La deforestación
en Brasil que mostró la “cobardía” de Bolsonaro
Deforestación en el Amazonas brasileño. FOTO: AFP
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, apenas suma siete
meses en el poder y la deforestación de la Amazonia ya aumentó. Sin embargo, él
no cree en esas afirmaciones: desde hace dos semanas acusó al director del
Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), Ricardo Galvão, de
estar divulgando datos falsos sobre el desmantelamiento de la selva.
Galvão, un veterano físico que comandó el instituto que
lleva más de tres décadas monitoreando los bosques con satélites, no guardó
silencio. A sus 71 años se convirtió en el hombre que se atrevió a llamar
“cobarde” al presidente, desencadenando una discusión de dos semanas que terminó
ayer con su destitución.
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“catástrofe” para indígenas aislados
No es solo una crítica de Galvão. Él propuso abrir la selva
para la explotación y ocho exministros de Ambiente realizaron un comunicado
conjunto asegurando que este tiene una gestión “sistemática, constante y
deliberada para desmontar las políticas ambientales” que lograron gobiernos
anteriores.
Su respuesta ha sido la negativa: desmentir la
deforestación, atacar a los indígenas que defienden la Amazonia y nombrar en
puestos ambientales a personas vinculadas con los terratenientes.
Imagen de la deforestación en Brasil tomada en octubre de
2014 en un sobrevuelo de Greenpeace.
FOTO: AFP
La voz de la naturaleza
Mientras el indígena del pueblo Guaraní, Almires Martins,
del Estado Pará, cuenta su historia a EL COLOMBIANO, la indignación y la
impotencia lo invade. Su Estado es el más afectado por la deforestación, según
los datos del Inpe, que indican que en este han ocurrido el 38 % de los casos
de la tala de árboles del país.
“El presidente utiliza la máquina pública, los impuestos
pagados por los brasileños, para destruir nuestra riqueza verde. Hace que sea
imposible combatir y controlar el crecimiento de las áreas deforestadas y las
de la minería ilegal”, afirma Martins.
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bajo amenaza en Brasil
Solo en junio Brasil perdió 769,1 kilómetros cuadrados de
selva, 63 % más respecto al mismo mes en 2018, cuando esta rondó los 488,4
kilómetros cuadrados, según el Inpe. Sus reportes preliminares también indican
que en el primer semestre esta superó los 3.700 kilómetros cuadrados (ver
gráfico). En todo 2018, por ejemplo, la de Colombia fue de 1.971 kilómetros
cuadrados.
La cantidad de árboles disminuye, el Ejecutivo se queda
impávido y sus ministros lo apoyan. Uno de sus colaboradores, a cargo de la
cartera de Seguridad Institucional, el general (r) Augusto Heleno, indicó que
“alardear” de esas cifras “perjudica al comercio y nos coloca como gran
destructor del ambiente ante la humanidad”.
Y es que Bolsonaro y su gabinete son acusados de ser
cercanos a los explotadores.
Imagen de la deforestación en Brasil tomada en octubre de
2014 en un sobrevuelo de Greenpeace. FOTO: AFP
Junto al bando agrícola
El coordinador del Núcleo de Estudios Sociopolíticos de la
U. Católica de Minas Gerais, Robson Savio, afirma que Bolsonaro “es un aliado
de grupos políticos y empresariales interesados en la explotación comercial de
la biodiversidad y cercano a la bancada de los agronegocios”.
Esa cercanía que trazó desde que estaba en campaña, cuando
aseguraba que la selva debía abrirse para la explotación, significa un
retroceso. Como lo afirma el profesor de Derechos Humanos de la U. Federal de
Pará, Assis Da Costa Oliveira, “deconstruye datos irrefutables desde el punto de
vista científico. A él no le gusta que lo critiquen por cuestiones básicas como
la preservación del ambiente”.
Su gobierno le apuesta a que Brasil sea el productor número
uno de soja y llegue a nuevos mercados con el maíz. Para lograrlo, necesita más
tierras agrícolas, que pretende conseguir deforestando la selva y reduciendo
las reservas indígenas.
La geógrafa de la U. Federal Río Grande del Sur, de Porto
Alegre, Isabel Pérez, hace la lectura de que Bolsonaro pretende que las tierras
no sean de uso colectivo, sino individuales y con títulos de propiedad,
favoreciendo intereses económicos y dejando a un lado la conservación.
Hasta la ONU está en alerta. Según la relatora sobre los
Derechos de los Pueblos Indígenas, Victoria Tauli-Corpuz, “cuando Bolsonaro
estimula la explotación económica de las tierras indígenas en su discurso, en
la práctica otorga un pase libre a los intereses económicos y políticos que
quieren explotarlas”.
Pero él mantiene firme su posición: más explotación, menos
tierras indígenas y una negativa a la deforestación .
JULIANA
GIL GUTIÉRREZ Periodista
internacional, amante de los perros y orgullosa egresada de la facultad de
Comunicación Social - Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana. // TOMADO DE EL COLOMBIANO
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