En la urbe viven con el temor de que cerro derrumbe sus
casas
La falta de drenaje agrava los efectos de las lluvias en Mapasingue, Urdenor,
Bellavista y La Florida.
Con cada lluvia combinada con marea alta, los guayaquileños
saben que las calles se vuelven canales, los coches balsas y las casas islas.
Pero los moradores de los cerros y de las ciudadelas de las partes bajas ni
dentro de sus casas se sienten a salvo. Y viven con el temor de que un nuevo
aguacero rompa los muros. "La informalidad es la causa de algunos
problemas. En muchos de los asentamientos no se respetaron los cauces naturales
de desagüe, construyeron sobre ellos y ahora el agua busca sus propias salidas",
explica el presidente del Colegio de Ingenieros Civiles del Guayas, José María
Fuentes.
Las llamadas invasiones, construidas sin permisos
municipales ni servicios, se hicieron sin estudios previos. Lentamente el
Municipio va prestando servicio a estas áreas de la ciudad, pero mientras tanto
los vecinos de los cerros y de las partes bajas pagan las consecuencias de
vivir sin sistema de dragado.
"Los asentamientos sobrepasan las metas que uno se
pone. Hay que atender lo informal, ¿pero en cuánto tiempo?", cuestiona el
director de Obras Públicas municipales, Jorge Berrezueta. "En algunos
sectores la obra implicaría el derribo de hasta 5.000 viviendas. Reubicar puede
ser más barato que prestar los servicios en ocasiones".
Optimizar el dinero es la prioridad del Municipio, según
explica Berrezueta. No todos los asentamientos informales son iguales.
"Algunos guardan un cierto sentido del urbanismo, otros se saltaron
completamente los cauces de drenaje y la obra es muy costosa".
Cuando edificó su casa en la ladera de Mapasingue, Lázaro
Quintana , confió en que el que guió la invasión y distribuyó las calles sabía
lo que hacía: "Los llamaban los presidentes, nos decían dónde edificar y
se quedaban con los billetes". Este manabita hace más de 30 años que
construyó su casa en una ladera del cerro. Entonces todo era ceibos, hoy, vive
en una calle de basura, piedras y polvo.
La lluvia ha creado auténticos barrancos en estos terrenos
que fueron habitados a la fuerza. Con cada aguacero las calles se vuelven
auténticos ríos cargados de piedras, latas, ropa y hierros. Una basura que
desemboca en la avenida de Las Aguas, a orillas de Urdenor.
El sistema de aguas lluvias de la ciudadela no puede hacer
frente a los desperdicios que bajan del cerro. "Tantos impuestos que pagamos
y tenemos que aguantar que nos caiga basura, perros muertos y qué se yo cuántas
cosas más", se lamenta Alejandrina Araujo, propietaria de una vivienda en
Urdenor II.
Junto a su casa, a la altura de la mueblería El Bosque, la
avenida de Las Aguas esconde un socavón que deja en el aire parte del
pavimento. Una rudimentaria estructura metálica con puntales de caña es el muro
de contención que han hecho los vecinos, para evitar que se venga abajo.
"En el momento en que eso caiga, la losa, el pavimento y hasta algún
vehículo va a las viviendas de los moradores", afirma Mauricio Rodríguez,
ingeniero del consorcio de alcantarillado El Cóndor, contratado por Interagua
para la instalación de servicio de aguas servidas en el cerro.
"Estamos esperando los resultados de un estudio para
realizar la instalación del sistema de aguas lluvias, previsto para el
2014", justifica Stalin Poveda, de la Empresa Municipal de Agua Potable y
Alcantarillado de Guayaquil (EMAPAG). Pero los residentes de Urdenor temen que 2014
quede demasiado lejos.
A los moradores de la manzana 21 de la ciudadela Bellavista
les asalta la misma preocupación. La deforestación del cerro, la remoción del
suelo y los trabajos de relleno por parte de la Universidad Católica han
provocado tres deslaves en un mes, rompiendo paredes y llenando de
incertidumbre a los habitantes.
El Municipio suspendió los trabajos. Un grupo de vecinos
firmó el fin de semana un acta para que la Universidad termine las obras de
emergencia. "Las dos instituciones son corresponsables, el Municipio por
no hacer cumplir los reglamentos y la Universidad por haber actuado sin tener
permiso y en forma antitécnica", afirma Néstor Zamora, propietario de una
de las viviendas afectadas.
Como canales en las laderas los trabajadores han colocado
lonas y sobre ellas grandes piedras para evitar que el cerro se siga
erosionando y disminuir la velocidad de la corriente. Esos canales deben ser
ampliados para disminuir el riesgo de los habitantes entre un 60 y 70%, según
Zamora, que asegura que los habitantes no descartan acciones legales. "La
Católica quiere hacer las obras para proteger nuestras vidas y patrimonio, pero
necesita que el Municipio le levante la suspensión".
Zonas en riesgo. El Ministerio de Desarrollo Urbano y
Vivienda (Miduvi) advirtió sobre el peligro latente en cerros aledaños al plan
Socio Vivienda. "El problema no solo es de Nueva Prosperina o La Florida,
ni tampoco solo de los asentamientos informales, tenemos Bellavista, Los
Ceibos, la Martha de Roldós, Mapasingue o la cooperativa San Eduardo",
critica el ministro Pedro Jaramillo, que con la Senagua planea recuperar los
cauces naturales en los cerros del suroeste .
En Colinas de La Florida son visibles los desplazamientos de
tierra. Las construcciones se han establecido en el camino de las
"escorrentías". Carlos Baque, de 31 años, vive con sus hijos Carlos
Joshué (8) y Jeniffer (6) en una casa de caña de la manzana 896. La corriente
ha formado una brecha de dos metros de ancho por tres de profundidad en la
esquina de su vivienda, dejando a la vista la tubería de agua potable, en un
sector en el que falta alcantarillado. "Un aguacero fuerte puede tumbar
los pilares. El agua desemboca aquí y se forma una laguna. Vivimos en
peligro".
El cauce baja entre las manzanas con casas de caña y
cemento, atraviesa calles dejando grandes brechas a su paso. Con los aguaceros
los vecinos tuvieron que tumbar los muros traseros de una escuela para liberar
el agua represada en los patios de sus casas.
Otros moradores se han acostumbrado a la situación y dicen
vivir sin temor. "En el verano vino Interagua, estaban haciendo un estudio
y nos dijeron que no construyamos", indica Verónica Chiquito, de 35 años,
que vive frente a un cráter que ha dejado en la calle el mismo arroyo.
"Han prometido un ducto cajón, pero no se sabe para cuando".
Un portavoz de Interagua pone fecha: está dentro de los
planes hasta finales del año 2014. Sin embargo, en áreas de peligro
"estará supeditada a decisiones que en un futuro tomen las autoridades
municipales y nacionales con respecto a la viabilidad de estos
asentamientos".
Eva Cavero - caveroe@granasa.com.ec - Alexander García -
garciaa@granasa.com.ec - Guayaquil
TOMADO DE EL EXPRESO DE ECUADOR
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