos en el análisis del
capital del siglo XXI es también considerar una mirada desde el Sur global.
Siento que las 667 páginas del libro que estamos comentando tienen una
perspectiva centro-periferia: observado desde el centro hacia los “márgenes”
del mundo. Claramente se evidencia que las ausencias analíticas de la academia
también evidencian relaciones de poder.
1 “¿Queremos vivir juntos? Entre la equidad y la igualdad”,
publicado en Ecuador Debate No. 70. Disponible en http://repositorio.flacsoandes.edu.ec/bitstream/10469/3891/1/RFLACSO-ED70-06-Minteguiaga.pdf
2 Publicado en Alfredo Serrano, coord. ¡A (re)distribuir!
Ecuador para todos. Disponible enhttp://www.planificacion.gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2012/08/%C2%A1A-Redistribuir-Ecuador-para-Todos.pdf.
3 En referencia al Hotel Ramada y a la Hacienda La
Clementina: el hotel fue incautado por el Estado ecuatoriano a los hermanos
Isaías en el caso del feriado bancario, y en el año 2012 su administración fue
traspasada a una compañía integrada por sus trabajadores; por otra parte, la
hacienda bananera fue embargada a Álvaro Noboa por evasión de impuestos, y en
2013 fue adquirida por una cooperativa formada por sus trabajadores, con un
crédito de la CFN.
4 Para mayor información sobre el Banco de Ideas
visitar http://senescyt.boostlatam.com/.
TOMADO DE EL TELEGRAFO DE ECUADOR
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