Por qué el capitalismo precipitó la crisis climática
La era Reagan-Thatcher le robó al planeta la oportunidad de
ocuparse del equilibrio ambiental. Por qué el socialismo también es
responsable.
UN DEVOTO HINDÚ CON SUS HIJOS CAMINA EN LA ORILLA DEL SANGAM
o en las décadas de 1980 y 1990 ha sido el factor que más ha
contribuido al desastroso aumento de las emisiones a escala global en las
últimas décadas, y ha representado el principal obstáculo para abordar una
acción climática de base científica desde que los Gobiernos empezaron a
reunirse para hablar (y hablar y hablar) sobre la reducción de emisiones. Y, de
hecho, todavía sigue siendo el mayor obstáculo, incluso en países que se
publicitan como líderes en la lucha contra el cambio climático.
Pero debemos admitir con absoluta honestidad que el socialismo
industrial autocrático también ha sido un auténtico desastre para el
medio ambiente, como demuestra — de la forma más dramática — el hecho de que
las emisiones de carbono se desplomaran brevemente cuando las economías de la
antigua Unión Soviética se desmoronaron a comienzos de la década de 1990. Y el
petropopulismo de Venezuela constituye un recordatorio de que no hay nada intrínsecamente
verde en el autoproclamado socialismo.
Reconozcamos este hecho, al tiempo que señalamos que los
países con una fuerte tradición de socialismo democrático (como
Dinamarca, Suecia y Uruguay) cuentan con algunas de las políticas
medioambientales más visionarias del mundo. De ello podemos concluir que el
socialismo en sí no es necesariamente ecológico, pero que una nueva forma de
ecosocialismo democrático, con la suficiente humildad para aprender de las
enseñanzas indígenas sobre los deberes para con las generaciones futuras y la
interconexión de toda forma de vida, parece ser la mejor baza de la humanidad
de cara a la supervivencia colectiva.
Tal es la apuesta de la oleada de políticos surgidos de movimientos y candidatos de partidos que actualmente propugnan una visión ecosocialista democrática, uniendo los puntos que conectan la depredación económica causada por décadas de supremacía neoliberal y la devastada situación de nuestro mundo natural. Juntos, abogan por un Green New Deal que satisfaga las necesidades materiales básicas de todos y ofrezca soluciones reales a las desigualdades raciales y de género, todo ello al tiempo que cataliza una rápida transición a energías cien por cien renovables. Muchos también se han comprometido a no aceptar dinero de las empresas de combustibles fósiles, y prometen, en cambio, llevarlas ante los tribunales.
Esta nueva generación de líderes políticos rechaza el
centrismo neoliberal del “establishment” del Partido Demócrata —
con sus tibias “soluciones mercantilistas” a la crisis ecológica — y la guerra
total contra la naturaleza de Donald Trump, al tiempo que presenta una
alternativa concreta a los socialistas extractivistas tanto del pasado como del
presente. Y lo que quizá resulta aún más importante: esta nueva generación de
líderes no está interesada en hacer de la “humanidad” el chivo expiatorio de la
codicia y la corrupción de una pequeña élite. Pretende, en cambio, ayudar a la
humanidad, en especial a sus miembros sistemáticamente más desoídos e
ignorados, a encontrar su propia voz y su propio poder colectivos a fin de
enfrentarse a esa élite.
Nosotros no estamos perdiendo la Tierra, pero la Tierra se
está calentando tan deprisa que lleva camino de perdernos a muchos de nosotros.
Por suerte, justo en el último momento, se presenta una nueva vía política que
abre un camino hacia la seguridad.
No es hora de lamentar las décadas perdidas: es hora de
lanzarse de cabeza por esa vía.
Naomí Klein es periodista, autora de “No logo”. Su último libro publicado en la Argentina es “En llamas. Un (enardecido) argumento a favor del Green New Deal” (Paidós).
tomado de envio de noticias de edy
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