"Gerente verde" llegará a controlar los parques
Seguridad: los cuidaparques no fueron suficientes para mantener los espacios públicos y se creará una nueva figura
El martes pasado, en pleno feriado de carnaval, en una fecha en la que Montevideo recibe un buen número de visitantes extranjeros, y en la que sus residentes pueden disfrutar mucho más del tiempo libre, Ana Scardino, cuidaparques en parque Rodó, miraba el horizonte desde su cabina. El espacio que le corresponde vigilar desde hace ya tres años estaba prácticamente vacío. Poca gente disfrutaba del paseo. Quizá la lluvia de días anteriores contribuyó a esta ausencia masiva. Esta misma circunstancia favoreció que los colores de los jardines y el arbolado se percibieran con mayor intensidad. En un recodo del parque, frente a la fuente decorada con motivos andaluces, un estudiante leía sus notas intercalando la experiencia con el placer de disfrutar la vista panorámica que muestra en esta zona el Río de la Plata a los pies de playa Ramírez. Un poco más lejos una pareja de vecinos tomaba mate y paseaba por el parque con su perro. El césped lucía perfectamente cortado, las callejuelas internas estaban limpias, los canteros mostraban un cuidadoso trabajo de jardinería. Otra fuente del parque, ubicada frente al edificio del Casino Parque Hotel, inducía a una pareja que reposaba en un banco a perderse mirando el juego del agua. La escena no se repite con frecuencia dentro del frenesí cotidiano semanal.
En este mismo espacio público montevideano, otros días de la semana, en otras horas, puede vivirse una realidad diametralmente opuesta. Alcanza con recordar que semanas atrás, esta misma fuente que lucía en perfectas condiciones, fue invadida por unas 80 personas que le rompieron su sistema de bombeo a 24 horas de haber sido reinaugurada.
La cuidaparque, una de las tres personas que vigila el espacio en el turno que comprende las primeras horas de la jornada, contó a El Observador que los lunes los residuos que genera la feria asentada en el parque Rodó convierte el espacio en un basurero por varias horas. La empresa responsable del mantenimiento llega cada semana, recolecta los residuos y sigue su rutina, pero según opinó la trabajadora, mucho se solucionaría si la Intendencia de Montevideo comenzara a exigir a los feriantes responsabilidad y cuidado por el espacio público. “Todo aquel que quiera recorrer el parque Rodó un domingo por la tarde constatará esto. Sería muy bueno que se les exija a los feriantes que recojan su basura al retirarse. Que dejen el parque como lo encontraron al llegar”, juzgó.
En cuanto a los vecinos del barrio, describió que son “muy respetuosos” con el cuidado del parque, “siempre y cuando no tengan perros”. Es más, recalcó que es un gran inconveniente, no solo porque muchos de ellos no recogen las heces de sus mascotas, sino porque no cumplen con la normativa vigente de transitar con ellos con correa.
¿Sabe usted que está violando las reglamentaciones de espacios públicos de la intendencia?, le preguntó El Observador a un vecino que esperaba que su perro regresara de un paseo por el cantero central del camino donde se encuentra el espacio de exposiciones A cielo abierto. No, ¿de qué se trata?, contestó.
Normativa. En el Capítulo III del Volumen X De los Espacios Públicos y de Acceso al Público de la Normativa Municipal, referido a la permanencia de animales domésticos, el artículo R.1183.1 indica que estos podrán usufructuar el espacio en determinadas condiciones. “En la vía pública deberán ser conducidos en forma responsable, empleando collar y correa en todo caso. De no estar sujetos de la traílla, los perros deberán usar bozal, cualesquiera sea su raza. Los animales no podrán permanecer en la vía pública más que en tránsito. Según las posibilidades de que disponga en cada caso el espacio urbano, en las plazas, parques y demás espacios públicos habrá lugares reservados para la permanencia y paseo de animales domésticos, los que siempre estarán bajo el cuidado y control de sus tenedores dentro de las áreas delimitadas a estos efectos. Las personas responsables de la tenencia de animales deberán retirar los residuos o materias dejados por estos”, establece la normativa.
