San Andrés y
Buenaventura: dos caras del hambre en Colombia
La radiografía de San Andrés y Buenaventura muestra altos y
bajos en la desnutrición infantil. FOTO julio césar herrera COLOMBIA DESNUTRICIÓN
INSTITUTO COLOMBIANO DE BIENESTAR FAMILIAR - ICBF SALUD
POR MARÍA VICTORIA CORREA Y SANTIAGO VALENZUELA | $1,2 billones
invirtió el Icbf en 2014 para atender a la población de cero a cinco años.
A pesar del esfuerzo que hacen las autoridades por frenar el
flagelo de la desnutrición en Colombia, todavía hay un subregistro de muertes
de niños que preocupa al país.
Hace un año y diez meses no se muere de hambre un niño en
San Andrés. Aquel agosto de 2013, la muerte de una niña alertó a todos. Los
isleños se dieron cuenta de que el hambre mata. Los estremeció. De la pequeña
se conoció su nombre, su apellido, su breve historia. Se supo que llegó al
hospital Amor de Patria en “condiciones lamentables”.
Y entonces, la muerte reveló la vida de los 800 niños que
nacen al año en la isla. Hoy, al menos 7.000 pequeños hacen parte del programa
de primera infancia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Icbf.
Reciben al mes 1.000 kilos de bienestarina y en los 52 kilómetros cuadrados que
tiene San Andrés hay siete hogares infantiles en los que no solo reciben
alimentación, sino también educación y recreación. Un par de abrazos al día. La
vida de un niño en San Andrés puede parecer idílica si se observa desde
departamentos como La Guajira. Allí, según el Instituto Nacional de Salud, INS,
han muerto 12 niños, con edades de cero a cinco años, en lo corrido de 2015. El
Icbf ni siquiera tiene certeza de cuántos niños sufren de desnutrición; los
niños wayúu mueren por sed, hambre. Pocos son reportados. El Icbf ni siquiera
tiene un censo departamental sobre los índices de salud de la población.
El mismo presidente Juan Manuel Santos admitió que en 2014,
sin contar el subregistro, murieron 48 niños por desnutrición en La Guajira. Y
que en los últimos ocho años, por hambre, fallecieron 294 pequeños.
Desde el punto de vista nacional las cifras tampoco son
alentadoras. En el transcurso del año, según el INS, han muerto 94 niños por
desnutrición. Los departamentos más afectados: La Guajira, Cesar, Chocó y
Córdoba.
Realidades ocultas
Los reflectores de los medios de comunicación se han
centrado en La Guajira; los del INS, en los departamentos más críticos en
materia de salud pública. ¿Y cuál es la realidad de los municipios? Si nos
vamos al Valle del Cauca, por ejemplo, encontramos que presenta índices bajos
de desnutrición infantil. Sin embargo, cuando se mira la situación de
Buenaventura, municipio portuario ubicado a tres horas de Cali, es evidente que
hay más aristas: no hay cifras claras sobre desnutrición infantil, la atención
estatal es escasa y las bandas criminales imponen su propio orden.
A 1.100 kilómetros de San Andrés, pasando por el mar Caribe
y luego el Pacífico queda Buenaventura. En este municipio se sabe que en 2014
murieron cinco niños por desnutrición, pero pueden ser más. Aunque en el Valle
los índices de desnutrición no son altos, en el litoral Pacífico nadie sabe a
ciencia cierta cuántos de los 48.207 niños de 0 a 5 años que residen en la zona
pueden sobrevivir. Nadie sabe sus nombres ni sus apellidos. Su breve historia.
San Andrés: pescado y yuca
En la casa de Miriam Pomare en el barrio La Loma de San
Andrés, funcionó desde 1990 un hogar infantil. Miriam es una madre comunitaria,
raizal. Habla español, pero le va mejor con el inglés, su creole. Desde la
próxima semana los 13 niños que cuida como si fueran suyos, no volverán a su
casa porque el Gobierno construyó un Centro de Desarrollo Integral, con el que
se busca mejorar las condiciones de vida de la primera infancia en las regiones
más vulnerables del país. Para esa casa nueva, se trasladarán Miriam y sus
pequeños.
