sábado, 3 de agosto de 2019

DEFORESTACION EN AMAZONIA , muestra la cobardia de Bolsanaro


 La deforestación en Brasil que mostró la “cobardía” de Bolsonaro
Deforestación en el Amazonas brasileño. FOTO: AFP
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, apenas suma siete meses en el poder y la deforestación de la Amazonia ya aumentó. Sin embargo, él no cree en esas afirmaciones: desde hace dos semanas acusó al director del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), Ricardo Galvão, de estar divulgando datos falsos sobre el desmantelamiento de la selva.
Galvão, un veterano físico que comandó el instituto que lleva más de tres décadas monitoreando los bosques con satélites, no guardó silencio. A sus 71 años se convirtió en el hombre que se atrevió a llamar “cobarde” al presidente, desencadenando una discusión de dos semanas que terminó ayer con su destitución.
No es solo una crítica de Galvão. Él propuso abrir la selva para la explotación y ocho exministros de Ambiente realizaron un comunicado conjunto asegurando que este tiene una gestión “sistemática, constante y deliberada para desmontar las políticas ambientales” que lograron gobiernos anteriores.
Su respuesta ha sido la negativa: desmentir la deforestación, atacar a los indígenas que defienden la Amazonia y nombrar en puestos ambientales a personas vinculadas con los terratenientes.
Imagen de la deforestación en Brasil tomada en octubre de 2014 en un sobrevuelo de Greenpeace.
FOTO: AFP
La voz de la naturaleza
Mientras el indígena del pueblo Guaraní, Almires Martins, del Estado Pará, cuenta su historia a EL COLOMBIANO, la indignación y la impotencia lo invade. Su Estado es el más afectado por la deforestación, según los datos del Inpe, que indican que en este han ocurrido el 38 % de los casos de la tala de árboles del país.
“El presidente utiliza la máquina pública, los impuestos pagados por los brasileños, para destruir nuestra riqueza verde. Hace que sea imposible combatir y controlar el crecimiento de las áreas deforestadas y las de la minería ilegal”, afirma Martins.
Solo en junio Brasil perdió 769,1 kilómetros cuadrados de selva, 63 % más respecto al mismo mes en 2018, cuando esta rondó los 488,4 kilómetros cuadrados, según el Inpe. Sus reportes preliminares también indican que en el primer semestre esta superó los 3.700 kilómetros cuadrados (ver gráfico). En todo 2018, por ejemplo, la de Colombia fue de 1.971 kilómetros cuadrados.
La cantidad de árboles disminuye, el Ejecutivo se queda impávido y sus ministros lo apoyan. Uno de sus colaboradores, a cargo de la cartera de Seguridad Institucional, el general (r) Augusto Heleno, indicó que “alardear” de esas cifras “perjudica al comercio y nos coloca como gran destructor del ambiente ante la humanidad”.
Y es que Bolsonaro y su gabinete son acusados de ser cercanos a los explotadores.
Imagen de la deforestación en Brasil tomada en octubre de 2014 en un sobrevuelo de Greenpeace. FOTO: AFP
Junto al bando agrícola
El coordinador del Núcleo de Estudios Sociopolíticos de la U. Católica de Minas Gerais, Robson Savio, afirma que Bolsonaro “es un aliado de grupos políticos y empresariales interesados en la explotación comercial de la biodiversidad y cercano a la bancada de los agronegocios”.
Esa cercanía que trazó desde que estaba en campaña, cuando aseguraba que la selva debía abrirse para la explotación, significa un retroceso. Como lo afirma el profesor de Derechos Humanos de la U. Federal de Pará, Assis Da Costa Oliveira, “deconstruye datos irrefutables desde el punto de vista científico. A él no le gusta que lo critiquen por cuestiones básicas como la preservación del ambiente”.
Su gobierno le apuesta a que Brasil sea el productor número uno de soja y llegue a nuevos mercados con el maíz. Para lograrlo, necesita más tierras agrícolas, que pretende conseguir deforestando la selva y reduciendo las reservas indígenas.
La geógrafa de la U. Federal Río Grande del Sur, de Porto Alegre, Isabel Pérez, hace la lectura de que Bolsonaro pretende que las tierras no sean de uso colectivo, sino individuales y con títulos de propiedad, favoreciendo intereses económicos y dejando a un lado la conservación.
Hasta la ONU está en alerta. Según la relatora sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, Victoria Tauli-Corpuz, “cuando Bolsonaro estimula la explotación económica de las tierras indígenas en su discurso, en la práctica otorga un pase libre a los intereses económicos y políticos que quieren explotarlas”.
Pero él mantiene firme su posición: más explotación, menos tierras indígenas y una negativa a la deforestación .
JULIANA GIL GUTIÉRREZ  Periodista internacional, amante de los perros y orgullosa egresada de la facultad de Comunicación Social - Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana.  // TOMADO DE EL COLOMBIANO

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