10
De Abril, Celebramos el Día del Investigador Científico
“La ciencia no es cara, cara es la ignorancia”.
Por Osvaldo Nicolás
Pimpignano
El 10 de Abril fue instituido como el Día
del Investigador Científico en homenaje al doctor Bernardo Houssay (1887-1971).
Houssay fue un eminente científico argentino cuya trayectoria marcó un punto de
inflexión en el desarrollo de la ciencia en nuestro país. Cofundador del
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, CONICET, el que
presidió hasta su fallecimiento. Houssay obtuvo el premio Nobel de Medicina y
Fisiología en 1947.
Cuando el año pasado escribí sobre esta
celebración lo hice con signos de interrogación. Entendía que los científicos y la ciudadanía en general,
debíamos recordar la trayectoria del DR. Houssay, pero que desgraciadamente la
comunidad científica estaba en crisis, estaba en crisis, por el deliberado
abandono en que los tenían sumidos y dejaba poco espacio para las
celebraciones. Este año encuentra a los científicos argentinos, todavía mal
remunerados, pero esperanzados en el futuro por el reconocimiento del Estado y
la ciudadanía en su totalidad. Además los que han intentado ingresar al CONICET
son más numerosos que el año pasado cuando 2000 doctores vieron frustradas sus
esperanzas de convertirse en investigadores, por no contar todavía con un
presupuesto que los incluya, lo mismo sucede con otros institutos de
investigación y tratamiento. Todavía falta resolver la situación socioeconómica,
que obliga atender otras situaciones apremiantes y no permiten las inversiones
que la investigación y la atención requieren, para alcanzar el nivel de
excelencia de nuestra ciencia.
Es en este escenario llega la pandemia del
COVID-19 y hubo que tomar medidas excepcionales.
No producíamos los insumos e instrumental
y camas de hospitalización necesarios para atender la crisis que nos llegaba.
No éramos los únicos, el mundo en su conjunto sufría estas carencias y los
mercados se cerraron. Hubo países que embargaron (¿piratearon?) embarques en tránsito.
En este escenario se dictó la Emergencia
Sanitaria y el Estado asumió el monopolio de único comprador y distribuidor de
estos bienes. Ahora además de los problemas socioeconómicos que padecíamos
estábamos muy escasos de apoyatura científica y dependíamos del esfuerzo de
investigadores, técnicos y auxiliares de los institutos de investigación y
tratamiento, como el Instituto Malbran y los hospitales Posadas y de
Clínicas.
La degradación que sufrió la ciencia en
los últimos años se volvió crítica, primero por la falta de recursos materiales
y las vacantes que se producían por jubilaciones o renuncias y luego con la
situación que nos toca enfrentar por la pandemia que está llegando. Tampoco
recibió la debida atención el dengue, del que aún, no hablamos lo suficiente y
que de momento tiene más casos que el COVID-19.
Aquí se da un caso singular, las dos
plagas que debemos vencer dependen en gran parte de nuestra actitud personal,
en un caso guardar el Aislamiento Social y en la otra descacharrear nuestra casa
y tratar que nuestros vecinos nos imiten, esta es la primera y constantemente
repetida recomendación de los especialistas.
Afortunadamente la ciencia parece ser nuevamente
prioritaria para el Estado y con la reasignación de partidas y la Declaración
de Emergencia Sanitaria van apareciendo lentamente los recursos básicos para
enfrenar con éxito, lo que tratado de
otra manera podría ser una catástrofe, las experiencias de Italia, España y los
EE.UU son el ejemplo que no debemos seguir. El Estado hace su parte, los
ciudadanos hagamos la nuestra.
El porcentaje del PBI, otorgado para el
año 2019 es del 0,256 por ciento, según cálculos del propio Conicet. “En 2015
estábamos en 0,35 por ciento y era bajo, pero ahora estamos peor” el dinero
vale menos, afirma Alberto Kornblihtt, doctor en Ciencias Químicas por la
Universidad de Buenos Aires e investigador superior del Conicet. Otro tanto
ocurre con institutos como el INTA y el INTI que ven reducidos sus
presupuestos, planteles profesionales y el cierre de centros regionales.
Para poder comprender estos números es
necesario revisar la historia. El Plan Argentina Innovadora 2020, presentado en
2013, preveía un crecimiento anual del 10 por ciento de los ingresos de
científicos al Conicet, con el objetivo de que Argentina pudiera acercarse a
los estándares internacionales (respecto de la cantidad de científicos por
habitante). Sin embargo en 2019 tan solo ingresaron 450 profesionales, cuando
deberían haberlo hecho 1366. Estamos hablando de profesionales que para postularse
debieron obtener un doctorado que puede durar hasta 10 años.
De esta manera, nos encontramos con un
Estado que invirtió muchos años para formar cuadros intelectuales de excelencia
en las más diversas disciplinas, y que a partir de la mala gestión de un Estado
ausenté, en poco tiempo desmantela la ciencia nacional. La filosofía era, si se
puede adquirir el producto para que gastar en investigación.
Como golpe adicional se produce la merma
de repatriaciones, los científicos en el exterior ya no quieren regresar y se
incentiva la expulsión de cerebros formados durante varias décadas que ante la falta de posibilidades, emigran.
Señalaba en su momento Jorge Aliaga, ex
decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.: “Los que
tienen trabajo poseen sueldos muy deprimidos y cada vez más jóvenes se quedan
afuera. De repente, a los becarios se les cierran todas las ventanillas que
estaban abiertas y en paralelo se reducen a la mitad los ingresos al Conicet.
Se forma un embudo, un cuello de botella que se transforma en una tormenta
perfecta”, afirma.
La sociedad civil no se quedó atrás y
dentro de las restricciones del Aislamiento Social Preventivo, se pusieron a
trabajar en diseñar y producir desde barbijos, máscaras e indumentaria de uso
científico hasta respiradores elementales que se están perfeccionamiento, diez
de ellos ya cuentan con homologación y se siguen perfeccionando. En esto participaron
desde universidades o modesto talleres, como los fabricantes de maquinaria
agrícola de localidades santafecinas o una familia de Banfield, en Buenos Aires
que desde hace años fabrica y obsequia prótesis para manos y en la emergencia
produce mascaras protectoras y válvulas para los respiradores.
Por su parte entidades civiles, sindicatos e industriales,
pusieron a disposición desde canchas de básquetbol y hoteles a grandes
superficies que se convirtieron en centros de aislamiento para atender las
cuarentenas.
La Argentina está en
movimiento y en medio de una situación que parece una guerra, el Estado y la
sociedad se movilizan. Cuando todo pace, seremos una nueva Nación.
Hoy a 48 años del fallecimiento
de Houssay sus frases hacen eco y rebosan de actualidad. Será necesario, una
vez más, leer al maestro cuando decía: “La
disyuntiva es clara, o bien se cultiva la ciencia y la investigación y el país
es próspero y adelanta, o bien no se la practica debidamente y el país se
estanca y retrocede. Los países ricos lo son porque dedican dinero al
desarrollo científico-tecnológico y los países pobres lo siguen siendo si no lo
hacen. La ciencia no es cara, cara
es la ignorancia”.
Por Osvaldo Nicolás Pimpignano
Periodista de Investigación – FLACSO
Para: ASOCIACION ECOLOGISTA RIO MOCORETA
Las imágenes fueron tomadas de la Web
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