Fresas
contaminadas de china en la UE
La invasión
de alimentos baratos asiáticos dispara las alertas sanitarias en Bruselas
China ha
inundado Europa de mercancía hasta el punto de acaparar mercados como los del
ajo o la miel. Pero las primeras voces de alarma han surgido ya por el nivel de
contaminación de algunos de esos alimentos y la falta de controles adecuados.
Hace unas semanas, escolares alemanes sufrieron diarreas y vómitos tras devorar
unas fresas de Qufu, China.
El país donde ya se cose nuestra ropa, se
ensamblan nuestros teléfonos inteligentes y se fabrican todos los juguetes de
nuestros niños se lanza ahora a convertirse en el mayor proveedor de comida. El
valor de sus exportaciones de productos alimenticios se ha duplicado entre 2005 y 2010. Como
comentaba un experto del ramo, “China ha entrado en este mercado de forma asombrosamente
rápida e impetuosa”.
Pero como la
imagen de esta nación de sueldos bajos no goza de mucho predicamento entre los
consumidores de alimentos, generalmente el ramo de los productos alimenticios
calla falcea el origen de sus mercancías. Mucha gente empezó a tener claro qué
porcentaje de la comida que tiene en el plato ha sido cosechada y producida en
China cuando hace tres semanas miles de escolares del este de Alemania fueron
víctimas de las fresas, que sin saber que eran chinas,estaban contaminadas con
norovirus.
Fabricantes
chinos han vendido guisantes teñidos de verde, orejas de cerdo falsas o aceite
de mesa usado
Como
siempre, China se ha adaptado rápidamente a las necesidades del mercado. Si
antes llegaban a Alemania fundamentalmente especialidades, hoy en día existe un
mercado en expansión de productos básicos baratos e ingredientes preelaborados,
como, por ejemplo, las fresas cortadas en cubos de 10 kilos que fueron a parar
a los comedores escolares alemanes.
Hay dos
cosas que hacen de China un país muy interesante para los grandes consorcios
como Nestlé, Unilever o Metro: el precio y las cantidades. “Naturalmente,
también podríamos comparar nuestras cebollas y setas a 10 proveedores
diferentes, pero eso supone un despliegue inmenso”, explica el director de un
consorcio. Las empresas tienen que instruir, atender y controlar a cada uno de
sus proveedores.
Las tierras
de labranza chinas son inmensas, como lo es también la cantidad de mano de obra
barata. “Cosechar fresas, lavarlas y cortarlas supone mucho trabajo porque
apenas se puede utilizar ninguna máquina”, explica Félix Ahlers, director de la
empresa de productos congelados Frosta. Por eso surtirse de fruta en Europa,
como hace su consorcio, resulta caro. Pero hay fabricantes que solo tienen en
cuenta el precio.
La variedad
de la mercancía que ofrece China parece prácticamente ilimitada. Por ejemplo,
el país se ha convertido en el mayor exportador de miel del mundo. Además, ha
intensificado la fabricación de productos elaborados: los márgenes de beneficio
en el mercado son aún mayores que los de las materias primas. Una parte
considerable de las capturas mundiales de salmón se procesan en China para
obtener, por ejemplo, salmón ahumado.
“El ajo se
come en todas partes”, explica Wu Wiuqin, de 30 años, jefa de ventas de una
empresa agrícola cuyo nombre, Success [éxito], es toda una declaración de
principios. “Nosotros vendemos ajo en los cinco continentes”. Más del 80% del
ajo comercializado en todo el mundo procede de China.
Wu dice que
en las ferias de alimentación comprueba que ningún país del planeta puede
medirse con ellos.
Con el
tiempo, la patria del pato a la pekinesa ha llegado a producir también pizzas
congeladas para el mercado mundial (por la quinta parte de su precio en
Alemania). Este servicio de reparto de pizzas a escala mundial no resulta
demasiado preocupante medioambientalmente. Según los cálculos del Instituto
Ecológico de Friburgo, el transporte de productos congelados empeora poco el
equilibrio ecológico. Por supuesto, “lo mejor es comer siempre productos
locales y de temporada”, puntualiza Moritz Mottschall, miembro del Instituto
Ecológico. Pero si uno tiene ganas de comer fresas en otoño, el suministro de
10 toneladas de mercancía por barco desde China produce unas emisiones de 1,3
toneladas de CO2. Ahora bien, si se acarrea en camiones esa misma cantidad de
Alicante a Hamburgo se emiten 1,56 toneladas.
