Las muertes que genera el basural de González Catán
Año 5. Edición número 222.Por Soledad Lofredo La ciudad del partido de La Matanza está seriamente afectada por el relleno sanitario del Ceamse: contaminación, leucemia y afecciones poco comunes como moneda corriente entre grandes y chicos.
Lo que ellos plantean afuera es que nosotros somos unos mentirosos”, dice Celia Frutos, de la ONG Vecinos Autoconvocados de Catán contra la Ceamse. Las pruebas de la infamia sobran: cualquiera que se acerque a esta ciudad del partido de La Matanza, en la Provincia de Buenos Aires, podrá ver que esos “mentirosos” están siendo contaminados desde hace 33 años.
A fines de los ’90, los vecinos empezaron a notar que algo estaba pasando en Catán. Pero no sabían cuál podía ser la causa. Se estaban empezando a infectar muchos chicos con enfermedades autoinmunes, leucemia. “Esto es como un barrio: te ibas enterando que tal murió, que el hijo de otro se enfermó, y así. Era muy raro que un adolescente tuviera un ACV, pero así fue”, cuenta Celia. Así se empezaron a juntar los vecinos y pudieron organizar las primeras reuniones.
En principio, hacia 2003, le pedían a las autoridades que investigaran cuáles eran los motivos de tantas enfermedades. “Hasta ese momento sospechábamos que la contaminación podría venir del Ceamse, las canteras, el crematorio, alguno de los tres cementerios que nos rodean. Hasta que logramos que el Ministerio de Salud provincial hiciera análisis de agua en las cuatro escuelas linderas y en las casas de algunos vecinos para demostrar cuál era realmente la causa.”
Entonces empezaron a enviar los resultados y los pedidos de cierre a todas las secretarías y ministerios de Salud y Ambiente: el agua estaba contaminada con cromo, y había sido declarada no apta para consumo. “Fuimos avanzando con las muestras, y aunque ya habíamos comprobado que había contaminación en tierra, aire y agua, en La Matanza nos trataban de mentirosos, y hasta al propio ministerio”, cuenta Celia asombrada.
En 2005, hicieron una denuncia penal por residuos peligrosos. Y comenzó un proceso mucho más arduo que el que habían transitado. En ese expediente se presentó la historia clínica de 1.200 vecinos, en donde sólo dos personas no estaban enfermas, pero todas tenían un denominador común: cromo en orina. La evaluación –hecha por el cuerpo médico forense de la Nación obligó el análisis subterráneo de los acuíferos Puelche y Pampeano. Con los resultados en la mano, el perito por parte de la Ceamse no pudo desentenderse del tema: el Puelche y el Pampeano están contaminados con metales, y ese agua, sin tratamiento previo, no se puede consumir.
¿Se puede vivir? La contaminación parece no tener solución: “El agua que llega a nuestras casas es de pozo y no logramos que nos den los resultados de metales pesados, necesitamos esos análisis, queremos saber si tiene lo mismo que se encontró en las personas: plomo, arsénico, cromo. Queremos saber qué es lo que estamos tomando nosotros”, dice Domingo, vecino de Catán, a quien hace pocas semanas le habilitaron la red junto con una nota que aseguraba la potabilidad del agua. “Llamás al 0800 que te figura en la factura y te dicen: ‘no se preocupe que el agua es tratada bacteriológicamente’. Sí, les respondo siempre, pero no por metales. Y no saben qué responderme.”
Otra vecina, Graciela, cuenta que “no tienen cómo comprobar que el agua no está contaminada: primero le echaron la culpa a los pozos negros, y después, a las napas”. El problema de la profundidad de los pozos se da porque el agua viaja a cierta altura y, cuando llega al pozo, los metales caen y se concentran. Por eso, al extraerse agua de allí, lleva más veneno a las casas.
Pero, además del miedo, los resultados causan más angustia. Mingo lo sabe: a su nieto de cuatro años le encontraron plomo en sangre. “Mi hijo vive a ocho cuadras del Ceamse, y a mi nieto le encontraron metales en un análisis de sangre que hicieron oficialmente mientras hacían relevamientos por la cuenca Matanza Riachuelo. Todavía no puedo conseguir que me den los resultados de sus análisis.” Ese día, lo llevaron a un módulo en un barrio cercano, en Virrey del Pino, le pincharon el dedito, le sacaron sangre y a los pocos segundos tuvieron el resultado: plomo. “Le vamos a sacar sangre para mandarla a analizar”, le dijeron a Mingo. Esos resultados no se los entregaron nunca, y cuando fue a reclamarlos, se los negaron. “Hasta que hablé con una doctora que había venido y con buena voluntad hurgó en los archivos de una computadora. Ahí me enteré que el permitido de plomo en sangre es de 10, y mi nieto tiene 11.” El abuelo repite una y otra vez la pregunta: “Si saben que estamos contaminados, ¿por qué no se interesan por nosotros?”.
