Para salvar los bosques, hay que
mirar más allá de los árboles
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Para salvar los bosques, hay que
mirar más allá de los árboles. Fotografía: Nadège Mazars/Banco Mundial.
Al leer los titulares de los
diarios, podríamos pensar que la función que cumplen los bosques en la
mitigación del cambio climático goza de un reconocimiento y un apoyo
prácticamente unánimes en todo el mundo. Desde la Declaración de Nueva York
sobre los Bosques de 2014 hasta el Acuerdo de París sobre Cambio Climático
de 2015 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, los
líderes mundiales parecen estar de acuerdo en que sin los bosques no podremos poner fin a la pobreza ni reducir
las emisiones de gases de efecto invernadero que alteran el
planeta.
Sin embargo, los bosques de todo
el mundo siguen sometidos a graves amenazas. La creciente demanda de
combustible, vivienda y alimentos conlleva cambios de gran escala en el uso de
la tierra a expensas de los bosques y la cubierta forestal. Algunos estudios (i)
estiman que el 27 % de la pérdida de los bosques es consecuencia de la
deforestación impulsada por la producción de productos básicos. Esta
pérdida representa unos 50 000 kilómetros cuadrados al año, el equivalente a la
superficie de Costa Rica.
Si bien estos cambios en el uso
de la tierra podrían resultar beneficiosos para los medios de subsistencia y
las economías en el corto plazo, sabemos que no contribuyen en nada a la lucha
contra el cambio climático. La deforestación es la segunda causa del cambio climático, después
de la quema de combustibles fósiles, y representa casi el 20 % de todas las
emisiones de gases de efecto invernadero (i). Si queremos
tener alguna posibilidad de alcanzar las metas del Acuerdo de París, debemos
abordar estos niveles insostenibles de deforestación.
En este sentido, se han logrado
ciertos avances con las iniciativas dirigidas a incentivar a los países para
que reduzcan las emisiones provenientes de la deforestación y la degradación de
los bosques (usualmente denominadas REDD+ [i] e
incluidas en el Acuerdo de París). El mecanismo de REDD+ tiene la meta de
lograr que los bosques en pie resulten más valiosos que los árboles
talados, para lo cual se establece un valor sobre el carbono que almacenan. En
el marco de los programas de REDD+, los países reciben pagos por reducir de
manera verificable sus emisiones respecto de un valor de referencia
predeterminado.
Tras 10 años de trabajo con este
concepto, no cabe dudas de que el mecanismo de REDD+ ha contribuido a catalizar
una transformación climáticamente inteligente en el sector forestal. Pero esta
última década también nos ha mostrado que tenemos que comenzar a ampliar
nuestras ideas sobre la protección de los bosques y la reducción de las
emisiones, porque no podremos salvar los bosques si únicamente pensamos en
salvar los árboles. Para salvar los bosques, tenemos que comprender qué motivos
impulsan a las comunidades y los países a talarlos, y proponer usos de la
tierra alternativos que sean a la vez económicamente viables y ambientalmente
sostenibles.
La protección de los bosques
requiere un enfoque de paisaje más amplio
La paradoja de la expansión
agrícola reside en que es tanto uno de los principales factores que causan la
deforestación en todo el mundo como una herramienta clave para reducir la
pobreza e impulsar la prosperidad compartida. El crecimiento del sector agrícola puede resultar hasta cuatro
veces más eficaz que otros sectores para elevar los ingresos de los más
pobres (i).
Paralelamente, diversos estudios (i)
muestran que la agricultura es responsable de cerca del 80 % de la
deforestación tropical, lo que la convierte en una de las principales fuentes
antropogénicas de emisiones de metano y óxido nitroso de todo el mundo (véase
el gráfico 1).
Gráfico 1: La agricultura
local y comercial es responsable de hasta un 80 % de toda la deforestación en
el mundo en desarrollo.
Fuentes: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO), 2010 (PDF, en inglés) (estimaciones de los factores
que impulsan la deforestación en los continentes a partir de los informes de
46 países) y Lexeme Consulting, 2012 (PDF, en
inglés) (factores que impulsan la deforestación y la degradación de los
bosques).
Aprovechando el impulso que se
observa en el nivel nacional e internacional, se han aplicado enfoques
climáticamente inteligentes en los distintos sectores que compiten por el uso
de la tierra (agricultura y silvicultura, entre otros), con los que se ha
podido incrementar la producción de alimentos y los ingresos, y ofrecer a la
vez oportunidades para generar resiliencia frente al clima, reducir las
emisiones, utilizar los recursos hídricos de manera más sostenible y secuestrar
carbono.
Iniciativa sobre Paisajes
Forestales Sostenibles del Fondo del Biocarbono
Este tipo de proyectos
respetuosos del clima y sus resultados son el motivo por el cual el Banco
Mundial puso en marcha en 2013 la Iniciativa sobre Paisajes Forestales
Sostenibles (ISFL) del Fondo del Biocarbono (i). La ISFL es
un mecanismo multilateral que recompensa a los países por reducir sus emisiones
de gases de efecto invernadero mediante la aplicación de un enfoque transversal
sobre la gestión sostenible del uso de la tierra, que abarca los mecanismos de
REDD+, la agricultura climáticamente inteligente y un uso más inteligente de
las políticas y la planificación del uso de la tierra. En Zambia, por
ejemplo, el programa de la ISFL ha contribuido a crear 239 escuelas
agrícolas rurales (i) en las que más de 10 700 agricultores reciben
capacitación sobre prácticas inteligentes con respecto al clima que les
permiten incrementar los rendimientos y contribuyen a conservar los
bosques.
Para implementar este tipo de
iniciativas en mayor escala, se requerirá la participación de todos, dado que
el sector público, los donantes y los programas como la ISFL por sí solos no
pueden financiar todas las actividades necesarias. Un factor fundamental para
lograr economías rurales con bajos niveles de emisión de carbono radica en
impulsar la sostenibilidad del sector privado, a fin de lograr un impacto real
sobre el terreno.
En Colombia, por ejemplo, la ISFL
se ha asociado con la Corporación
Financiera Internacional (IFC) (i) y con Alquería (una de las
principales empresas de productos lácteos del país) para mejorar la
sostenibilidad de la producción láctea. Y en México, a través de la ISFL
se ha obtenido un préstamo de USD 56 millones del Banco Mundial para promover
la actividad empresarial en el sector forestal y la gestión sostenible de los
bosques.
Pensar más allá del mecanismo
de REDD+ para lograr la REDD+
Es innegable que en los
últimos 10 años, el mecanismo de REDD+ ha permitido que surgiera una amplia
variedad de medidas de conservación de los bosques, como los sumideros de
carbono, la tenencia de los bosques y la ampliación de la participación de las
partes interesadas en la gestión forestal. Pero para alcanzar los objetivos que
este mecanismo se fijó hace una década, ha llegado la hora de pensar cómo
podemos impulsarlo para que logre una reducción de emisiones en mayor
escala.
La única manera de hacerlo es
comprender los factores subyacentes que provocan el cambio en el uso de la
tierra en los distintos sectores. Si dilucidamos de qué manera abordar
estos desafíos en ámbitos geográficos de gran extensión y luego aplicar
enfoques eficaces de paisaje en todo el mundo, estaremos mucho mejor
posicionados para lograr muchas de las metas del Acuerdo de París y los
Objetivos de Desarrollo Sostenible de los que depende el futuro de nuestro
planeta.
Este artículo fue publicado
originalmente en el blog Future Development de
Brookings (i).
Autores
Fund Manager, BioCarbon Fund
Initiative for Sustainable Forest Landscapes, World Bank
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