Tras saberlo el vecino reclamó por la ausencia de cartelería clara y visible que notifique estas circunstancias. La cuidaparques replicó que la información está disponible y mostró a este medio una hoja tipo A4 pegada en su cabina donde tras una reja efectivamente puede leerse la reglamentación.
Las anécdotas de Scardino, según expresó ella misma, se cuentan por decenas. Narró que en muchas jornadas los cuidaparques tienen que desmantelar campamentos, deben indicarle a algunas parejas que no pueden tener relaciones sexuales en el parque; incluso en una ocasión recordó que tuvo que observar a una persona porque estaba lavando su ropa en la fuente de Venus.
“Es evidente que estas no son personas del barrio. Muchas son personas que mendigan y viven en situación de calle. Otras veces son jóvenes que asisten a los boliches de la zona y por la madrugada hacen lo que quieren en el parque”, agregó. La trabajadora reclamó más colaboración y celeridad en la respuesta de la Policía.
Peligro de alarma
En el parque José Batlle y Ordóñez El Observador conversó con uno de los responsables del cuidado en el turno matutino. El joven, que prefirió mantener su identidad en reserva, tomaba mate y escuchaba radio junto al responsable del mantenimiento del césped en su cabina, mientras que al pie del monumento a La Carreta un grupo de turistas conocía y recorrría la zona. Dos comerciantes ambulantes vendían artesanías locales. El lugar estaba limpio y en buen estado. Sin embargo, un rústico cartel pintado a mano, y en color rojo, que advierte acerca de la presencia de una alarma rodeando al monumento del escultor José Belloni, alteró el paisaje.
“Los turistas se subían y tuvieron que poner la alarma. Además por la noche mucha gente venía y se llevó varias piezas de bronce”, contó el muchacho, cuyo puesto de vigilancia –que opera las 24 horas del día– se encuentra a pocos metros del monumento declarado como histórico desde el año 1976. Estas fallas en los controles, que se agravan más o menos dependiendo de las circunstancias, reavivaron una idea que viene proponiéndose como alternativa desde la comuna: el vigilante tiene que ser custodiado.
Daniel Espósito, director de Espacios Públicos y Edificaciones de la intendencia, dijo a El Observador que en los parques que poseen valor patrimonial se asignará a un coordinador general. Esta nueva figura municipal será responsable del “cuidado integral” del espacio y estará asignada a trabajar en los parques Batlle, Rodó, Rivera, Capurro y Prado.
La Intendencia de Montevideo invierte al año unos US$ 800 mil en los parques públicos. Este presupuesto se destina a las tareas de mantenimiento de las estructuras, vigilancia, consumos diarios (energía eléctrica principalmente), limpiadores. Pero eso, argumentó el jerarca, no alcanza. En otras zonas de Montevideo, como toda la franja costanera del arroyo Miguelete e incluso en el frente costero, que es un parque natural, los cambios son notorios y el mantenimiento es bueno. Espósito mencionó que allí muchas de las acciones con vecinos emprendidas por los alcaldes de cada zona dan resultados exitosos. No niega los problemas de los parques Rivera, Rodó, Batlle y Líber Seregni y por ello sostiene la necesidad de esa figura que controle y coordine acciones transversales de manera permanente. “Estos parques precisan una presencia permanente para controlar varios aspectos. Se precisaría tener una persona para coordinar estos servicios y monitorear que se cumplan. El cuidaparques está para controlar, pero muchas veces estos también necesitan ser controlados. En el parque Rodó debe haber seis personas trabajando a diario en los turnos diurnos, y muchas veces hemos encontrado solo cuatro”, comentó.
Acciones coordinadas
En tanto se gestiona este plan desde la intendencia, en algunas alcaldías se articulan planes de concientización para el cuidado del espacio público y el medioambiente. Carlos Varela, responsable del municipio B (Cordón, Parque Rodó, Palermo, Barrio Sur, Ciudad Vieja, Centro, parte de La Aguada, La Comercial y Tres Cruces), dijo a El Observador que tienen programas en coordinación con los vecinos para fomentar el cuidado del espacio público, instrumentado sobre todo en la plaza Líber Seregni. Varela destacó que instalar la discusión sobre el cuidado integral de la ciudad y el medioambiente forma parte de sus acciones estratégicas. “Desde 2011 llevamos adelante esta campaña, pero quedamos cortos y por ello iniciamos las acciones nuevamente para que la comisión de medioambiente trabaje en la línea de educación de la ciudadanía”, comentó.
