AGUA QUE CAE DEL
CIELO… Optimicémosla en la tierra
El uso racional y eficiente del agua, expresado en el
accionar diario de las personas, es la premisa ante la actual sequía en la zona
oriental y el enfrentamiento a sus repercusiones en la agricultura Autor:
Sheyla Delgado Guerra di Silvest | Motor
y bujía, premisa y colofón. Una acepción simplista del valor del agua, pero que
ilustra per se el enorme sentido utilitario y el carácter indispensable del
recurso hídrico. Acerca de lo perentorio del tema, Granma ha insistido una,
otra y otra vez, pero no por archiconocido implica que esté asimilado, al menos
no del todo ni en la dimensión necesaria. Quizá porque de la misma manera que
profesa el dicho “solo nos acordamos de Changó cuando truena”, también nos acordamos
del agua cuando no llueve o cuando escasea. La actual sequía, que ya reporta
estragos en el Oriente del país y vaticina conquistar un escaño en el podio de
las más severas durante los últimos años (la mayor registrada fue la etapa de
1998 al 2005), obliga a hacer relecturas de periódicos viejos. En mayo del
2012, nuestro diario publicó un análisis similar del tema (Recurso hídrico:
Aprovecharlo, no dejarlo correr), donde se alertaba de la urgencia de construir
decisiones con un enfoque sistémico e integral, involucrando a todos los
actores. Ya en esa fecha, e incluso mucho antes, el peligro de sequía
representaba la mayor proporción del total de indemnizaciones, relacionadas
con los riesgos cubiertos por los Seguros de Bienes Agropecuarios y ello solo
por concepto de “afectaciones por resarcimientos a los agricultores
asegurados”, sin traducirse en las pérdidas totales para la agricultura. Rebobinando
en el tiempo, en 1998, el sistema agropecuario perdió en la región oriental
“166 000 toneladas de cultivos varios, 8 000 hectáreas de caña, cinco millones
de litros de leche, así como 13 000 cabezas de ganado del sector estatal que
murieron por desnutrición en el primer cuatrimestre de ese año, en buena medida
por los incendios de disímiles pastizales, en extremo secos. Y los perjuicios
asociados a la producción de alimentos se estimaron en nada menos que... ¡270
millones de USD!” De lo vivido se sacan
moralejas y, de estas, acciones prospectivas. Hoy el panorama de otrora se
ve agravado por los cambios que el clima impone, entre ellos la sequía edáfica
(impacto del periodo de seca sobre el suelo) que genera estrés hídrico a las
plantas y disminuye sus rendimientos, sin reparar en preguntarnos cuán
preparados o no estamos para enfrentarlos. Y por eso la propuesta es mirar
críticamente al asunto desde el lente de su principal consumidor en Cuba: el
sistema de la Agricultura. Ese sector posee una superficie agrícola
estimada en más de seis millones de hectáreas (de ellas 3,3 millones corresponden
al área cultivable) y se caracteriza, en general, por el predominio de la
agricultura de secano. Datos oficiales del Instituto Nacional de Recursos
Hidráulicos y del propio ministerio, aseguran que este es responsable del 60 %
del balance nacional del recurso y, como promedio anual, se emplean más de 3
500 millones de metros cúbicos en faenas agropecuarias, algo que no es de
extrañar en un país eminentemente agrícola. La preocupación estriba en el modo
de uso y en cómo cerrar brechas en toda la cadena, desde la fuente de abasto
hasta el sistema de riego. En otro material más reciente de nuestro diario
(Planificar mejor el agua que hoy tenemos), del pasado 2 de junio, trasciende
la actual existencia de 75 772 hectáreas cultivables en el país afectadas por
la sequía, mientras 324 330 cabezas de ganado reciben el vital líquido mediante
pipas. Unido a esa compleja situación, solo el 7,2 % del área agrícola puede
ser irrigada por alguna u otra técnica de riego, lo que representa 460 521
hectáreas con la garantía del preciado recurso. Del balance aprobado para la
actividad agrícola, 2 250 000 metros cúbicos, aproximadamente, pertenecen a
aguas superficiales o reguladas (equivalentes al 63 %) y 1 321 000 metros
cúbicos son aguas subterráneas (37 %), de acuerdo con información reciente
ofrecida por Rodovaldo López Valle, jefe del Departamento de Riego y Drenaje
del Ministerio de la Agricultura (Minag). López Valle resaltó, asimismo, el
haber logrado en calendarios recientes que los casi 3 000 usuarios con que
cuenta el sector hayan presentado sus demandas de agua, considerando a esta
como recurso base dentro del paquete tecnológico, y destacó —hacia el interior
del sector— la mejoría en cuanto a aprovechamiento hídrico se refiere, además
del cumplimiento ascendente de la ejecución del balance de agua aprobado, el
cual en el 2014 cerró con una ejecución del 87 % del total planificado. Pero lo
hasta aquí gestionado no resuelve categóricamente el complejo dilema de crecer
en producción y seguir reajustando, de menos en menos y al mismo ritmo de
goteo, el consumo del líquido. En la octava edición del Congreso de la
Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, efectuado en mayo último,
Marino Murillo Jorge —miembro del Buró Político, vicepresidente del Consejo
de Ministros y titular de Economía y Planificación— comentaba que, por rubros,
el arroz es el que más volúmenes de agua demanda dentro de la agricultura
cubana. Según Murillo Jorge, “hubo momentos en que llegamos a gastar hasta 24
000 metros cúbicos de agua por hectárea” del cereal, si bien esa cifra “hoy
anda por el orden de los 17 000 metros cúbicos” (todavía elevado), en tanto
existen otras experiencias en el cultivo del rubro, como la de Vietnam, que
consumen menos cantidad del recurso y obtienen mejores rendimientos. Este es un
simple hipervínculo —informáticamente hablando— para revisar estrategias de
desarrollo y planes de consumo. “Ante el escenario impuesto por el cambio
climático, acentuado por la prolongada sequía, y el imperativo de continuar
produciendo alimentos para el pueblo, el sector agropecuario adopta acciones
encaminadas a disminuir los impactos negativos que puedan ser decisivos en el
sector primario de la economía”, fundamentó a Granma el funcionario del Minag.
“Se prevén, igualmente, inversiones dirigidas al control,
colocando elementos de medición, la introducción de sistemas de riego con un
elevado índice de eficiencia, así como mantenimientos y reparaciones de la
infraestructura hidráulica, sobre todo en la producción de arroz, que demanda
el 60 % del plan aprobado dentro de la estructura de consumo del organismo.
También se trabaja en la rotación de cultivos y la introducción de nuevos
genotipos de arroz, de variedades de ciclo corto y rápido crecimiento,
resistentes a la sequía y a las altas temperaturas, además de inversiones para
la erradicación de focos contaminantes que afectan fuentes de abasto de agua y
cuencas de interés nacional”, explicó López Valle. Sin embargo, habrá de
rehacerse una campaña personalizada hacia personas jurídicas y naturales,
entidades y productores, y usuarios en general, a la hora de beneficiarlos con
esas tecnologías, para sembrar en cada individuo que el problema del agua no lo
resuelven medidores sofisticados ni los avances de la ciencia, sino la
conciencia misma de hombres y mujeres, expresada en un coherente actuar diario.
Las soluciones, como el dinero, no llegan por tuberías, pero regulando la llave
de paso —que es el sentido común en función del uso racional y eficiente del
agua— y cerrándosela al derroche, podríamos prepararnos mejor para evitar que
la sequía agriete también la inteligencia humana. TOMADO DE LA GRANMA DE CUBA
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