La perla es una gema de origen orgánico que producen algunas especies de moluscos. Puede ser blanca o negra, verdadera o falsa, redonda o en forma de gota y -en todos los casos- puede convertirse en una majestuosa joya o en el detalle lujoso de una prenda. Les contamos la historia de seducción de un clásico de la moda siempre vigente.
TEXTOS. GEORGINA LACUBE. FOTOS. EL LITORAL.
“Las perlas dan brillo y un cierto refinamiento, incluso si se trata de una mujer desarreglada”, sentenció Manolo Blahnik, el diseñador español dueño de la marca homónima de calzado más prestigiosa del mundo. Es algo que en los años ‘20 percibió Coco Chanel, quien puso de moda este tesoro del mar como accesorio femenino. Ella decía que las mujeres debían tener collares de perlas que dieran vueltas y vueltas, y no importaba si eran falsas o auténticas.
Según la costurera, lo realmente importante era el efecto chic que aportaban al aspecto de las señoritas coquetas de la época. Más tarde Christian Dior reconocía: “Con un suéter negro y un collar de perlas de diez vueltas, Chanel revolucionó la moda”.
La historia de las perlas es extensa. Según las crónicas de la belleza, las chinas agregaban perlas molidas en el té con la ilusión de tener una piel suave y lisa. El mismo efecto persiguió la excéntrica Cleopatra que, sin dudarlo, no dudó en disolver una perla en vino para luego beberla. En opinión de los expertos joyeros este cóctel de la reina del Nilo valía el equivalente a 8.000 libras romanas de oro. Un valor astronómico en tratamientos anti-edad.Los romanos también eran devotos de esta gema porque la asociaban al nacimiento de Venus, quien, según la mitología, había salido del agua y las gotas se convirtieron en perlas. Ya en nuestros tiempos, otras adoradoras fueron la duquesa de Windsor, las actrices americanas Grace Kelly, Joan Crawford, Audrey Hepburn y Jacqueline Kennedy. Todas dependían de sus joyas perladas y hasta hoy son íconos de elegancia.
Siguiendo la historia de las valiosas y famosas perlas no se puede olvidar al ciudadano japonés Korichi Mikimoto, responsable de la “popularización” de esta pieza. Cómo conseguirlas en suficiente cantidad y del mismo tamaño era, y es, una odisea: sólo una de cada diez mil ostras produce una perla que se puede emplear en una joya.
En 1890, Mikimoto tuvo una idea revolucionaria: cultivar perlas. Perlas verdaderas. Pero la astuta solución del japonés tuvo que esperar un tiempo. Recién en 1930, la alta sociedad aceptó que no se trataba de perlas falsas. En la actualidad, sólo el 0,5% de las perlas que circulan son naturales pero casi no llegan al mercado porque son arrebatadas por los coleccionistas
Y si bien Australia, Taiwán y China son también importantes productores, los técnicos japoneses controlan la industria de las perlas.
PALETA CROMÁTICA
Las más conocidas son las de color blanco, pero pueden ser de todos los tonos, incluyendo el colorado, el rosa, el amarillo y el negro. En relación a este último, las más destacadas son las de Tahití, en la Polinesia.
Son un sinónimo de status entre aquellos que pertenecen a la alta sociedad, incluso para mujeres jóvenes. Un caso es el de la actriz americana de “veinte y tantos” Reese Witherspoon, a quien se la ha visto desfilar por la alfombra roja en varias oportunidades con un collar de perlas negras, acaparando la atención de la prensa especializada. Si quedan dudas acerca del furor de las perlas vale remitirse a la gráfica de la firma Rimmel, una línea de cosméticos inglesa, que en 2002 contrató a la top model Kate Moss a quien lookeó con un suntuoso collar de estas gemas, muy parecido al que usaba Chanel en sus revolucionarias fotos de la década del ‘20.
Ícono de la elegancia sutil, existen -sin embargo- collares de perlas de hasta 48 centímetros de largo (bautizados princesa), y otros de 110 conocidos como sautoir, los más extravagantes de todos.
