El gran éxodo: el campo se vacía y huye a ciudades hacinadas
Más del 90% de la población argentina vive en centros
urbanos; en amplias regiones del interior sobran las viviendas, mientras que en
las ciudades el déficit habitacional es crónico Por Paula Urien El
campo se va despoblando: una casa abandonada en un campo cercano a Carlos
Casares; dos propiedades sobre la ruta 5, a unos 300 kilómetros de Buenos
Aires, y otra en Cadret.
El campo se va
despoblando: una casa abandonada en un campo cercano a Carlos Casares; dos
propiedades sobre la ruta 5, a unos 300 kilómetros de Buenos Aires, y otra en
Cadret. Foto 1 de 4
Es una de las paradojas de la Argentina. Las grandes
ciudades sufren un grave déficit habitacional y en el interior muchos huyen de
pueblos y campos, donde sobran las viviendas, y en busca de una vida mejor se
instalan...en las grandes ciudades. Una investigación de la Fundación de
Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) basada en cifras del Indec
señala que en 1991 vivían en zonas rurales algo más de 4 millones de personas,
cifra que cayó a 3,5 millones en 2010 a pesar de que aumentó la población (más
de 7 millones) durante ese período. Lo increíble es que este fenómeno se dio en
pleno boom de la soja. "Las decisiones de migración no se toman todos los
días y generalmente responden a la necesidad de búsqueda de mejores
horizontes", dice Ezequiel De Freijo, analista del Instituto de Estudios
Económicos de la Sociedad Rural Argentina (SRA). La falta de infraestructura
que lleva al aislamiento, el déficit en servicios y, sobre todo, la escasez de
trabajo de buena calidad van despoblando el campo. Según la Fundación
Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), entre 2010 y 2013 se
perdieron 300.000 puestos de trabajo en las cadenas agroindustriales de todo el
país. "Ninguno de mis dos hijos se quedó en el campo", cuenta José
López, encargado de un establecimiento de 1200 hectáreas en la provincia de
Buenos Aires. Nacido y criado en la llanura pampeana, creció entre grandes
extensiones sembradas y el quehacer de actividades ligadas con la cría de animales.
Es de los pocos que, junto con su mujer, le escapa a la ciudad. Prefiere un
horizonte sin cemento. Según la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de
Argentina (FADA), entre 2010 y 2013 se perdieron 300.000 puestos de trabajo en
las cadenas agroindustriales de todo el país Pero, según López, quedan pocos
como él. Le cuesta conseguir alguna ayuda porque "los jóvenes ya no
quieren trabajar en el campo". Como sus propios hijos, se van de los
caminos de tierra, la falta de luz y gas, y de las tareas propias de las
economías regionales. De los dos varones, uno es cuentapropista y el otro
"enganchó un trabajito en la municipalidad", algo muy común en los
pueblos del interior, cuyas administraciones son grandes empleadoras, lo que
las deja prácticamente sin recursos para invertir en la mejora de la
infraestructura y el desarrollo de las poblaciones más pequeñas. En el país hay
3,6 millones de personas que trabajan en el sector público, según Juan Luis
Bour, economista de FIEL. Desde 2008 el empleo sólo creció en el Estado. Apenas
un tercio de la población económicamente activa (PEA) tiene un trabajo en el
sector privado formal. Una de las
consecuencias visibles de la falta de empleo privado en el campo es, según
Leandro Vesto, director de la ONG Proyecto Pulpería, que en la provincia de
Buenos Aires hay 100 pueblos que están en peligro de desaparecer. En todos hay
casas abandonadas. La ONG intenta atraer familias a pueblos casi despoblados
para que vivan en casas en comodato (sin pagar alquiler, previo arreglo con sus
dueños, con una opción a compra más adelante). "Las casas abandonadas
traen una atmósfera muy negativa para los pueblos. Por eso los incentivamos
para que ejerzan algún oficio: plomería, peluquería... Tienen la casa sin costo
y en algunos municipios no pagan impuestos. Para que el pueblo no muera, les
pedimos que lo que ganan lo gasten en el lugar." Vesto dice que además del
esfuerzo personal de los pobladores, es necesario que los municipios hagan su
aporte para mejorar la calidad de vida de los habitantes. "Hay pueblos que
no tienen luz, casas que se tienen que calefaccionar con leña, que es escasa,
caminos de tierra en muy mal estado que aíslan a los pobladores, falta de
servicios básicos, poco acceso a la salud y a la educación...La vida en los pueblos
es muy dura", dice. Por ejemplo, los caminos de tierra dificultan la
llegada los maestros a las escuelas. Una de las consecuencias visibles de la
falta de empleo privado en el campo es que en la provincia de Buenos Aires hay
100 pueblos que están en peligro de desaparecer
Según un informe de CREA, la red de caminos tiene 622.527
kilómetros, pero sólo el 10,6% está pavimentado. Además, las rutas nacionales y
provinciales sufrieron un fuerte deterioro en los últimos años por falta de
mantenimiento. "La red pavimentada creció mucho desde 1920 hasta 1980,
pero el ritmo de avance cayó drásticamente en las últimas tres décadas",
dice el informe. Estos caminos de tierra intransitables ahuyentaron fábricas
que se mudaron a la ciudad, dejando a la deriva a pueblos enteros. Es el caso
de Cadret, en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, que dejó de respirar
cuando la fábrica de quesos Santa Rosa se mudó en 2007 porque los 30 kilómetros
de tierra hasta llegar al asfalto era una traba muy grande para sacar la
mercadería. También los constantes cortes de luz y la falta de señal en la
telefonía celular funcionan como grandes desmotivadores para vivir en el campo.
