De los bañados a las
favelas Por Paula Carro
La inundación de junio del año pasado desplazó a miles de
personas de los bañados y también desnudó un problema que hasta entonces
parecía confinado a la periferia asuncena: la precariedad en que viven miles de
compatriotas. Y no estoy hablando solo de limitaciones en materia de
infraestructura (lo cual no es menos importante), sino su existencia al margen
de los servicios básicos, de planificación urbanística y de salud pública. Hoy,
este problema, tras la formación de más de 93 refugios en la capital, está a la
vista de todos. Volver a esconderlo en las afueras, al menos por ahora, es
difícil porque el río reclama el espacio que le pertenece.
ETIQUETAS Personalmente no soy partidaria de echarle toda la
culpa al Gobierno por los problemas que nos aquejan. Sin embargo, desde el
momento en que una joven de menos de 25 años, sin estudios, tiene tres hijos a
los que no puede mantener y continúa en esa tendencia de seguir procreando
–porque está al margen de cualquier plan público de planificación familiar– es
mi problema y de todos los demás, es decir, estamos autorizados a demandar
soluciones, por todas las consecuencias que el aumento de la franja de pobreza
genera para un país, en materia de seguridad y estabilidad económica. Sin
entrar a desmenuzar las causas que derivaron en la concentración de miles de
personas a lo largo del territorio que le pertenece al río y que tiene que ver
principalmente con la migración de compatriotas del campo a la ciudad, si se
continúa perpetuando el pretexto de que la realidad es compleja y hay un
problema social irresoluble de por medio, la gente que está hoy en los refugios
no solamente continuará sobre las espaldas de la ciudadanía, sino que los
habitantes de estas villas o favelas crecerán en número, así como se encuentran
hoy, al margen de políticas institucionales de fondo, para atacar desde todos
los frentes la pobreza extrema en que viven. Y puse el ejemplo de la joven de
25 años con más de tres hijos porque esta es una constante en cada una de las
familias damnificadas: las jóvenes madres se quedan en casa a cuidar a sus
varios hijos menores, mientras el “jefe de hogar” sostiene a la familia con
trabajos esporádicos o “changas”. Si consideramos que este mismo esquema
–familias numerosas sostenidas a través del subempleo– es lo que mantuvo a toda
esta población sumida en la marginalidad durante tantos años, podemos concluir
que no va a ser muy diferente si continúan en él. Con el componente de que
ahora coexisten agrupadas en los barrios en precarias instalaciones, y en un
clima de tensión permanente con los vecinos, quienes les culpan por el aumento
de la inseguridad, la gran acumulación de basura, etc., en definitiva, por la
caída de su nivel de vida, y con toda la razón. Pero no son los damnificados
quienes pueden ofrecer una solución, son las instituciones y hay que
exigírselas.No se requiere ser muy analítico para anticipar que en 10 o 15 años
los niños que están creciendo en un clima que es caldo de cultivo para la
delincuencia muy probablemente colaborarán a cumplir los peores pronósticos, si
no se hace nada con ellos a tiempo.
El problema es complejo, sí, pero no irresoluble como nos
quieren hacer creer para prolongar, no solo el drama, sino el esquema funcional
a la prebenda. No hay que olvidarse que entre las 17.000 familias damnificadas
hay por lo menos 25.000 votos y que en un año de elecciones municipales, como
es este, la definición que antes estaba en los bañados, hoy estará
probablemente en los refugios devenidos en asentamientos, villas, favelas o
como se quiera llamarlos. En este 2015, en que se invertirán US$ 1.000 millones
en obras públicas y cuando algunos gobiernos como el de Corea manifiestan un
claro interés por instalar fábricas de ensamblaje aquí, como lo han hecho en
otros países de la región. ¿Es tan difícil volcar estos puestos de trabajo a
esa población marginada, previa instrucción? Porque no es un secreto que el
empleo formal es la única manera de sacarlos de la pobreza. O, ¿es que acaso
las múltiples excusas esconden al cada vez más evidente esquema funcional que
mencioné? El presidente Horacio Cartes y el intendente de la ciudad, Arnaldo
Samaniego, deberían responder esta pregunta. TOMADO DE ABC DE PARAGUAY
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