En el otro extremo de Montevideo, en el municipio G (Lezica, Melilla, Colón, Peñarol, Belvedere, Nuevo París y Sayago, entre otros), el alcalde Gastón Silva recordó que si bien la gestión de los parques no es su competencia sí decidió aumentar la vigilancia para facilitar el mantenimiento de los espacios recuperados. El estado de mantenimiento de los parques se suma a los problemas de vandalismo y descuido de las plazas céntricas. Como informó El Observador en plaza Libertad y en el monumento a Rómulo y Remo en Tres Cruces se decidió enrejar las fuentes para protegerlas. La fuente ubicada en parque Rodó seguirá igual destino.
Múltiples razones han determinado al cabo de las décadas el desinterés montevideano por sus parques. Imágenes de finales del siglo XIX y hasta bien entrado el siglo XX exhiben una ciudad en la que plazas y parques cumplían una función esencial en la vida pública.
La vanguardista idea de un paseo marítimo, que se consolidó en la rambla, palabra omnipresente en la cultura montevideana actual, de algún modo debilitó el aprecio por los parques. Pero los parques también hicieron lo suyo para debilitarse y ser interpretados por un segmento de la sociedad como un paseo obsoleto. Es cierto, si el tiempo acompaña, se ve todavía hoy mucha gente caminando por ciertos parques, pero no son referencia obligatoria como ocurre en otras capitales y no abundan ciudadanos interesados en preservar sus fuentes, sus árboles y demás.
El origen de los parques montevideanos obedece a distintos hechos. El Prado es en sus orígenes el enorme jardín de un ciudadano alsaciano, Buschental, de cuya enorme casa sobreviven las llamadas caballerizas a orillas del Miguelete (extraordinarias construcciones que podrían hasta convertirse en un gran hotel). Pero amén de lo espontáneo, debemos decir que la ciudad fue “pensada” y así la concepción de parques y plazas responde a una filosofía urbanística entonces de recibo, centrada en la noción de ciudad-jardín. Tomaba modelos británicos, tanto como el concepto francés de corte haussmaniano. Años además en que se concedía relevancia al concepto ambientalista de higiene. Todas esas nociones constituían la modernidad a la europea y Montevideo adhirió a ellas como ninguna otra capital latinoamericana. Tanto adhirió que la capital uruguaya tiene más parques (y originalmente mejor equipados) que las ciudades que tomó como modelo. No solo se pensó en parques y plazas, sino que algunas avenidas tomaban diseños en consonancia con esa modernidad. Por ejemplo la entonces llamada avenida Centenario con su forma bombé o la también entonces llamada diagonal Agraciada con impresionante vista hacia el Palacio Legislativo (en las últimas décadas se agregó árboles en la plaza Fabini de forma desorganizada, impidiendo o al menos dificultando el disfrute de esa fabulosa perspectiva).
De todos modos, más allá de horrores varios, el área que Montevideo concede a sus parques sorprende a los visitantes. Integrar hoy ese patrimonio paisajístico al tejido vivo de la ciudad es una necesidad para sus habitantes y una forma de incrementar el interés por la capital.
Es cierto que el parque Capurro no tiene pista de patinaje sobre hielo como tuvo hace 100 años, que el parque Rodó (parque Urbano en sus orígenes) dista mucho de ser el que pergeñaron franceses como Racine y Thays, que el Rivera (originalmente Durandeau) está bastante desaprovechado. Pero también es cierto que el Prado está más cuidado que hace un tiempo (y el Botánico luce digno).
Mucho falta por hacer. El Miguelete debe integrarse plenamente, las fuentes deben funcionar (hasta el Obelisco está a oscuras y su fuente apagada), las esculturas preservadas, tanto como la iluminación de época (que debe seguir siendo de época y estar encendida). Pero hay hoy al menos una mayor conciencia por esos espacios públicos. Es de esperar que no asociemos su esplendor solo con fotos sepia y tal como ocurre con la plaza Seregni, entendamos que se trata de áreas de convivencia bien contemporáneas.