El mayor
problema que entrañan los productos alimenticios chinos son las prácticas
cotidianas de producción sobre el terreno: la carga de productos tóxicos debida
al empleo de pesticidas o las dosis excesivas de antibióticos en la cría de
animales, unido a veces a una total falta de escrúpulos. En 2008, un producto
químico, la melamina, dañó la salud de 300.000 bebés. Los comerciantes chinos
habían conseguido que la leche en polvo les cundiera más añadiendo este
producto que, entre otras cosas, es perjudicial para los riñones.
Fabricantes
chinos han vendido también guisantes teñidos de verde que pierden el color
cuando se cocinan, orejas de cerdo falsas, col con una sustancia cancerígena
como es el formaldehído y aceite de mesa usado, procedente de restaurantes,
recogido en los desagües, reprocesado y vuelto a embotellar. El periódico
estatal China Daily ha informado incluso de la existencia de huevos de gallina
falsificados, cosa que solo resulta chistosa si uno está seguro de que jamás va
a tener que comerse alguno.
En China,
donde la gente no tiene esa seguridad, el activista Wu Heng se ha convertido en
toda una estrella. La pasada primavera Wu leyó algo sobre un extraño polvo que
los comerciantes añadían a la carne de cerdo para venderla como cara carne de
vacuno. Decidió crear una página web con un mapa en el que se localizaban los
escándalos de la industria alimentaria china a partir de la información
facilitada por los medios de comunicación.
La
supervisión de los productos vegetales es muy laxa. La mayoría llega a la UE
sin pasar ningún control
Zhou Li,
docente de la Universidad Renmin de Pekín que investiga la seguridad de los
productos alimenticios, ha observado que, antes, los propios campesinos también
comían lo que vendían. Pero ahora, una vez que han tomado conciencia de las
consecuencias perjudiciales de los pesticidas, abonos, hormonas y antibióticos,
producen una parte de los productos agrícolas para el mercado y el resto lo
cultivan a la manera tradicional para abastecer a su familia. Hay informes que
hablan de terrenos de labranza acotados donde se cultivan los vegetales que
adquieren los funcionarios de alto rango.
Es cierto
que en 2009 el Gobierno chino introdujo una nueva ley de seguridad alimentaria
y en 2010 creó una comisión de seguridad alimentaria. Además, en el futuro, los
consumidores que denuncien prácticas ilegales recibirán una recompensa.
Ahora bien,
con solo volver la vista hacia Bruselas queda claro que todavía hay muchas
cosas que están manga por hombro. Allí, un sistema de alarma rápida para
productos alimenticios y forrajes avisa a todos los países de la UE cuando
aparece un producto contaminado. Pues bien, China tiene un protagonismo
desproporcionado: este año, hasta el mes pasado, se contabilizaban en Bruselas
262 avisos referentes a productos chinos. Entre ellos había pasta infestada de
gusanos, gambas contaminadas con antibióticos, cacahuetes malolientes o frutas
escarchadas con un contenido excesivo de azufre.
Ulrich Nöhle
conoce a fondo la producción de alimentos en China. Este profesor de química
alimentaria trabaja desde hace muchos años como auditor por cuenta propia en
China verificando la calidad de los productos para comerciantes alemanes. Dice
que lo que se recibe de China es “lo que uno ha pedido previamente”. Se debe
“especificar a los socios comerciales cómo deben criar o cultivar el producto
o, por ejemplo, qué requisitos implica el sello bio”. Si uno se limita a
encargar en China mercancías lo más baratas posibles, sin sujeción a controles
de ningún tipo, es responsable de no recibir los productos esperados.