El resultado: en las ciudades, hacinamiento; en pueblos y campos, casas
deshabitadas. En la Argentina, más del 90% vive en centros urbanos. Para que
mejore esta situación, es clave distribuir de manera diferente el presupuesto.
"Tiene que aumentar el empleo formal privado. De esa forma los municipios
se liberarán de la carga de emplear a tanta gente.
LA VIDA URBANA, NO
TANTO MEJOR La vida en el campo puede ser dura, pero la ciudad puede ser
cruel. Un cuarto de la población del país, alrededor de 10 millones de
personas, vive en los partidos que rodean a la ciudad de Buenos Aires, según
estimaciones de Jorge Vasconcelos, economista de Ieral. La Capital Federal está
estancada en 3 millones de habitantes. "Es el conurbano bonaerense el que
no deja de crecer", dice Vasconcelos. "Esta situación provoca
problemas muy serios en materia social y de calidad de vida, y es un caldo de
cultivo para la delincuencia y las drogas." La directora de la maestría en
Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de General Sarmiento, la
antropóloga María Cristina Cravino, sostiene que durante la década que mide el
último censo (2001-2010) el promedio nacional de la población creció 10,6%,
mientras que en la región metropolitana llegó a 12,5%. "Aumentó más que en
el resto del país, y sobre todo en los municipios del segundo cordón",
dice. No siempre fue así. Entre 1991 y 2001, el área metropolitana había
aumentado sólo 6,2%, según datos de la investigadora. El Gran Buenos Aires, con
un crecimiento de un millón y medio de habitantes cada diez años, tiene un
déficit de por lo menos 300.000 viviendas
El Gran Buenos Aires, con un crecimiento de un millón y
medio de habitantes cada diez años, tiene un déficit de por lo menos 300.000
viviendas, de las cuales se necesitan aproximadamente 100.000 nuevas, estima el
arquitecto Alfredo Garay, profesor de Planificación Urbana en la UBA y
subsecretario de Urbanismo y Vivienda de la provincia de Buenos Aires entre
2005 y 2008. "En la ciudad de Buenos Aires se calcula que debe haber otras
300.000 personas en situación de vivienda precaria, la mitad aproximadamente
viviendo en villas y la otra, en inquilinatos, conventillos y casas
tomadas", agrega. A nivel nacional, el Indec refleja que hay 8,1 millones
de personas en viviendas precarias y 2,8 millones en estado de hacinamiento
crítico (más de tres personas por cuarto). El economista Víctor Beker, ex
director de Estadísticas Económicas del Indec y director del Centro de Estudios
de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano, sostiene que la cifra es
mucho mayor. Habla de 11 millones con déficit habitacional, porque normalmente
los hogares más precarios suelen albergar a un más personas que el promedio. En
"el otro" país, pueblos con viviendas cerradas, tapiadas; campos con
casas abandonadas que aún conservan sus alambrados donde alguna vez hubo una
huerta, un gallinero, un horno para pan. MÁS TRABAJO EN EL INTERIOR Los datos
oficiales indican que hay 350.000 puestos de trabajo directos en el sector
agropecuario, más 700.000 en la agroindustria y 320.000 en la informalidad.