TOMADO DE El Observador de Uruguay
Seguridad: los cuidaparques no fueron suficientes para mantener los espacios públicos y se creará una nueva figura
El martes pasado, en pleno feriado de carnaval, en una fecha en la que Montevideo recibe un buen número de visitantes extranjeros, y en la que sus residentes pueden disfrutar mucho más del tiempo libre, Ana Scardino, cuidaparques en parque Rodó, miraba el horizonte desde su cabina. El espacio que le corresponde vigilar desde hace ya tres años estaba prácticamente vacío. Poca gente disfrutaba del paseo. Quizá la lluvia de días anteriores contribuyó a esta ausencia masiva. Esta misma circunstancia favoreció que los colores de los jardines y el arbolado se percibieran con mayor intensidad. En un recodo del parque, frente a la fuente decorada con motivos andaluces, un estudiante leía sus notas intercalando la experiencia con el placer de disfrutar la vista panorámica que muestra en esta zona el Río de la Plata a los pies de playa Ramírez. Un poco más lejos una pareja de vecinos tomaba mate y paseaba por el parque con su perro. El césped lucía perfectamente cortado, las callejuelas internas estaban limpias, los canteros mostraban un cuidadoso trabajo de jardinería. Otra fuente del parque, ubicada frente al edificio del Casino Parque Hotel, inducía a una pareja que reposaba en un banco a perderse mirando el juego del agua. La escena no se repite con frecuencia dentro del frenesí cotidiano semanal.
En este mismo espacio público montevideano, otros días de la semana, en otras horas, puede vivirse una realidad diametralmente opuesta. Alcanza con recordar que semanas atrás, esta misma fuente que lucía en perfectas condiciones, fue invadida por unas 80 personas que le rompieron su sistema de bombeo a 24 horas de haber sido reinaugurada.
La cuidaparque, una de las tres personas que vigila el espacio en el turno que comprende las primeras horas de la jornada, contó a El Observador que los lunes los residuos que genera la feria asentada en el parque Rodó convierte el espacio en un basurero por varias horas. La empresa responsable del mantenimiento llega cada semana, recolecta los residuos y sigue su rutina, pero según opinó la trabajadora, mucho se solucionaría si la Intendencia de Montevideo comenzara a exigir a los feriantes responsabilidad y cuidado por el espacio público. “Todo aquel que quiera recorrer el parque Rodó un domingo por la tarde constatará esto. Sería muy bueno que se les exija a los feriantes que recojan su basura al retirarse. Que dejen el parque como lo encontraron al llegar”, juzgó.
En cuanto a los vecinos del barrio, describió que son “muy respetuosos” con el cuidado del parque, “siempre y cuando no tengan perros”. Es más, recalcó que es un gran inconveniente, no solo porque muchos de ellos no recogen las heces de sus mascotas, sino porque no cumplen con la normativa vigente de transitar con ellos con correa.
¿Sabe usted que está violando las reglamentaciones de espacios públicos de la intendencia?, le preguntó El Observador a un vecino que esperaba que su perro regresara de un paseo por el cantero central del camino donde se encuentra el espacio de exposiciones A cielo abierto. No, ¿de qué se trata?, contestó.
Normativa. En el Capítulo III del Volumen X De los Espacios Públicos y de Acceso al Público de la Normativa Municipal, referido a la permanencia de animales domésticos, el artículo R.1183.1 indica que estos podrán usufructuar el espacio en determinadas condiciones. “En la vía pública deberán ser conducidos en forma responsable, empleando collar y correa en todo caso. De no estar sujetos de la traílla, los perros deberán usar bozal, cualesquiera sea su raza. Los animales no podrán permanecer en la vía pública más que en tránsito. Según las posibilidades de que disponga en cada caso el espacio urbano, en las plazas, parques y demás espacios públicos habrá lugares reservados para la permanencia y paseo de animales domésticos, los que siempre estarán bajo el cuidado y control de sus tenedores dentro de las áreas delimitadas a estos efectos. Las personas responsables de la tenencia de animales deberán retirar los residuos o materias dejados por estos”, establece la normativa.