Una vez que
los productos están en camino, apenas se efectúan más controles. En el puerto
de Hamburgo, donde se desembarcan la mayoría de los productos alimenticios
procedentes de ultramar con destino al mercado europeo, más del 15% de los
envíos con productos animales y del 20% de las mercancías vegetales proceden ya
de China.
Cuando se
trata de pescado, carne, miel o productos lácteos, antes de la llegada de la
mercancía el importador debe registrarla en la Oficina de Control Veterinario e
Importación del puerto de Hamburgo y presentar la documentación de importación.
A continuación, dicha oficina decide si la mercancía se puede introducir en el
país sin examinar. Los contenedores precintados solo se abren en caso de duda.
Entonces los veterinarios analizan si funciona la refrigeración y si la
mercancía ha sido transportada a la temperatura adecuada. A partir de ese
momento, las ulteriores inspecciones son competencia de las instancias locales
encargadas del control de productos alimenticios que están más familiarizadas
con los chiringuitos de comida rápida y las granjas que con los flujos globales
de mercancías.
La
supervisión de los productos alimenticios vegetales es aún más laxa. La mayoría
de las veces llegan a la UE sin pasar ningún tipo de control, a excepción de un
pequeño número de productos especiales que ya han resultado problemáticos en el
pasado o están bajo sospecha actualmente, como cacahuetes, soja, arroz, pasta,
pomelos y té.
Este control
insuficiente dificulta también la investigación de las causas cuando surgen
problemas. En casi la mitad de los 3.697 casos en los que la UE lanzó
advertencias durante el año pasado, los defensores de los derechos del
consumidor “no pudieron rastrear la mercancía hasta llegar a sus productores
originarios”, explica Nöhle, el experto en China. Por lo menos sí se ha llegado
a saber quién es el proveedor de las fresas contaminadas. Estas frutas fueron
cultivadas, cosechadas y congeladas en la provincia de Shandong y embarcadas
rumbo a Hamburgo por la empresa Foodstuff.
Una vez en
Europa, la empresa de alimentos congelados Elbfrost, un intermediario, se hizo
cargo de las 44 toneladas de fruta y pagó las tasas aduaneras. Un día después,
la empresa transportó las fresas en camiones hasta Mehltheuer en Sajonia. El
principal cliente de Elbfrost era Sodexo, una empresa internacional de catering
con sede en Francia que gestiona 65 cocinas regionales en Alemania.
Funcionarios del Instituto Federal de Valoración de Riesgos y fiscales de
Darmstadt investigan ahora laboriosamente en qué lugar se contaminaron las
fresas.
La gerencia
de Elbfrost declara que no volverá a importar mercancías de China en el futuro.
La empresa dice que no puede garantizar que los proveedores chinos envíen
“mercancía de calidad”. Pero si la calidad es dudosa hasta ese punto, ¿por qué
Elbfrost hacía pedidos a China? Hasta ahora la empresa sajona no solo ha
adquirido allí fresas, sino también setas y espárragos. Elbfrost afirma que se
ve abocado a importar por el “precio económico” de las mercancías chinas. El
año pasado Alemania importó más de 31.000 toneladas de fresas procesadas
procedentes de China a un precio medio de 1,10 euros el kilo.
Las cadenas
comerciales más grandes del mundo, Walmart, Carrefour, Tesco y Metro, pero
también fabricantes como Coca-Cola, Unilever, Barilla, Campbell’s o Nestlé, han
reconocido que no pueden fiarse ni de los proveedores ni de los controles
estatales. Pero tampoco se pueden permitir poner en circulación productos
alimenticios contaminados; eso supondría un perjuicio inmenso para su imagen.
Por eso los grandes del sector se han unido en la Global Food Safety Initiative
[Iniciativa Mundial para la Seguridad de los Alimentos] para desarrollar
controles de calidad propios.
TOMADO DE Artículo firmado por Susanne Amann,
Charlotte Haunhorst, Udo Ludwig, Maximilian Popp, Sandra Schulz, Andreas Ulrich
y Bernhard Zand. DE El Pais , enviado en red foroba por Tomas Strobert
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