Asegura que en estos 25 años de dedicación a los niños
raizales ninguno ha presentado signos de desnutrición y que ella tiene la
receta para que eso no pase, un ritual diario: “Cuando mis niños comen, yo me
les siento al lado y les hablo y les canto y después les digo: ‘tienen que
comer porque si no comen no van a crecer y el papá Dios no les va a traer
regalos’. Los niños creen en mí. Luego los oigo que dicen: ‘Mi seño dice que
tengo que comer para crecer, mi seño dice eso’. Y yo me siento feliz”.
San Andrés, hoy en día, tiene casi el ciento por ciento de
la población de primera infancia cubierta por los programas del Icbf. Así lo
cuenta la directora de Primera Infancia, Karen Abudinen Abuchaibe, quien además
sostiene que hoy cerca de 7.000 niños son atendidos de manera integral. “El
reto que tenemos en San Andrés es asegurar la calidad. El seguimiento
nutricional es importante para ver cuáles son los niños que tienen algún nivel
de desnutrición e involucrarnos en el programa de recuperación nutricional inmediatamente”.
De acuerdo con el Ministerio de Salud, con relación a los
porcentajes de desnutrición crónica y global en San Andrés, la muestra no fue
representativa. En ese sentido, si se revisa la encuesta Nacional de la
Situación Nutricional en Colombia, ENSIN 2010, San Andrés es el departamento
que tiene la tasa de desnutrición global más baja con 1,1 por ciento, mientras
que Antioquia encabeza la lista con un 2,8 por ciento. ¿Cómo se lograron estos
índices en la isla?
La respuesta la tiene el secretario de Salud, Alfredo May
Salcedo, quien dice que el cuidado de los niños hace parte de una política
integral que se viene ejecutando hace muchos años. Tiene 22.000 millones de
pesos anuales para invertir en salud pública. “Las cifras de desnutrición no
son por mí, no. Es un trabajo bastante grande donde nos estamos reuniendo
permanentemente muchas personas. Ahora, mantener estos índices no es fácil. En
San Andrés hay muchos lugares de pobreza que tenemos claramente identificados.
Además, buscamos que en toda la isla a los niños les den comida balanceada”.
Willinton Espitia, sacerdote de la iglesia Cristo Salvador
en el sector de Punta Hansa, cuenta que el mar y la tierra permiten que aquí
siempre haya pescado y yuca sobre la mesa. “En San Andrés desnutrición no hay,
pero tampoco se comen los mejores productos, se come de lo que hay. Pero que se
pase hambre o que yo encuentre familias que no tengan con qué alimentarse en el
día, no se ve”.
Miriam, la mamá sonriente de tres jovencitos que buscan ser
profesionales en el interior del país, la misma que toda la entrevista insistió
en no hablar español, relata que en su casa y en su mesa, más que arroz y
carne, más que pescado y yuca, hay una dosis de amor suficiente, justa.
“Siempre he dicho que hay que darles, además de comida, amor a los niños. No
quiero que mis niños digan: ‘mi seño nunca me abrazó, no quiero que digan de mí
que hablé duro, no, uno habla suavecito y con amor”. Y entonces, cuando se da
cuenta de que en una casa por la noche no hay nada para comer, lo resuelve
fácil: “Yo le digo a la mamá: ‘mami, si no tiene nada para que el niño coma por
la noche antes de irse a la cama, acércate a mi casa. Yo te doy algo, aunque
sea un pan’. Y mi niño se duerme feliz y yo me duermo tranquila”.
Sobrevivir en Buenaventura
En la Comuna 12, pasando por los barrios Alfonso López y 12
de Octubre, es difícil encontrar agua potable, comida en buenas condiciones y
ayuda, ayuda de cualquier tipo. “Usted va y nota que no hay presencia del
Estado, que los niños no van a las escuelas, los ve cargando baldes con agua,
vendiendo pescado, trabajando en busetas. Son miles de familias las que viven
con menos de un mínimo y muchas veces no hay para la comida. Luego no se
sorprenda cuando los niños estén trabajando para las bandas criminales”.
El panorama es descrito por el padre Adriel Galbán, párroco
de la iglesia del barrio Lleras. En su rutina ha tenido que ver niños recién
nacidos que, por descuido de los padres, se mueren por desnutrición en los
barrios de bajamar. “Es un ciclo. Hay muchos embarazos adolescentes. Los niños
nacen con pocas oportunidades de vida. Cuando crecen, si lo logran, se
encuentran con ofertas de microtráfico, transporte de armas y actividades
ilegales en general. Las niñas llegan a estas bandas y usualmente quedan
embarazadas. Se repite el ciclo”.