Tras saberlo el vecino reclamó por la ausencia de cartelería clara y visible que notifique estas circunstancias. La cuidaparques replicó que la información está disponible y mostró a este medio una hoja tipo A4 pegada en su cabina donde tras una reja efectivamente puede leerse la reglamentación.
Las anécdotas de Scardino, según expresó ella misma, se cuentan por decenas. Narró que en muchas jornadas los cuidaparques tienen que desmantelar campamentos, deben indicarle a algunas parejas que no pueden tener relaciones sexuales en el parque; incluso en una ocasión recordó que tuvo que observar a una persona porque estaba lavando su ropa en la fuente de Venus.
“Es evidente que estas no son personas del barrio. Muchas son personas que mendigan y viven en situación de calle. Otras veces son jóvenes que asisten a los boliches de la zona y por la madrugada hacen lo que quieren en el parque”, agregó. La trabajadora reclamó más colaboración y celeridad en la respuesta de la Policía.
Peligro de alarma
En el parque José Batlle y Ordóñez El Observador conversó con uno de los responsables del cuidado en el turno matutino. El joven, que prefirió mantener su identidad en reserva, tomaba mate y escuchaba radio junto al responsable del mantenimiento del césped en su cabina, mientras que al pie del monumento a La Carreta un grupo de turistas conocía y recorrría la zona. Dos comerciantes ambulantes vendían artesanías locales. El lugar estaba limpio y en buen estado. Sin embargo, un rústico cartel pintado a mano, y en color rojo, que advierte acerca de la presencia de una alarma rodeando al monumento del escultor José Belloni, alteró el paisaje.
“Los turistas se subían y tuvieron que poner la alarma. Además por la noche mucha gente venía y se llevó varias piezas de bronce”, contó el muchacho, cuyo puesto de vigilancia –que opera las 24 horas del día– se encuentra a pocos metros del monumento declarado como histórico desde el año 1976. Estas fallas en los controles, que se agravan más o menos dependiendo de las circunstancias, reavivaron una idea que viene proponiéndose como alternativa desde la comuna: el vigilante tiene que ser custodiado.
Daniel Espósito, director de Espacios Públicos y Edificaciones de la intendencia, dijo a El Observador que en los parques que poseen valor patrimonial se asignará a un coordinador general. Esta nueva figura municipal será responsable del “cuidado integral” del espacio y estará asignada a trabajar en los parques Batlle, Rodó, Rivera, Capurro y Prado.
La Intendencia de Montevideo invierte al año unos US$ 800 mil en los parques públicos. Este presupuesto se destina a las tareas de mantenimiento de las estructuras, vigilancia, consumos diarios (energía eléctrica principalmente), limpiadores. Pero eso, argumentó el jerarca, no alcanza. En otras zonas de Montevideo, como toda la franja costanera del arroyo Miguelete e incluso en el frente costero, que es un parque natural, los cambios son notorios y el mantenimiento es bueno. Espósito mencionó que allí muchas de las acciones con vecinos emprendidas por los alcaldes de cada zona dan resultados exitosos. No niega los problemas de los parques Rivera, Rodó, Batlle y Líber Seregni y por ello sostiene la necesidad de esa figura que controle y coordine acciones transversales de manera permanente. “Estos parques precisan una presencia permanente para controlar varios aspectos. Se precisaría tener una persona para coordinar estos servicios y monitorear que se cumplan. El cuidaparques está para controlar, pero muchas veces estos también necesitan ser controlados. En el parque Rodó debe haber seis personas trabajando a diario en los turnos diurnos, y muchas veces hemos encontrado solo cuatro”, comentó.
Acciones coordinadas
En tanto se gestiona este plan desde la intendencia, en algunas alcaldías se articulan planes de concientización para el cuidado del espacio público y el medioambiente. Carlos Varela, responsable del municipio B (Cordón, Parque Rodó, Palermo, Barrio Sur, Ciudad Vieja, Centro, parte de La Aguada, La Comercial y Tres Cruces), dijo a El Observador que tienen programas en coordinación con los vecinos para fomentar el cuidado del espacio público, instrumentado sobre todo en la plaza Líber Seregni. Varela destacó que instalar la discusión sobre el cuidado integral de la ciudad y el medioambiente forma parte de sus acciones estratégicas. “Desde 2011 llevamos adelante esta campaña, pero quedamos cortos y por ello iniciamos las acciones nuevamente para que la comisión de medioambiente trabaje en la línea de educación de la ciudadanía”, comentó.
