COVID-19: El peligro de los hábitos de las
sociedades modernas
Por
Osvaldo Nicolás Pimpignano
El COVID-19
nos muestra despiadadamente, los efectos que generan la sobreexplotación,
modificación y destrucción de la naturaleza, originada por nuestros hábitos de
consumo. Algunos de estos hábitos son
factores que pueden haber ayudado a crear esta pandemia y otras
enfermedades que consideramos comunes.
Desde
hace mucho tiempo las actividades humanas, han modificado especies animales y
vegetales y eliminado otras que considerábamos nocivas por no ser de utilidad
comercial sin tener en cuenta que estamos modificando, quizás irremediablemente
el equilibrio ecológico, que sustento nuestra vida durante siglos.
La
cruza de especies, para hacerlas más
redituables las hizo más vulnerables a los cambios climáticos y menos
resistentes a las enfermedades. Hace aproximadamente una década los
“fabricantes de semillas” habían perdido el genoma del maíz, un cereal vital
para la subsistencia de varias sociedades. La recuperación, y parte de la
solución, llegó desde Chiapas, una
región del sur de México, donde los pueblos originarios continuaban sembrando
maíz de semillas que venían conservando de generación en generación.
El
tráfico de fauna silvestre, tanto para utilizarlos como mascotas o para consumo
en forma descontrolada, también son acciones que además de alteran el equilibrio
ecológico pueden poner en riesgo nuestra salud. En nuestro país está prohibida
la comercialización de fauna silvestre para consumo (y en algunos casos para
compañía) y todos los productores de
alimentos deben estar inscriptos para ser controlados por el Servicio Nacional
de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) que es organismo que aprueba o
rechaza la introducción en el mercado de los alimentos nacionales o importados
además de realizar frecuentes comprobaciones del cumplimiento de la calidad y
elaboración de los mismos.
China
también tiene un organismo semejante que por ejemplo ha inspeccionado
establecimientos productores de alimentos argentinos, antes de autorizar
nuestra exportación a ese país, pero la información que circula es que el
COVID-19 se produjo por la ingesta de animales silvestres infectados. De ser
así, algun control falló.
Una
naturaleza sana, con ecosistemas funcionales y ricos en especies, nos protege
de una manera muy amplia ante infecciones por patógenos. No existe sistema de
salud, gobierno, ni fuerza de seguridad que pueda darnos la protección que nos
brinda la naturaleza. Pero desde hace unas cuantas décadas, el consumismo
desproporcionado y los hábitos del ser humano la están enfermando.
Los
ecosistemas se están transformando. La fauna tiene cada vez menos espacio y su
hábitat se destruye a medida que el ser humano explota la tierra para construir
o cultivar. Como consecuencia, lo animales silvestres y los domésticos están en
estrecho contacto y casi sin darnos cuenta, las enfermedades que son
transmitidas por animales pueden llegar fácilmente a nuestros hogares.
La
extinción de especies también está modificando las cadenas alimentarias y
reducen las relaciones entre especies que naturalmente controlan, el desarrollo
y número de las poblaciones animales. La ausencia de predadores naturales
permite que algunas poblaciones crezcan sin control, aumentando su frecuencia
de contacto con personas y con ello la probabilidad de transmisión de
patógenos.
El
tráfico de fauna a escala global, aumentó el contacto entre animales silvestres
y poblaciones humanas que, de otra manera, nunca hubieran ocurrido. Cada animal
y planta lleva en su organismo una diversidad de virus a los que hospeda.
Durante esa convivencia desarrollan inmunidad contra esos virus. Así, plantas y
animales sobreviven atenuando la virulencia de sus huéspedes, y los virus se
reproducen infectando sin eliminar a sus huéspedes.
Este
equilibrio se rompe cuando un virus se transmite a otra especie con la que no
convivió nunca, encontrando así un huésped que no desarrolló inmunidad contra
él.
En
Argentina la cacería indiscriminada de zorros en razón de que dañaban los rebaños
y la desaparición de aves de rapiña por las fumigaciones intensivas hizo
proliferar algunas especies de roedores,
como sucedió con la fiebre hemorrágica argentina (FHA), también denominada mal
de los rastrojos o mal de Junín. Es una enfermedad viral zoonótica, causada por
un roedor denominado la laucha del maíz o ratón maicero.
Si no
se lo trata, la mortalidad de la FHA puede alcanzar el 30 %, el tratamiento con
plasma antes de las complicaciones es extremadamente efectivo y reduce la
mortalidad al 1% además los científicos nacionales a logrado una vacuna, la
Candid #1 que se aplica a la población de alto riesgo, hombres en el ámbito
rural de 15 a 60 años, es un 95,5 % efectiva y es producida por el
"Instituto Maiztegui" con una capacidad anual de 5 millones de dosis,
que son las requeridas para vacunar la
población íntegra del área endémica. .
Para
tener una idea del daño, la zona endémica de la FHA corresponde a la pampa
húmeda argentina, y cubre aproximadamente 150 000 km², comprometiendo las
provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y de La Pampa, con
una población estimada en riesgo de 5 millones.
La
deforestación también se asocia a la propagación recurrente de enfermedades
transmitidas por animales silvestres. Como ejemplo de esto se puede mencionar
el mal de Chagas, transmitido por vinchucas o el ébola que se transmite por
murciélagos, cuyos focos de infección se encuentran en las regiones con altos
niveles de deforestación.
La
movilidad de las personas entre países es un gran desencadenante de
infecciones. El avance en el transporte y la globalización implica rápidos y
masivos desplazamientos de personas, favoreciendo la propagación de las
enfermedades infecciosas, desde el lugar de origen hacia cada rincón del mundo.
La
urbanización también constituye un ambiente eficaz para las epidemias. Existen
más de 500 urbanizaciones que se supera el millón de habitantes. Por eso muchos
países tomaron urgentes medidas de
limitación a los movimientos de personas y al Aislamiento Preventivo.
El Cambio
climático y los patrones de lluvias de muchas regiones se están modificando.
Hoy especies silvestres encuentran un hábitat apropiado en lugares en los que
antes no hubieran podido sobrevivir. Algunos insectos tropicales, como el
mosquito, pueden adaptarse y permanecer en zonas que antes no les eran
propicias, ampliando la distribución de enfermedades como el dengue, el zika o
la malaria.
Nuestras
formas de vivir son responsables de la pandemia que estamos soportando al
impactar sobre la salud del ambiente. La situación que se vive a nivel mundial
nos muestra sin dudas cuán sensibles somos a un medio natural que alterado
artificialmente y debe servir como experiencia para gestionar
mejor la
economía, la salud planetaria y humana.
Por
Osvaldo Nicolás Pimpignano
Periodista
de Investigación – FLACSO
Para:
ASOCIACION ECOLOGISTA RIO MOCORETA
Las
imágenes fueron tomadas de la Web
No hay comentarios:
Publicar un comentario