El angustioso nivel de extrema pobreza en que vive Haideé Cuenca avergüenza. Desde hace dos meses está “sobreviviendo” junto a sus hijos en medio del monte, en cercanías del Camino de la Virgen.
Tomado de El Ancasti de Catamarca
Con cinco hijos a su cargo, el más pequeño de dos años, y cuatro niñas de 7, 11, 13 y 16, Haideé sale todas las mañanas a buscar que alguien la requiera para hacer limpieza por horas; mientras tanto los niños quedan al cuidado de la hermana mayor.
La indigencia en la que viven llevó a la joven a tener que optar entre mandar los chicos a la escuela o darles de comer. “Van a la escuela cuando tengo para darles para comprar hojas y cuadernos. Trabajo por horas cuando alguien me llama pero tengo que juntar para comer, sobre todo el fin de semana, que no funciona el comedor”, relató Haideé a EL ANCASTI.
Un árbol de ramas secas y una lona cubren una cama de dos plazas y una cunita donde pasan las noches, a pesar del frío, el viento y la tierra.
“Pido a alguien que se acuerde de mí", rogó, "porque esto no da para más; me dieron dos colchones y mercadería pero de qué sirve si no tengo dónde vivir. Los días de frío, una señora que tiene siete hijos nos hizo un lugar en su casa, pero entendemos que no pueden tenernos siempre”, explicó la joven.En medio de tanto evidente desamparo cabe preguntarse por qué nadie ve lo que está a la vista: niños a los que se les está quitando la niñez, en una profunda desigualdad social que ellos no llegan a dimensionar.
Una de las niñas relató con toda la inocencia las circunstancias por las que pasan desde que fueron “echadas” de la casa donde vivían con un tío. “Fue mejor que nos fuéramos porque en la casa entraban muchos hombres a beber con mi tío y después comenzaban a molestarnos. Yo le hice una promesa a la Virgen de Guadalupe para que nos ayude a conseguir un lugar donde vivir”, dijo.Tomado de El Ancasti de Catamarca
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