En el otro extremo de Montevideo, en el municipio G (Lezica, Melilla, Colón, Peñarol, Belvedere, Nuevo París y Sayago, entre otros), el alcalde Gastón Silva recordó que si bien la gestión de los parques no es su competencia sí decidió aumentar la vigilancia para facilitar el mantenimiento de los espacios recuperados. El estado de mantenimiento de los parques se suma a los problemas de vandalismo y descuido de las plazas céntricas. Como informó El Observador en plaza Libertad y en el monumento a Rómulo y Remo en Tres Cruces se decidió enrejar las fuentes para protegerlas. La fuente ubicada en parque Rodó seguirá igual destino.
Múltiples razones han determinado al cabo de las décadas el desinterés montevideano por sus parques. Imágenes de finales del siglo XIX y hasta bien entrado el siglo XX exhiben una ciudad en la que plazas y parques cumplían una función esencial en la vida pública.
La vanguardista idea de un paseo marítimo, que se consolidó en la rambla, palabra omnipresente en la cultura montevideana actual, de algún modo debilitó el aprecio por los parques. Pero los parques también hicieron lo suyo para debilitarse y ser interpretados por un segmento de la sociedad como un paseo obsoleto. Es cierto, si el tiempo acompaña, se ve todavía hoy mucha gente caminando por ciertos parques, pero no son referencia obligatoria como ocurre en otras capitales y no abundan ciudadanos interesados en preservar sus fuentes, sus árboles y demás.
El origen de los parques montevideanos obedece a distintos hechos. El Prado es en sus orígenes el enorme jardín de un ciudadano alsaciano, Buschental, de cuya enorme casa sobreviven las llamadas caballerizas a orillas del Miguelete (extraordinarias construcciones que podrían hasta convertirse en un gran hotel). Pero amén de lo espontáneo, debemos decir que la ciudad fue “pensada” y así la concepción de parques y plazas responde a una filosofía urbanística entonces de recibo, centrada en la noción de ciudad-jardín. Tomaba modelos británicos, tanto como el concepto francés de corte haussmaniano. Años además en que se concedía relevancia al concepto ambientalista de higiene. Todas esas nociones constituían la modernidad a la europea y Montevideo adhirió a ellas como ninguna otra capital latinoamericana. Tanto adhirió que la capital uruguaya tiene más parques (y originalmente mejor equipados) que las ciudades que tomó como modelo. No solo se pensó en parques y plazas, sino que algunas avenidas tomaban diseños en consonancia con esa modernidad. Por ejemplo la entonces llamada avenida Centenario con su forma bombé o la también entonces llamada diagonal Agraciada con impresionante vista hacia el Palacio Legislativo (en las últimas décadas se agregó árboles en la plaza Fabini de forma desorganizada, impidiendo o al menos dificultando el disfrute de esa fabulosa perspectiva).
De todos modos, más allá de horrores varios, el área que Montevideo concede a sus parques sorprende a los visitantes. Integrar hoy ese patrimonio paisajístico al tejido vivo de la ciudad es una necesidad para sus habitantes y una forma de incrementar el interés por la capital.
Es cierto que el parque Capurro no tiene pista de patinaje sobre hielo como tuvo hace 100 años, que el parque Rodó (parque Urbano en sus orígenes) dista mucho de ser el que pergeñaron franceses como Racine y Thays, que el Rivera (originalmente Durandeau) está bastante desaprovechado. Pero también es cierto que el Prado está más cuidado que hace un tiempo (y el Botánico luce digno).
Mucho falta por hacer. El Miguelete debe integrarse plenamente, las fuentes deben funcionar (hasta el Obelisco está a oscuras y su fuente apagada), las esculturas preservadas, tanto como la iluminación de época (que debe seguir siendo de época y estar encendida). Pero hay hoy al menos una mayor conciencia por esos espacios públicos. Es de esperar que no asociemos su esplendor solo con fotos sepia y tal como ocurre con la plaza Seregni, entendamos que se trata de áreas de convivencia bien contemporáneas.
TOMADO DE El Observador de Uruguay
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