El barrio Nicho –que hace poco salió en algunos noticieros porque uno de sus colegios no tenía baño propio, sino químicos está de espalda al relleno sanitario, y entre tres y cinco metros por debajo de la altura media de Catán. Allí viven los más afectados. “Acá se prometieron 19 salas de auxilio y no hay ninguna. Lo que necesitamos es tecnología de punta para los hospitales, nuestros vecinos no tienen enfermedades como para hacerles primeros auxilios, están muy graves.” Desde mayo de 2004, las enfermedades que fueron relevadas en diferentes barrios y manzanas van desde asma, dermatitis, alergia, conjuntivitis, disminución visual, trastornos respiratorios, trastornos en vías urinarias y trastornos estomacales, hasta las más graves: leucemia, púrpura, lupus y deficiencias cardíacas.
El proyecto. El Centro Ambiental de Reconversión Energética (Care) ya está en construcción. Daniel Iglesias, su jefe Técnico, cuenta que la planta está instalada a unos tres kilómetros del relleno sanitario –en la Ruta provincial 1001 y Condes, y que todo el predio –unas 25 hectáreas está destinado a todas las etapas. “Ahora estamos construyendo en las primeras cuatro, en las que habrá una nave industrial de seis mil metros cuadrados, una planta de clasificación manual y mecánica, un edificio administrativo y entrada simultánea y descarga de hasta 10 camiones a la vez.” Y remarca una y otra vez que “está preparado para procesar 1.500 toneladas por día, para basura de La Matanza y solamente de La Matanza”.
Iglesias cuenta que en la primera etapa se clasificarán y recuperarán –según lo ofertado en el pliego por la empresa adjudicataria (Los Mallines SRL e Instalmat SRL, una, especialista en movimientos de suelo y la otra, en construcciones civiles) –, el 11% del material reciclable –papel, diario, cartón y un 28% en combustible sólido recuperado. “Con eso estamos en condiciones de disminuir el 40% del enterramiento. El otro 60%, en un principio, lo seguiremos llevando al relleno sanitario”, cuenta el jefe técnico. “Mientras tanto estamos evaluando las tecnologías de la segunda etapa para empezar a escribir el pliego y ver qué ofertas recibimos.” Según sus cálculos, en octubre de 2014, ese 60% se podrá convertir en energía, biocombustible o energía eléctrica. “Esa es la idea fundamental y la filosofía del Care, que va de la mano de una fuerte campaña sobre recolección diferenciada y separación en origen”, cuenta, y que a partir del mes que viene se incluirá a 630 cooperativistas del plan Argentina Trabaja.
“Estamos tratando de recuperar todo lo posible en la calle, de la mano de los recicladores urbanos, para que cada vez venga menos material acá. La idea no es, como piensan alguno, importar basura o generar cada vez más. Por eso nosotros pensamos una planta de 1.500 toneladas, y en vías de reducción.”
El fin: “Todo esto se hace para el cierre progresivo del Ceamse. Lo que pasa es que hay que ser realistas, como con el tema del Riachuelo. En la primera instancia reducimos una gran parte de basura, que en un año es mucho. Estamos hablando de cerrar el Ceamse de acá a cinco años aproximadamente. Después vendrá todo el proceso del poscierre”, dice. “Yo creo que la gente quiere ver que no entre ningún camión más al Ceamse. Por eso, tiro un estimado: octubre de 2015. Para esa fecha se le pone una cadena con candado a la tranquera puertas afuera y no ingresa más nadie.
Lo que sí queda es un trabajo arduo de adentro, con esa montaña. Y poder recuperarlo como espacio público.”
Graciela cuenta que no hay un plan ni para los enfermos ni para los que se siguen contaminando. Que les recomiendan que se muden a otro lugar, pero muy poca gente lo logra. Primero, porque nadie quiere comprar una casa ahí; segundo, porque tampoco los quieren indemnizar para que se vayan. “Desde el municipio nos tratan como si fuéramos 20 o 30 inadaptados. Supuestamente, 2.600 millones están de acuerdo con el Care.” Ese número es el total de los habitantes de La Matanza; en Catán son 270 mil aproximadamente. “A mí me parece que a más de 30 años de salvarle el pellejo a otra gente ya es hora de decir: la basura acá no. Por el respeto a las personas que no contrajeron las enfermedades y las trajeron acá, sino que se las agarraron por el Ceamse, es hora de tratar el tema basura en serio. Nosotros tenemos derecho de no querer más la basura acá, ya está, el daño que causaron ya lo causaron, no lo continúen más.”.
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