A diferencia de los diamantes, las esmeraldas o los zafiros, la perla no necesita ningún pulido ni terminación para lucir imponente. Es bella y perfecta por naturaleza, lo que la hace la favorita del diseño de joyas y del alhajero de toda dama.
Al respecto, Paula Irigoyen, responsable de marketing y comunicación de la legendaria joyería The Watch Gallery, sostiene: “Por sobre todas las cosas, poseer o adquirir un collar de perlas significa buen gusto, clasicismo, lujo y refinamiento. Un buen ejemplar es el que reúne pureza, color, tamaño y procedencia, por eso no se puede hablar de un costo específico. Las argentinas y las perlas tienen una relación histórica. En nuestro país, la mujer es sumamente refinada y clásica, y elige las perlas como accesorio de base para su look personal. Toda argentina sofisticada y que entiende de joyas tendrá en su colección un collar, un anillo o una pulsera de perlas”.
Símbolo de lo exquisito, las joyerías más prestigiosas del mundo usan perlas para sus creaciones. Así lo hace la casa francesa Cartier. Una de sus colecciones más comentadas fue Inde Mysterieuse, en 2008, cuya imagen de marca fue la actriz italiana Mónica Bellucci. Inspirada en los relatos de Las Mil y una Noches, incluyó una variedad de diamantes, piedras facetadas, engastadas y luminosas en extravagantes piezas de joyería. Fueron de la partida una pulsera en oro blanco, perlas y diamantes; para el cuello, un colgante en oro blanco, cuarzo rosa, diamantes y rubelitas con cordón, y otro de diamantes y perlas para acompañar un escote de infarto.
Un dato que no pasa desapercibido es que la sede de Cartier en Nueva York fue adquirida como parte de pago de una clienta a la que se le entregó una doble vuelta de perlas valuada en un millón de dólares. Además, la multimillonaria Bárbara Hutton recibió como regalo de boda de parte de su padre un magnífico collar de cincuenta y tres perlas de Cartier, que había pertenecido a la reina María Antonieta.
TENDENCIAS DESDE EL MAR
El auge por las perlas coincide con una tendencia vista en las presentaciones 2010/11 de las pasarelas de París, Milán y Nueva York, y en las revistas de moda. Es que para este verano las firmas recuperan a esta piedra preciosa de los océanos para aplicarlo en sus creaciones. Así collares, pendientes, anillos y pulseras que tanto identificaron a Coco Chanel llegan para quedarse.
No sólo Antonio Marras, el italiano que diseña para Kenzo, sumó perlas a prendas con encaje y accesorios de espíritu romántico; Chanel acompañó sus clásicas chaquetas de tweed con gargantillas de perlas blancas de diseño décontracté, ideal para usar más allá de la edad; la firma belga Dries Van Noten resaltó equipos repletos de estampas arty con maxicollares y brazaletes de perlas combinadas con piedras preciosas; y el diseñador Marc Jacobs incorporó perlitas a un top pijama party de color salmón valuado en 480 euros.
En happenings de cine como el Oscar y el Festival de Cannes, las perlas fueron las protagonistas de la mano de algunas celebrities que las eligieron para destacar su look. Es el caso de Angelina Jolie que deslumbró con un peinado de pelo recogido y unos sencillos pendientes de perla, y de Sienna Miller que apostó por los vestidos baby doll de efecto nacarado y paillettes perladas. Un lujo para quienes quieren estar bellas.Cómo cuidarlas
Las perlas son duras pero no inmortales. Según los expertos, las perlas demandan ciertos cuidados para lucir radiantes. Sus principales enemigos son el perfume, el aceite, el cloro, el spray para el pelo, la transpiración y hasta los cambios de temperatura. Lo aconsejable es limpiarlas con un paño suave después de su uso y guardarlas en una cajita con un paño. Con el paso del tiempo, las perlas suelen adquirir un color mate o, como se dice en la jerga joyera, “se ponen viejas o enfermas”. Cuando pierden todo su brillo se las denomina “muertas”. Se han hecho muchos intentos para devolverles su brillo, pero hasta ahora nadie ha descubierto su secreto.
TOMADO DEL Litoral de Santa Fe
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