Suman un millón de trabajadores. Sin embargo, según FADA las cadenas
agroalimentarias generan realmente mucho más: 2,7 millones de puestos de
trabajo directos e indirectos en 2013. "La diferencia entre los dos
valores se explica por el empleo directo e indirecto que hay en
comercialización, transporte y exportación, además del empleo golondrina",
afirma la entidad. La Agenda del Campo, un informe reciente elaborado por la
SRA, tiene un diagnóstico por cada uno de los sectores productivos. Detalla el
potencial para generar más empleo que tiene el sector agropecuario de acá a
2020: 700.000 puestos de trabajo directos y 400.000 indirectos. En materia de
sectores, están los granos y oleaginosas, las cadenas cárnicas, la producción
de bioetanol y biodiésel, las economías regionales y la producción de
maquinaria. Por otro lado, la cría de animales es lo que mantiene a la gente
trabajando in situ. Sólo con la cría bovina, si hoy existen 206.000 puestos de
trabajo, según Ieral, con políticas de incentivo podría llegar a 40.000 más en
2020. Los datos oficiales indican que hay 350.000 puestos de trabajo directos
en el sector agropecuario, más 700.000 en la agroindustria y 320.000 en la
informalidad. Suman un millón de trabajadores Durante los últimos años se
transitó el camino inverso. Con una reducción de 10 millones de cabezas de
ganado desde 2009, hubo una destrucción de empleo de alrededor de 22.000
puestos de trabajo para una actividad que suele transmitirse de generación en
generación y que todavía no presenta las condiciones como para atraer a nuevos
trabajadores. En el agro sucede lo mismo. "La Argentina debería estar
cosechando más de 150 millones de toneladas de granos en vez de las 100
millones actuales. Brasil logró incrementar su producción; la Argentina,
no", dice Vasconcelos. "Si hubiéramos replicado las políticas de
Brasil para incrementar su producción agroindustrial, tendríamos 50 millones de
toneladas más, lo que significa 450.000 empleos genuinos", agrega el
economista. Una investigación de Ieral revela que por cada 10 millones de
toneladas adicionales cosechadas se podrían crear 40.000 de puestos de trabajo
directos y 90.000 si se incluyen también los indirectos. "Si consideramos
a la familia asociada a cada puesto de trabajo, se llega a la cifra de 225.000
personas que se benefician cada 10 millones más de toneladas cosechadas",
dice Vasconcelos. Las economías regionales, hoy en emergencia, deberían
resurgir con las políticas adecuadas. Entre las razones del éxodo de
empleadores, según Vasconcelos hay un "aumento desmedido de la presión
tributaria a las actividades del agro, que se volcaron a subsidios el
transporte y la energía y que beneficiaron, sobre todo, a los habitantes de la
Capital y el Gran Buenos Aires". La migración se produce desde las
provincias del Norte hacia el Sur, es decir, hacia Buenos Aires y las
provincias con alto nivel de subsidios. "Las políticas económicas hacen
que en el norte del país haya menos posibilidades de trabajar porque es muy
costoso producir, hay muy pocos empresas nuevas y poco empleo. No se puede
poblar el país sin perspectivas de crecimiento. Hay que ordenar la economía y
favorecer las condiciones para que la actividad pueda funcionar de manera
genuina, sin subsidios", explica Bour. La migración se produce desde las
provincias del Norte hacia el Sur, es decir, hacia Buenos Aires y las
provincias con alto nivel de subsidios
Algunas propuestas de FADA son: una política monetaria
controlada con un Banco Central independiente, un plan antiinflacionario, tipo
de cambio único y competitivo, equilibrio fiscal, promoción del federalismo,
recuperar la reputación internacional y tener como objetivo la creación de
empleo privado formal. También, eliminar políticas intervencionistas
distorsivas. Es decir, "sacarle el pie de encima al campo", una frase
repetida por economistas y productores agropecuarios. "Se necesitan leyes
que permitan beneficios especiales para activar regiones complejas a nivel
laboral por la escasa oferta de trabajo", propone Ricardo Foglia, director
del Departamento de Derecho del Trabajo de la Universidad Austral. "Hay
una concentración de trabajadores en las grandes ciudades, en particular la
Capital y el conurbano. Mientras, las economías regionales tienen enormes
diferencias de rendimientos entre sí y respecto de los centros industriales.
Esta situación hace inconveniente la existencia de una legislación laboral
uniforme para todo el país, ya que no se compadece con las asimetrías y
diversidades existentes y genera mayores desigualdades al tratar en igual forma
a situaciones, clara y decididamente, diferentes." "La generación de
empleo en el interior del país está muy ligada a las condiciones de seguridad
jurídica que cada provincia otorgue para la inversión, al mismo tiempo que pesa
mucho el manejo económico de esas inversiones", dice De Freijo. Para
impulsar el desarrollo del interior y evitar el éxodo, el analista de la SRA
aconseja que los presupuestos públicos nacional y provinciales apunten
verdaderamente a acortar la brecha que existe en materia de infraestructura,
educación, salud. Y también que los ajustes de salarios en los convenios
colectivos de trabajo a nivel nacional se hagan sobre la base de la
productividad de cada actividad. "A partir de la utilización generalizada
de los convenios colectivos de trabajo nacionales, se han alejado de los parámetros
de productividad que cada sector o actividad económica puede retribuir",
dice Feijo. Estimular las economías regionales es la recomendación de los
especialistas a nivel estructural. "Sólo para dar un ejemplo, si se
favorece la actividad agrícola va a haber un proceso natural de vuelta al
campo", opina Bour. "Si el
campo no ofrece trabajo como para subsanar el crecimiento demográfico de la
población, debería haber una industria que genere actividad o servicios. Pero
eso hoy está en las ciudades. Éste es el desafío estructural que históricamente
tiene el Estado argentino", sostiene Garay – TOMADO DE LA NACION DE AR, NOTA: muchos van a las ciudades por que las
condiciones a que son sometidos como peones rurales son peores que las que paso
Martin Fierro
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