Su apreciación la corrobora el secretario de Salud de
Buenaventura, David Caicedo Sabogal: “tenemos un promedio de 24 nacimientos
diarios. Hemos encontrado, lamentablemente, que las madres sufren de
desnutrición, lo que genera muchos riesgos”.
En las estadísticas de la Secretaría aparece que esta
situación se repite con frecuencia en la Comuna 12: “Es una de las zonas más
difíciles. No tienen acueducto, depositan el agua en tanques y allí hemos
encontrado materia fecal. De ahí nos llega la mayoría de casos de chikunguña,
dengue y desnutrición asociados a otras patologías como tuberculosis”, agrega
Caicedo. De los 19 acueductos rurales que tiene Buenaventura, en 16 han
encontrado heces.
En su voz se alcanza a percibir la frustración. Su
Secretaría solo cuenta con 4.000 millones de pesos anuales para programas de
salud pública. Para la estrategia de seguridad alimentaria solamente pudo
asignar 100 millones de pesos para 2015.
El año anterior, Buenaventura reportó cinco muertes de niños
por desnutrición; esta cifra podría ser mayor teniendo en cuenta las
restricciones que tienen las autoridades para ingresar a territorios como la
Comuna 12. Tanto la Defensoría del Pueblo como la Secretaría de Salud
confirmaron que en esta y otras zonas rurales de Buenaventura las bandas
criminales regulan la entrada y salida de los empleados públicos. De hecho,
hasta hace unos meses al secretario de Salud le tocaba entrar a estos barrios
con escoltas.
La población vulnerable de esta y otras comunas, dice el
secretario, son remitidas al mismo hospital: el Luis Ablanque de La Plata. “A
este centro médico llega toda la población no asegurada. Desde allí se remiten
los casos donde hay riesgos de desnutrición para prevenirlos. Es indudable que
necesitamos más recursos para aumentar la cobertura de atención y construir más
infraestructura de salud”.
En Buenaventura, según cifras de la Alcaldía, habitan 48.207
niños de 0 a 5 años, en su mayoría en situación de pobreza. El Icbf atiende a
11.000 niños en los 918 hogares comunitarios que funcionan en el puerto. Aunque
para 2015 invertirá 36.500 millones de pesos, la cobertura sigue siendo baja.
María Cristina Lesmes, subsecretaria de Salud Pública de la
Gobernación del Valle, ve lejano el día en el que las madres del Pacífico
puedan cuidar a sus niños como una mamá de San Andrés: “lo ideal sería que las
madres garantizaran la lactancia, que los niños nacieran con un peso adecuado.
Pero no sucede así. Nosotros hacemos esfuerzos por acompañar a las madres, pero
el problema de desnutrición va más allá de la responsabilidad del sector
público. El hambre es un problema de la estructura social del país y esta no ha
cambiado...”. “LA PRESENCIA DEL ESTADO ES ESCASA Y ESO IMPACTA EN LA NUTRICIÓN
INFANTIL”
Jesús A. Sandoval - defensor comunitario en Buenaventura
“Buenaventura tiene 362.000 habitantes. Es un municipio
extenso, en donde hay escasa presencia del Estado. Hay zonas casi vedadas. En
la Comuna 12, por ejemplo, están reclutando niños desde los nueve años. Hace un
año estoy amenazado por las bandas insurgentes, que son las que controlan
diferentes territorios. La desnutrición infantil también impacta en el
municipio, en parte porque no existe la capacidad institucional que la
prevenga. También hay que decir que existe desnutrición porque no hay empleo, y
no hay empleo porque no hay fuentes de trabajo, porque la pesca está reducida.
También hay desnutrición porque no hay un acueducto que garantice el agua
potable para todo el municipio, hasta ahora se está construyendo el plan
maestro para desarrollarlo. Siendo optimistas, solo 15 por ciento de la
población de Buenaventura puede acceder a agua potable”.
“NO HAY UNA ALERTA DE DESNUTRICIÓN, LO QUE HAY ES UNA MALA
NUTRICIÓN”
María Victoria Correa Escobar Soy periodista y candidata a
máster en Humanidades. Me gusta el periodismo que se hace caminando. El Chocó,
la infraestructura y el vallenato son mi ruta.
Santiago Valenzuela Reportero. Creo, como Rainer Werner
Fassbinder , que “ lo que no podemos cambiar, debemos al menos describirlo”.
TOMADO DE EL COLOMBIANO
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